Milagro inmenso
Nuevo mes; febrero. Nueva
semana; la primera. Nuevo domingo, el día sexto. Tiempo de escucha y de
pesca.
También nuevo, el relato del
Evangelio en las eucaristía de la celebración litúrgica. Dice la tierra del
texto bíblico que el laico de Galilea Jesús de Nazaret provocó una de las
mayores capturas de peces en el inmenso lago llamado de Genesaret o Tiberíades,
la ciudad dedicada al emperador romano Tiberio.
Probablemente, desde
entonces, el mundillo de la pesca, las redes, los peces, la barca, el mar, las
olas, el viento, los remos, las velas... sean realidades, imágenes, acciones u
opciones no sólo propias de la actividad marinera, sino también evocaciones
simbólicas de la actividad religiosa o teológica. Así, por ejemplo, pescar es
también liberar; o el mar es también el mal; o los peces son también
personas, o la barca es también un grupo organizado que avanzado el tiempo
llegó a identificarse con la iglesia de los seguidores de Jesús... Realidad y
simbolismo se dan la mano no para engañar o engañarse, sino para evocar y
suscitar presencias nuevas... Entonces, ¿se trató en tiempos de Jesús de una
real y verdadera pesca, milagrosa sin duda desde el punto de vista económíco, o
quizá más bien de un nuevo movimiento de personas alrededor de una nueva manera
de entender las relaciones de unos con los otros? Tal vez.
Para no andarnos demasiado
por las ramas de las interpretaciones será bueno y oportuno prestar alguna
atención a las palabras que el narrador de los hechos contados pone en boca de
su Jesús de Nazaret. ¿De qué hablaba este buen galileo? ¿Hablaba de los peces
del lago o tal vez de las personas de los pescadores y de sus allegados?
Y ya puesto de esta guisa en
el asunto de la lectura del texto evangélico me asalta la tentación de
imaginarme no sólo el lago de la Galilea, sino también, y sobre todo, el
inmenso planeta azul que dicen muchos que es nuestra única casa de este mundo.
Y en esta casa de todos escucho las melodías aquellas palabras del
galileo: serás pescador de hombres, eres pescador de hombres, soy pescador de
hombres, somos pescadores de hombres, seremos pescadores de hombres, seamos
pescadores de hombres... ¿Un milagro? ¡Inmenso y humano!
A continuación se encuentran
los comentarios para este domingo primero del mes de febrero.
Domingo 5º del Tiempo
Ordinario B (06.02.2022): Lucas 5,1-11.
Así
lo comento y comparto CONTIGO: Desde ahora serás pescador de hombres
Puedo
recordar que ya he comentado este relato de Lucas 5,1-11 en los meses de
febrero del año 2016 y del año 2019. En ambas ocasiones denunciaba la decisión
arbitraria de las autoridades de la liturgia por no permitir que el pueblo, al
que tanto se recurre siempre en la pastoral del sacerdocio, escuche jamás en
las eucaristías ni el relato anterior (Lc 4,31-44), ni el posterior (desde Lc
5,12 hasta Lc 6,16) a la narración que se nos leerá de Lc 5,1-11 este
domingo.
En
este comienzo del capítulo quinto de su Evangelio, Lucas nos cuenta su llamada,
muy peculiar, ‘pesca milagrosa’ en el lago de Genesaret, Tiberíades o mar de
Galilea. Ninguno de los otros dos Evangelistas sinópticos cuenta este
acontecimiento. En cambio, sí se encuentra una narración muy semejante en el
Evangelio de Juan y en su capítulo final (Jn 21). Ya se ve la gran diferencia
entre ambos narradores. Para Lucas, el hecho acontece en los comienzos de la evangelización
de Jesús en Galilea. Para Juan, el hecho de esta pesca sucede como si hubiera
sido una aparición de Jesús de Nazaret resucitado, no en Jerusalén como casi
todas, sino en Galilea. Muy curioso.
Así
que el contenido literal, primero y central de la narración no puede ser el
hecho de pescar, muchos peces como dice Lucas, o ciento cincuenta y tres peces
grandes como dice Juan. Lo importante es, no el milagro que seguramente no lo
hubo tal cual, sino aquello que deseó contarnos cada Evangelista. Así, ahora
nos centramos en el escrito de Lucas hasta donde nos lo permitan nuestras
capacidades para comprenderlo.
“Estaba
Jesús en la orilla del Lago de Genesaret y la gente se agolpaba a su alrededor
para oír la Palabra de Dios...” (Lc 5,1). “Cuando acabó de hablar dijo a
Simón: boga mar adentro y echad vuestras redes para pescar...” (Lc 5,4). “Llevaron
a tierra las barcas y, dejándolo todo, siguieron a Jesús” (Lc 5,11). En
síntesis, esta es la secuencia literal del relato que se nos leerá en la
celebración del domingo. Y como indicaba más arriba, nada recordarán los
oyentes de la Palabra de lo que antecede y de lo que sigue a este relato.
Como
se lee en el primer versículo de este relato, el Evangelista nos informa de la
tarea evangelizadora que realiza su Jesús de Nazaret en solitario y durante un
tiempo nada preciso tanto en las sinagogas como en el espacio abierto de la
orilla del mar de Galilea. Y ..., ¿qué anunciaba, qué predicaba, de qué
hablaba, qué comentaba, cómo lo hacía, cuánto tiempo empleaba para cada sesión?
Tan solo se nos precisa lo que hizo y dijo en Nazaret cuando leyó las palabras
del Tercer Isaías y las comentó muy brevemente (Lc 4,16-30). ¡¡Hablaba y le
entendían!!
Deseo
pensar muy en serio que un buen puñado de oyentes de aquella evangelización de
Jesús comprendió el mensaje y la propuesta de aquel galileo y tomaron la
decisión de acompañar al hombre que así hablaba y al que, seguramente, conocían
al menos de oídas por ser un paisano de sus poblados. Me puedo preguntar qué
les ofreció aquel hombre y nada preciso o precioso se encuentra en el texto.
Tan sólo me llama mucho la atención la propuesta que pone en manos de Simón: “Desde
ahora serás pescador de hombres” (Lc 5,10). ¿Pescar hombres? Carmelo B.
H.
CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA
entre las manos
Tú y yo, entre otras muchas
actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo
que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos
nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he
decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico,
52 libros. Creo que en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo
de toda persona, ¡todo está relacionado!
Ahora, Semana 11ª:
06.02.2022.
Cita de: José-Vicente
Bonet, Teología del ‘gusano’. Autoestima y evangelio, Sal Terrae, Santander,
2000, 171 páginas.
“La autoestima es la columna
vertebral del crecimiento personal (J.V.B.). El respeto hacia nuestra persona y
la fundada esperanza en nosotros mismos nos mantiene firmes y ‘erguidos’ en la
lucha cotidiana por una existencia digna y el esfuerzo diario para crecer como
personas. Invitamos al lector/a internauta a encender su ordenador y
embarcarse en la búsqueda de AUTOESTIMA. Le aseguro que, con un poco de
paciencia, encontrará miles de páginas sobre este tema. La abundancia de
individuos e instituciones médicas, psicológicas y educativas que proponen sus
ideas en la web son, en mi opinión, un índice de la importancia que se
atribuye al tema en nuestra cultura. ¿Por qué, pues, es importante la
autoestima? Respondemos en forma de afirmaciones, propias o ajenas, brevemente
comentadas.
La autoestima auténtica
posibilita y condiciona el altruismo.
Ya lo hemos mencionado antes.
El ser humano nace egoísta (el bebé agarra todo lo que está a su alcance), pero
la autoestima es un arte que hay que aprender no sólo para el bien del
individuo, sino también de la sociedad. Sin un fundamento de respeto,
aprecio y aceptación de uno mismo, el altruismo fácilmente se convierte en
manipulación del otro. Es ésta una de las trampas del amor.
La autoestima funciona como
el sistema inmunológico de nuestro psiquismo
Cuanto más fuerte sea nuestra
autoestima con tanta mayor entereza podremos enfrentarnos a los altibajos de la
vida [...]
Nadie puede dejar de
desarrollar una autoestima más o menos alta o baja, débil o fuerte, positiva o
negativa, suficiente o deficiente [...]
Lo opuesto a la autoestima
(o estima de sí mismo) no es la heteroestima (o estima del otro), sino la desestima
propia, rasgo característico de ese estado de profunda infelicidad que es
la depresión [...]
Una
autoestima alta suele ser uno de los componentes de la persona feliz [...]
La
autoestima filtra nuestras percepciones de nosotros mismos, de los demás y del
mundo que nos rodea [...]
Cuanto
más indigno se siente uno, tanto más tiene que ponerse a la defensiva y tanto
más tiene que distorsionar sus percepciones para proteger a la persona que cree
ser. Por tanto, cuanto más indigno se siente uno, tanto más difícil le resulta
modificar o rechazar su auto-concepto, su auto-estima.
Texto
completo en las páginas 104-107
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