sábado, 16 de marzo de 2024

Santa y contaminada - Domingo 5º de Cuaresma B (17.03.2024): Juan 12,20-33 (Ahora es la hora) y CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos (Semana 16ª (17.03.2024): Marcos 4,1-20 ¿Qué es oír el mensaje, recibirlo y dar fruto?).

 

Santa y contaminada

Se va acabando el tiempo llamado de 'La Cuaresma'. Ya se sabe, eso de 'los cuarenta días'. Y enseguida se dará paso a la Semana Santa. También así se la llama. Sigo pensando que todas las semanas del año -una tras otra, las cincuenta y dos o cincuenta y tres, depende del año- son tan santas como esa Semana Santa. Me he atrevido a consultar la fuente de la 'santidad' en el diccionario y, de paso, también me he detenido a constatar qué es lo contrario de esa 'santidad'. Lo contrario de ser 'santa', me dice el diccionario entre otras lindezas, es ser 'impura', 'impía', 'sucia', 'contaminada', 'corrupta', 'perversa'... Seis palabras, como esas seis, son suficientes para caer en la cuenta con precisión qué es lo uno y lo contrario. Cuando la cosa es diáfana y transparente no se necesitan más explicaciones. Me miro hacia los adentros que me pertenecen y me encuentro con eso uno y eso otro, esa santidad y esa corrupción... Lo medito y..., mejor me callo ya. 

En este tramo final de la Cuaresma y en el tramo inicial de la Semana Santa la voz de los relatos del Evangelio se hace, una vez más, 'Buena Noticia'. Por eso, he vuelto a leer eso tan peculiar del Cuarto Evangelio que se llama la HORA. Ni antes ni después, la hora. Y he repasado eso otro de la Buena Noticia del Evangelio de Marcos-María Magdalena cuando me cuentan que existen los sembradores, los sembradores de semillas, los sembradores de la tierra... Esos sembradores que por estas tierras de España andan manifestándose por el norte y el sur, el este y el oeste. Y por el centro... Los sembradores están manifestando su malestar por 'el mal trato' que sufren por parte de quienes de ellos dependemos. No puedo olvidar, aunque lo quisiera, que aquel judío laico de Galilea fue un sembrador... Y no olvido tampoco, cómo le fue por ser sembrador. Y...     

Y prosigo la meditación contemplativa de 'esas cositas de la fe' que tienen que ver con nuestras populares, o no tan populares, tradiciones pastorales o pastoriles. Y me vuelvo a repetir el mantra de mis saludos o silencios en las semanas de este curioso año de mis preocupaciones:

Buenos días, 

humanísima 

trinidad de Nazaret,

Jesús, José

y María.

043. Santa María Virgen de la Soterraña

044. Santa María Virgen de la Merced

045. Santa María Virgen de la Sonrisa

046. Santa María Virgen de la Gracia

047. Santa María Virgen del Abrazo

048. Santa María Virgen del Beso

049. Santa María Virgen del Perdón

Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María.

 

A continuación se encuentran los dos comentarios del Evangelio para el domingo 17 de marzo.

Carmelo Bueno Heras 

 

Domingo 5º de Cuaresma B (17.03.2024): Juan 12,20-33. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

Ahora es la hora

Siempre es ahora. Sin embargo, la hora depende de muchas circunstancias del antes y del después. Escribo esto para justificarme por el título que encabeza este comentario. Y, en realidad, este título no es mío, sino que me lo ha prestado el cuarto biógrafo oficial de Jesús de Nazaret, como puede constatarse en Juan 12,23. Y cuando leo esto no puedo dejar en el olvido la cita de este mismo Evangelista en Juan 2,4: “todavía no ha llegado mi hora”. Se recordará que esta expresión puesta en boca de Jesús nos remite al relato de aquella boda en Caná.

Nos encontramos ‘hoy, 17 de marzo, y ahora’ en el último domingo de la Cuaresma, según los tiempos que señala la Iglesia católica vaticana. El próximo será ‘el domingo de Ramos’.  Y para la formación y alimento de los creyentes se nos propone la lectura de Juan 12,20-33. Y me gustaría invitar a los lectores a leerse completo este capítulo duodécimo con el que el Evangelista finaliza su narración de cuanto dijo e hizo su Jesús de Nazaret antes de celebrar su cena de despedida y todos los acontecimientos de su pasión, muerte y resurrección.

Leído este precioso capítulo del Evangelio de Juan se cae en la cuenta de que toda la ciudad de Jerusalén, capital de Israel, está de fiesta. La semana de Pascua. Las gentes están en todas las partes. El templo está en todo su esplendor. Coincide esta realidad con la descrita unos 750 años antes por el profeta Isaías como él mismo nos lo dejó escrito y confesado en el capítulo sexto de su libro. Dios, Patria y Rey se proclaman y expresan a bombo y platillo y en su plenitud. Y en este ambiente de ostentación y exaltación el Evangelista pone en boca de su Jesús de Nazaret, entre muchísimas más, estas palabras que me sobrepasan en estos momentos del comentario: “ha llegado la hora de que se manifieste la gloria de este hombre”.

Un poco más adelante, cuenta el Evangelista que se oyó una voz del cielo como si hubiera sido un trueno y pudo escucharse este mensaje: ¡Acabo de manifestar mi gloria y volveré a manifestarla! (Juan 12,28). Como leyente con tantos otros leyentes, de siempre, no puedo dejar de preguntarme qué es esa ‘gloria’, qué es la ‘gloria’ de ese Hombre. La gloria es…

La narración del autor me sobrecoge por la sencillez, en apariencia, de sus explicaciones: “Os lo aseguro, si el grano de trigo cae en tierra y no muere, queda infecundo. En cambio, si muere da fruto abundante”. Leo, medito y escribo: La gloria está en la muerte. ¿La muerte de aquel fue su gloria? ¿La muerte de uno es su gloria? ¿La muerte de cada uno es su gloria? ¿En la muerte está sembrada ‘la gloria’, el nuevo fruto abundante? ¿Este fruto abundante es la vida, el aire, la luz, el agua, el amor, el pan, el vino, el cuerpo, la casa, la tierra, la paz, el abrazo, la palabra, la sonrisa, el esfuerzo…? O, ¿esta gloria es otra cosa? ¿Qué? ¿Cuál? ¿Dónde?

En las últimas líneas de este comentario sólo deseo para mí, y así lo comparto, aquello que este narrador del Evangelio se atrevió a colocar en boca de su Jesús de Nazaret: “En esto conocerán todos que sois como yo soy: amaos unos a otros” (Juan 13,35). Es su único mandamiento, la única religión, el único dogma, la única institución, la única fe… Carmelo Bueno Heras. Madrid, 17 de marzo de 2024.

 

CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin.

Semana 16ª (17.03.2024): Marcos 4,1-20

¿Qué es oír el mensaje, recibirlo y dar fruto?

Invito a leer, ahora y para este comentario, el texto de Marcos 4,1-20. En realidad, tendríamos que leernos completo el cuarto capítulo de este Evangelio. Todo cuanto se cuenta de Jesús de Nazaret y de sus seguidorxs (-es, -as) sucede en torno al ya conocidísimo lago-mar de Galilea: en su orilla occidental o judía (4,1-34) o en medio de él (4,35-41). Con este extenso relato la narradora nos va acercando despacio al núcleo de la segunda gran palindromía narrativa y teológica de la actividad de su protagonista, Jesús de Nazaret.

En esta orilla occidental del lago, nos cuenta María Magdalena, “se puso de nuevo Jesús a enseñar… Les enseñaba por medio de parábolas” (4,1 hasta 4,34). Estas parábolas son cinco, nada más. ¿Cómo los cinco libros de la vieja Ley de Moisés y de Israel? En realidad, cuatro más una, porque la primera está contada y explicada al detalle a modo de criterio para comprender las otras cuatro.

Esta es la única razón por la que ahora sólo presto atención y comento esta primera parábola que podría llamarse la de ‘las semillas’ o la de ‘el sembrador’ o la de ‘los sembrados’. En cualquier caso, una parábola tan agrícola y de pueblo como las propias amapolas. Seguramente que hoy en día más de una persona se preguntará: ¿Qué es un sembrador?, como acertadamente dibujaba el Evangelista Cortés en su viñeta del día nueve de abril del pasado año dos mil catorce. De las otras parábolas (21-34) hablaré en el comentario siguiente.

Cuando se leen y se meditan críticamente los versículos 4,11-12 se cae en la cuenta de que el mensaje de este Evangelizador que es Jesús no habla ni de semillas, ni de sembradores ni de sembrados. Habla única y exclusivamente de ‘palabras’. De la misma manera que en el texto del capítulo sexto de Isaías, el profeta, también se habla sólo de palabras. Estas ‘palabras’, las del profeta y las de Jesús, no son armoniosos sonidos de un ‘bla, bla, bla’.

La palabra o palabras del profeta Isaías son una denuncia de la expresión y la experiencia de la Religión y Religiosidad de Israel y de su Templo de Jerusalén. Una denuncia que nadie quiso escuchar ni aceptar. Y las palabras de la enseñanza de Jesús fueron también una denuncia de la Religión de la Sinagoga y de la Ley, como ya hemos leído que le sucedió a Jesús en 3,1-6. El hablar de Jesús, que es su hacer y vivir, ya ha desencadenado su condena y su muerte.

“Lo sembrado en la tierra buena se parece a aquellos que oyen el mensaje, lo reciben y dan fruto: treinta, sesenta o cien” (4,20).

¿Qué es oír el mensaje, recibirlo y dar fruto? ¿Puedo decir, mi María Magdalena, que este mensaje-palabra es el Reino (4,11) que a ti también se te confió? Escribir estas preguntas no me es demasiado complicado. En cambio, tiemblo tanto cuando trato de responderlas que, muy frecuentemente, no me atrevo a ser claro, limpio o transparente. Este ‘mensaje-palabra-Reino’, ¿es un Cielo del más allá de esta vida?, ¿es mi Iglesia con su religión de siglos de certezas y sacramentos sacerdotales?, ¿o es tan poquita cosa, como tu persona y mi persona, los otros y las otras, que como espigas de semillas se parten, reparten y comparten? No lo sé…

Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 12 de marzo de 2017.

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