Nuevos tiempos: un nuevo tipo de educación
2018-03-14
La realidad en las últimas
décadas ha cambiado tanto que ha afectado también a nuestro estilo de
educación. Cito algunos de estos cambios:
―Hemos
construido el principio de nuestra autodestrucción con armas nucleares,
químicas y biológicas. Nada es absolutamente seguro y un accidente cualquiera
puede destruir nuestra civilización.
―El
calentamiento global crece día a día. Si no hacemos nada, como la comunidad
científica norteamericana ha advertido, podemos conocer dentro de algunos años
un calentamiento abrupto de hasta 4-6 grados Celsius. Con eso, la mayoría de
los seres vivos conocidos no resistirán y desaparecerán. Y parte de la
humanidad también.
―La
escasez de agua potable (sólo el 0,3% es accesible a los seres humanos y a los
animales) puede provocar guerras letales para garantizar el acceso a fuentes de
agua dulce. O también alianzas de cooperación.
―La
planetización es un hecho nuevo en la historia de la Tierra y de la Humanidad.
Salimos un día de África, donde estuvimos durante 4-5 millones de años y por
eso somos todos africanos, y después nos esparcimos por los continentes; ahora
estamos volviendo y encontrándonos en un solo lugar: la Casa Común, la Tierra.
―La
crisis ecológica afecta directamente al sistema-vida y al sistema-Tierra.
Estamos destruyendo las bases físico-químicas que sostienen la vida. De
continuar la sobrerexplotación de la Tierra, ella no aguantará y nuestra
civilización estará amenazada.
―Existe
el peligro de que superbacterias que perdieron su hábitat por la deforestación
puedan invadir ciudades y diezmar a miles de personas, sin que sepamos cómo
enfrentarlas con potentes antibióticos.
Estos
son datos, no fantasías. La gran mayoría de las personas no tiene conciencia de
los peligros que corre. Es como en tiempos de Noé: todos se divertían y se
reían del anciano, y vino el diluvio. Sólo que hoy es diferente: no tenemos un
Arca de Noé que pueda salvar a algunos y dejar perecer a los otros. Todos
podemos perecer.
Todo
esto nos obliga a pensar sobre el futuro común de nuestra especie y de la Casa
Común. Todo debe comenzar con una sensibilización general. En casa y en la
escuela es donde tal nueva conciencia debe surgir.
Veamos
qué tareas nuevas se presentan a los maestros y qué nueva percepción deben
desarrollar en los educandos. Lógicamente la escuela debe llevar adelante su tarea
básica, como la enunció la UNESCO:
(1)
Aprender a conocer todo lo que el pasado nos legó. Como escribió
Montaigne (1533-1592) en sus Ensayos: «el educador debe tener la cabeza
sobre todo bien montada, más que bien llena». Es decir, saber la situación real
de la Tierra y trasmitirla a los estudiantes;
(2)
aprender a pensar, sabemos mucho y todo está en Google, pero no pensamos
lo que sabemos. El saber es un poder que puede construir una bomba atómica o un
antibiótico. El saber no es neutro. Pensar es detectar a quien sirve el saber y
quiénes son los dueños del saber;
(3)
aprender a vivir, que es crear un carácter recto, amante de la verdad,
es ser un buen ciudadano participativo con un proyecto solidario de vida;
(4)
aprender a convivir, pues hoy vivimos en medio de las mayores
diferencias de raza, religión, ideas, opciones sexuales; no permitir que la
diferencia se transforme en desigualdad; todos tienen derecho de vivir su modo
de ser; importa estar abierto en las redes sociales al destino de los pueblos,
muchas veces trágico como ahora en Siria; interesarse por el sufrimiento de los
más pobres y excluidos;
(5)
aprender a cuidar. Esto es nuevo pues sabemos que el cuidado es la ley
básica de todos los seres vivos y también del universo; si no cuidamos del
agua, la basura, de nosotros mismos y de las relaciones sociales, podemos dar
espacio a la degradación; todo lo que amamos, lo cuidamos, y todo lo que
cuidamos, lo amamos;
(6)
aprender a tener una ética y una espiritualidad. La religión puede
ayudar pero no necesariamente, pues muchas hacen guerra y matan; ser ético es
orientarse hacia el bien, asumir las consecuencias de nuestros actos, buenos o
malos; optar por el bien común, por la verdad contra toda corrupción.
La
espiritualidad es una dimensión antropológica, como lo es la razón, la
voluntad y la libido; somos espirituales cuando planteamos preguntas últimas:
¿por qué estoy aquí, cuál es el sentido del universo, de la vida y de mi propia
existencia...? Ser espiritual es desarrollar lo que neurólogos y
neurolingüistas llaman el “punto Dios en el cerebro”: siempre que abordamos
aspectos de lo sagrado y del sentido último de la vida hay una aceleración de
nuestras neuronas; es el “punto Dios”, que nos permite intuir que por detrás de
todas las cosas hay una Realidad amorosa y poderosa que sustenta todo, las
estrellas y también nuestras vidas. El “punto Dios” está hecho de amor, de
compasión, de solidaridad y de devoción; nos hace más sensibles a los otros, y
más humanos; cultivar el “punto Dios” es superar el materialismo actual y
nutrir la esperanza sobre el fin bueno de todo.
Los
educadores deben imbuirse de estos nuevos desafíos y enseñárselos a sus
educandos. Sólo así estaremos a la altura de los graves peligros que se nos
presentan.
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