El tesoro de la luna llena
En este fin de semana, días
23 a 25 de febrero, nos acompañará en las noches una excelente luna llena en
este hemisferio del norte de nuestra casa de la Tierra. Siempre es un regalo la
luna, pero cuando se trata de la luna llena parece que el regalo se convierte
en tesoro.
Y un tesoro es siempre
la persona de Jesús de Nazaret resucitada en nuestros adentros de
resucitadores. Por estas razones me vuelvo a decir que el relato que se nos
propone para la lectura y meditación de este domingo último de febrero es un
regalo que enriquece el tesoro inagotable de aquel laico judío y galileo del
siglo primero de nuestra historia. Este regalo es el relato que los
Evangelistas Sinópticos nos han conservado sobre la llamada 'transfiguración de
Jesús' en lo alto de un monte. Preciosa composición literaria y teológica en la
que se comienza a comprender en toda su humanidad la figura de Jesús. Tan
humano fue, como lo fue en sus días de vida Moisés o Elías el profeta. Como
humanos somos tú y yo. Tan humanos que a veces no nos atrevemos a reconocerlo y
aceptarlo.
Ser de carne y hueso es
asumir que la realidad de nuestra humanidad es el tesoro que nos da sentido
pleno al respirar y compartir el aire y todo cuanto nos rodea. Ser humano es
tener el mismísimo aire pleno de la vida, el mismísimo ánimo vital que nos
sostiene.
Quienes tratan de comprender
aquella transfiguración como la transparencia de la grandeza y del poder del
mesianismo político, del mesianismo económico y del mesianismo espiritual son
aquellos que se han edificado mansiones de ostentación en la alta cima de un
TABOR que nunca existió en las narraciones evangélicas.
Aquella transfiguración que
nos relatan los Evangelistas viene a ser la proclamación de la plena humanidad
que siempre será carne y hueso de la vida que ilumina todo cuanto toca como así
lo hace la luz plena de todas las lunas llenas...
Y, como ya anuncié en la
primera semana de este mes, día 4 de febrero, sigo transcribiendo mi colección
de siete advocaciones que los humanos se han atrevido a dedicar a la señora
María de Nazaret, esposa de José de Nazaret y madre de su hijo, siempre judío y
siempre laico, Jesús. Para mi comprensión de las cosas de la fe en la vida, me
vuelvo repetir:
Buenos días,
humanísima
trinidad de Nazaret,
Jesús, José
y María.
022. Nuestra Madre la Virgen
de Regla
023. Nuestra Madre la Virgen
del Paular
024. Nuestra Madre la Virgen
de Candepajares
025. Nuestra Madre la Virgen
de los Pedroches
026. Nuestra Madre la Virgen
del Fregenal
027. Nuestra Madre la Virgen
de las Cinco Jotas
028. Nuestra Madre la Virgen
de las Cinco Villas
Mi jaculatoria: Que me
devuelvan a la Señora María.
Y nada más para este domingo
día 25 de febrero.
A continuación se encuentran
los dos comentarios del Evangelio de este día.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 2º de Cuaresma B
(25.02.2024): Marcos 9,2-10. Respiro, vivo y sigo escribiendo
CONTIGO:
De
carne y hueso como todos los humanos buenos
Estamos
ya, en este domingo del día 25 de febrero, en la segunda etapa del camino de la
Cuaresma que nos conduce hasta la fiesta de la Pascua. Fiesta central para
quienes escuchan cada día en sus adentros a aquel judío laico y de Galilea
llamado Jesús de Nazaret.
En el año
del llamado Ciclo B, los entendidos en la Liturgia católica nos proponen la
meditación del texto de Marcos 9,2-10 que comienza, según nos lo dejó
escrito la mano narradora de María Magdalena, con estas palabras: “Seis días
después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan y los lleva a ellos solos
aparte, a un monte alto”. Creo que, para ahorrarse más de una explicación,
la sabiduría sacerdotal ha cambiado la expresión evangélica ‘seis días después’
por la expresión litúrgica ‘en aquel tiempo’. Por eso preguntaría al sabio
liturgista, ¿de qué tiempo se trata?
Cuando
uno toma su biblia entre manos y abre la página de Marcos 9,2-10, seguro que se
atreverá a leer, al menos, desde Marcos 8,27 hasta Marcos 9,1. Así quedará
suficientemente precisado el tiempo y el espacio en los que sucede el
hecho, real o teológico, de la llamada ‘TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS DE NAZARET’.
Hecho que podemos leer en cualquiera de los tres Evangelios sinópticos (aquí, en
Marcos; y también en Mateo 17,1-8 y en Lucas 9,28-36). El Evangelista Juan no
consideró oportuno constatarnos tal suceso.
Hecho
este ejercicio, comparto estas dos palabras sobre este suceso, real o
teológico, repito. La primera palabra se la dedico al ‘espacio’ en el
que se cuenta el hecho. Según el relato de nuestro Evangelista Marcos se trata
de ‘un monte alto’. En ningún momento y ninguno de los tres narradores le
llaman Tabor, como luego se nos ha popularizado en la tradición y en las
programaciones de los peregrinos a la tierra que también visitó Elena, la madre
de Constantino.
ESTE
ESPACIO, ‘monte alto’ de los Evangelistas, está íntimamente relacionado con
Cesarea de Filipo, lugar del nacimiento del Río Jordán, al pie del Monte
Hermón, en el norte de Galilea. En este espacio es donde aquel judío de Nazaret
preguntó a quienes le acompañaban, mujeres y varones de Galilea, ¿quién
decís que soy yo? Y aquella pregunta de entonces sigue vivita y coleando en
cada uno de nuestros adentros de creyentes y practicantes. Me lo digo. Y no
olvido que el Evangelista Juan dedicó a su Jesús de Nazaret aquel ‘YOSOY’ que
se atribuía sólo a Yavé dios de Israel. El narrador Marcos pone en boca de este
su Jesús unas palabras inolvidables: “Les mandó enérgicamente que a nadie
hablaran acerca de él” (Mc 8,27-30).
La
segunda palabra que comento es el ‘tiempo’. El tiempo evangélico de los
‘seis días después’ o el ambiguo tiempo litúrgico de ‘en aquel tiempo’. Este
tiempo es precisamente el que transcurre entre la prohibición de hablar sobre
Jesús a nadie, a nadie, prohibido hacerlo, y la contemplación de ‘la
transfiguración’ en la que se comprende que aquel Jesús de Nazaret no es ni el
Moisés de la Ley, ni el Elías de los Profetas sino el tan sencillamente Jesús
de carne y hueso como todos los seres humanos buenos.
ESTE
TIEMPO no es el contabilizable con criterios de ningún reloj. Este ‘tiempo’
acontece cuando se olvida uno de la imagen, real o teológica, de un Jesús, EL
MESÍAS: Dios Omnipotente Máximo. De estas maneras y decisiones de ser MESÍAS
(divino frente a humano) habla este Jesús de Marcos en el texto que antes
proponía leer, Mc 8,31 a 9,1. Quien lo lea y no lo comprenda deberá
seguir leyendo y escuchando a este Jesús, caminante, hasta encontrarse con él
como le sucedió a Bartimeo, el ciego que recobró la vista (Mc 10,46-52). Carmelo
Bueno Heras
CINCO MINUTOS semanales con el
Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma
ordenada, de principio a fin. Semana 13ª (25.02.2024): Marcos 3,7-12.
El espíritu impuro es la enseñanza y práctica de la
Ley de Moisés. Comienzo con la invitación expresa a leer el texto
del Evangelista: “Jesús se retiró con sus discípulos a orillas del lago y lo
siguió una gran muchedumbre de Galilea. También de Judea… Encargó a sus
discípulos que le prepararan una barca… Los espíritus impuros se postraban ante
él y gritaban: Tú eres el Hijo de Dios. Pero él se lo prohibía enérgicamente”
(Marcos 3,3-12).
De
nuevo nos escribe la pluma de este relato que Jesús está junto al lago de su
tierra de Galilea. Un mar. Y ahora no está solo, sino acompañado de un gran
número de personas. Siempre que contemplamos a este Jesús de Nazaret del
llamado Evangelio de Marcos en las orillas del lago-mar encontramos que se
habla del tema de su seguimiento. Así lo empezamos a constatar en Marcos
1,16-20, el comienzo de la palindromía. Y así nos lo encontramos al final de
esta misma palindromía (Marcos 3,7-12).
Palindromía,
lo vuelvo a recordar, era volver a recorrer. Dar una vuelta. Y otra… Esta
primera vuelta era la del lago-mar donde sucede el acontecimiento del
seguimiento. La segunda vuelta era la de la sinagoga (1,21-28 y 3,1-6) donde
este Jesús enseña principalmente a desobedecer la enseñanza de esa institución
judía del sábado y la sinagoga. La tercera vuelta (1,29-34 y 2,1-28) era la
vuelta de la casa donde se vive, se acoge, se cura, se come, se bebe, se ama.
En
el centro (como el jamón de un bocadillo) de esta triple vuelta de la
palindromía, la pluma narradora del relato nos ha dicho que este Jesús de
Nazaret tomó una decisión sorprendente para todos: “Simón y sus compañeros
salieron a buscar a Jesús y le dijeron: Todos te buscan. Jesús les contestó:
vámonos a otra parte, a los pueblos vecinos, para evangelizar… y expulsar
demonios” (Marcos 1,35-39).
En
el corazón de esta palindromía se nos anuncia con precisión la misión de este
hombre de Galilea: evangelizar y expulsar demonios. ¿Te he comprendido
bien, María Magdalena, mientras te acabo de leer este regalo de narración que
me has compartido tan gratuitamente?
Ahora
vuelvo a leer de nuevo 3,7-12 donde me imagino a quienes seguían a Jesús y
comprendo, ¡creo!, la respuesta de los llamados por su autora ‘espíritus
impuros’ y la prohibición tan categórica que esta Evangelista pone en boca de
Jesús según se dice en 3,11-12.
Cuando
leo esto recuerdo otra vez esto otro: “Cállate y sal de este hombre” (1,23-26),
donde queda bien definido que todo ‘espíritu impuro’ no es otra cosa que la
enseñanza y práctica de la Ley de Moisés que se imparte en la sinagoga como
Religión del pueblo, Israel.
Los
Maestros de la Ley y las autoridades de esta Religión institucionalizada han
llegado a conocer y a percatarse de la novedosa y revolucionaria enseñanza de
un hombre de Galilea, laico, de carne y hueso, que desobedece tan abiertamente
aquello que se ha transmitido desde siempre como ‘Ley que Yavé Dios comunicó a
Moisés’. Por esta razón y con pleno sarcasmo irónico acusan estos Maestros a
Jesús de creerse ‘El Hijo de Dios’ (3,11) o, como le llamará el mismísimo
Simón, el Pedro, ‘el Mesías’ todopoderoso (8,27-33). A todos ellos, ‘espíritus
impuros’ o Satanás, Jesús les prohíbe enérgicamente hablar así de él.
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 15 de febrero de 2017.
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