Beata Juana Francisca de la Visitación, virgen
y fundadora
fecha: 1 de febrero
n.: 1843 - †: 1888 - país: Italia
otras formas del nombre: Ana Michelotti
canonización: B: Pablo VI 1 nov 1975
hagiografía: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
n.: 1843 - †: 1888 - país: Italia
otras formas del nombre: Ana Michelotti
canonización: B: Pablo VI 1 nov 1975
hagiografía: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
En
Turín, en Italia, beata Juana Francisca de la Visitación (Ana) Michelotti,
virgen, que fundó el Instituto de Hermanitas del Sagrado Corazón, para servir
al Señor cuidando desinteresadamente a los enfermos pobres.
En el Turín del siglo xix, sacudido por
los belicosos aires de la unificación italiana, encendió el Señor una de las
grandes luminarias de la Iglesia contemporánea, san Juan Bosco. Puede ser
entendido como la estrella central de una constelación de santos. En su órbita
también se inscribe la Beata Juana Francisca de la Visitación, que nos ofrece
un suave destello de luz y esparce un calor manso, como una brasa viva y
silenciosa. Sintió como él el hechizo que produce siempre la figura de san
Francisco de Sales, dechado de bondad y de mansedumbre. Si Don Bosco fundó la
Sociedad Salesiana, nuestra beata logró dar vida al primitivo proyecto de san
Francisco de Sales de fundar una congregación de monjas dedicadas a visitar y
cuidar a los enfermos pobres.
Murió
a los 44 años exactamente, un día después de san Juan Bosco, el 1 de febrero de
1888. Se llamó antes de ser religiosa Ana Michelotti, nacida en Annecy, en la
Alta Saboya, el 29 de agosto de 1843, de padre piamontés y madre saboyana. Fue
la tercera de cuatro hermanos, huérfanos de padre en la niñez. La madre, viuda
y reducida a gran pobreza, demostró un temple extraordinario en el
sostenimiento de los hijos, sacando tiempo para visitar y atender a enfermos
necesitados. El influjo en su hija Ana fue decisivo desde sus primeros años.
Cuando visitaba enfermos la acompañaba, y en su corazón brotaba la compasión y
el interés por los demás. Así, la vocación a la vida religiosa brotó en ella
con la mayor espontaneidad, en ambiente de estrechez suma pero atenta a los que
todavía sufrían más.
A
los diecisiete años entró en el monasterio de las Hermanas de San Carlos, de
Lyon, una congregación dedicada a la enseñanza, y muy pronto comprendió que su
lugar no era aquél. La acogió en el mismo Lyon una señorita muy piadosa, y comenzó
el apostolado entre los enfermos. Su madre falleció en 1864 y el único hermano
que le quedaba, cuatro años después. A sus veinticinco años seguía viviendo de
prestado en Lyon, sin hogar familiar de referencia: sola. En su camino se cruzó
un alma inquieta, sor Catalina, ex novicia de las Hermanas de San José de
Annecy. Ambas coincidieron en la idea de poner en marcha el proyecto que habían
tenido san Francisco de Sales y santa Juana de Chantal de fundar una
congregación de hermanas para visitar y asistir a enfermos pobres. La gente
comenzó a llamarlas «las dos señoritas de los pobres». Su casa se reducía a dos
pequeñas habitaciones en una buhardilla, pero contaban con la bendición del
arzobispo de Lyon, ante el que emitieron los votos el 29 de julio de 1869. Ana
Michelotti asumió nuevos nombres de clara resonancia salesiana: Juana Francisca
de Santa María de la Visitación. ¡Todo un programa!
En
el camino de muchos santos hay trechos marcados por desconciertos y fracasos.
No es del todo fácil de explicar la separación de las dos compañeras en 1870.
Ana permaneció durante un tiempo en Annecy; luego halló cobijo junto a algunos
familiares de la rama paterna en Almese, en el Piamonte, continuando su entrega
a los enfermos, siempre dispuesta a obedecer. Respondió con prontitud,
volviendo a Lyon, cuando se vio reclamada autoritariamente, y se encontró
reducida a simple novicia, y sometida a grandes pruebas y humillaciones, ella
que a todas luces era cofundadora. Retornó a Annecy, y la comunidad de Lyon,
por cierto, no tardó en extinguirse. En Annecy, su ciudad natal, había para
ella un sitio privilegiado de oración junto a la urna que guardaba las
reliquias de S. Francisco de Sales. ¿Qué hacer? ¿Qué rumbo debía tomar la monja
fracasada, ya llegada a los 28 años? Los santos permanecen siempre a la escucha
y en su corazón a veces resuenan «palabras sustanciales», que dan fuerza para
realizar lo que significan. Tales fueron las que oyó internamente con toda
claridad: «Encamínate a Turín. Allí te quiere el Señor para que allí
establezcas tu monasterio».
Hacia
Turín se dirigió a finales de 1871 y allí se estableció definitivamente en
1873. Sus biógrafos hacen especial mención de dos personas de vida muy santa
que le prestaron ayuda: el P. Félix Carpignano, del Oratorio de San Felipe
Neri, y María Clotilde de Saboya. Buscó para su fundación una designación que
denota humildad, devoción y amor: Piccole Serve del Sacro Cuore di Gesú,
Siervecillas del Sagrado Corazón de Jesús, al servicio de enfermos pobres. Sólo
eran tres para comenzar pero bastaron para que el cardenal Gastaldi, arzobispo
de Turín, autorizase la obra en 1874, año en que las tres tomaron el hábito. El
2 de octubre de 1875 emitieron los votos de pobreza, castidad y obediencia.
Sorprendentemente, el mismo cardenal que tan duro e incomprensivo se mostró con
Don Bosco, cuando la obra de éste ya resultaba asombrosa, supo prestar su apoyo
a una pobrecita mujer que echaba a andar de modo tan insignificante.
La
dedicación a los enfermos pobres supuso sacrificios mayores de los imaginados.
Varias de las poquitas monjas de los comienzos fallecieron víctimas del
contagio. Pero pocos años después ya eran veinte. En 1880 pudieron abrir la
segunda casa en Milán y en 1882 otra nueva en Valsalice, cerca de Turín, que se
convirtió en casa-madre. Pronto siguieron otras fundaciones. La sombra benéfica
de Don Bosco la acompañó en los momentos más difíciles. La consolidación y la
expansión de una Congregación religiosa no es simple fruto de planificación y
capacidad organizadora. Se requiere en los fundadores un carisma especial que
suscite en otros el seguimiento, formándolos luego y sosteniéndolos con la
enseñanza y el ejemplo. Beata Juana Francisca cifró su atención en el Corazón
de Jesús que le inspiró la entrega sacrificada, abrazándose a la cruz. Pablo VI
no duda en afirmar que responde fielmente al ideal de la mujer fuerte de la
Biblia (Prov 31,17-20): «En ciudad ajena, pobre y careciendo de todo, falta de
salud, afectada y afligida por muchas dificultades, alcanzó tal grado de virtud
que siguió a Cristo con omnímoda libertad, imitándolo muy de cerca y logrando
fundar una familia de religiosas que ha superado ya el siglo de existencia
viviendo de su carisma de caridad».
Gravemente
enferma, cesó como madre general de su congregación en enero de 1887. Falleció
santamente el 1 de febrero del año siguiente. Fue enterrada con la máxima
simplicidad en un pobre cementerio y hubiera ido a parar al osario común, si no
hubiesen sido recogidos sus restos diez años después. Desde el año 1923 descansan
en la capilla de la casa-madre de Valsalice. Fue proclamada beata por el papa
Pablo VI en Roma el 1 de noviembre del Año Santo de 1975.
Artículo
firmado por José Ma. Díaz Fernández. En el sitio del Vaticano puede leerse (en
italiano) la homilía en la
misa de beatificación.
fuente: «Año
Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
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Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=414
Beato Luis Variara, presbítero y
fundador
fecha: 1 de febrero
n.: 1875 - †: 1923 - país: Colombia
canonización: B: Juan Pablo II 14 abr 2002
hagiografía: Vaticano
n.: 1875 - †: 1923 - país: Colombia
canonización: B: Juan Pablo II 14 abr 2002
hagiografía: Vaticano
En
la ciudad de Cúcuta, en Colombia, beato Luis Variara, presbítero de la Sociedad
de San Francisco de Sales, que dedicó toda su actividad en favor de los
leprosos y fundó la Congregación de Hermanas Hijas de los Sagrados Corazones de
Jesús y María.
El
P. Luis Variara nació el 15 de enero de 1875 en Viarigi (Asti, Italia). En 1856
había estado allí Don Bosco para predicar una misión. Y fue a Don Bosco a quíen
su padre confió el hijo, llevándoselo a Valdocco el 1 de octubre de 1887. El
santo morirá cuatro meses más tarde, pero Luis llegó a conocerlo como para
quedar marcado por toda la vida. Así recuerda él mismo el evento: «Estábamos en
la estación de invierno. Jugábamos una tarde en el amplio patio del Oratorio,
cuando de repente se oyó gritar de un lado a otro: ¡Don Bosco!... ¡Don Bosco!
Instintivamente nos abalanzamos todos hacia el sitio donde aparecía nuestro
buen Padre, a quien sacaban a dar un paseíto en un coche. Lo seguimos hasta
llegar al lugar donde debía subir al vehículo. Pronto se vio Don Bosco rodeado
de su querida turba infantil. Yo buscaba afanosamente el modo de situarme en
algún punto donde pudiera verlo a mi gusto, pues deseaba ardientemente
conocerlo. Me acerqué lo más que pude y, en el momento de ser ayudado a subir
al coche, me dio una dulce mirada y sus ojos se fijaron detenidamente en mí;
tenía la seguridad de haber conocido a un santo y que ese santo había leído en
mi alma algo que sólo Dios y él pudieron saber».
Pidió
hacerse salesiano: entró al noviciado en 1891 y lo concluyó al año siguiente,
profesando los votos perpetuos en las manos del primer sucesor de Don Bosco, el
beato Miguel Rua, quien le susurró al oído: «Variara, no varíes». Hizo los
estudios de filosofía en Valsálice. Por allí, en 1894, pasó el P. Unia, célebre
misionero que poco antes había comenzado a trabajar entre los leprosos de Agua
de Dios. «Cuál no sería mi asombro y alegría -narra el mismo P. Variara-
cuando, entre los 188 compañeros que tenían la misma aspiración, fijando su
mirada en mí, dijo: "Éste es el mío"». Llegó a Agua de Dios el 6 de
agosto de 1894. La población contaba con 2000 habitantes, 800 de los cuales
eran leprosos. Se sumergió totalmente en su misión. Valiéndose de sus
capacidades musicales, organizó una banda instrumental que creó un clima de
fiesta en la «ciudad del dolor».
El
24 de abril de 1898 fue ordenado sacerdote y pronto se reveló óptimo director
espiritual. Entre sus penitentes estaban también las componentes de la
Asociación de las Hijas de María, grupo de unas 200 muchachas, muchas de las
cuales eran leprosas. El joven sacerdote descubrió que no pocas de ellas se
hubieran consagrado con gusto al Señor. Pero se trataba de un sueño considerado
irrealizable, porque ninguna congregación aceptaba a una leprosa y ni siquiera
a una hija de leprosos. Fue ante esta constatación como nació en él la primera
idea de jóvenes consagradas aunque fueran leprosas. La Congregación de las
«Hijas de los SS. Corazones de Jesús y de María» tuvo inicio el 7 de mayo de
1905, y está presente en la actualidad en diez naciones.
Era
cada vez más entusiasta de su misión. Escribía: «Nunca como este año me he
sentido contento de ser salesiano y bendigo al Señor por haberme enviado a este
lazareto, donde he aprendido a no dejarme robar el cielo». Se cumplían diez
años desde su llegada a Agua de Dios, década feliz y rica de obras. Entre éstas,
la ultimación del Asilo «P. Miguel Unia» que, pese a los atrasos causados por
la guerra de los 1000 días, fue inaugurado en 1905. Pero entonces comenzó un
período de sufrimientos e incomprensiones que duraría 18 años, es decir, hasta
la muerte del generoso misionero. Tuvo que alejarse de Agua de Dios: Mosquera,
Contratación, Bogotá y Barranquilla fueron los varios sitios que la obediencia
le asignó. En 1921 fue enviado a Táriba, ciudad venezolana en el límite con
Colombia, en donde su salud empeoró en forma preocupante. El médico aconsejó
que, por razones de clima, lo llevaran a Cúcuta, en Colombia. Fue allá, pero
sus condiciones precipitaron pronto. Murió el 1 de febrero de 1923, a los 49
años de edad y 24 de sacerdocio. Lo sepultaron en Cúcuta. En 1932 los restos
mortales fueron trasladados a la capilla de sus Hijas en Agua de Dios, en donde
todavía descansan. Fue beatificado por SS Juan Pablo II el 14 de abril del
2002.
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