domingo, 29 de mayo de 2022

Domingo de la Ascensión del Señor C (29.05.2021): Lucas 24,46-53. ¿Y si no hubo tal Ascensión? y Semana 27ª: 29.05.2022: Cita de Arturo Rodríguez-Monsalve, Confesiones de un corrupto,

 La guerra de siempre

El próximo domingo será 29 de mayo. Paso a paso el tiempo nos lleva un poco más allá. Es curioso que este 'tiempo transportador leve' nunca se canse, afortunadamente.

Las guerras siguen sobre la faz de esta tierra. Aquel viejo Isaías soñaba, pero no conocía a fondo el barro del que está hecho todo humano. Soñaba el tal Isaías y lo expresaba así: 'No se adiestrarán para la guerra'. Llegará un día en que esto va a suceder. Desaparecerá todo adiestramiento para tal tarea. Pues la realidad de la psique humana, su ADN o su ARN, dicen que no. No va a suceder tal decisión. Podrá quedar escrita sobre papel, pergamino, piedra, bronce o plancha de cobre. Las personas seguiremos y seguirán adiestrándose, seguiremos adiestrándonos, para la guerra. 

Este adiestramiento ocupará todos los ámbitos en los que se desarrolla el vivir de los humanos: el primer ámbito será el económico. Se destinarán los fondos monetarios más jugosos para investigar en armamento. Nunca se ha dejado de hacer. Y seguiremos haciéndolo. Investigar para la guerra, el asolamiento y la muerte.

Y a la vez, no dejará de haber declaraciones por la Paz y la Concordia. Se crearán gabinetes de estudios, tesis doctorales, presupuestos de premios en favor de la no violencia de todo tipo, La colección de personas premiadas con el Nóbel de la Paz sobrecoge... Pero la guerra sigue, respira y mata. La guerra, siempre la guerra. Parece que al nombrar a la guerra estamos hablando como de una tercera persona en impersonal, como si se tratara de algo o alguien que va a dejar de estar, respirar y vivir. La guerra existe, y somos, de entrada, tú y yo. Y a nosotros se nos adjuntan como lapas invisibles decenas, centenas, millares y millones de vivientes. La guerra es tan humana que somos las propias personas. Como si los vivientes naciéramos ya adiestrados. Llevamos la guerra 'a flor de piel'. 

A la guerra de ahora se la llama invasión, ¡cuánta delicadeza! No deja de ser conquista esclavizadora y muerte.

No sé qué les pasará a otras personas y en otros tiempos y espacios, pero a este menda que escribe y puede hacerlo le dan ganas de dejar de ser humano, le dan ganas de convertirse en silencio y en vacío, en niebla que se evapora.

¿No será ésta, mi percepción, la mejor realidad para desear y confirmar el evento liberador de toda 'ascensión a los cielos'? 

Tú y yo somos la guerra que no cesa. Una guerra insoportable. 

A continuación se encuentran los comentarios evangélicos del domingo último de este mes de mayo


Domingo de la Ascensión del Señor C (29.05.2021): Lucas 24,46-53.

¿Y si no hubo tal Ascensión? Me lo comento y lo escribo CONTIGO,

 

Se ha acabado el tiempo de Pascua. La liturgia nos regala desde este domingo de la Ascensión cuatro celebraciones de los dogmas de la Religión católica. Y para arraigar estos dogmas religiosos se sirve, entre otras realidades, del propio Evangelio. Estas cuatro solemnidades del dogma católico son: La Ascensión del Señor (de Jesús de Nazaret al Cielo), Pentecostés (La Venida del Espíritu Santo, tercera persona de Trinidad, sobre los Doce apóstoles), La Santísima Trinidad y El Corpus Christi (Santísimo Cuerpo y Santísima Sangre de Jesucristo).

 

Para cada una de las cuatro solemnidades dogmáticas de la religión católica se ha seleccionado un determinado texto evangélico. Para la primera y la cuarta solemnidad se han buscado sendos textos del Evangelio de Lucas. Y para la segunda y tercera solemnidad, el dicasterio romano para la Liturgia ha fijado sendos relatos del Evangelio de Juan. Ya puestos con estos criterios, me pregunto ingenuamente, ¿por qué no se emparejó en su día cada una de las cuatro solemnidades con cada uno de los cuatro Evangelistas y sus Evangelios?  Nadie sabrá.

 

Me centro ya en el relato de Lucas 24,46-53. Con este texto concluye el Evangelista la primera parte de su obra escrita: El Evangelio. Y este Evangelio acaba con la subida de Jesús de Nazaret resucitado al Cielo: “Los sacó [Jesús] hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo” (Lc 24,50-51).

 

Esta ascensión de Jesús al cielo que nos cuenta aquí Lucas tiene lugar el mismo día de la resurrección del resucitado: “El primer día de la semana… Aquel mismo día…” (Lc 24, 1. 13). Sin embargo, el propio autor Lucas nos dice a los atentos lectores de su obra que este hecho de la ascensión definitiva de Jesús de Nazaret al cielo ocurrió cuarenta días después del día la resurrección (Hechos de los Apóstolos 1,1-9). ¿Cómo puede ser esto así? No hay manera de poderlo comprender si es que se está pensando, como se ha pensado siempre en la tradición de la Iglesia, en el hecho físico, real e histórico de una subida de aquel Jesús de Nazaret al cielo; y siempre que se crea y piense que el Cielo está en lo más alto de las alturas del Cosmos.

 

La lectura literal del final del libro del Evangelio de Lucas y del comienzo del Libro de los Hechos nos conduce siempre a un callejón sin salida, a una contradicción imposible. Tan imposible parece esto que sólo este Evangelista nos habla de ello. Ningún otro de los cuatro Evangelios habla de esa ascensión. Así, pues, que cada Leyente afirme o crea lo que mejor le parezca, que subió y ascendió en tal o cual día de la historia o que nunca se llevó a cabo tal acontecimiento.

 

Es más. Nos tendremos que preguntar también qué es eso de ‘El Cielo’, con mayúscula o con minúscula. Parece que no es sostenible la existencia de un cielo como morada del Yavé-dios trinitario con sus santos, junto con la existencia de un anti-cielo o Infierno como morada del diablo y de los réprobos pecadores y la existencia de un tercer lugar -¿tal vez intermedio, frente al Arriba y al Abajo?- llamado Purgatorio.

 

Pensado con serenidad y equilibrio esta ‘arquitectura a lo divino’ no se sostiene ni de prono ni de supino. Tanto de los espacios y tiempos como de los hechos y relatos del más allá de dejar de respirar nadie de los que respiramos sabemos nada. Y nada supo tampoco Jesús de Nazaret. ¿Entonces? Nos quedará siempre el aquí y el ahora en el que estamos y respiramos. Y ojalá que seamos conscientes del inmenso tesoro que es la participación plena en la Humanidad entrañable que supone sentirse ser vivo y dedicarse a ser, como más y mejor se estime, vida compartida. Carmelo Bueno Heras 

 

CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!

 

Ahora, Semana 27ª: 29.05.2022: Cita de Arturo Rodríguez-Monsalve, Confesiones de un corrupto, Libros.com, Madrid, 2017, 285 páginas.

 

Punto de partida

Me llamo Gonzalo Alvear. Hoy, 16 de enero de 2016 comienzo a escribir estas memorias. He transitado durante más de veinte años por las cumbres del poder, mis manos eran besadas por los poderosos y recibí siempre de ellos respeto y admiración. Mis dedos tocaban el cielo, mientras mis caudales no dejaban de crecer y mi alma se sentía ennoblecida. Pero un día me desperté de ese sueño y me encontré condenado a siete años de cárcel.

El impacto que me produjo pasar de ser un político renombrado a un presidiario común me sumió en una desesperanza de la que pensé que nunca saldría […]

Un mes después de mi ingreso en prisión, en plenas Navidades del año 2011 sucedió algo que daría un giro a mi ánimo maltrecho e, incluso, sentido a un largo período de mi vida por el que aún debía atravesar. Nunca fui un gran lector y apenas había leído a los clásicos. Leía lo justo. Un día nos dieron a elegir entre una serie de actividades: Trabajos manuales, albañilería, jardinería o biblioteca. Yo, sin pensarlo, me decidí por la biblioteca […]

El bibliotecario era un profesor que fue condenado por pederastia y era aborrecido por el resto de reclusos. Parecía un hombre huraño y poco hablador […] No tengo lo que me pides, pero empieza por este y ya me dirás. A pesar de su grosor, lo leí en una semana. Me identifiqué enseguida con el protagonista de la novela […] Fue la primera y más importante de las cien obras que leí en esos años, antes de ponerme a escribir estas memorias. Me dio muchas pistas para afrontar este propósito y un patrón para hacerlo con confianza. Ese libro se titulaba Sinuhé, el egipcio, de Mika Waltari […]

Aquel bibliotecario huraño y poco hablador, que apenas cruzó palabra conmigo durante cuatro años, llegó a conocerme por los libros que leía, e intuyendo lo que necesitaba, me dijo: Lee este libro, toma ejemplo de su autor y disfruta de una gran obra. Le hice caso en los tres consejos que me dio. Él y Chateaubriand me mostraron el camino y me impulsaron a tomar la pluma para contar lo más oscuro de mi vida a una posteridad que yo nunca vería. Pedí papel y lápiz en la biblioteca de la cárcel y me entregaron un rotulador y dos folios, pues un lápiz bien afilado podría convertirse en un instrumento peligroso en manos de un reo.

Este libro fue el último que leí en prisión antes de tomar la pluma […] Algo me hizo recordar que el primer libro con el que me topé en la prisión, el libro de Sinuhé, el egipcio, recogía un mensaje parecido al de las Memorias de ultratumba. Releí las primeras páginas y encontré este texto: ‘Yo, Sinuhé, escribo esto con plena conciencia de que mis actos han sido malos y mis caminos injustos, pero también con la certidumbre de que alguien obtendrá de ello una lección para sí, si por casualidad me leyere. Por esto escribo para mí mismo’.

Tomé ejemplo de este médico egipcio y del ilustre viajero, escritor y político francés y me propuse ir tomando notas […] Quería que hubiera un hilo conductor […] que debía explicar el origen y las causas que me habían llevado desde mi juventud al lugar donde me encontraba ahora, en el módulo cuatro, celda treinta y dos, de la cárcel de Nanclares de la Oca condenado a cumplir siete años de prisión […] En cuanto empezaron a fluir las primeras letras me di cuenta de mi error. No eran mis memorias lo que pretendía recoger en este manuscrito, sino más bien mis confesiones […] Qué duro me resulta ahora no poder cambiar una sola palabra de esta historia. Texto completo, en las páginas 13-18.


No hay comentarios:

Publicar un comentario