domingo, 13 de octubre de 2019

“Levántate... Tu fe... Tu fe... Siempre tu fe” (Domingo 28º del T.O. Ciclo C (13.10.2019): Lucas 17-11-19.) y “Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12) (Domingo 46º de Mateo (13.10.2019): Mateo 26,20-35.)

Hoy es día seis de octubre. En otros siete, estaremos ya fuera de las fiestas de El Pilar. 
Creo que esta fiesta se recuerda, se celebre como se celebre, en casi todos los lugares de la llamada 'tierra de la cristiandad'. 
No me suena bien esta expresión, pero abarca todos los ámbitos en los cuales el domingo es día festivo...

Digo que el próximo domingo es el día trece de octubre. Es decir, nos quedan a ti y a mí, siete días para invertirlos en un centón de tareas importantes. 
Y si nos parece oportuno podremos ocupar algún momento en algo de estos tres asuntos que se me ocurren ahora.

Asunto uno: Es tiempo de otoño. Ya sabemos que en medio cosmos nuestro no existe el otoño. 
Pues me digo que conviene saber que existe. 
Para unos y para otros, el otoño viene a ser como el gran aviso de la naturaleza que anuncia su evangelio de la realidad: esta vida, ni es inmortal ni es eterna. Téngalo en cuenta por si le sirve de algo para estar y sentirse bien dentro de su piel con todas sus neuronas.

Asunto dos: Durante toda esta semana se seguirán celebrando en Roma, estado vaticano, las comparecencias de unos y de otros sobre otro asunto de geopolíticasocialreligiosa llamado AMAZONÍA. 
Me da la impresión de que si se llega a resolver todo este fenómeno y para todos los seres vivos en él implicados este mundo será definitivamente el mundo mejor para muchos siglos. 
Y si no fuera así, más de uno anunciará otra vez el final del mundo. 
¿Qué cuestiones se ventilan en esto de la Amazonía? No lo sé. No tengo ni voz ni voto. 
Pero por si acaso y como sucede en todo SÍNODO ECLESIÁSTICO VATICANO, seguiré pensando que tan importante es lo que nos cuenten, como lo que nos silencien. 
De lo uno y de lo otro, la mitad de la mitad. 
Cuando se escuche en este mundo de los humanos la voz de un 'quitameriendas' empezaré a pensar que algo muy nuevo está empezando a suceder cerca de mí y de ti.

Asunto tres: Si no se tiene otra cosa mejor que hacer será bueno leerse Lucas 17,11-19 para volver a ser consciente de que casi todo depende de uno. De ti, de mí... De cada uno y de sus adentros. Es decir, de las decisiones de cada uno. De la fe de cada cual. La fe no cae con la lluvia ni brota de entre las piedras porque sí. La fe está dentro de cada quien.

Y un asunto final. No les digo nada a propósito del relato de Mateo 26,20-35
En mi comentario sugiero leerse muchos otros textos de la Biblia. Doy trabajo o pongo tareas. 
Advierto que se trata de un relato en plan bomba de relojería. 
Si no se considera uno adiestrado, mejor no tocar. 
Y, al revés, si uno acaba enredándose con ese relato es muy probable que llegue a encontrar el NUEVO CONTEXTO DEL APRENDIZAJE de la fe y la vida. Es decir, de casi todo. 
Ese texto de Mateo, y de sus amigos los Evangelistas, es sin duda materia reservada para que todos la conozcan.

Basta ya. Los comentarios están a continuación.





“Levántate... Tu fe... Tu fe... Siempre tu fe”. Lo escribo CONTIGO: 

Estamos llegando, pero aún queda tarea: “De camino hacia Jerusalén, Jesús pasaba entre Samaría y Galilea. Al entrar en un pueblo...” (Lucas 17,11-12). Escrito explícitamente, el Evangelista coloca a sus lectores en la tercera etapa del Camino de Jesús que va desde Galilea a Jerusalén. Para Camino, ¿el de la Plata, el de Santiago, el del Destierro...? El del laico Jesús.

Es la etapa tercera y definitiva. Comienza aquí en 17,11 y acabará en 19,29, en Jerusalén.

Para comenzar esta etapa, Lucas nos cuenta lo acontecido en el interior de aquella aldea o poblado en el que acababan de entrar. Un relato, sin ningún tipo de duda, muy sorprendente. Creo que más sorprendente entonces que ahora, digo. No se sabe si era la primera o la décima vez que aquel Jesús de Galilea pisaba las calles de aquel poblado de frontera. ¿Podemos llegar a conocer, AHORA, la realidad social y relacional entre galileos y samaritanos de ENTONCES?

Aquel poblado, según relata este Evangelista, estaba en la frontera de dos regiones poco y mal hermanadas. Expresamente se dice que allí se alojaban, como mínimo, diez personas leprosas. Y de ellas tan sólo una, el diez por ciento en la estadística, era una persona samaritana. ¿Y el noventa por ciento? Personas judías. Ciudadanos de Israel. No extranjeros (Lc 17,18).

Y, al parecer como se evoca en el relato, todas estas personas leprosas conocen a este Jesús del Evangelista Lucas. Le llaman ‘maestro’, preceptor. Todo esto sólo y en rigurosa exclusiva lo sabemos los lectores por este narrador de los hechos y dichos de su Jesús de Nazaret. Ningún otro Evangelista supo nada de tales sucesos. De este Jesús no se dice aquí que sea el Hijo del Dios Altísimo, ni tan siquiera su Mesías escogido, ni que en él actúa la fuerza del Espíritu, ni que fuera un profeta. Este Jesús es, aquí y ante los leprosos de una aldea de frontera, el preceptor y maestro.

¡Menudo contexto ¿nuevo, insólito? para el desarrollo imaginativo de la evangelización!

Para situarse lo más ajustadamente posible en este contexto de la narración evangélica de Lucas conviene echarle una detenida ojeada crítica a los capítulos decimotercero y decimocuarto del Libro del Levítico y en especial a Lv 13,45-46: “El leproso llevará las vestiduras rasgadas, los cabellos revueltos y el bigote tapado, e irá gritando: Impuro, impuro. Mientras le dura la lepra, será impuro. Vivirá aislado y tendrá su morada fuera del campamento”. Así de clara y tajante se creía ser la Ley que Yavé Dios dictó a Moisés (Lc 13,1).

En mi meditación desasosegada de este relato me preguntaré si fue el laico y galileo Jesús o su Evangelista Lucas quien se atrevió a violar y desobedecer esta divinizada normativa legal. Fuera quien fuera el desobediente se nos está invitando a ser creyentes y vivientes blasfemos.

Si me sorprendo de mis conclusiones neuronales y teológicas enseguida me sale al encuentro el mensaje final de este relato tan humanamente liberador como comprometedor: “Tu fe te ha curado. Camina y vive como crees”. Creo que la lepra peor no es la de la piel, sino la religiosa. 

Domingo 46º de Mateo (13.10.2019): Mateo 26,20-35.
“Todo cuanto deseas que te hagan, házselo a los demás” (Mateo 7,12)

Ya nos ha contado el Evangelista Mateo que su Jesús de Nazaret salió del Templo de Jerusalén con la sentencia de muerte pegada al cuerpo (Mateo 26,1-5). Este es el dato cierto que nos acaba de contar el narrador en el ‘primer día’ de la fiesta de la Pascua o de los panes sin levadura o del paso de la esclavitud a la libertad (Mt 26,17).

Ahora, precisa este narrador, llega el atardecer del día (Mt 26,20). Es decir, estaría comenzando la segunda jornada de la fiesta, porque así se hacía el cómputo del comienzo del nuevo día. Bien lo había precisado el viejo narrador de la primera página del Génesis: ‘Pasó una tarde y pasó una mañana; pasó el día’. En este comienzo del nuevo día “Jesús se puso a la mesa con los Doce y mientras cenaban les dijo”.

A partir de este momento, el narrador Mateo nos cuenta a sus lectores tres asuntos que me atrevo a comprender como asuntos íntimamente relacionados en este Evangelio y en los otros tres Evangelios restantes que son Marcos, Lucas y Juan. De estos tres elementos he hablado en otros comentarios. Y no me cansaré de repetirlos cuantas veces sean precisas. Estoy dispuesto a realizar estas repeticiones de manera cotidiana, como suele decirse, en ámbitos eclesiásticos, a propósito de la celebración de la santa misa o eucaristía.

Estos tres asuntos son: El anuncio de la traición de Judas realizado por el propio Jesús (Mt 26,21-25), la cena de Pascua (Mt 26,26-30) y el anuncio de las negaciones de Pedro (Mt 26,31-35). Sería muy útil y necesario leerse ahora estos tres asuntos contados también en Mc 14,17-31, en Lucas 22,21-34 y en Juan 13,21-38. Se constatará que entre los anuncios de las traiciones-negaciones de Judas y de Pedro cada Evangelista ha colocado su narración de la ‘Pascua de Jesús de Nazaret’: Eucaristía del Pan y Vino (Mc-Mt), del Servicio (Lc), del Amor (Jn).

En ninguno de estos cuatro relatos evangélicos se encuentra el dato famoso del centro y culmen del ‘haced esto en memoria mía’ que se afirma y reafirma dicho en exclusiva para algunos varones célibes ordenados sacramentalmente como sacerdotes. Nada de esto, que llamamos entre nosotros sacramentos de la eucaristía y del sacerdocio, pertenece al mensaje del Evangelio en el contexto de aquella Pascua última de Jesús con los Doce.

Creo que estamos ante uno de los datos más relevantes y sorprendentes de la evangelización que espera llevarse a cabo, o sembrarse conscientemente, después de tantos siglos de  incomprensión, olvido, ignorancia o ritualismo vestidos con el hábito de la religiosidad popular.

Y aquellos llamados ‘DOCE’, Pedro y Judas, Judas y Pedro, el primero y el último, desde el último hasta el primero, todos y todas, seguidores de entonces, deseaban o esperaron que aquel Jesús de Nazaret fuera un MESÍAS des-esclavizador, como se habían imaginado a su Moisés del Yavé-Dios y de su Pascua exterminadora de los enemigos. Pero aquel Jesús, laico y galileo, contempló y vivió la realidad de la historia de su pueblo como una experiencia de humanización, convivencia consciente, servicio explícito al que está abajado, denuncia profética al encumbrado en el poder y decisión por ser pan, vino, luz, servicio, amor... ¡y VIDA!

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