sábado, 10 de febrero de 2024

En las fiestas de la fe en la vida - Domingo 6º del Tiempo Ordinario B (11.02.2024): Marcos 1,40-45.(La lepra está en la piel o, ¿en la fe?) y CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos (Semana 11ª (11.02.2024): Marcos 2,23-28.)

 En las fiestas de la fe en la vida

Fin de semana de CARNAVALES. Felices días. Buenos descansos. Excelentes fiestas. Serenas. Para todos. Humanizadoras. Musicales. Sostenibles. Sanadoras. 

Nosotros, al menos tú y yo, nos seguimos empapando del texto escrito en el llamado Evangelio de Marcos porque seguimos comprendiendo que aquel judío de Galilea llamado Jesús de Nazaret sigue vivo y viviente en cada uno de quienes nos hemos atrevido a ser sus resucitadores.

Y como ya anuncié en la semana pasada, sigo transcribiendo otra colección de siete advocaciones que los humanos se han atrevido a dedicar a la señora María de Nazaret, esposa de José de Nazaret y madre de su hijo, siempre judío y siempre laico, Jesús. Para mi comprensión de las cosas de la fe en la vida, me suelo repetir diariamente: 

Buenos días, 

humanísima 

trinidad de Nazaret,

Jesús, José

y María.

008. Santísima Virgen de las Lágrimas

009. Santísima Virgen de la Serenidad

010. Santísima Virgen de la Misericordia

011. Santísima Virgen de los Dolores

012. Santísima Virgen del Amor Hermoso

013. Santísima Virgen de la Fresa

Y 014. Santísima Virgen de la Miel de Romero

Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María.

 

A continuación se encuentran los comentarios del Evangelio del domingo 11 de Febrero.


Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 6º del Tiempo Ordinario B (11.02.2024): Marcos 1,40-45. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

La lepra está en la piel o, ¿en la fe?

Para este nuevo domingo del mes de febrero se nos propone a los oyentes de la palabra el relato de Marcos 1,40-45 con el que se concluye el primer capítulo de este Evangelio. El relato suele titularse en las diversas traducciones como ‘La curación de un leproso’.

Anticipo que, a partir del siguiente miércoles, 14 de febrero, comienza el tiempo que en la iglesia se llama ‘La Cuaresma’. Esto implica, entre otras cosas, que se abandona la lectura seguida del Evangelio de Marcos y se selecciona para cada domingo lo que le importó siempre al dicasterio vaticano sobre la sagrada liturgia: ser la expresión del dogma de la fe católica. En cambio, la buena noticia del Evangelio queda usada al servicio de la Religión y de sus dogmas.

Así, pues, desde este domingo, 11 de febrero, hasta el domingo, 9 de junio, la autoridad religiosa vaticana nos irá proponiendo para cada domingo la lectura de un texto evangélico siempre descontextualizado por no saber qué se escribió anteriormente en el Evangelio del que se ha tomado el texto para cada uno de los domingos de estos cuatro meses (11 de febrero a 9 de junio). Repetiré una vez más este mantra: cuando a un texto se le descontextualiza suele ser por algún pretexto. Y este pretexto nunca bien explicado no admitido, me parece, es siempre el servicio explícito al dogma de la Religión del Vaticano, la católica.

En Marcos 1,40-55 se nos dice: “Si quieres, puedes limpiarme… Le tocó y le dijo: quiero, queda limpio… él se fue y se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia de manera que ya Jesús no podía presentarse en público en ninguna ciudad… y se quedaba en las afueras y acudían a él de todas partes”. Este mismo relato, con sus variantes peculiares, lo podemos leer también en los otros dos Evangelios sinópticos; en Mateo 8,2-4 y en Lucas 5,12-16.

Y cuando se lee alguno de estos tres relatos de los narradores sinópticos se debe leer también el extenso relato que se encuentra en el Libro segundo de los Reyes 5,1-27 donde se cuenta la curación realizada por el profeta Eliseo en favor del jefe del ejército de Aram llamado Naamán, más o menos en torno a los años 850-800 a.C.). Este hecho lo recuerda un sábado en la sinagoga de Nazaret el Jesús del Evangelista Lucas en 4,16-30.

Y otro dato que tampoco se debería olvidar en la meditación responsable de estos acontecimientos bíblicos: la permanencia de la lepra en nuestra casa común de la TIERRA se alarga después de Jesús de Nazaret durante siglos, muchos, hasta llegar a ser un mal perfectamente estudiado, combatido y casi erradicado gracias a los trabajos del investigador noruego Gerhard Henrick Armauer Hansen (Bergen 29 de julio de 1841-Floro 12 de diciembre de 1912). Por esta razón suele decirse que la lepra es la enfermedad de Hansen. A partir de entonces la curación de la lepra sí que fue un auténtico milagro para la salud de los humanos.

Cada sano y sabio lector de los relatos bíblicos citados en este comentario puede, y creo que debe, elaborar su propia interpretación sobre la curación de leprosos en los tiempos tanto del profeta Eliseo como en los de Jesús de Nazaret. Aquellos leprosos, ¿fueron curados físicamente o se trata de curaciones en la manera de comprender la relación de las personas sanas con los pacientes de la enfermedad? Estar leproso y contagiar tal enfermedad, entonces, era un pecado y así lo había determinado la Ley de la Religión de Moisés y de su Yavé dios. El profeta Eliseo y el Evangelizador Jesús de Nazaret parece ser que manifestaron su desobediencia a la Ley por atreverse a tocar, perdonar (¿¡abrazar!?) a tales leprosos. Carmelo Bueno Heras

 

CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 11ª (11.02.2024): Marcos 2,23-28.

¿Ley de Dios? ¿Dios de la Ley? Hemos llegado al final del relato de cuanto aconteció en la que se puede identificar como ‘la casa de Jesús en Cafarnaún’, según nos cuenta María Magdalena que va buscando encontrarse con su Jesús, que lleva dentro (Marcos 16,6-7). Ya decíamos en el comentario anterior que esta casa del capítulo segundo del Evangelio es una síntesis de la misión que realizó Jesús en sus tierras de Galilea: enseñar, sanar, perdonar, llamar, comer, beber y amar.

La narración final de este capítulo está centrada en un tiempo explícito, el sábado, y en un lugar, el campo sembrado. Todo lector contemplativo imagina que ese lugar propio del sábado es la sinagoga. Pero quien escribe el relato procura no nombrarla. ¿Silenció este dato de forma consciente? No lo sé. Sólo nos lo podría aclarar la propia María Magdalena (15,40-47), que guardaba estos datos en su memoria de primera seguidora del galileo Jesús de Nazaret. Además, de la presencia de Jesús en la sinagoga va a escribir inmediatamente en 3,1-6.

Me encanta constatar algunas sencillas cicatrices del arte narrativo del relato: “Un día…”, leo en 2,18; “Un sábado…”, leo en 2,38. Y en ambas narraciones se presenta la persona de Jesús abiertamente enfrentada con ‘elsiempre’ o ‘elnunca’ de la tradición dogmática de la Religión de Israel, que es paradigma de cualquier otro esquema religioso-dogmático: ‘Esto siempre se ha hecho así’, que es como decir también que ‘tal cosa nunca se hizo de esa manera’.

Vuelvo a leer y a copiar para mi meditación sinóptica (conjunta) la pregunta que se le formula a Jesús en cada uno de estos días: la primera, “¿Por qué los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos ayunan y en cambio los tuyos no?” (2,18). La segunda, “Los discípulos comenzaron a cortar espigas… Los fariseos le dijeron a Jesús: ¿te das cuenta que hacen en sábado lo que no está permitido?” (2,23-24).

En ambos casos y muy explícitamente, este Jesús enseña a desobedecer a la llamada ‘Ley que Moisés recibió explícitamente de Yavé Dios’. Esta desobediencia es una blasfemia (Éxodo 20, entre otros muchos). ¿Enseñaba a blasfemar?

Y como respuesta a ambas preguntas meditadas conjuntamente, dos afirmaciones que no admiten discusión alguna porque son fruto del sentido común, que parece ser más inteligente que las declaraciones dogmáticas de las religiones: la primera, “A vino nuevo, odres nuevos” (2,22). La segunda, “El sábado fue hecho para la persona, no la persona para el sábado” (2,27). ¿Dónde queda la obediencia? No se debe obedecer al Dios de esta Ley o a la Ley de este Dios.

¿Quién y qué es este Jesús de Nazaret que enseña a pensar y a ejecutar estas ‘cosas’ tan desobedientes, heréticas y blasfemas? Este Jesús, ¿es el Hijo único de Dios (Mc 1,1 y 1,11), segunda persona de la Trinidad divina, el Redentor que salva del pecado primero, un Dios? Este Jesús de Nazaret, dice explícitamente Marcos 2,28, es un hombre, de carne y hueso,  como tú y yo, un galileo y laico, un ser humano, libre y liberador...

¿No es esto lo que tú, María Magdalena, nos quisiste anunciar como ‘la buena noticia’ con la expresión ‘hijo de hombre’ que encontraste entre los escritos de tu Religión -de la Ley, del Templo y del Sacerdocio- como lo es el libro de Daniel, el profeta del ayer, del hoy y del futuro?

Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 1 de febrero de 2017.

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