Primera luna llena de
la primavera
Sábado de silencio ahora, que
escribo, y ahora, cuando lees. Seguramente sea así.
Yo tengo buena mañana y te
deseo que sea igual la tuya, ya sea la mañana, la tarde o la noche.
Antes de comenzar a escribir
estas letras, la primera luna llena de la primavera me vio abrir la ventana de
mi habitación. Nos hemos visto en silencio, sin prisas y nos hemos ido
marchando así, cada cual por su sendero y con sus historias de vivientes
despiertos. Faltaban sólo unos minutos para las siete y media de la mañana y el
cielo estaba limpio y sereno, templado, tenuemente azul e inmenso.
Y en esto..., ¡me atraparon
los interrogantes! ¿Cómo es posible que haya humanos que no sólo se adiestren
para la guerra, sino que también la practiquen como un rito de muerte
liberadora? ¿Por qué existe dentro de un humano poderes tan siniestramente
deshumanizadores? ¿Qué naturaleza ha enseñado a estos humanos a ser tan
fieramente invasores y aniquiladores? ¿Esto es el poder? ¿A esto se le llama
progreso?¿No es esto el miedo? ¿No es así la religión que nos inventamos los
humanos para tener a mano a un ignorado ignorante y poder acusarlo?
Sábado de silencio y ante una
luna llena y serena en este hemisferio del norte. ¿Cómo será esta mañana en la
tierra de las auroras boreales y de los hielos o en las antípodas del sur que
no alcanzo ni a imaginarme?
Los humanos pasaremos uno a
uno y esta tierra redonda con su luna llena mensual seguirá aquí. Mientras tanto, una mañana más en este sábado del
silencio volveré a recordar a aquel judío, galileo y laico, que se desvivió por
enseñarnos, como otros muchos sin duda, a ser buena gente y a sentirnos a gusto
mientras estamos cerca y a mirarnos de frente con una sonrisa en los labios y
un pan tierno en la mano, entre otras delicadezas.
A continuación se pueden leer
los comentarios para el domingo 24 de abril de la mano del Evangelista Juan y
de aquel otro buen hombre llamado Adriano Luis. Personas entrañables. Amigos
siempre atentos. Ocupados y preocupados por practicar el amor y no la guerra.
Carmelo Bueno Heras.
Domingo 2º de Pascua C (24.04.2022):
Juan 20,19-31
Escribo, leo y vivo CONTIGO, que eres
también el judío galileo y laico Jesús
El domingo 16 de octubre del pasado año 2016 comenté,
en una página semejante a ésta, el relato que se nos leerá este nuevo domingo 24
de abril 2022. No estaría de más acudir a esa vieja página.
Personalmente me la volveré a leer después de haber completado los párrafos de
este nuevo comentario sobre Juan 20,19-31. ¿No acababa así la primera edición
manuscrita, o impresa en no se sabe qué manuscrito, de este Evangelio en la última
década del siglo primero de nuestra historia común?
Multitud de comentaristas sesudamente documentados sostienen
que el capítulo vigésimo primero de Juan fue redactado posteriormente. Siempre
me agradó constatar que los relatos llamados Evangelios, los cuatro de nuestras
biblias, tuvieron cada uno varias manos redactoras que se atrevieron a
corregir, añadir o completar lo que se había recibido. Con el atrevimiento de
mi normalidad sigo creyendo que esta palabra evangélica es humana y nada de lo
humano le es ajena. Por esto, todo cuanto se escribe sobre la buena noticia de
Jesús de Nazaret fue, es y será siempre palabra evangélica. Y, por tanto,
entrañablemente humana. Supuestamente.
En este relato de Juan 20,19-31 se habla de tantas
cosas que se impone seleccionar para tratar de compartir el buen pan de un
comentario. Siempre me resultó curioso el personaje de Tomás, el
conscientemente incrédulo (20,24-29) para este Jesús del cuarto Evangelio. ¿Por
qué no nos dijeron nada de esto los tres Evangelios primeros, los sinópticos?
¿Lo ignoraban? ¿Les pareció escandalosa su actitud de seguidor? Ignoro si este
asunto es o no importante para la fe. Sólo deseo constatar el dato y que cada
lector curioso se atreva con sus meditaciones.
Constato otra curiosidad que se me despierta en la lectura de
este relato, precisamente desde el mismo comienzo: “se encontraban los
discípulos” (20,19). Tres días escasos llevaba sepultado el crucificado
Jesús de Nazaret, según este Evangelista tardío. Sus discípulos estaban ahí, en
aquella Jerusalén ocupada por el dominio romano. Según el primero de los
Evangelios, sea el de Marcos o el de María Magdalena, estos seguidores de Jesús
se habían dispersado por no se sabe dónde, pero no cerca de esta peligrosa
Jerusalén, desde el apresamiento del galileo en el huerto de los olivos en la
noche de la conflictiva cena, la última, de la Pascua.
Según estos dos relatos, el primero y el último de los cuatro
Evangelios de la Biblia, es imposible saber tanto si hubo o no tal reunión de
los seguidores, como cuántos estuvieron reunidos, si es que llegó a tener lugar
tal hecho. Cualquier conjetura puede llegar a ser tan cierta como falsa. Es
decir, ¿hubo o no hubo apariciones de aquel Jesús crucificado, sepultado y al
fin resucitado y vivo? ¿Se le vio? ¿Se le tocó? ¿Se habló con él como
anteriormente lo habían hecho? ¿se le oyó?
Estimo que no es tan complicado responder esta cuestión.
Basta preguntarse si a uno mismo se le ha aparecido el propio resucitado ya sea
personalmente o mientras compartía tiempo y espacio con otros creyentes.
Confieso en mi ingenuidad que a mí no me ha sucedido tal aparición. Soy de los
que pertenecen al grupo de lo que afirma Juan 20,28: “Dichosos los que no
ven ni tocan, y creen” en aquel judío galileo y laico. Por eso, leo,
escribo y vivo. Carmelo B. H.
CINCO MINUTOS con la otra
Biblioteca de la BIBLIA entre las manos
Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos
también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y
nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado
haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a
compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.
Creo que, en la inmensa BIBLIA de todos los textos, como en el cuerpo de toda
persona, ¡todo está relacionado!
Ahora,
Semana 22ª: 24.04.2022: Cita de HAL (Hermano Adriano Luis), Orando con los
marginados, Ediciones san Pío X, Madrid, 1987, 204 páginas.
Dieciséis de mayo de 1985. ¡Bendito seas, Jesús, por la risa de los niños.
Los habrás visto a Marco y Anamaría […]
Diecisiete de mayo de 1985.
¿Te acuerdas, Señor, del Miguelín y del Perejil y del
Tomasín?
¿Te acuerdas, Jesús Señor, de hace seis años, cuando
la prensa y las revistas publicaban reportajes de los tres más famosos
delincuentes infantiles?
¿Te acuerdas de sus caritas de niño asustado, sacadas
en los periódicos?
Pues…
Ahora ya los tienes a los tres en la cárcel. Ya no
tienen carita de niño.
Tal vez ni los reconoces.
Hoy he visitado al Miguelín.
Tiene ahora 17 años. Conserva su mirada de sorpresa y
de susto permanente.
Hace ocho meses que está preso.
¿Tú lo sabías, Jesús Señor? ¿Por qué no me avisaste?
Su familia no le visita. ¿Su familia?... Otro hermano
en la cárcel; una hermana, huida de casa; un hermano, mudo; otro, subnormal;
otro, pequeñín todavía… ¡Su familia!
Los tres, Tomasín Perejil, Miguelín, hace ocho meses
asaltaron a un comisario y a punta de navaja le robaron 50.000 pesetas.
El juez les puso 30.000 pesetas de finanza a cada uno.
¡Treinta mil!
¿Sabes lo que esto supone para sus familias?
¡Treinta mil!
Si al menos uno de ellos hubiera podido huir, hubiera
robado para pagar la fianza de los otros dos.
¡Qué quieres que te diga, Jesús Señor!
Tú viste cómo no hace mucho a un preso le pusieron
60.000.000, sí, sesenta millones, de fianza, y se las pagaron al día siguiente.
¡Claro que esto otro preso es un señor muy rico y muy
católico!
Y a lo mejor (está muy bien) fue a celebrar su
libertad con una Eucaristía.
No, no esperes que el Tomasín y el Miguelín y el
Perejil vayan a celebrar con una Eucaristía su libertad.
Tal vez con una sobredosis de heroína, sí.
Tal vez volviendo a robar la misma noche de su
libertad, también.
Pero…
En fin, Jesús Señor, aquí los tienes a los tres entre
rejas.
¿Les has visto alguna vez? ¿Te conocen?
Veintitrés de mayo de 1985. He visitado el Psiquiátrico Penitenciario […]
Texto completo, en las
páginas 18-21.
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