Sospechoso silencio secuestrado
Comentario primero:
2025, 20 de abril. Domingo de Pascua C: Juan 20,1-9. Leo y escribo Contigo:
¿Resucitado es igual que resucitador?
El llamado relato de ‘la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús’ nos lo han contado los cuatro Evangelistas en sus cuatro Evangelios. Si el domingo pasado se nos leyó en nuestras liturgias del Domingo de Ramos la Pasión y Muerte de Jesús según Lucas, ¿por qué no se proclama el domingo de Pascua el relato de la Resurrección de este Evangelista? ¿Por qué en el dicasterio vaticano ya no se nos volverá a proponer la lectura de un relato de Lucas hasta el mes de mayo? ¿Cuáles son los motivos de este juego de selección arbitraria de textos evangélicos?
Dejo expresada esta denuncia y sé que no se tendrá en cuenta por las autoridades magisteriales vaticanas, episcopales o parroquiales. De la liturgia de los domingos no se tocará nunca nada sin las rúbricas de un papa que se decida a hacerlo. Y por lo que se ve, Francisco papa no anda por las labores de esta reforma… ¿por haberse implicado en otras? ¿Acaso no interesa a nadie? A mí sí que me interesa por ser una parte de ese ‘nadie’.
El domingo de Pascua será el llamado Evangelio de Juan quien nos cuente lo que, ¡para él y según él!, sucedió el primer día de la semana después del sepultamiento del hombre de la Galilea que alzó su voz más de la cuenta en la capital Jerusalén, en su Templo y ante las autoridades sacerdotes de la Religión judía. Este Evangelista cuenta la experiencia de su fe con buen orden y así este capítulo veinte lo dejó organizado en dos grandes apartados: ‘En la madrugada del primer día’… (20,1-18). Y ‘en el atardecer de aquel mismo día’… (20,19-31).
¿Por qué en este domingo de Pascua no se va a anunciar a todos los participantes en la Eucaristía el mensaje de 20,10-18, que tiene como protagonista a una mujer, María Magdalena? ¿Molesta mucho a los varones célibes sacerdotales y consagrados que el Evangelista haya destacado tan significativamente la centralidad de la presencia de esta mujer en el día primero de la Pascua?
Según este cuarto Evangelio, María Magdalena va sola, y todavía a oscuras en la madrugada, al lugar donde quedó sepultado el judío laico y blasfemo Jesús de Nazaret. Llega, ve el sepulcro abierto y sin entrar ni constatar nada más se vuelve a anunciar el hecho a Simón Pedro y al desconocido ‘discípulo amado’. ¿Por qué se lo dice a ellos y no a otras personas? ¿Por qué esta mujer habla en plural: no sabemos dónde lo han puesto? ¿Por qué esta narración de Juan es tan distinta de las narraciones de los tres evangelios sinópticos, escritos muy anteriormente?
Por más que se haya investigado y se siga investigando, nadie va a llegar a contarnos lo que en la realidad histórica sucedió. En este relato asistimos a la primera de las llamadas ‘apariciones de -el crucificado, muerto y sepultado- Jesús de Nazaret’. He escrito ‘llamadas’, porque nadie puede testificar, asegurar, confirmar… que este Jesús de Nazaret se haya aparecido nunca a nadie.
Y si no se apareció ni se aparece a nadie, ¿podemos afirmar y constatar que resucitó? ¿Qué se quiere decir cuando se afirma que resucitó, que resucita o que resucitará? ¿No será mejor guardar silencio sobre esto, aunque pueda llegar a molestarse el propio Pablo y alguien más? ¿No será más certero alegrarnos por saber cómo vivió aquel hombre de nuestra carne y hueso? ¡Felices días de Pascua que lo son, como para Jesús, todos los días de nuestra vida!
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 27.03.2016. Y también en Madrid, 20.4.2025
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 21ª (20.04.2025): Lucas 7,1-17.
¿Cómo se aprende a evangelizar y a vivir?
El narrador Lucas continúa el relato de la evangelización de su Jesús de Nazaret por las tierras de la Galilea y en concreto en dos de ellas. La primera: “Cuando acabó de hablar al pueblo entró Jesús en Cafarnaún” (Lc 7,1-10). La segunda: “Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naín con sus discípulos y una gran muchedumbre” (Lc 7,11-16).
El desenlace de esta tarea evangelizadora de Jesús es tan de sentido común, como sencilla e inmensamente provocadora a un mismo tiempo: “Lo que se decía de Jesús se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina” (Lc 7,17). Cafarnaún y Naín pertenecen a la región del norte del país judío que es Galilea. Judea es la región del sur de este país. Y entre ambas se encuentra esa región circunvecina que no es otra que Samaría, la tierra habitada por los descendientes de los antiguos conquistadores como se puede leer en 2Reyes 17.
El primer relato (7,1-10) se ocupa de la evangelización realizada por el galileo Jesús en Cafarnaún, una de las ciudades de la orilla occidental del lago de Galilea. Este Jesús ha llegado a la ciudad sin ningún plan específico. ¿Sabía que se hablaba de él? Las gentes de esta ciudad recordaban bien a este hombre y sus enseñanzas (Lc 4,31-44) en su sinagoga y por sus casas. Su enseñanza evangelizadora ahora es escuchar. El judío y laico Jesús recibe a los ancianos judíos enviados por un centurión romano preocupado por la salud de su sirviente.
Un centurión y su servidor. ¿Servidores servidos los dos? ¿De qué salud o enfermedad se está tratando aquí? Jesús escucha y calla. Contempla, medita, piensa, decide y a los enviados ancianos judíos les dice: “Os digo que en Israel no he encontrado una fe tan grande como la de este centurión y su servidor” (7,9). Para este Jesús de Nazaret del Evangelista Lucas la relación del centurión con su criado no era una relación de enfermedad mortal, sino de salud de vida.
El segundo relato (7,11-16) se ocupa de la evangelización realizada por Jesús en Naín. Sólo en este Evangelio de Lucas se habla de este sorprendente acontecimiento en el que se cuenta que Jesús devolvió a la vida al hijo muerto de una madre y viuda ante la presencia de sus seguidores y de una inmensa multitud de personas que no dejan de decir expresiones como ésta: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios nos ha visitado” (7,16).
El poblado de Naín, la vuelta a la vida de un muerto que es el hijo de una madre viuda y la proclamación de Jesús como profeta son las claves para comprender el sentido de esta narración. Este Jesús del Evangelista Lucas es como el nunca olvidado y gran profeta de Israel que fue Elías. Cuando se lee el capítulo decimoséptimo del primer libro de los Reyes en paralelo con este relato de Lucas se comprende el sentido y contenido de esta narración tan sorprendente. ¿Devolvió Jesús a la vida al hijo muerto de aquella madre viuda? ¿Sí o no? Sí, no.
Jesús de Nazaret, nos anuncia este Evangelista, es tan importante o más profeta que lo fue el profeta Elías. Si ambos, Elías y Jesús, fueron judíos y profetas, es decir, anunciadores de la presencia y el actuar de Yavé Dios, ¿por qué el profeta Jesús fue condenado y ejecutado como hereje y blasfemo? Con este Jesús, ¿no se comprende que ‘tocar’ es evangelizar y vivir? Sí. Sí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario