Memoria de san Antonio, abad, quien, habiendo perdido a sus padres, distribuyó todos sus bienes entre los pobres, siguiendo la indicación evangélica, y se retiró a la soledad de la región de Tebaida, en Egipto, donde llevó vida ascética. Trabajó para reforzar la acción de la Iglesia, sostuvo a los confesores de la fe durante la persecución desencadenada bajo el emperador Diocleciano, apoyó a san Atanasio contra los arrianos y reunió a tantos discípulos que mereció ser considerado padre de los monjes.
En la región de Capadocia, santos Espeusipo, Elausipo y Melasipo, hermanos, y con ellos Leonila, su abuela, mártires.
En la región de Osroene, conmemoración de san Julián, asceta, llamado por sus paisanos «Sabas» o «Anciano», quien, aunque detestaba el ambiente estrepitoso de la ciudad, dejó temporalmente su amada soledad para confundir, en Antioquía, a los seguidores de la herejía arriana.
En Die, en la Galia Lugdunense, san Marcelo, obispo, defensor de la ciudad, el cual, por haber mantenido la fe católica, fue desterrado por el rey arriano Eurico.
En Bourges, ciudad de Aquitania, san Sulpicio, llamado «Pío», obispo, cuya mayor preocupación, tras pasar del palacio real al episcopado, fue el cuidado de los pobres.
En Baviera, beato Gamalberto, presbítero, que entregó todos sus bienes a Uto, de quien había sido padrino en la fuente bautismal, para que construyese el monasterio de Metten.
En Fréjus, ciudad de la Provenza, santa Roselina, priora de Celle-Roubaud, de la Orden Cartuja, que se distinguió por su abnegación y su austeridad en la comida, el sueño y el ayuno.
En la ciudad de Tocolatlán, en México, san Jenaro Sánchez Delgadillo, presbítero, mártir durante la persecución mexicana.
En el campo de concentración de Hersbruck, Nürnberger, Alemania, beato Teresio Olivelli, laico de la diócesis de Vigevano, Italia, muerto por odio a la fe bajo un régimen inicuo.
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