El
relato oficial del Evangelio que se nos ofrece en cada liturgia de la misa será
el conocidísimo relato de la 'Boda en Caná'. Un relato que sólo cuenta el
cuarto Evangelio. Recuerdo que para la Iglesia Vaticana estamos leyendo el
Evangelio de Lucas, pero una vez acabadas todas las fiestas de la Navidad, Año
Nuevo y Reyes les ha parecido a las autoridades romanas escoger este asunto del
agua convertida en vino.
En
este caso creo tener una cierta intuición de por qué se selecciona este texto.
Se llegan a imaginar que el agua convertida en vino en la boda de Caná es la
primera acción-milagro que realizó Jesús y que sólo este Evangelio la
conoció.
Después
de su infancia y juventud, lo primero que hizo y dijo Jesús fue esto de Caná.
¿Seguro? Pues créeme que Lucas, el Evangelista de este año, cuenta en su
capítulo cuarto que lo primero que hizo Jesús no fue en Caná, sino en Nazaret,
un sábado en una sinagoga, donde se puso a evangelizar o leer cosas de los
profetas y comentarlas. Algo como lo que hacemos ahora y aquí tú y yo.
La
inmensa mayoría de los que leen y escuchan el relato de las bodas de Caná creen
que lo hecho por Jesús fue tal cual como está ahí contado. He dicho 'los que
leen', es decir, los sacerdotes celebrantes de la misa y predicadores. Siempre
que leo este relato me acabo preguntando esto:
¿Y
si este relato de Caná fuera una manera de hablar de la primera y única
aparición del resucitado Jesús, el condenado y ejecutado por haber vivido como
un desobediente blasfemo, según la Ley? Pregunto esto, porque esa aparición
primera y única no es otra que la vida de Jesús aquí entre nosotros a lo largo
de sus 30 años, más o menos.
Comparto
la pregunta CONTIGO, porque solo se acaba viendo bien cuando las cosas se miran
juntos, de dos en dos, tú y yo.
En
el segundo comentario nos atrevemos a escuchar y acoger otra parte del discurso
de las Bienaventuranzas del Jesús de Mateo.
Siguen
aquí los comentarios. También están en el archivo adjunto...
Hasta
la siguiente cita aquí, tal vez el domingo día 20 de enero.
Domingo 2º del TO (20.01.2019): Juan 2,1-11
‘El agua es templo, el vino es Jesús’. Lo medito y escribo CONTIGO,
De nuevo, es decir
un domingo más, dejamos de recibir la palabra de los relatos del informado
Evangelista Lucas. Las autoridades responsables de la llamada ‘liturgia sagrada’
nos proponen la meditación del relato de Juan 2,1-11. El relato
popularizado como ‘La boda de Caná’, dicen unos. O el primer milagro, signo o
señal de Jesús, dicen otros. Y otros concretan, ‘Jesús convierte el
agua en vino’.
De este relato ya
escribí una página para el día 20 de diciembre del año 2015. Y de aquella
página rescato ahora estos datos que no pondré entre comillas.
Después de lo
sucedido en los tres días del capítulo primero, Jesús de Nazaret
‘resucitó’-‘apareció’ en el escenario de esta vida (2,1). Y la vida de este
hombre de carne y hueso fue el primer signo que sucedió en Caná de Galilea
(bien al norte, lejos de Jerusalén, en un pueblito desconocido) y de esto fue
testigo sólo un pequeño puñado de personas, hombres y mujeres; sus seguidores
(2,11).
Este versículo
undécimo conviene aprendérselo bien, porque para este Evangelista se trata de
una síntesis de toda la vida de Jesús: Este fue el primer signo que
realizó Jesús, por medio de él dijo quién era y sus seguidores le creyeron. Después
de esto aún pasó un tiempo por el norte de esta tierra, en los alrededores de
Cafarnaún y del Lago. Y por estar cerca la Pascua de aquel año,
emprendió viaje con destino a Jerusalén (2,12-13).
Me
releo la narración (Juan 2,1-12). ‘Había allí seis tinajas de piedra
para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una de ellas’ (2,6).
Y ahora están vacías. Sin agua y sin capacidad para purificar nada. A la
religión de Israel le sucede lo mismo: se ha quedado vacía y no sirve para purificar-perdonar.
Está muerta. Ya lo había anticipado Juan el Bautista en el capítulo anterior.
Sólo
quien ha conocido a Jesús de Nazaret, en su vida y su palabra, sabe que existe
el vino de la auténtica experiencia de la vida y de la fe. Y eso lo sabe una mujer
que dice bien clarito y para todos: ‘Haced lo que él os diga’ (2,5).
Y este Jesús de Nazaret del cuarto Evangelio, dice siempre una cosa y la
misma: ‘amaos unos a otros y todos conocerán que sois mis
discípulos’ (Juan 13,35). Este es su vino, el del amor, el que
transforma tanto por dentro a las personas, que se atreven a enamorarse de él.
De Jesús y de su vino.
La
religión de Israel era una religión centrada en el miedo a estar
manchado ante su Dios Yavé y en la práctica obsesiva de la
purificación por medio del agua. En cambio, el hombre y laico de Galilea ofrece
el vino de la experiencia liberadora del amor como culmen y centro de su
proyecto de vida y de fe.
Para
Jesús de Nazaret sólo existe la fe de ‘el amarse unos a otros’. Lo repetiré:
¡Creo en ti! ¡Te quiero a ti! Nos lo repetiremos tantas veces como sea preciso
hasta hacerlo carne y sangre de nuestras personas.
Carmelo
Bueno Heras
Domingo 8º de Mateo (20.01.2019): Mateo 5,17-48
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los
demás” (Mateo
7,12)
El Evangelista
Mateo continúa poniendo palabras en el discurso de su Jesús. Después
de habernos regalado, Mateo y Jesús, sus nueve bienaventuranzas de la sal y de
la luz (5,1-16) nos invita a acoger la segunda parte de este discurso del nuevo
Moisés en el nuevo Sinaí donde se encuentra con las gentes de su pueblo. Esta
segunda parte empieza en 5,17 y acaba en 5,48.
Insinúa el narrador
Mateo que más de uno de aquellos oyentes pudo sorprenderse de las radicales
novedades del mensaje de Jesús. Creo que ésta puede ser la razón de estas
palabras: “No penséis [decía Jesús] que he venido a
abolir la Ley y los Profetas”. Así comienza 5,17. Pero será conveniente
leer -precisamente ahora- estas otras palabras de este mismo Jesús en 7,12: “Todo
cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás, porque ésta es la Ley y los
Profetas”.
Ante estas
afirmaciones que leo y medito, no dejo de preguntarme esto otro: ¿qué o cuál es
esta Ley y estos Profetas? ¿Es la Ley la letra escrita en aquellas tablas y
acuñada para siempre en aquellos diez mandamientos y sus aplicaciones que Yavé
Dios entregó a Moisés? ¿Esta Ley y estos Profetas están fuera de mí? ¿Esta Ley
y estos Profetas están dentro de mí, son mis deseos, mi luz, mi sal?
Y si no me traiciono,
entiendo que aquí hay dos caminos. La Ley y los Profetas, por un lado y en la
otra senda, el camino de mis deseos. Esta es la razón por la que he
seleccionado estas palabras de Mateo 7,12 para encabezar los ocho primeros
comentarios de este Evangelio y todos los demás comentarios hasta completar los
cincuenta y dos de este año evangélico.
En esta conclusión
me reafirmo al leer una tras otra la anáfora de los cinco versículos
siguientes: 5,21; 5,27 con 5,31; 5,33; 5,38 y, por fin, el 5,43. Escribo esta preciosa
anáfora que el pedagogo narrador Mateo nos reitera como un mantra en sus dos
partes: “Habéis oído que se os dijo..., en cambio yo os digo...”. ¿Se
puede expresar con más precisión y claridad que existen dos caminos? El camino
de las viejas enseñanzas de la Ley y de los Profetas. Y el camino de las nuevas
enseñanzas de Jesús de Nazaret.
Lector que leo, me
toca comprender qué es cada uno de estos dos caminos y decidir por donde
encaminar mis pasos. Son dos caminos diferentes y divergentes. Ni buenos ni
malos. Distintos. No hay camino derecho ni camino izquierdo. No hay camino
ascendente ni camino descendente. No hay camino del cielo ni camino del
infierno. Son dos, me lo repetiré, diferentes y divergentes. Por eso, es
preciso decidir. Y esto es lo que hizo Jesús: Decidir-ser.
Pude escribir
‘decidirse’, pero he dejado escrito ‘decidir-ser’. Decidió ser frente a
obedecer sin más. Creo que este Jesús del Evangelista Mateo decidió ser de una
manera muy explícitamente distinta a como orientaban la vida las ordenanzas de
la Ley de Moisés y sus interpretaciones orales y escritas actualizadas por los
sacerdotes y maestros (rabinos) de la religión y del templo de los judíos. Este
Jesús de Mateo tiene ahora ‘unos treinta años’. Está en la plenitud de su vida.
Conoce el camino de su Religión ‘de buen judío’ y no desea caminar por él.
Lleva dentro otros deseos que desea compartir contigo-conmigo: haz
cuanto deseas que te hagan. Es todo.
Carmelo Bueno Heras
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