Personalizar-Despersonalizar
Para esta semana me quedaré
con estas dos palabras bailando entre mis neuronas en las meditaciones sobre el
fluir del tiempo esté sentado o de pie, caminando o soñando, durante el día o
por la noche. Aquí y ahora. Personalizar-despersonalizar. Ser persona o no
serlo. Ser una cosa, un objeto. Algún Leyente ya estará en plan filósofo y se
habrá acordado del ¡ser o no ser! Y se añadia que ésa era la cuestión.
Pues sea: La cuestión, una
vez más, es el aire.
Si hay aire y nos llena, todo
se nos pone en marcha. Si falta el aire, nos invade la asfixia y se corre el
peligro de morirse. Ser consciente de estar respirando, de respirar y... ¿es
esto ser persona? No lo sé muy bien, pero por ahí se empieza a ser
persona.
Un muy reconocido experto en
humanidad como Víctor Frankl me pone en bandeja este asunto. ¿Cuándo se deja de
ser persona y se despersonaliza o le despersonalizan? La lectura de sus
reflexiones siembra de luces, colores, aromas y sabores a quienes comparten sus
experiencias.
Y me recordé de este superviviente
de los confinamientos nazis cuando leía aquello de 'si un ciego guía a otro
ciego' que alguien puso en boca de Jesús de Nazaret. Y deambulando por estas
realidades se me venían a cada paso las certezas de muchos humanos siglo tras
siglo que creían, sostenían y defendían como un dogma intocable que un niño o
una niña es propiedad de su padre al igual que una mujer es propiedad de su
marido esposo. Niños y mujeres eran cosas, no personas. Gentes ciegas, a fin de
cuentas. Y lo que es más inmensamente sorprendente es que sigue habiendo
latitudes en la casa nuestra de esta tierra en las que esta realidad
despersonalizadora continúa siendo un dogma intocable por su no sé qué
sacralidad de las tradiciones. Si un ciego guía a otro ciego...
A ti y a mí se nos atraganta
el aire, y vomitamos, cuando la despersonalización se nos hace presencia
cercana. Y sabemos muy bien que esta presencia despersonalizada y
despersonalizadora arraiga donde el poder hunde sus raíces más secretas y
levanta sus ramas ostentosamente. El poder es, precisamente, ese ciego que es
ciego por no querer ver. Personalizar es, precisamente, ver y com-partir, ver y
con-vivir...
Dentro de poco se comenzará
la peregrinación de la Cuaresma. Pero de ello podremos hablar y escribir en una
semana.
A continuación se encuentran
los comentarios del Evangelio de este domingo del 27 de febrero.
También se encuentran estos
comentarios en el archivo adjunto. Carmelo Bueno Heras.
Domingo 8º del Tiempo
Ordinario C (27.02.2022): Lucas 6,39-45.
Así
lo comento y comparto CONTIGO: La realidad del símbolo. ¿Qué es esto?
“Jesús
les añadió una parábola: ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?... Porque no hay
árbol bueno que dé fruto malo” (Lucas 6,39-43). Este narrador pone en boca
de su Jesús de Nazaret una parábola, pero en realidad son dos: la de los ciegos
y la de los árboles. ¿Será la misma?
Espero
que algún lector curioso se haya buscado y encontrado el librito de ‘Cuentos
para educar y educarse’ que recomendé el pasado domingo. Cuanto se dice sobre
el cuento y cuanto se ha escrito sobre las parábolas de la biblia son
cuestiones perfectamente intercambiables. Unas cuestiones y otras, cuentos y
parábolas, pertenecen a la misma familia de la literatura y de su teología.
Estamos ante la realidad del símbolo, si es que pudiera hablarse así.
La
realidad es la presencia de los dos ciegos o de los diversos árboles. El
símbolo, en cambio, es ‘aquello’ que el escritor y lector desean comprender en
sus adentros de persona cuando contemplan y valoran el sentido de esos ciegos y
de esos árboles. ¿Puedo dejar escrito, pues, que Lucas no hablaba de árboles y
ciegos, sino de otras cosas? Así es.
Después
de este domingo deberíamos poder leernos los asistentes a la celebración la
continuación y el final del discurso de las bien-aventuranzas que Lucas coloca
en labios de su Jesús de Nazaret (Lc 6,46-49). En las celebraciones de la
eucaristía de este año no se nos leerá nunca. Y puestos en plan de aprender a
leer los textos bíblicos recomiendo ilusionado la lectura del final de este
mismo discurso de las ‘bien-aventuranzas’ según nos lo dejó contado el
Evangelista Mateo (Mt 7,12-29). Las diferencias no son pocas, pero alguna de
las semejanzas conviene tenerla constantemente presente.
Como
muestra de ello, este dato que leemos en Lucas 6,31 (“Lo que queráis que os
hagan los hombres hacédselo vosotros igualmente”), y en Mateo 7,12 (“Todo
cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos;
porque ésta es la Ley y los Profetas”). La puntualización final que nos
regala el redactor Mateo no es casual y sin importancia.
Espero
que mi meditación de creyente en Jesús se atreva a colocar siempre la
centralidad de la buena noticia de este galileo y judío provocador no en una
Ley religiosa, sagrada o revelada desde el más allá de la casa de nuestro
mundo, sino en la roca firme de la interioridad de mi persona y de cualquier
otra persona.
¿No
es esta interioridad, la de Mateo y la de Lucas en sus discursos de las
‘bien-aventuranzas’, la luz que ilumina la mirada de unos ojos nuevos frente a
la oscuridad de la ceguera que nos rodea a los humanos pendientes siempre de
energías exteriores?
¿No
es esta misma interioridad de ‘el hacer a los demás...’, que nos proclama tanto
Lucas como Mateo, la semilla sana y buena que, sembrada en esta tierra que nos
sostiene, se despierta, nace y crece hasta llegar a ser un árbol de abundantes
evangelios, por ser buenas noticias?
La
Ley y los Profetas de la buena noticia de Jesús de Nazaret no es otra religión,
dogma o catecismo que los adentros vivos, luminosos, transparentes y generosos
de cada persona humana y humanizadora. ¿No es ésta la realidad del símbolo? Carmelo
Bueno Heras
CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA
entre las manos
Tú y yo, entre
otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos
sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar
que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta
sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este
año eclesiástico, 52 libros. Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los
textos, como en el cuerpo de toda persona, ¡todo está relacionado!
Ahora, Semana 14ª: 27.02.2022. Cita de: Víctor
Frankl, El hombre en busca de sentido. Edición y prólogo de José Benigno
Freire, Herder, Barcelona, 2011, 158 páginas.
TERCERA FASE. DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN.
Y ahora, al estudiar la última parte de la
psicología en un campo de concentración, analicemos las reacciones del
prisionero tras su liberación. Para describir las vivencias de la liberación,
que por fuerza han de ser personales, retomamos el hilo de la narración en
aquel pasaje en que, después de varios días de gran tensión, por fin se izó la
bandera blanca a la entrada del campo. Al estado de ansiedad interior siguió
una total relajación. Pero se equivocaría quien pensase que nos volvimos locos
de alegría. ¿Qué sucedió en realidad?
Con pasos torpes, los prisioneros nos agolpamos
en la puerta del campo. Tímidamente miramos a nuestro alrededor y cruzamos
entre nosotros miradas de curiosa interrogación. Luego nos aventuramos a dar
unos pocos pasos fuera del campo y en esta ocasión no recibimos ninguna orden a
gritos, ni teníamos que agacharnos o escabullirnos para esquivar un golpe o un
puntapié. ¡Oh, no! ¡Por increíble que pareciera los guardias hasta nos ofrecían
cigarrillos! Al principio ni los reconocimos: ¡qué prisa se dieron en vestirse
de civiles! Lentamente nos adentramos por la carretera que se alejaba del
campo. Muy pronto sentimos dolor en las piernas, que amenazaban con doblarse.
Pero recobramos fuerzas y marchamos a trompicones: deseábamos contemplar los
alrededores del ‘lager’, por primera vez, con los ojos de los hombres libres:
¡Somos libres!, nos gritábamos una y otra vez, y ni aun así podíamos creerlo.
Rumiamos y repetimos tantas veces esa palabra en los largos años que ocupó
nuestros sueños, que tal vez la vaciáramos de significado. Su verdad se resistía
a penetrar en nuestra conciencia: nos sentíamos impotentes para creer que
aquella libertad era nuestra.
Llegamos a unos prados cubiertos de flores.
Percibíamos su presencia, pero no conseguían despertar en nosotros la menor
emoción. El primer destello de alegría se produjo cuando divisamos un gallo con
su cola de plumas multicolores. No fue más allá de un leve destello: todavía no
pertenecíamos a ese mundo.
Al atardecer, de nuevo en nuestro barracón, un
hombre le susurró a otro en tono confidencial: ¿Dime, estuviste contento hoy?
Y el otro contestó un tanto avergonzado, porque
desconocía que los demás nos sentíamos de manera parecida: Para ser franco, no.
Lo expresaré en toda su crudeza: habíamos perdido
la capacidad de alegrarnos y lentamente teníamos que volver a aprenderla. En
terminología psicológica lo que les sucedía a los prisioneros se denomina
‘despersonalización’ [...]
El cuerpo funciona con menos inhibiciones que la
mente; desde el primer momento usó de la libertad recién adquirida y empezó a
comer con voracidad [...]
Cierto día, poco después de la liberación,
paseaba por una campiña florida [...] Me detuve, miré a mi alrededor, después
fijé la mirada en el cielo, y finalmente caí de rodillas [...]
No recuerdo cuánto tiempo permanecí allí, así, de
rodillas, repitiendo una y otra vez mi jaculatoria. Pero estoy seguro de que
aquel día en aquel instante, mi vida comenzó de nuevo. Fui avanzando, paso a
paso, hasta convertirme otra vez en un ser humano. Texto completo
citado, en las páginas 111-113.
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