San Gabriel de la Virgen de los Dolores
Possenti, religioso
fecha: 27 de febrero
n.: 1838 - †: 1862 - país: Italia
canonización: B: Pío X 31 may 1908 - C: Benedicto XV 13 may 1920
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1838 - †: 1862 - país: Italia
canonización: B: Pío X 31 may 1908 - C: Benedicto XV 13 may 1920
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En
Isola, en la región de los Abruzos, en Italia, san Gabriel de la Virgen de los
Dolores (Francisco) Possenti, acólito, que, renunciando a la vanidad del mundo,
todavía adolescente ingresó en la Congregación de la Pasión de Jesucristo,
donde en breve tiempo consumó su vida.
refieren a este santo: Beato Bernardo
María de Jesús Silvestrelli
Gabriel
era hijo de un distinguido abogado, quien ocupó una serie de cargos importantes
por cuenta del gobierno de los Estados de la Iglesia: Sante Possenti. Tuvo
trece hijos, el undécimo de los cuales fue el futuro santo, que nació en 1838 y
recibió en el bautismo el nombre de Francisco. Algunos de los hermanos del
santo murieron en la niñez. La madre falleció en 1842, cuando Francisco sólo
tenía cuatro años. El señor Possenti acababa de ser nombrado principal asesor
de Espoleto, donde Francisco recibió casi toda su educación, en el colegio de
los jesuitas. A diferencia de tantas otras vidas de aspirantes a la
canonización, en las que la leyenda ha introducido una serie de hechos
sorprendentes de dudoso gusto, la infancia de Francisco Possenti, como la de
Santa Teresa del Niño Jesús, fue perfectamente ordinaria. No se cuenta de él
que haya tenido visiones a los cuatro años, ni que haya inventado formas
extraordinarias de penitencia antes de los ocho. Al contrario, parece que
poseía un temperamento vehemente, que no siempre sabía dominar, y que era muy
meticuloso en cuestión de vestido y apariencia personal. Leía muchas novelas,
era muy alegre e iba con frecuencia al teatro, si bien las piezas que veía no
tenían nada de escandaloso. Su carácter alegre y su atractivo físico lo
hicieron muy popular. Aunque no hay razones para creer que haya perdido la
inocencia bautismal, ni quebrantado gravemente la ley de Dios, lo cierto es que
durante su vida de religioso, el santo no veía con buenos ojos esa primera
parte de su vida. Más tarde escribió a un amigo:
Querido
Felipe, si realmente amas a tu alma, apártate de las malas compañías y no
frecuentes el teatro. Yo sé por experiencia, cuán difícil es salir de él en
estado de gracia; por lo menos constituye un grave peligro. Evita las reuniones
mundanas y las malas lecturas. Creo, te lo aseguro, que, si hubiese permanecido
en el mundo, no habría conseguido la salvación de mi alma. Dime: ¿No crees que
yo me divertí bastante? Pues bien, el resultado de todo ello no es más que la amargura
y el temor. No te rías de mí, Felipe, porque te estoy hablando con el corazón
en la mano. Te ruego que me perdones, si alguna vez te escandalicé. Y retiro
todo el mal que pueda haber dicho de otros delante de ti. Perdóname y pide que
Dios me perdone también.
Probablemente
el tono de autoacusación de esta carta se debe a la sensibilidad de conciencia
que el santo desarrolló durante el noviciado; pero no es imposible que sus años
de juventud hayan sido relativamente frivolos, ya que sus amigos le llamaban,
sin duda con cierta exageración, «il damerino», es decir, «el enamoradizo». Tal
vez san Gabriel no prestó oídos al llamado de Dios la primera vez que Él se
dejó oír claramente en su corazón. Antes de terminar sus estudios, que debían
abrirle una prometedora carrera en el mundo, cayó gravemente enfermo y prometió
entrar en religión, si recobraba la salud; pero al sanar no hizo nada por
cumplir su promesa. Un año o dos más tarde, un ataque de laringitis le puso de
nuevo a las puertas de la muerte; renovó su promesa y se encomendó a la
intercesión del mártir jesuita Andrés Bobola, que acababa de ser beatificado.
Habiendo recobrado milagrosamente la salud, pidió ser admitido en la Compañía
de Jesús. Fue aceptado, pero dilató su ingreso, pues tal vez dudaba si Dios le
llamaba a una vida de mayor penitencia, y además no tenía sino diecisiete años.
Por entonces, el cólera le arrebató a su hermana predilecta. Impresionado por
la fragilidad de la vida humana, Francisco ingresó en la Congregación de los
Pasionistas, con la aprobación de su confesor, que era un jesuita. En el
noviciado de Morrovalle, a donde llegó en septiembre de 1856, recibió el nombre
de Gabriel de la Dolorosa. La vida de Gabriel se convirtió desde entonces en un
extraordinario esfuerzo por alcanzar la perfección en las cosas pequeñas.
Quienes tuvieron oportunidad de conocerle se sintieron impresionados por su
lucidez, su espíritu de oración, su caridad con los pobres, su amor al prójimo,
su exacta observancia, su deseo constante de mortificarse más allá de sus
fuerzas (sin dejar por ello de someterse al juicio de sus superiores), y su
absoluta docilidad en la obediencia. Los testimonios de las actas de
beatificación son totalmente convincentes. La vida de san Gabriel de la
Dolorosa fue de una generosidad sin límites; pero lo más extraordinario es la
alegría con que supo consumar el sacrificio. Naturalmente, una vida así tiene
pocos detalles pintorescos. Citemos, como ejemplo de la sencillez con que el
santo tendió a la perfección, un pasaje de una de sus biografías, pero
recordemos que bajo esa aparente sencillez se esconde la enorme fatiga del
vencimiento constante de sí mismo:
Su
deseo de penitencia era insaciable. Durante mucho tiempo pidió permiso de
llevar un áspero cilicio de metal. Sus superiores se lo negaron pero el santo
continuó pidiéndolo modestamente. Su director le decía: «Quieres a toda costa
llevar una pobre cadenilla, cuando lo que realmente necesitas es encadenar tu
voluntad. Vete y no me hables más de ellos». El santo se retiraba profundamente
mortificado. En otra ocasión, su director le dijo al mismo propósito: «Puesto
que tienes tantas ganas de ese cilicio, te doy permiso de que te lo pongas;
pero tienes que llevarlo encima del hábito y a la vista de todos, para que todo
el mundo sepa cuán mortificado eres». A pesar de la humillación que eso le
causaba, Gabriel se puso el cilicio como su director se lo había indicado; esto
hizo reir mucho a sus compañeros, pero Gabriel lo soportó en silencio, sin
pedir que le dispensaran de esa mortificación que le ponía en ridículo.
Cuando
apenas llevaba cuatro años en religión, en el curso de los cuales el hermano
Gabriel ya dejaba adivinar el fruto que recogería en las almas al llegar al
sacerdocio, aparecieron los primeros síntomas de tuberculosis. Sus superiores
se vieron obligados a dispensarle, muy contra la voluntad del santo, de los
deberes de la vida comunitaria. La paciencia en la debilidad y los sufrimientos
corporales y la total sumisión a las restricciones que los superiores le imponían
se convirtieron en las principales características del santo. Su ejemplo
impresionaba profundamente a todos; pero él evitaba cuidadosamente hacerse
notar y poco antes de su muerte, destruyó todos los apuntes espirituales en los
que hablaba de las gracias que Dios había derramado sobre él. Murió
apaciblemente en la madrugada del 27 de febrero de 1862, en Isola di Gran
Sasso, en los Abruzos. San Gabriel de la Dolorosa fue canonizado en 1920.
Ver
N. Ward, Life of Gabriel of our Lady or Sorrows (1904); Anselmo de la Dolorosa,
Vida de San Gabriel de la Virgen Dolorosa (1920); Lettere di San Gabriele dell'
Adolorata (1920); y C. Hollobough, St Gabriel, Passionist (1923).
fuente: «Vidas
de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 1853 veces
ingreso
o última modificación relevante: ant 2012
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=712
Beato José Tous Soler, presbítero
y fundador
fecha: 27 de febrero
n.: 1811 - †: 1871 - país: España
otras formas del nombre: José de Igualada
canonización: B: Benedicto XVI 25 abr 2010
hagiografía: «L`Osservatore Romano»
n.: 1811 - †: 1871 - país: España
otras formas del nombre: José de Igualada
canonización: B: Benedicto XVI 25 abr 2010
hagiografía: «L`Osservatore Romano»
En
Barcelona, beato José Tous Soler, sacerdote capuchino, fundador del Instituto
de Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor, para la formación
cristiana de la infancia y la juventud, y dar a conocer a María, Madre del
Divino Pastor.
José
Tous y Soler nació en Igualada el 21 de marzo de 1811. Ingresó en los
capuchinos en el convento de Santa Eulalia de Sarriá el 18 de febrero de 1827
con el nombre religioso de fray José de Igualada. Recibió la ordenación
sacerdotal en la capilla del palacio episcopal de Barcelona, el 24 de mayo de
1834, de manos del obispo Pedro Martínez. Poco después vendrían los decretos de
exclaustración de julio de 1835, promovidos por el Gobierno de Mendizábal. En
esta circunstancia tan adversa para la vida religiosa, el padre Tous fue
expulsado del convento barcelonés de Santa Madrona y tuvo que compartir con sus
hermanos de comunidad primero el encarcelamiento y después un largo exilio en
Italia y Francia. En medio de unas circunstancias difíciles, el padre Tous fue
siempre fiel y perseverante, manteniendo la fe y la confianza en Dios así como
la observancia de su espiritualidad franciscana y de su condición de religioso
capuchino.
Cuando
retornó a Barcelona, en el año 1843, se incardinó en la diócesis como sacerdote
secular y colaboró pastoralmente en la parroquia de Santa María del Mar, como
vicario en la localidad de Esparraguera, y finalmente fue adscrito a la
parroquia barcelonesa de San Francisco de Paula. Llevado por su preocupación
ante una sociedad que vivía un proceso de descristianización, el 27 de mayo de
1850, con el beneplácito del obispo de Vic, Llucià Casadevall, el padre Tous
fundó en la población de Ripoll el Instituto de Terciarias Capuchinas de la
Divina Pastora, dedicadas a la formación cristiana de la infancia. Esta
congregación, iniciada con un grupo de jóvenes que tenían al padre Tous como
consiliario en la parroquia de San Francisco de Paula, se extendió rápidamente
y abrió centros educativos en Capellades, Ciempozuelos (Madrid), Sant Quize de
Besora, Igualada, etc.
El
fundador dedicó muchos esfuerzos a la consolidación de la congregación que,
uniendo la contemplación a la acción apostólica, tenía que dedicarse a la
educación de la infancia, sobre todo de la infancia femenina. Uno de los
consejos que daba a sus religiosas era este: «Enseñad más con amor de madres
que con severidad de maestras». Y también les daba este otro consejo: «Derramad
en el corazón de la infancia y la juventud los santos pensamientos y devotos
afectos que Dios os ha comunicado en la santa oración».
No
le faltaron obstáculos en su misión de fundador. En tiempos y circunstancias
difíciles, él dijo que «aunque todo sea oscuro, hay que ser fiel a Dios y fiel
a los hombres». La congregación que fundó el padre José Tous, llamada
actualmente Hermanas Capuchinas de la Madre del Divino Pastor, está presente en
colegios, residencias y obras misionales en Roma, en España y en cinco países
de América Latina: Nicaragua, Costa Rica, Guatemala, Cuba y Colombia. En
Cataluña están presentes en Barcelona (dos colegios), Capellades, Igualada
(colegio y casa de espiritualidad en la casa natal del fundador), Pallejà,
Premià de Mar, Sabadell y San Pere de Ribes. En el resto de España tienen obras
en Madrid (residencia de estudiantes), en Cieza (Murcia) y en Las Arenas
(Vizcaya), realizando el servicio según el espíritu que recibieron de su
fundador.
Alma
contemplativa en medio de su actividad apostólica, el padre Tous nos ha dejado
un gran testimonio de fidelidad al sacerdocio, a las raíces franciscanas de su
espiritualidad y a su entrega como pedagogo a la obra de la educación de la
infancia y la juventud. Precisamente entregó su alma a Dios, en la mañana del
27 de febrero de 1871, mientras celebraba la santa misa para las religiosas y
las alumnas del colegio de la calle Jonqueres de Barcelona.
Artículo
del Cardenal Luis Martínez Sistach, arzobispo metropolitano de Barcelona,
publicado en L'Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española, del
25-IV-2010 con ocasión de la beatificación del P. José, que recogemos del
Directorio Franciscano.
fuente: «L`Osservatore
Romano»
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fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
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