sábado, 10 de octubre de 2015

San Daniel Comboni - Santos Gereón y compañeros de Colonia - Santos Víctor y Maloso de Birten 10102015

San Daniel Comboni

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San Daniel Comboni, obispo y fundador
En Khartum, en Sudán, san Daniel Comboni, obispo, que fundó el Instituto para las Misiones en África (Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús), y tras ser elegido obispo en ese continente, se entregó sin reservas y predicó el Evangelio por aquellas regiones, trabajando también por hacer respetar la dignidad human
Daniel Comboni: hijo de campesinos pobres, llegó a ser el primer Obispo de África Central y uno de los más grandes misioneros de la historia de la Iglesia. La vida de Comboni nos muestra que, cuando Dios interviene y encuentra una persona generosa y disponible, se realizan grandes cosas.


Hijo único - padres santos



Daniel Comboni nace en Limone sul Garda (Brescia, Italia) el 15 de marzo de 1831, en una familia de campesinos al servicio de un rico señor de la zona. Su padre Luigi y su madre Domenica se sienten muy unidos a Daniel, que es el cuarto de ocho hijos, muertos casi todos ellos en edad temprana. Ellos tres forman una familia unida, de fe profunda y rica de valores humanos, pero pobre de medios materiales. La pobreza de la familia empuja a Daniel a dejar el pueblo para ir a la escuela a Verona, en el Instituto fundado por el sacerdote don Nicola Mazza para jóvenes prometedores pero sin recursos.

Durante estos años pasados en Verona Daniel descubre su vocación sacerdotal, cursa los estudios de filosofía y teología y, sobre todo, se abre a la misión de Africa Central, atraído por el testimonio de los primeros misioneros del Instituto Mazza que vuelven del continente africano. En 1854, Daniel Comboni es ordenado sacerdote y tres años después parte para la misión de Africa junto a otros cinco misioneros del Istituto Mazza, con la bendición de su madre Domenica que llega a decir: «Vete, Daniel, y que el Señor te bendiga».


En el corazón de África - con África en el corazón



Después de cuatro meses de viaje, el grupo de misioneros del que forma parte Comboni llega a Jartum, la capital de Sudán. El impacto con la realidad Africana es muy fuerte. Daniel se da cuenta en seguida de las dificultades que la nueva misión comporta. Fatigas, clima insoportable, enfermedades, muerte de numerosos y jóvenes compañeros misioneros, pobreza de la gente abandonada a si misma, todo ello empuja a Comboni a ir hacia adelante y a no aflojar en la tarea que ha iniciado con tanto entusiasmo. Desde la misión de Santa Cruz escribe a sus padres: «Tendremos que fatigarnos, sudar, morir; pero al pensar que se suda y se muere por amor de Jesucristo y la salvación de las almas más abandonadas de este mundo, encuentro el consuelo necesario para no desistir en esta gran empresa».

Asistiendo a la muerte de un joven compañero misionero, Comboni no se desanima y se siente confirmado en la decisión de continuar su misión: «África o muerte!».

Cuando regresa a Italia, el recuerdo de África y de sus gentes empujan a Comboni a preparar una nueva estrategia misionera. En 1864, recogido en oración sobre la tumba de San Pedro en Roma, Daniel tiene una fulgurante intuición que lo lleva a elaborar su famoso «Plan para la regeneración de África», un proyecto misionero que puede resumirse en la expresión «Salvar África por medio de África», fruto de su ilimitada confianza en las capacidades humanas y religiosas de los pueblos africanos.


Un Obispo misionero original



En medio de muchas dificultades e incomprensiones, Daniel Comboni intuye que la sociedad europea y la Iglesia deben tomarse más en serio la misión de Africa Central. Para lograrlo se dedica con todas sus fuerzas a la animación misionera por toda Europa, pidiendo ayudas espirituales y materiales para la misión africana tanto a reyes, obispos y señores como a la gente sencilla y pobre. Y funda una revista misionera, la primera en Italia, como instrumento de animación misionera.

Su inquebrantable confianza en el Señor y su amor a Africa llevan a Comboni a fundar en 1867 y en 1872 dos Institutos misioneros, masculino y femenino respectivamente; más tarde sus miembros se llamarán Misioneros Combonianos y Misioneras Combonianas.

Como teólogo del Obispo de Verona participa en el Concilio Vaticano I, consiguiendo que 70 obispos firmen una petición en favor de la evangelización de Africa Central (Postulatum pro Nigris Africæ Centralis).

El 2 de julio de 1877, Comboni es nombrado Vicario Apostólico de Africa Central y consagrado Obispo un mes más tarde. Este nombramiento confirma que sus ideas y sus acciones, que muchos consideran arriesgadas e incluso ilusorias, son eficaces para el anuncio del Evangelio y la liberación del continente africano.

Durante los años 1877-1878, Comboni sufre en el cuerpo y en el espíritu, junto con sus misioneros y misioneras, las consecuencias de una sequía sin precedentes en Sudán, que diezma la población local, agota al personal misionero y bloquea la actividad evangelizadora.


La cruz como «amiga y esposa»



En 1880 Comboni vuelve a África por octava y última vez, para estar al lado de sus misioneros y misioneras, con el entusiasmo de siempre y decidido a continuar la lucha contra la esclavitud y a consolidar la actividad misionera. Un año más tarde, puesto a prueba por el cansancio, la muerte reciente de varios de sus colaboradores y la amargura causada por acusaciones infundadas, Comboni cae enfermo. El 10 de octubre de 1881, a los 50 años de edad, marcado por la cruz que nunca lo ha abandonado «como fiel y amada esposa», muere en Jartum, en medio de su gente, consciente de que su obra misionera no morirá. «Yo muero –exclama– pero mi obra, no morirá».

Comboni acertó. Su obra no ha muerto. Como todas las grandes realidades que « nacen al pie de la cruz », sigue viva gracias al don que de la propia vida han hecho y hacen tantos hombres y mujeres que han querido seguir a Comboni por el camino difícil y fascinante de la misión entre los pueblos más pobres en la fe y más abandonados de la solidaridad de los hombres.

Fue beatificado en marzo de 1996 por SS Juan Pablo II y canonizado por el mismo papa en octubre de 2003.

fuente: Vaticano




San Gereón de Colonia

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Santos Gereón y compañeros, mártires
En la ciudad de Colonia, en Germania, santos Gereón y compañeros, mártires, que ofrecieron su cuello a la espada por defender la verdadera piedad.
Hoy se celebra, aunque en entradas separadas del Martirologio, una memoria que tradicionalmente comprendía: «en Colonia, el martirio de san Gereón y sus 318 compañeros, los cuales, en la persecución de Maximiano, presentaron mansamente el cuello al verdugo y murieron por la verdadera fe. En el territorio de la misma ciudad, el martirio de san Víctor y sus compañeros. En Bonn de Alemania, el martirio de los santos Casio, Florentino y muchos otros» (texto del antiguo Martirologio Romano). Los martirologistas medievales hablan de cierto número de cristianos martirizados en Colonia, los cuales, según la tradición, formaban parte de diversos destacamentos de la Legión Tebana. Pero el relato de su martirio fue inventado mucho después por un monje cisterciense de Froimont, llamado Helinando (siglo XIII), según el cual, san Gereón y sus 318 compañeros fueron martirizados en Colonia; san Víctor y otros 330, en Xanten (en Birten) y, los santos Casio, Florentino y sus compañeros, en Bonn. Al ver así diezmada a la Legión Tebana, Maximiano mandó llamar de África otros destacamentos, pero, como también en éstos hubiese cristianos, el emperador los condenó a muerte.

Helinando afirma absurdamente que santa Elena descubrió en Colonia y en Bonn las reliquias de los mártires y mandó construir sendas iglesias para ellas. Además, en 1121, se descubrieron en Colonia otras reliquias, lo mismo que en Xanten en 1284. Naturalmente, se procedió al punto a identificarlas como las de los mártires de la Legión Tebana y a venerarlas como tales. En todo caso, esos mártires del Rin no tienen nada que ver con los de Agaunum y no hay razón alguna para suponer que las reliquias que se descubrieron eran auténticas. Sin embargo, tras la historia inventada por Helinando hay algunos datos auténticos: un epitafio del siglo V, en el que se habla de una tal Rudulfa «sociata martyribus», es decir, sepultada cerca de los mártires, demuestra que se veneraba entonces en Colonia el sepulcro de unos mártires. Por otra parte, Gregorio de Tours nos informa que «se construyó una basílica en el sitio en que habían muerto por Cristo los cincuenta soldados de la Legión Tebana» y añade que se les llamaba «los santos dorados», por la riqueza de los mosaicos de la basílica. Algún autor ha emitido la hipótesis de que la leyenda de los mártires de Africa (Mauri) puede haber nacido de una confusión con los sancti aurei, pero la cuestión es muy oscura. San Gregorio no menciona el nombre de Gereón.

El nombre de San Gereón figura en el texto de Berna del Hieronymianum (cf. Comentario sobre el Martirologium Hieronymianum, pp. 547, 548, 550 y 557) y en el martirologio de Beda. Véase también Zilliken, Der Kolnische Festkalender (1901), pp. 104-107; Rathges Die Kunstdenmater des Rhein provinz, vol. 1, pp. 1.102; y Delehaye, Origines du culte des martyrs (1933), p. 360.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI


San Víctor de Birten

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Santos Víctor y Maloso, mártires
En la localidad de Birten, de nuevo en la región de Colonia, en Germania, santos Víctor y Maloso, mártires.

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