
Audiencia General, 16 Enero 2019 © Vatican Media
Audiencia general, 16 de enero de 2019 – Catequesis completa
La oración se concentra en una palabra: “Abba”, Padre
(ZENIT – 16 enero 2019).- La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9:20 horas en el Aula Pablo VI donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

El Santo Padre, continuando el ciclo de catequesis sobre el Padre nuestro, se ha centrado en el tema “¡Abba, Padre! (Pasaje bíblico: De la Carta de San Pablo a los Romanos 8, 14-16)
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo y ha recordado, en un llamamiento, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que comienza el próximo viernes, 18 de enero.
La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
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Catequesis del Papa Francisco
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hemos escuchado lo que escribe San Pablo en la Carta a los Romanos: “No recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar:”¡Abba, Padre!” (8.15). Y a los Gálatas, el apóstol dice: “La prueba de que sois hijos es que Dios, ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama:”¡Abba, Padre!” (Gal 4,6). Retorna dos veces la misma invocación, que condensa toda la novedad del Evangelio. Después de haber conocido a Jesús y de escuchar su predicación, el cristiano ya no considera a Dios como un tirano a quien temer, no le tiene miedo sino que siente que su confianza en él florece: puede hablar al Creador llamándolo “Padre”. La expresión es tan importante para los cristianos que a menudo se ha mantenido intacta en su forma original: “Abba“.

No se trata solo de usar un símbolo –en este caso- la figura del padre, vinculada con el misterio de Dios; se trata, en cambio, de tener, por así decirlo, traspasado a nuestro corazón todo el mundo de Jesús. Si llevamos a cabo esta operación, podemos rezar con verdad el “Padre nuestro”. Decir “”Abba” es algo mucho más íntimo, más conmovedor que llamar a Dios “Padre” simplemente. Por eso alguno ha propuesto que se tradujese esta palabra original aramea Abba con “Papá”. En vez de decir, “Padre nuestro” , decir “Papá”. Nosotros seguimos diciendo “Padre nuestro”, pero con el corazón estamos invitados a decir “Papá”, a
tener una relación con Dios como la de un niño con su papá, que lo llama “papá”. De hecho, estas expresiones evocan afecto, calidez, algo que nos proyecta en el contexto de la infancia: la imagen de un niño completamente envuelta en el abrazo de un padre que siente una infinita ternura por él. Y por eso, queridos hermanos y hermanas, para rezar bien hay que llegar a tener un corazón de niño. No un corazón autosuficiente: así no se puede rezar bien. Como un niño en brazos de su padre, de su papá.

Pero seguramente son los evangelios los que mejor nos introducen en el sentido de esta palabra. ¿Qué significa esta palabra para Jesús? El “Padre nuestro” toma significado y color si aprendemos a rezarlo después de haber leído, por ejemplo, la parábola del padre misericordioso en el capítulo XV de Lucas (cf. Lc 15, 11-32). Imaginemos esta oración pronunciada por el hijo pródigo, después de sentir el abrazo de su padre que lo había esperado durante mucho tiempo, un padre que no recuerda las palabras ofensivas que él le había dicho, un padre que ahora hace que entienda, sencillamente, cuánto lo extrañaba. Descubrimos entonces cómo esas palabras cobran vida, se fortalecen. Y nos preguntamos: ¿es posible que Tú, oh Dios, conozcas solo amor? ¿Tú no conoces el odio? No, contestaría Dios, yo conozco solo amor. ¿Dónde está en ti la venganza, la demanda de justicia, la rabia por tu honor herido? Y Dios contestaría: Yo conozco solo amor.

Basta con evocar esta sola expresión, Abba, para que se desarrolle una oración cristiana. Y San Pablo, en sus cartas, sigue este mismo camino, y no podría ser de otra manera, porque es el camino que enseñó Jesús: en esta invocación hay una fuerza que atrae todo el resto de la oración.

Para un cristiano, rezar es simplemente decir “Abba“, decir “papá”, decir “Padre”, pero con la confianza de un niño.
Puede ser que a nosotros también nos suceda que caminemos por sendas alejadas de Dios, como le pasó al hijo pródigo; o que precipitemos en una soledad que nos haga sentirnos abandonados en el mundo; o, también, que nos equivoquemos y estemos paralizados por un sentimiento de culpabilidad.. En esos momentos difíciles, todavía podemos encontrar la fuerza para rezar, recomenzando de la palabra “Padre”, pero dicha con el sentimiento tierno de un niño:”Abba”, “Papá”. Él no nos ocultará su rostro.
Acordaos: quizás alguno lleva dentro cosas difíciles, cosas que no sabe cómo resolver, tanta amargura por haber hecho esto y esto… Él no nos ocultará su rostro. Él no se encerrará en el silencio. Tú dile “Padre” y él te contestará. Tú tienes un Padre. “Sí, pero yo soy un delincuente. ¡Pero tienes un padre que te ama!. Dile, “Padre”, empieza a rezar así y en el silencio nos dirá que nunca nos ha perdido de vista. “Pero, padre, yo he hecho esto…”. “No te he perdido nunca de vista, lo he visto todo”. Pero he estado siempre allí, cerca de ti, fiel a mi amor por ti”. Esa será la respuesta. Nunca os olvidéis de decir “Padre”. Gracias.

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