domingo, 24 de marzo de 2024

Pasión - Domingo de Ramos B (24.03.2024): Marcos 14,1 a 15,47 (‘Siempre supe que me condenarían a muerte’) - CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos (Semana 17ª (24.03.2024): Marcos 4,21-35 María Magdalena sabía que Jesús de Nazaret era el reino de dios)

 Pasión

'Pasión' es la primera palabra que he escrito en la presentación de estos comentarios del domingo 24 de marzo. En el Diccionario de la RAE encuentro hasta nueve acepciones bien distintas y hasta distantes entre sí. Pasión alude a ponerse en movimiento ya mismo, de inmediato. Y también a todo lo contrario, a dejar de hacer, padecer, sufrir, aguantar... 

Vuelvo a confirmarme que 'pasión' es la palabra justa y acertada para toda esta semana del mes de marzo y de todo el año. 

Pasión es un relato. De todo Evangelio, por supuesto.

Pasión es un concierto, una partitura, mil sonidos. De Mozart, de Hakuna Group Music, por ejemplo, entre muchísimos...

Pasión es un paso, una escultura, una procesión, un lamento, una saeta, un silencio...

Pasión es una emoción, un estado de ánimo, una exaltación, un éxtasis

Pasión es padecer, también padecer, sobre todo padecer...

Pasión es nacer

Pasión es morir, también.

Pasión es vivir. Ante todo, con todo, sobre todo, por todo, para todo... VIVIR.

Pasión, en fin, es ser uno mismo, ahora y hacia adelante.

Pasión es... ¡aquel y este judío laico de la Galilea llamado Jesús de Nazaret!  

Y 'pasión' es también proseguir la meditación contemplativa de 'esas cositas de la fe' que tienen que ver con nuestras populares, o no tan populares, tradiciones pastorales o pastoriles. Por eso, me vuelvo a repetir el mantra de mis saludos o silencios en una semana más de este curioso año de mis preocupaciones:

Buenos días, 

humanísima 

trinidad de Nazaret,

Jesús, José

y María.

050. Santísima Virgen de la Mosca

051. Santísima Virgen de la Huerta

052. Santísima Virgen del Pajarito

053. Santísima Virgen de la Paloma

054. Santísima Virgen de la Manzana

055. Santísima Virgen del Pan

056. Santísima Virgen del Romero

Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María.

 

A continuación se encuentran los comentarios del domingo de Ramos, 24 de marzo.

Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo de Ramos B (24.03.2024): Marcos 14,1 a 15,47. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

‘Siempre supe que me condenarían a muerte’ (Amélie Nothomb, Sed, Anagrama, página 7)

Con las palabras que acabo de escribir en el comienzo de este comentario y que tú, Acompañante asiduo, acabas de leer, inicia esta novelista belga su atrevida narración en la que el propio Jesús de Nazaret narra ‘SU PASION’. En estas ‘siete palabras’ se condensa lo que el llamado Evangelio de Marcos nos anuncia como comienzo de la Pasión de ‘su’ judío y laico Jesús: “Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos sacerdotes y los escribas buscaban cómo prender a Jesús con engaño y matarle. Pues decían: Durante la fiesta, no; no sea que haya alboroto del pueblo” (Marcos 14,1-2).

En la liturgia de este domingo de Ramos, día 24 de marzo, se proclama para el pueblo de la celebración eucarística la narración completa de la Pasión tal como nos la ha transmitido la primera biografía de Jesús de Nazaret que fue escrita, según la mayoría de los actuales estudiosos, hacia el año 70 d.C. y que encontraremos siempre en los capítulos decimocuarto y decimoquinto de este Evangelio de Marcos.

Recordaré que este relato de la Pasión y Muerte de Jesús nos lo han contado los cuatro Evangelios canónicos (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) y todos los llamados Evangelios Apócrifos y también las más de cien mil biografías, más o menos, que sobre esta persona de nuestra Tierra del Cosmos se han escrito desde su muerte, en los comienzos de la tercera década del aquel siglo primero, hasta nuestros días.

Es la novena vez que escribo un comentario de estas narraciones de la Pasión, porque siempre se proclaman en la liturgia católica del domingo de Ramos. Y en cada una de estas ocasiones me he permitido seleccionar y comentar, sólo, alguno de los hechos que componen el inmenso mosaico de este singular relato de los días finales de la vida de este muy peculiar creyente judío ajusticiado, condenado y ejecutado por los poderes religiosos y políticos de entonces.

Deseo concentrar la atención, ahora, en ‘un hecho muy concreto’ situado por los Evangelistas en un preciso momento en el Huerto de los Olivos. Sólo los Evangelios de Marcos y de Mateo nos confiesan que “todos cuantos acompañaban a Jesús en aquellas horas le abandonaron y huyeron” (Mc 14,43-52 y Mateo 26,47-56). ¿Por qué huyeron? ¿Hacia dónde se fueron? ¿Lo hicieron juntos o cada cual por su camino? Tal vez, no lo abandonaron ‘todos’. Permanecieron con él las mujeres, según cuenta este Mc 15,40-47. ¡Imaginar es libre…!

Y en este último párrafo del comentario me concentro en este otro ‘curioso dato’: “Era la hora tercia cuando crucificaron a Jesús. Y estaba colocada la inscripción de la causa de su condena: El Rey de los Judíos”. Así lo escucharemos en el relato según la personalidad del Evangelista Marcos en 15,23-27. Mateo, Lucas y Juan constatan este mismo dato, pero tan diferente para cada uno de los cuatro. Merece la pena leérselo y pensarlo despacio o consultar la respuesta a la pregunta ‘¿Tenía la cruz de Jesús un cartel en tres idiomas?’ en las páginas 135-149 de “Nuevos enigmas de la Biblia, 2” de Ariel Álvarez Valdés. Saber de estas cosas es saborearlas.

Carmelo Bueno Heras. Madrid, 24 de marzo de 2024.

 

CINCO MINUTOS semanales

con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin.

Semana 17ª (24.03.2024): Marcos 4,21-35

María Magdalena sabía que Jesús de Nazaret era el reino de dios

La anáfora “Les decía también” (4,21. 24. 26 y 30) nos permite reconocer las cuatro parábolas que la mano sabia, que escribe, desea que los oyentes o lectores recordemos con facilidad. Después de habernos empapado de la primera parábola del Reino (4,1-20) es muy sencillo comprender estas cuatro que ahora meditamos críticamente u otras cuatro mil que pudiéramos inventar, imaginar, escribir, compartir... como parábolas todas del Reino.

Y al escribir ahora y aquí ‘Reino’ o, como les gusta a otros especialistas más documentados que yo, ‘Reinado’ recuerdo lo que ya dije en el comentario anterior: Este ‘mensaje-palabra-Reino’, ¿es un Cielo del más allá de esta vida?, ¿es mi Iglesia con su religión de siglos de certezas y sacramentos sacerdotales?, ¿o es tan poquita cosa, como tu persona y mi persona, los otros y las otras, que como espigas de semillas se parten, reparten y comparten? No lo sé…

Este ‘Reino o Reinado’ es una luz encendida entre otras luminarias (4,21-23). Es una medida generosa junto a otras muchas medidas (4,24-25). Es una semilla sembrada en la tierra como tantas otras semillas (4,26-29). Y es también un grano de mostaza, diminuta semilla que crece hasta hacerse pequeño arbusto de aquellas tierras de Galilea (4,30-32). Cuatro parábolas arraigadas en el ámbito espacial y social de la casa, el pueblo y el campo.

Este ‘Reino o Reinado’ del que habla Jesús de Nazaret no es un palacio de reyes, como lo eran los de David, Salomón o Herodes. No es una fortaleza como la Torre Antonia de Jerusalén. No es una ciudad amurallada como la Cesarea del Mar. Y tampoco es un templo de tal o cual divinidad como el de Jerusalén o los de Roma, capitales de su nación o su imperio.

Las palabras de estas parábolas no son sólo imágenes ilustrativas de alguna simbología ecológica, sino denuncias de una realidad social que clasifica a las personas en gobernantes frente a obedientes. Que margina a las personas en pudientes frente a mendigos, en ricos frente pobres, en buenos frente malos, en libres frente a esclavos, en judíos frente a paganos…: “Quien tenga oídos, para oír, que oiga” (4,23).

Cuando leo y reflexiono esto de los ‘oídos’ en relación con el mensaje de Jesús sobre la identidad o realidad del Reino, pienso también en ‘ojos’ que ven, en ‘manos’ que tocan, en ‘boca’ que habla y hasta en ‘pies’ que pisan, sostienen, caminan o se asientan. Y me atrevo a unir estas referencias con la llamada a dejarnos sorprender por la decisión humanizadora de las aves que saben bien dónde asentar las casas de sus nidos (4,32).

¿Dónde anidan las aves? Escribo la pregunta y me imagino a este galileo Jesús, de quien nos habla María Magdalena, como un buen contemplativo de las gentes de su tierra, de sus casas, de sus campos, de su lago tan inmenso como un mar. ¿Sabía este Jesús que las aves anidan donde encuentran cobijo seguro, intimidad discreta, comida y bebida suficientes y cercanas? ¿Estos nidos de las aves eran el reino de sus sueños? ¿Tan poca cosa era su reino, su religión, su propuesta, su voluntad o la del Dios en quien creía? Cuando este Jesús de Nazaret se reunía a solas con los Doce (4,33-34) a explicarles estas cosas, ¿estuviste con ellos, María Magdalena?

Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 19 de marzo de 2017

 

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