Beato Juan Bautista Scalabrini, obispo y fundador
fecha: 1 de junio
n.: 1839 - †: 1905 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 9 nov 1997
hagiografía: Vaticano
n.: 1839 - †: 1905 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 9 nov 1997
hagiografía: Vaticano
En Piacenza, en Italia, beato Juan
Bautista Scalabrini, obispo, quien trabajó incansable por el bien de su iglesia
y mostró un especial interés por los sacerdotes, los agricultores y los obreros,
llevando particularmente en su corazón a los que emigraban a los países de
América, para los cuales fundó dos Pías Sociedades del Sagrado Corazón.
refieren a este santo: Beata Asunta
Marchetti
Juan Bautista Scalabrini nació y fue
bautizado el 8 de julio de 1839 en Fino Monasco (Como, Italia). Era el tercero
de ocho hijos de una familia muy religiosa, de clase media. Estudió en el
instituto «Volta de Como». Ingresó en el seminario diocesano, donde realizó sus
estudios de filosofía y teología. Recibió la ordenación sacerdotal el 30 de
mayo de 1863. Durante sus primeros años de sacerdocio fue profesor y luego
rector del seminario comasco de San Abundio; en 1870 fue nombrado párroco de
San Bartolomé.
Nombrado obispo de Piacenza por el Papa
Pío IX, recibió la consagración episcopal el 30 de enero de 1876. Desarrolló una
actividad pastoral y social muy amplia: visitó cinco veces las 365 parroquias
de la diócesis, a la mitad de las cuales sólo se podía llegar a caballo o a
pie; celebró tres sínodos, uno de ellos dedicado al culto eucarístico,
difundiendo entre todos los fieles la comunión frecuente y la adoración
perpetua; reorganizó los seminarios y reformó los estudios eclesiásticos,
anticipando la reforma tomista de León XIII; consagró doscientas iglesias; fue
incansable en la administración de los sacramentos y en la predicación; impulsó
al pueblo a profesar un amor activo a la Iglesia y al Papa, fomentando la
verdad, la unidad y la caridad.
Practicó de forma heroica la caridad
asistiendo a enfermos del cólera, visitando a los enfermos y a los
encarcelados, socorriendo a los pobres y a las familias en desgracia, y siendo
generoso en el perdón. Salvó del hambre a miles de campesinos y obreros,
despojándose de todo, vendiendo sus caballos, así como el cáliz y la cruz
pectoral que le regaló el Papa Pío IX.
Fundó un instituto para sordomudas,
sociedades de mutua ayuda, asociaciones obreras, cajas rurales, cooperativas y
otras formas de Acción católica. Pío IX lo definió «apóstol del catecismo »,
porque hizo lo posible para que lo enseñaran en todas las parroquias bajo forma
de escuela, incluso para los adultos. Ideó y presidió el primer Congreso
catequístico nacional de 1889 y fundó el primer periódico catequístico
italiano.
Ante el desarrollo dramático de la
emigración italiana, que se convirtió en fenómeno de masas, desde el comienzo
de su episcopado se hizo apóstol de millones de italianos, que vivían en otros
países, a menudo en condiciones de semiesclavitud, y corrían el peligro de
abandonar su fe o la práctica religiosa.
El 28 de noviembre de 1887, fundó la
congregación de los Misioneros de San Carlos (Escalabrinianos), aprobada por
León XIII, para proporcionar asistencia religiosa, moral, social y legal a los
emigrantes. Impulsó a santa Francisca
Javier Cabrini, la madre de los emigrantes, a partir rumbo a
América en 1889 para encargarse de los niños, los huérfanos y los enfermos
italianos. Él mismo fundó, el 25 de octubre de 1895, la congregación de
Hermanas Misioneras de San Carlos, y abrió el campo de la emigración
también a las Hnas. Apóstoles del Sagrado Corazón, fundadas por la S.D.
Clelia Merloni. De sus enseñanzas nacieron en 1961 las Misioneras Seglares
Escalabrinianas.
Su intensa actividad episcopal tenía su
origen e inspiración profunda en una fe ilimitada en Jesucristo. Su programa
era: «Hacerme todo a todos para ganarlos a todos para Cristo». Estaba
profundamente enamorado de la Eucaristía: pasaba horas en adoración delante del
Santísimo; durante la jornada le hacía muchas visitas y hasta quiso ser
sepultado con todo lo necesario para la celebración de la santa misa. Sentía
gran pasión por la cruz y una tierna devoción a la Virgen, que se manifestaba
en sus homilías y peregrinaciones a santuarios marianos. Este amor le llevó a
entregar las joyas de su madre para la corona de la Virgen. Falleció el 1 de
junio de 1905, fiesta de la Ascensión del Señor. Sus últimas palabras fueron:
«¡Señor, estoy listo. Vamos!». Fue beatificado por SS. Juan Pablo II el 9 de
noviembre de 1997.
El decreto sobre el milagro necesario para
la beatificación en AAS 90 (1998), pág 273, donde hay un breve resumen
biográfico. Una biografía más amplia y detallada que el resumen que
presentamos, en el sitio de los Scalabrinianos, en español.
fuente: Vaticano
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1864
San Aníbal María Di Francia, presbítero y fundador
fecha: 1 de junio
n.: 1851 - †: 1927 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 7 oct 1990 - C: Juan Pablo II 16 may 2004
hagiografía: Vaticano
n.: 1851 - †: 1927 - país: Italia
canonización: B: Juan Pablo II 7 oct 1990 - C: Juan Pablo II 16 may 2004
hagiografía: Vaticano
En Mesina, ciudad de Sicilia, de nuevo
en Italia, san Aníbal María Di Francia, presbítero, que fundó la Congregación
de Padres Rogacionistas del Corazón de Jesús y la de Hijas del Divino Celo,
para rogar al Señor santos sacerdotes para su Iglesia y cuidar a huérfanos sin
recursos.
oración:
Señor Dios todopoderoso, que nos has
revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz
que, imitando la caridad de San Aníbal María di Francia, seamos contados un día
entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Aníbal María Di Francia nació en Messina
el 5 de julio de 1851 de la noble señora Anna Toscano y del caballero
Francisco, marqués de S. Caterina dello Ionio, Vicecónsul Pontificio y Capitán
Honorario de la Marina. Tercero de cuatro hijos, Aníbal quedó huérfano, tan
sólo a los quince meses por la muerte prematura del padre. Esta amarga
experiencia infundió en su ánimo la particular ternura y el especial amor a los
huérfanos, que caracterizó su vida y su sistema educativo.
Desarrolló un grande amor hacia la Eucaristía,
tanto que recibió el permiso, excepcional para aquellos tiempos, de acercarse
cotidianamente a la Santa Comunión. Jovencísimo, delante del Santísimo
Sacramento solemnemente expuesto, recibió lo que se puede definir «inteligencia
del Rogate»: es decir, descubrió la necesidad de la oración por las vocaciones,
que, más tarde, encontró expresada en el versículo del Evangelio: «La mies es
mucha pero los obreros son pocos. Rogad (Rogate) pues al dueño de la mies, para
que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38: Lc 10, 2). Estas palabras del Evangelio
constituyeron la intuición fundamental a la que dedicó toda su existencia.
De ingenio alegre y de notables
capacidades literarias, apenas sintió la llamada del Señor, respondió
generosamente, adaptando estos talentos a su ministerio. Terminados los
estudios, el 16 de marzo de 1878 fue ordenado sacerdote. Algún mes antes, un
encuentro «providencial» con un mendigo casi ciego lo puso en contacto con la
triste realidad social y moral del barrio periférico más pobre de Messina, las
llamadas Casas de Avignone y le abrió el camino de aquel ilimitado amor hacia
los pobres y los huérfanos, que llegará a ser una característica fundamental de
su vida.
Con el consentimiento de su Obispo, fue a
habitar en aquel «gueto» y se comprometió con todas sus fuerzas en la redención
de aquellos infelices, que, se presentaban, ante su vista, según la imagen
evangélica, como «ovejas sin pastor». Fue una experiencia marcada por fuertes
incomprensiones, dificultades y hostilidades de todo tipo, que él superó con
grande fe, viendo en los humildes y marginados al mismo Jesucristo y realizando
lo que definía: «Espíritu de doble caridad: la evangelización y la ayuda a los
pobres».
En 1882 dio inicio a sus orfanatos, que
fueron llamados antonianos porque estaban puestos bajo la protección de San
Antonio de Padua. Su preocupación no sólo fue la de dar pan y trabajo, sino y,
sobre todo, la de educar de forma integral a la persona teniendo en cuenta el
aspecto moral y religioso, ofreciendo a los asistidos un verdadero clima de
familia, que favorece el proceso formativo para hacerles descubrir y seguir el
proyecto de Dios. Hubiera querido abrazar a los huérfanos y a los pobres de
todo el mundo con espíritu misionero. Pero, ?cómo hacerlo? La palabra del
Rogate le abría esta posibilidad. Por eso escribió: « ¿Qué son estos pocos
huérfanos que se salvan y estos pocos pobres que se evangelizan frente a
millones que se pierden y están abandonados como rebaño sin pastor?... Buscaba
un camino de salida y lo encontré amplio, inmenso en aquellas adorables
palabras de nuestro Señor Jesucristo: Rogate ergo... Entonces me pareció haber
hallado el secreto de todas las obras buenas y de la salvación de todas las
almas».
Aníbal había intuido que el Rogate no era
una simple recomendación del Señor, sino un mandado explícito y un «remedio
inefable». Motivo por el cual su carisma es de valorar como el principio
animador de una fundación providencial en la Iglesia. Otro aspecto importante
para hacer resaltar es que él precede a los tiempos en el considerar vocaciones
también aquellas de los laicos comprometidos: padres, maestros y hasta buenos
gobernantes.
Para realizar en la Iglesia y en el mundo
sus ideales apostólicos, fundó dos nuevas familias religiosas: en 1887 la Congregación
de las Hijas del Divino Celo y diez años después la Congregación de los
Rogacionistas. Quiso que los miembros de los dos Institutos, aprobados
canónicamente el 6 de agosto de 1926, se comprometieran a vivir el Rogate con
un cuarto voto. Tanto que el Di Francia escribió en una súplica del 1909 a S.
Pío X: «Me he dedicado desde mi primera juventud a aquella santa Palabra del
Evangelio: Rogate ergo. En mis mínimos Institutos de beneficencia se eleva una
oración incesante, cotidiana de los huérfanos, de los pobres, de los
sacerdotes, de las sagradas vírgenes, con la que se suplican a los Corazones
Santísimos de Jesús y María, al Patriarca S. José y a los Santos Apóstoles para
que quieran proveer abundantemente a la Iglesia de sacerdotes elegidos y santos,
de obreros evangélicos de la mística mies de las almas».
Para difundir la oración por las
vocaciones promovió numerosas iniciativas, tuvo contactos epistolares y
personales con los Sumos Pontífices de su tiempo; instituyó la Sagrada Alianza
para el clero y la Pía Unión de la Rogación Evangélica para todos los fieles.
Creó el periódico con el significativo título «Dios y el Prójimo» para implicar
a los fieles a vivir los mismos ideales. «Es toda la Iglesia -escribe- que
oficialmente tiene que rezar por este fin, ya que la misión de la oración para
obtener buenos obreros es tal que ha de interesar vivamente a cada fiel, a todo
cristiano, que le preocupe el bien de todas las almas, pero en particular a los
obispos, los pastores del místico rebaño, a los cuales fueron confiadas las
almas y que son los apóstoles vivientes de Jesucristo».
Grande fue el amor que tuvo por el
sacerdocio, convencido que sólo mediante la obra de los sacerdotes numerosos y
santos es posible salvar a la humanidad. Se comprometió fuertemente en la
formación espiritual de los seminaristas, que el arzobispo de Messina confió a
sus cuidados. A menudo repetía que sin una sólida formación espiritual, sin
oración, «todos los esfuerzos de los obispos y de los rectores de los
seminarios se reducen generalmente a una cultura artificial de sacerdotes...».
Fue él mismo, el primero, en ser buen obrero del Evangelio y sacerdote según el
corazón de Dios. Su caridad, definida «sin cálculos y sin límites», se
manifestó con connotaciones particulares también hacia los sacerdotes en
dificultad y las monjas de clausura.
Ya durante su existencia terrenal fue
acompañado por una clara y genuina fama de santidad, difundida a todos los
niveles, tanto que cuando el 1 de junio de 1927 falleció en Messina, confortado
por la presencia de María Santísima, que tanto había amado durante su vida
terrenal, la gente decía: «Vamos a ver el santo que duerme». La santidad y la
misión de Padre Aníbal, declarado «insigne apóstol de la oración por las
vocaciones», son hoy profundamente apreciadas por quienes se han compenetrado
de las necesidades vocacionales de la Iglesia. Fue beatificado por SS Juan
Pablo II en 1990 y canonizado por el mismo pontífice el 16 de mayo de 2004.
fuente: Vaticano
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=1865
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