Lectura en el Evangelio
según san Marcos
Palabra más o palabra menos y
en las eucaristías del fin de semana del 11-12 de septiembre, estas siete
palabras del título serán el anuncio del inicio de la lectura del
Evangelio y, ya, con toda la asamblea puesta en pie. En el noventa por ciento
de estas liturgias será el sacerdote celebrante quien diga estas palabras y lea
el relato de Marcos 8,27-35. Dudo que alguno de estos lectores-celebrantes se
atreva a decir en alto y en claro los nombres de los números del capítulo y de
los versículos: capítulo séptimo, desde el versículo vigesimoséptimo hasta el
versículo trigésimoquinto.
Deseo repetirlo una vez más y
por escrito: Marcos 7,27-35. No estaremos en este domingo con la lectura del
mismo hecho en ninguno de los demás Evangelios. Hoy sólo leeremos en el
Evangelio de Marcos. Este texto es tan importante como todos los demás
textos de este Evangelio. Pero es cierto que está colocado por la mano
redactora, más o menos, en el centro del libro completo del Evangelio. ¿Me
puedo permitir decir que se trata del centro y culmen de este Evangelio? Centro
y culmen. Dicho lo dejo.
El asunto es una pregunta que
sale de la boca del Jesús que lleva dentro la experiencia de fe de su
Evangelista: ¿Quién decís que soy yo? Y junto a la pregunta, la respuesta de
quienes están en aquellos momentos alrededor de aquel Jesús de Nazaret. Y estas
gentes son hombres y mujeres que le han acompañado por la tierra de
Galilea. Importa caer bien en la cuenta de quiénes son tales personas. Hombres
y mujeres. Mujeres y hombres. Estas personas están. Escuchan. Acogen las
preguntas y responden. Aquellos hombres y mujeres, según el relato del
Evangelista, respondieron. Y, luego, se callaron, porque aquel Jesús
volvió a hablar... Y el diálogo, que no es otra cosa que los diversos caminos
de la palabra, comenzó a fluir.
Según el Evangelista llamado
Marcos este asunto del diálogo de 'el preguntar y el responder' se hace asunto
central. El Evangelista es Marcos. Mateo y Lucas estuvieron informados como lo
estuvo Marcos y escribieron cosas muy distintas, aunque a muchos les
puedan sonar tan semejantes. Y lo más sorprendente de todo: el cuarto
Evangelio, el de Juan, dejó este asunto de 'el preguntar y el responder' en 'el
huerto de los callados'.
A veces me da por imaginar
que sólo hubiera existido este primer Evangelio escrito por María Magdalena o
llamado también Evangelio de Marcos. En mi imaginación, los asuntos
eclesiales y eclesiásticos seguramente hubieran seguido otros caminos a los que
ya conocemos por la historia de tantos siglos. Pienso, a veces, que proclamar
(anunciar en alto o a voces) este Evangelio de Marcos es como atreverse a
regalar, con inmenso cariño, un solemne sopapo a tanta institucionalización
eclesiástica.
Según este primer Evangelio,
este hecho tan central del preguntar y responder concluyó con una de las más
enérgicas prohibiciones realizadas por aquel Jesús de Nazaret: 'Prohibido decir
nada de esto a nadie'. Y esta conclusión está recogida por los tres
sinópticos.
Una vez más, la historia de
la experiencia humana vuelve a dar la razón a una constatación
antropológica universal: Basta que algo esté prohibido para que el ser
humano, personal o colectivamente, se empeñe a su manera en transgredirlo,
silenciarlo y anularlo. Y hasta llega a suceder que 'aquello prohibido desde su
origen acaba convirtiéndose en dogma de la fe del obligado cumplimiento'.
Tan tremendo y tan humano. ¿Pecado original? Probablemente.
A continuación se encuentran
los comentarios de los relatos evangélicos.
Domingo XXIV TO Ciclo B
(12.09.2021): Marcos 8,27-35. ¿Quién
es TU Jesús de Nazaret? Me lo comento
y lo escribo CONTIGO,
El pasado domingo día 5 de septiembre se nos
anunció la Buena Noticia de Marcos 7,31-37. Y en este nuevo domingo día 12 de
septiembre se nos propone la lectura de Marcos 8,27-35. Invito con
insistencia a que se abra la Biblia y se busquen ambas citas para constatar que
el relato de Marcos 8,1-26 se nos ha quedado en el olvido, en el silencio, en
la papelera de los desperdicios. ¿Qué autoridad de la Religión es la
responsable de este atraco al Evangelio? El Vaticano.
La
narradora María Magdalena-Marcos nos ha dejado constancia de las últimas tareas
realizadas por su Jesús de Nazaret en las tierras de la Galilea. Estas tierras
son ‘el lugar privilegiado’, centro y culmen, del encuentro con este Jesús de
Nazaret que no está en el sepulcro (o ‘huerto de los callados’, como dice mi
amiga Rosa) sino resucitado y viviente. Quienes deseen verlo deben volver
siempre a esta Galilea de la vida de Jesús en nuestra historia.
Lo
que acabo de expresar no me pertenece, me lo ha regalado la experiencia de esta
mujer, la narradora María Magdalena, como nos lo comparte cuando nos dejó
escrito el relato de Marcos 15,39 hasta 16,8. ¿Dónde encontrar real y
verdaderamente al resucitado? En Galilea.
Parece
ser que sólo quien se ha encontrado con este tal Jesús de Nazaret se siente
atraído para recorrer con él un camino muy peculiar, el que va desde esta
Galilea que ya conocemos hasta Jerusalén, la capital del reino de Israel, con
su Templo, centro y culmen entonces de la religión de los judíos. Así comienza
el relato que se nos proclamará en este domingo segundo de septiembre en las
eucaristías de la catolicidad:
“Salió
Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo y por el camino
hizo esta pregunta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente que soy yo?... ¿Quién
decís vosotros que soy yo?
Conviene
leerse, por sanidad mental, estas mismas preguntas y sus respuestas aquí y
ahora en Marcos 8,27-30 y también en Mt 16,13-20 y también en Lucas
9,18-21. En Lucas ha desaparecido la realidad del camino y el lugar llamado
Cesarea de Filipo. Sólo en Mateo su Jesús le dice a Pedro que sería papa de la
Iglesia (así se lee y comprende en el Vaticano). En los tres Evangelios su
Jesús de Nazaret prohíbe a sus acompañantes que le llamen Mesías o hablen de él
como si fuera el Mesías. En Marcos y en Mateo al seguidor Pedro se le llama
‘Satanás’ por no estar dispuesto a comprender que el mesías debe (imperativo)
ser un servidor y nunca o jamás un servido. Lucas no ha querido saber nada de
este asunto de Pedro y su ‘satanidad’. En estos tres Evangelios y en este
momento y lugar hay muchas mujeres que están con Jesús y, entre ellas, María
Magdalena. Y, por fin, que nadie busque en el Evangelio de Juan nada de todo
esto que estamos leyendo y saboreando en los tres Evangelios sinópticos.
Desde
estos acontecimientos relatados en nuestros Evangelios, la pregunta sigue en
pie día a día y año tras año para quien se detiene en el texto y lee: ¿Quién
decís vosotros que soy yo? Resulta prácticamente imposible recopilar cada
una de las respuestas a la pregunta. Cada uno sabemos que de esto se habló en
la preparación para su primera comunión. Cada uno sabemos qué Catecismo tuvimos
entonces entre manos. Cada uno sabemos que este Jesús de Nazaret suele ser Él o
ÉL, el Señor, el Cristo, Jesucristo, el Mesías, la segunda persona de la
santísima Trinidad, verdadero Dios y verdadero hombre, una persona con dos
naturalezas, el Unigénito, el que pasó haciendo el bien, un hombre, una
persona, como tú y como yo, el hijo de José y de María, el profeta, el
provocador. Carmelo Bueno Heras.
CINCO MINUTOS
con la Biblia entre las manos. Domingo
42º: 12.09.2021. Después de comentar los cuatro Evangelios y Hechos
¡completos!...
CUATRO
POZOS PARA CUATRO BODAS
Enredado en la
redacción de una página sobre el arte románico para un libro de Religión de
cuarto de la ESO, leía cierto día lo siguiente: “El pozo es por sí
solo un microcosmos reducido a lo esencial; numerosos cultos atestiguan su
carácter sagrado. Pone en comunicación con la morada de los muertos; el eco
cavernoso que de allí sube y los reflejos fugitivos del agua removida oscurecen
más bien que aclaran el misterio...” (Gérard de Champeaux, Introducción
a los símbolos, Ed. Encuentro, p. 183).
Si el documentado
investigador citado dice lo que se acaba de leer, será verdad. Pero intuyo que
las gentes de la Bíblia no estarían muy de acuerdo con tales afirmaciones. Por
eso, invito al lector de estos minutos bíblicos que se tome la molestia de
abrir su biblia y leer estas tres largas citas: Génesis 24, Génesis 29 y
Éxodo 2.
Se habrá comprobado
en la sabrosa lectura de estas historias que los famosos personajes del viejo
pueblo de Israel Isaac, Jacob y Moisés encontraron a sus futuras esposas
Rebeca, Raquel y Séfora en sus correspondientes “citas” junto a un pozo.
Los tres encuentros en el pozo acabaron en boda. Dejo, pues, que cada cual
responda ahora un par de sencillos interrogantes: ¿Qué evoca el pozo en el
oyente o lector, de entonces y de ahora? ¿De qué es símbolo el pozo en la
literatura bíblica?
La cuarta “cita” o
encuentro de un hombre y una mujer junto a un pozo está contada en el Nuevo
Testamento, en el cuarto capítulo del evangelio de Juan. Jesús y la
samaritana son los protagonistas. Los discípulos de Jesús y el pueblo
samaritano son los testigos, ¡sorprendidos!, de la nueva boda. La cuarta.
Junto a estos pozos
de la Biblia, la historia de los encuentros siempre comienza con el tema del
agua. “Dame de beber”, le dice a modo de saludo interesado Jesús a la
samaritana. “Dame de esa agua...”, le pide la samaritana al nuevo pozo
que acaba de descubrir en el breve diálogo con Jesús. En estas dos peticiones,
que abren y cierran la conversación sobre el primer tema que abordan los
interlocutores, el agua pasa de ser una refrescante bebida natural a evocar, a
la vez, la vieja ley del judaísmo (que no apaga ninguna sed) o la nueva
espiritualidad ofrecida gratuitamente por Jesús (que convierte a su bebedor en
un manantial inagotable).
Este nuevo
simbolismo del agua y del pozo se comprende definitivamente en toda su
extensión al ponerlo en relación con los dos siguientes temas que tan
animadamente abordan los contertulios del pozo: los maridos de la samaritana y
los cultos religiosos de ambos pueblos. Cinco fueron en los orígenes “los
maridos o dioses” del pueblo samaritano (ver 2Reyes 17,24-41) y el actual sexto
marido es el “dios” samaritano del santuario de Garizim. Al escuchar la mujer
la crítica radical de Jesús contra todo lugar sacralizado, abandona también a
su “sexto marido”, porque, al fin, encontró en Jesús el verdadero y definitivo,
su séptimo marido: el Mesías que esperaba y el Dios que en él se manifestaba
como el Salvador del mundo.
Se comprenderá
ahora, creo, el porqué del título de estas líneas y el significado
profundamente humano y divino (espiritual, en el mejor de los sentidos) de
estas cuatro bodas y de otros muchísimos matrimonios conocidos que nos evocan y
transparentan la entrega gratuita y total, la cercanía y ternura, la
misericordia entrañable y el amor del Dios de Jesús con todos los seres
humanos.
Y, como guinda de
este pastel, muchos agradecerán la lectura de las páginas 46-56 de “El Señor
de los amigos” (PPC), donde Cortés comenta bellísimamente esta misma
historia de amor de Jesús con la mujer, que también es la pagana y
conquistadora Samaría. Carmelo Bueno Heras, Educar hoy 86
(febrero.2003).
No hay comentarios:
Publicar un comentario