Santa Genoveva, virgen
fecha: 3 de enero
†: c. 500 - país: Francia
otras formas del nombre: Geneviève
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
†: c. 500 - país: Francia
otras formas del nombre: Geneviève
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En París, ciudad de la Galia, santa Genoveva,
virgen de Nanterre, que a los quince años, aconsejada por el obispo Germán de
Auxerre, tomó el velo de las vírgenes. Animó a los habitantes de la ciudad,
amedrentados por las incursiones de los hunos, y ayudó a sus conciudadanos en
tiempo de hambre.
Patronazgos: patrona de París, de las mujeres, los pastores,
los productores de vino, los fabricantes de cirios y los sombrereros, y
protectora contra enfermedades de la vista, contra la fiebre, la viruela, la
lepra, la peste, la sequía y la guerra.
El padre de Genoveva se
llamaba Severo y su madre Geroncia. La santa nació hacia el año 422, en
Nanterre, pequeña población de los alrededores de París, en las proximidades de
Mont Valérien. Cuando san Germán de
Auxerre iba de camino para Bretaña para combatir junto
a san Lupo la
herejía pelagiana, pasó una noche en Nanterre. Los habitantes les rodearon para
recibir su bendición; san Germán predicó un sermón, durante el cual, Genoveva,
que sólo tenía siete años, atrajo su atención. Al fin de la prédica, san Germán
llamó a los padres de la niña y les predijo que su hija sería una santa. En
seguida preguntó a la niña si no era cierto que su único deseo era servir a
Dios y ser esposa de Jesucristo. Ella respondió que, en efecto no pensaba en
otra cosa, y le rogó que la bendijese en tal forma, que quedara consagrada a
Dios, a partir de ese instante. El santo prelado se dirigió a la iglesia,
seguido por el pueblo, y durante el canto de los salmos, como dice Constancio
(una narración de la vida de santa Genoveva, particulariza que fue durante la
recitación de Nona y de las Vísperas), impuso las manos a la niña. Después de
la cena la despidió, rogando a sus padres que la trajesen de nuevo a la mañana
siguiente. Estos obedecieron, y san Germán preguntó a la niña si recordaba la
promesa que había hecho a Dios. Ella respondió afirmativamente y que esperaba
guardarla con fidelidad. El obispo le regaló una medalla con una cruz para que
la llevara al cuello, en recuerdo de su consagración del día anterior y le
recomendó que no usara nunca brazaletes, ni joyas. El autor de la biografía de
la santa nos refiere que, como la niña pidiera un día permiso para ir a la
iglesia, su madre le respondió con bofetadas y en castigo de su crueldad quedó
ciega, y no recobró la vista sino hasta dos meses más tarde, al lavarse los
ojos con el agua que su hija había traído del pozo y sobre la cual había
trazado el signo de la cruz. Desde entonces, los habitantes de Nanterre
consideraron el pozo como bendito.
Hacia los quince años,
Genoveva fue presentada al obispo de París, junto con dos compañeras, para
recibir el velo. Aunque era la más joven de las tres, el obispo le hizo ocupar
el primer puesto, diciendo que el cielo la había ya santificado, con lo cual
parecía hacer alusión a la promesa de Genoveva de consagrarse a Dios. A partir
de entonces, Genoveva sólo comía, generalmente, dos veces por semana, los
jueves y los domingos, un poco de pan y una reducida porción de habichuelas. A
la muerte de sus padres, Genoveva fue a vivir a París con su madrina. De vez en
cuando, partía de viaje por motivos de caridad; así visitó las ciudades de
Meaux, Laon, Tours, Orléans y algunas otras, que guardan el recuerdo de sus
milagros y admirables predicciones. Dios permitió que sufriera duras pruebas:
durante algún tiempo, todo el mundo parecía estar contra ella, y tuvo que
soportar verse tratada de visionaria e hipócrita. La llegada de san Germán,
probablemente durante su segundo viaje a Bretaña, calmó, por algún tiempo, a
los calumniadores; pero poco después, la tempestad estalló nuevamente. Sus
enemigos estaban decididos a desprestigiarla y aun a ahogarla, cuando se
presentó el archidiácono de Auxerre trayéndole pan bendito de parte de san
Germán, en prueba de la estima que el obispo le profesaba y en signo de
comunión con ella. El suceso parece haber tenido lugar cuando san Germán se
hallaba en Italia, en el 448. Esta muestra de veneración del santo obispo
cambió el corazón de los enemigos de Genoveva, quienes se convirtieron en
admiradores suyos, hasta el fin de su vida.
Por esa época, los
francos se habían apoderado de la mayor parte de la Galia, y el rey Childerico
puso sitio a París. Como los habitantes de la ciudad sufriesen cruelmente de
hambre, santa Genoveva partió a la cabeza de un grupo que iba en busca de
provisiones, según relata su biógrafo, y volvió de Arcis-sur-Aube y Troyes con
varias barcas cargadas de grano. Una vez dueño de París, Childerico, aunque
siguió siendo pagano, profesó gran respeto a Genoveva; gracias a los ruegos de
la muchacha, el conquistador perdonó la vida a muchos prisioneros y dio otras
muestras de generosidad. Gracias al celo de Genoveva para conseguir
contribuciones, se construyó en París la iglesia de San Dionisio, la misma que
casi un siglo después, en el año 629, reconstruyó el rey Dagoberto I,
agregándole un monasterio. Genoveva emprendió muchas peregrinaciones, en
compañía de otras doncellas, al santuario de San Martín de Tours. La fama de su
santidad era ya tan grande, que parece haber llegado a oídos de san Simón el
Estilita, en Siria. El rey Clodoveo, que abrazó la fe en el 496, escuchaba
respetuosamente a Genoveva, y más de una vez le otorgó la liberación de
prisioneros. Cuando llegó la noticia del avance de Atila, los parisinos se
prepararon a abandonar la ciudad; pero santa Genoveva, como una Judith o una
Ester cristiana, les animó a apartar esa amenaza por medio de la oración y el
ayuno. Muchas mujeres pasaban el día entero haciendo oración con ella en el
bautisterio; de ahí proviene la devoción particular por santa Genoveva que
existía en Saint-Jean-le-Rond, el antiguo bautisterio de la iglesia de París.
Genoveva aseguró al pueblo que Dios le protegería contra Atila y, aunque muchos
la tacharon de impostora, los hechos le dieron la razón, porque el caudillo de
los bárbaros modificó súbitamente su itinerario y pasó de largo frente a París.
Nuestro autor atribuye a santa Genoveva la primera idea de la iglesia que
Clodoveo empezó a edificar en honor de san Pedro y san Pablo, para complacer a
su mujer, santa Clotilde. El cuerpo de santa Genoveva fue sepultado allí, hacia
el año 500. Los milagros obrados por la santa en su sepultura hicieron famosa
en toda Francia la iglesia de San Pedro y San Pablo, que el pueblo empezó a
llamar templo de Santa Genoveva. En 1764 fue construida una nueva iglesia sobre
los restos de la antigua: se trata del «Panteón», posteriormente secularizado y
convertido en monumento nacional.
La ciudad de París se ha
visto frecuentemente protegida por la intercesión de santa Genoveva. El caso
más famoso es el milagro conocido con el nombre de «des Ardents», es decir, de
la fiebre de fuego. En 1129, una enfermedad, tal vez una especie de
envenenamiento, llevó a la tumba, en unos cuantos días, a millares de personas,
sin que los médicos pudiesen encontrar ningún remedio. Esteban, obispo de
París, imploró con el clero y el pueblo, la misericordia divina con ayunos y
oraciones. Pero la epidemia no cesó, hasta que las reliquias de santa Genoveva
fueron trasladadas en procesión solemne a la catedral. Muchas personas fueron
curadas con sólo tocar el relicario; únicamente tres de los enfermos murieron y
la epidemia cesó por completo. El papa Inocencio II, que fue a París al año
siguiente, después de una minuciosa investigación, ordenó que se celebrara
anualmente, el 26 de noviembre, la conmemoración de este milagro, cosa que se
hace todavía en París. Antiguamente existía la costumbre de llevar a la
catedral los restos de santa Genoveva, en procesión solemne, cada vez que había
una calamidad pública. La mayor parte de las reliquias de la santa fueron
destruidas durante la Revolución.
La antigua vida de santa
Genoveva, de la que hemos tomado los principales datos y que se atribuye a un
contemporáneo de la santa, que la escribió dieciocho años después de su muerte,
ha sido objeto de una aguda controversia. Existen tres recensiones de ella,
conocidas respectivamente bajo las siglas A, B y C. El texto A fue editado por
B. Krusch en Monumenta Germaniae Historica, Scriptores Merov., vol. III, 1896.
C. Kohler publicó el texto B en su inteligente ensayo «Etude critique sur le
texte de la vie latine de Sainte Geneviéve» (1881), y el texto C se encuentra
en la edición Teubner de la Vita sanctae Genovevae, hecha por C Künstle en
1910. Aunque el texto C tiene a su favor la autoridad de los manuscritos más
antiguos (siglo VIII), los críticos no admiten generalmente la prioridad de
dicha recensión. Pero la controversia más importante versa sobre la
autenticidad de la vida misma. Bruno Krusch asegura que se trata de una
invención, y que el autor no es un contemporáneo, sino que compiló la vida más
de 250 años después, hacia el fin del siglo VIII Aquí sólo podemos dar una idea
somera de las discusiones que ha provocado la tesis de Krusch. Baste con decir
que su opinión no ha encontrado apoyo en la mayoría de los críticos de peso.
Investigadores de la talla de Mons. Duchesne, del Prof. G. Kurth, de C. Künstle
y de A. Poncelet, sostienen que la vida fue escrita realmente por un
contemporáneo y que es sustancialmente verídica. El lector encontrará un
excelente resumen de los datos ciertos de la vida de santa Genoveva en H.
Lesétre, Ste. Geneviéve (en la colección Les Saints), así como en el ensayo de
E. Vacandard, Etudes Critiques, vol. IV, pp. 67-124, y 255-266. Una leyenda
cuenta que, cuando Genoveva iba a la iglesia a orar, durante la noche, el
demonio encendía un cirio para asustarla; por ello las imágenes de santa
Genoveva la representan con un cirio, y el demonio se halla algunas veces en
las proximidades.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler»,
Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
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