Con respecto a la nobleza del
hombre interior, [o sea] el espíritu, y a la futilidad del hombre exterior, [o
sea] la carne, dicen también los maestros paganos Tulio y Séneca[6]que, a ninguna alma racional le
falta Dios; [la] semilla de Dios está dentro de nosotros. Si el labrador fuera
bueno, sabio e industrioso, la semilla se desarrollaría en proporción y
crecería hacia Dios a quien pertenece, y el fruto se asemejaría a la naturaleza
divina. La semilla de un peral crece para [ser] peral, la del nogal para [ser]
nogal, y la semilla de Dios para [ser] Dios (Cfr. 1 Juan 3, 9). Pero si la
semilla buena tiene un labrador tonto y malo, entonces crece la cizaña y
encubre y desplaza la semilla buena de modo que no puede ni salir a luz ni
crecer. Orígenes[7], un gran maestro, dice sin embargo: Como Dios mismo
sembró y colocó y engendró esta semilla, si bien es posible que sea cubierta y
escondida, nunca podrá ser exterminada ni ahogada en sí misma; echa llamas y
brilla, alumbra y arde y se inclina sin cesar hacia Dios.
Maestro Echkart
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