San Daniel
Comboni, obispo y
fundador
fecha: 10 de octubre
n.: 1831 - †: 1881 - país: Sudán
canonización: B: Juan Pablo II 17 mar 1996 - C: Juan Pablo II 5 oct 2003
hagiografía: Vaticano
n.: 1831 - †: 1881 - país: Sudán
canonización: B: Juan Pablo II 17 mar 1996 - C: Juan Pablo II 5 oct 2003
hagiografía: Vaticano
Elogio: En Khartum, en
Sudán, san Daniel Comboni, obispo, que fundó el Instituto para las Misiones en
África (Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús), y tras ser elegido obispo
en ese continente, se entregó sin reservas y predicó el Evangelio por aquellas
regiones, trabajando también por hacer respetar la dignidad humana.
Daniel
Comboni: hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de Africa
Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia. La
vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona
generosa y disponible, se realizan grandes cosas.
Hijo único -
padres santos
Daniel
Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en
una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre
Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de
ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una
familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios
materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir
a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola
Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.
Durante
estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los
estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa
Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto
Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado
sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros
cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que
llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».
En el corazón
de Africa - con Africa en el corazón
Después
de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni
llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy
fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión
comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y
jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo
ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha
iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres:
«Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere
por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este
mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa».
Asistiendo
a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente
confirmado en la decisión de continuar su misión: «Africa o muerte!».
Cuando
regresa a Italia, el recuerdo de Africa y de sus gentes empujan a Comboni a
preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la
tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva
a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de Africa», un proyecto
misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar Africa por medio de
Africa», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y
religiosas de los pueblos africanos.
Un Obispo
misionero original
En
medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la
sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa
Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera
por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión
africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y
funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de
animación misionera.
Su
inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a
fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino
respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y
Misioneras Combonianas.
Como
teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo
que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de Africa
Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).
El 2 de
julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y
consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y
sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son
eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.
Durante
los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus
misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en
Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la
actividad evangelizadora.
La cruz como
«amiga y esposa»
En 1880
Comboni vuelve a Africa por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros
y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha
contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde,
puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus
colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae
enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz
que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en
medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero
–exclama– pero mi obra, no morirá».
Comboni
acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al
pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y
hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino
difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más
abandonados de la solidaridad de los hombres.
Fue
beatificado en marzo de 1996 por SS Juan Pablo II y canonizado por el mismo
papa en octubre de 2003.
fuente: Vaticano
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ingreso o última
modificación relevante: ant 2012
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