viernes, 18 de enero de 2019

Domingo 2º del TO (20.01.2019): Juan 2,1-11 ‘El agua es templo, el vino es Jesús’ y Domingo 8º de Mateo (20.01.2019): Mateo 5,17-48 “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) Carmelo Bueno 20012019



El relato oficial del Evangelio que se nos ofrece en cada liturgia de la misa será el conocidísimo relato de la 'Boda en Caná'. Un relato que sólo cuenta el cuarto Evangelio. Recuerdo que para la Iglesia Vaticana estamos leyendo el Evangelio de Lucas, pero una vez acabadas todas las fiestas de la Navidad, Año Nuevo y Reyes les ha parecido a las autoridades romanas escoger este asunto del agua convertida en vino. 

En este caso creo tener una cierta intuición de por qué se selecciona este texto. Se llegan a imaginar que el agua convertida en vino en la boda de Caná es la primera acción-milagro que realizó Jesús y que sólo este Evangelio la conoció. 

Después de su infancia y juventud, lo primero que hizo y dijo Jesús fue esto de Caná. ¿Seguro? Pues créeme que Lucas, el Evangelista de este año, cuenta en su capítulo cuarto que lo primero que hizo Jesús no fue en Caná, sino en Nazaret, un sábado en una sinagoga, donde se puso a evangelizar o leer cosas de los profetas y comentarlas. Algo como lo que hacemos ahora y aquí tú y yo.

La inmensa mayoría de los que leen y escuchan el relato de las bodas de Caná creen que lo hecho por Jesús fue tal cual como está ahí contado. He dicho 'los que leen', es decir, los sacerdotes celebrantes de la misa y predicadores. Siempre que leo este relato me acabo preguntando esto: 

¿Y si este relato de Caná fuera una manera de hablar de la primera y única aparición del resucitado Jesús, el condenado y ejecutado por haber vivido como un desobediente blasfemo, según la Ley? Pregunto esto, porque esa aparición primera y única no es otra que la vida de Jesús aquí entre nosotros a lo largo de sus 30 años, más o menos. 

Comparto la pregunta CONTIGO, porque solo se acaba viendo bien cuando las cosas se miran juntos, de dos en dos, tú y yo.
En el segundo comentario nos atrevemos a escuchar y acoger otra parte del discurso de las Bienaventuranzas del Jesús de Mateo.
Siguen aquí los comentarios. También están en el archivo adjunto...
Hasta la siguiente cita aquí, tal vez el domingo día 20 de enero.

Domingo 2º del TO (20.01.2019): Juan 2,1-11
‘El agua es templo, el vino es Jesús’. Lo medito y escribo CONTIGO

De nuevo, es decir un domingo más, dejamos de recibir la palabra de los relatos del informado Evangelista Lucas. Las autoridades responsables de la llamada ‘liturgia sagrada’ nos proponen la meditación del relato de Juan 2,1-11. El relato popularizado como ‘La boda de Caná’, dicen unos. O el primer milagro, signo o señal de Jesús, dicen otros. Y otros concretan, ‘Jesús  convierte el agua en vino’.

De este relato ya escribí una página para el día 20 de diciembre del año 2015. Y de aquella página rescato ahora estos datos que no pondré entre comillas.

Después de lo sucedido en los tres días del capítulo primero, Jesús de Nazaret ‘resucitó’-‘apareció’ en el escenario de esta vida (2,1). Y la vida de este hombre de carne y hueso fue el primer signo que sucedió en Caná de Galilea (bien al norte, lejos de Jerusalén, en un pueblito desconocido) y de esto fue testigo sólo un pequeño puñado de personas, hombres y mujeres; sus seguidores (2,11).

Este versículo undécimo conviene aprendérselo bien, porque para este Evangelista se trata de una síntesis de toda la vida de Jesús: Este fue el primer signo que realizó Jesús, por medio de él dijo quién era y sus seguidores le creyeron. Después de esto aún pasó un tiempo por el norte de esta tierra, en los alrededores de Cafarnaún y del Lago. Y por estar cerca la Pascua de aquel año, emprendió  viaje con destino a Jerusalén (2,12-13).

Me releo la narración (Juan 2,1-12). ‘Había allí seis tinajas de piedra para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una de ellas’ (2,6). Y ahora están vacías. Sin agua y sin capacidad para purificar nada. A la religión de Israel le sucede lo mismo: se ha quedado vacía y no sirve para purificar-perdonar. Está muerta. Ya lo había anticipado Juan el Bautista en el capítulo anterior.
Sólo quien ha conocido a Jesús de Nazaret, en su vida y su palabra, sabe que existe el vino de la auténtica experiencia de la vida y de la fe. Y eso lo sabe una mujer que dice bien clarito y para todos: ‘Haced lo que él os diga’ (2,5). Y este Jesús de Nazaret del cuarto Evangelio, dice siempre una cosa y la misma: ‘amaos unos a otros y todos conocerán que sois mis discípulos’ (Juan 13,35). Este es su vino, el del amor, el que transforma tanto por dentro a las personas, que se atreven a enamorarse de él. De Jesús y de su vino.
La religión de Israel era una religión centrada en el miedo a estar manchado ante su Dios Yavé y en la práctica obsesiva de la purificación por medio del agua. En cambio, el hombre y laico de Galilea ofrece el vino de la experiencia liberadora del amor como culmen y centro de su proyecto de vida y de fe.
Para Jesús de Nazaret sólo existe la fe de ‘el amarse unos a otros’. Lo repetiré: ¡Creo en ti! ¡Te quiero a ti! Nos lo repetiremos tantas veces como sea preciso hasta hacerlo carne y sangre de nuestras personas. 
Carmelo Bueno Heras

Domingo 8º de Mateo (20.01.2019): Mateo 5,17-48
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

El Evangelista Mateo continúa poniendo palabras en el discurso de su Jesús.  Después de habernos regalado, Mateo y Jesús, sus nueve bienaventuranzas de la sal y de la luz (5,1-16) nos invita a acoger la segunda parte de este discurso del nuevo Moisés en el nuevo Sinaí donde se encuentra con las gentes de su pueblo. Esta segunda parte empieza en 5,17 y acaba en 5,48.

Insinúa el narrador Mateo que más de uno de aquellos oyentes pudo sorprenderse de las radicales novedades del mensaje de Jesús. Creo que ésta puede ser la razón de estas palabras: “No penséis [decía Jesús] que he venido a abolir la Ley y los Profetas”. Así comienza 5,17. Pero será conveniente leer -precisamente ahora- estas otras palabras de este mismo Jesús en 7,12: “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás, porque ésta es la Ley y los Profetas”.

Ante estas afirmaciones que leo y medito, no dejo de preguntarme esto otro: ¿qué o cuál es esta Ley y estos Profetas? ¿Es la Ley la letra escrita en aquellas tablas y acuñada para siempre en aquellos diez mandamientos y sus aplicaciones que Yavé Dios entregó a Moisés? ¿Esta Ley y estos Profetas están fuera de mí? ¿Esta Ley y estos Profetas están dentro de mí, son mis deseos, mi luz, mi sal?

Y si no me traiciono, entiendo que aquí hay dos caminos. La Ley y los Profetas, por un lado y en la otra senda, el camino de mis deseos. Esta es la razón por la que he seleccionado estas palabras de Mateo 7,12 para encabezar los ocho primeros comentarios de este Evangelio y todos los demás comentarios hasta completar los cincuenta y dos de este año evangélico.

En esta conclusión me reafirmo al leer una tras otra la anáfora de los cinco versículos siguientes: 5,21; 5,27 con 5,31; 5,33; 5,38 y, por fin, el 5,43. Escribo esta preciosa anáfora que el pedagogo narrador Mateo nos reitera como un mantra en sus dos partes: “Habéis oído que se os dijo..., en cambio yo os digo...”. ¿Se puede expresar con más precisión y claridad que existen dos caminos? El camino de las viejas enseñanzas de la Ley y de los Profetas. Y el camino de las nuevas enseñanzas de Jesús de Nazaret.

Lector que leo, me toca comprender qué es cada uno de estos dos caminos y decidir por donde encaminar mis pasos. Son dos caminos diferentes y divergentes. Ni buenos ni malos. Distintos. No hay camino derecho ni camino izquierdo. No hay camino ascendente ni camino descendente. No hay camino del cielo ni camino del infierno. Son dos, me lo repetiré, diferentes y divergentes. Por eso, es preciso decidir. Y esto es lo que hizo Jesús: Decidir-ser.

Pude escribir ‘decidirse’, pero he dejado escrito ‘decidir-ser’. Decidió ser frente a obedecer sin más. Creo que este Jesús del Evangelista Mateo decidió ser de una manera muy explícitamente distinta a como orientaban la vida las ordenanzas de la Ley de Moisés y sus interpretaciones orales y escritas actualizadas por los sacerdotes y maestros (rabinos) de la religión y del templo de los judíos. Este Jesús de Mateo tiene ahora ‘unos treinta años’. Está en la plenitud de su vida. Conoce el camino de su Religión ‘de buen judío’ y no desea caminar por él. Lleva dentro otros deseos que desea compartir contigo-conmigo: haz cuanto deseas que te hagan. Es todo.
Carmelo Bueno Heras

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