San Guillermo de Vercelli, abad
fecha: 25 de junio
n.: 1085 - †: 1142 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1085 - †: 1142 - país: Italia
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En Goleto, cerca de Nusco, en la
Campania, san Guillermo, abad, el cual, nacido en Vercelli, se hizo peregrino y
pobre por amor a Cristo, y, aconsejado por san Juan de Matera, fundó el
monasterio de Montevergine, en el que reunió a unos monjes a los que impartió
una profunda doctrina espiritual, y también otros diversos monasterios, tanto
masculinos como femeninos, en varias regiones de la Italia meridional.
El fundador de la congregación religiosa
conocida con el nombre de Ermitaños de Monte Vergine, nació en Vercelli, en
1085, de una familia piamontesa. Tras la muerte de sus padres, a los que perdió
cuando era un niño, vivió con algunos familiares hasta la edad de catorce años,
cuando abandonó su casa y, como un pobre peregrino, caminó hasta Santiago de
Compostela, en España. No satisfecho con las penalidades que significaba una
caminata tan larga, se cinchó con dos aros de hierro la cintura, como
penitencia. No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo permaneció Guillermo en
España y no volvemos a saber de él hasta el año de 1106, cuando se encontraba
en Melfi, en la Basilicata italiana, de donde pasó a Monte Solicoli, en cuyas
estribaciones pasó dos años entregado a la vida de penitencia y oración junto
con otro ermitaño. A este período pertenece el primero de los milagros
realizados por el santo: devolver la vista a un ciego. Aquella curación le dio
gran fama y, para evitar que las gentes le aclamaran como a un santo milagroso,
partió de la comarca para refugiarse junto a san Juan de
Matera. Como los dos perseguían los mismos fines con igual
espíritu, llegaron a ser íntimos amigos. Guillermo tenía la intención de
emprender una peregrinación a Jerusalén y no se dejó convencer por Juan, quien
insistía en que se quedase porque Dios le tenía destinada una tarea en aquel
lugar. Un día partió, pero no se había alejado mucho, cuando unos asaltantes le
atacaron. Guillermo tomó aquello como un signo de que Juan estaba en lo cierto,
renunció a su peregrinación y volvió al lado del santo.
No tardó en retirarse a una alta colina
situada entre Nola y Benevento, que por entonces se llamaba Monte Virgiliano (en
honor del gran poeta, que se había detenido en aquel sitio). Al principio,
Guillermo trató de vivir ahí como ermitaño, pero no tardaron en llegar algunos
hombres, sacerdotes y laicos, a solicitar que los tomase como discípulos.
Guillermo los aceptó, formó con ellos una comunidad, y entre todos levantaron
en el lugar una iglesia consagrada a Nuestra Señora, que quedó terminada en
1124. Desde entonces y hasta nuestros días, la montaña cambió de nombre para
llamarse Monte Vergine. La regla instituida por el santo fue muy severa: en las
comidas no se permitía el vino, la carne, la leche y sus productos y, durante
tres días a la semana, no había otro alimento que verduras y pan seco. Pasado
el primer entusiasmo, surgieron las murmuraciones, se puso de manifiesto el
descontento y hubo una solicitud general para la modificación de la regla.
Guillermo no tenía deseos de contrariar a sus monjes, aunque para sí mismo no
buscase ningún alivio. Por lo tanto, eligió a un prior para que gobernara la
comunidad y, con cinco fieles compañeros, partió del monasterio en busca de su
amigo San Juan de Matera, con quien hizo una segunda fundación en Monte Laceno,
en la Apulia. Sin embargo, la aridez del terreno, la situación del albergue,
expuesto a los cuatro vientos, y la gran altura de la montaña, hicieron
miserable la existencia para todos, y aun los mejor dispuestos a soportar las
penurias, tuvieron dificultades en resistir los vientos helados del invierno.
San Juan había insistido para que se trasladasen a otra parte en diversas
ocasiones, cuando un incendio destruyó las pobres chozas de madera y paja en
que habitaban y todos debieron refugiarse en el valle. Ahí, los dos santos se
separaron: Guillermo partió hacia Monte Cognato, en la Basilicata, para fundar
otro monasterio, mientras Juan, con la misma intención, se dirigió hacia el
este, hasta el Monte Gargano, en Pulsano.
Cuando su comunidad estuvo bien
establecida, san Guillermo le impuso la misma regla rigurosa que en Monte
Vergine, nombró a un prior y la dejó a que se desarrollara por sí misma. En
Conza, en la Apulia, fundó un monasterio para hombres y en Guglietto, cerca de
Nusco, estableció dos comunidades, una para hombres y la otra para mujeres.
Poco después, el rey Rogelio II de Nápoles lo llamó a Salerno para que fuese su
consejero y su auxiliar. La benéfica influencia que ejerció san Guillermo sobre
el monarca causó el resentimiento de algunos cortesanos, quienes no
desperdiciaron oportunidad de desacreditarlo y hacerle aparecer como un
hipócrita gazmoño. A sabiendas del rey, los cortesanos tendieron una trampa al
santo y, con cualquier pretexto válido, le enviaron a una mujer de mala vida,
con instrucciones para que le hiciese caer en pecado. Guillermo recibió a su
visitante en una habitación con chimenea al fondo, donde ardía un gran fuego.
Tan pronto como la mujer empezó a ejercer sus artes de seducción, el santo se
encaminó hacia la chimenea, apartó las brasas con sus dos manos de manera que
formó una angosta brecha en la hoguera; en aquel espacio se tendió e invitó a
la tentadora para que se echara junto a él. Al verlo entro las llamas, la mujer
comenzó a proferir gritos de horror; pero instantes después quedó muda de
asombro, porque Guillermo se alzó de entre las brasas y salió de la chimenea
completamente ileso. Aquel milagro hizo que la mujer se arrepintiera: renegó de
su pasada vida de pecado y no tardó en tomar el velo en el convento de Venosa.
El rey Rogelio, por su parte, dispensó su absoluta protección al santo, ayudó
generosamente a sus monasterios y él mismo hizo fundaciones nuevas que entregó
a san Guillermo para que las gobernase.
El santo finalmente murió en Guglietto, el
25 de junio de 1142. No dejó ninguna constitución escrita, pero el tercer abad
general de sus comunidades, Roberto, redactó un código de reglamentos y puso a
la orden bajo la regla de los benedictinos. El único, de entre los muchos
monasterios que fundó san Guillermo, que existe todavía es el de Monte Vergine.
En la actualidad, pertenece a la comunidad benedictina de Subiaco y, en su iglesia
conserva una pintura de Nuestra Señora de Constantinopla que es muy venerada.
Hay una biografía, no desprovista de
varias observaciones personales, que parece haber sido escrita por un discípulo
del santo, llamado Juan de Nusco. Tomándola de un manuscrito que desapareció
hace mucho, fue impresa en Acta Sanctorum, junio, vol. VII. Un texto mejor y
más completo que llena algunas lagunas dejadas por el más antiguo, fue
descubierto en Nápoles a principios del siglo XX y fue editado por Dom C.
Mercuro en la Revista Storica Benedictina, vol. I (1906), vol. II (1907) y vol.
III (1908), en varios artículos que incluyen un comentario histórico junto con
el propio documento. También cf. al P. Lugano, Vitalia Benedictina (1929), pp.
379-439; y E. Capobianco, Sant'Amato da Nusco (1936).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2131
Beato Juan Hispano, monje
fecha: 25 de junio
n.: c. 1123 - †: 1160 - país: Francia
otras formas del nombre: Juan el español
canonización: Conf. Culto: Pío IX 1864
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 1123 - †: 1160 - país: Francia
otras formas del nombre: Juan el español
canonización: Conf. Culto: Pío IX 1864
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En la Cartuja de Le Réposoir, en Saboya,
beato Juan, llamado «Hispano», monje, que escribió los estatutos para las
monjas de la Cartuja.
refieren a este santo: San Antelmo de
Belley
Juan nació en 1123, probablemente en
Almanza, en León, España. Fue un joven estudioso y, a la edad de trece años,
viajó a Francia con un compañero, en busca de las facilidades para su educación
que no podía encontrar en su ciudad natal ni en los alrededores. Los dos
jóvenes se establecieron en Arlés, donde encontraron excelentes maestros y
pasaron grandes miserias. Sin embargo, no pasó mucho tiempo sin que Juan
quedase favorecido por la amistad de un hombre rico que, incluso, lo llevó a
vivir en su casa. Al terminar los estudios, Juan se despidió de su generoso
amigo y se unió a un ermitaño, con quien estuvo dos años y medio en el
aprendizaje para el ejercicio de la vida espiritual. Después consiguió ser
recibido en el priorato de los cartujos de Montrieu, o Mons Rivi, y, desde el
momento en que ingresó al noviciado, se dedicó con entusiasmo a seguir los
pasos de san Bruno. Durante seis años desempeñó el cargo de sacristán y, poco
después, se le eligió como prior. Con la autoridad de su puesto, dio gran
impulso a la cultura en su convento y él mismo se dedicó a copiar y a corregir
manuscritos.
Al término del priorato, al que renució,
según se tiene entendido, fue transferido a la Gran Cartuja. San Antelmo,
por entonces superior del gran monasterio, tuvo una profunda estimación por
Juan. Cuando Haimo de Fulciano pidió el envío de algunos cartujos para hacer
una fundación en uno de sus terrenos, cerca del lago de Ginebra, san Antelmo
eligió a Juan para que fuese el prior del nuevo establecimiento. Hubo muchos
contratiempos pura que empezara a funcionar, pero una vez establecido, floreció
extraordinariamente; el prior Juan llamó a su monasterio el «Reposoir»
(descanso), por el ambiente de tranquilidad que prevalecía en él. A solicitud
de san Antelmo, realizó Juan todavía otra tarea: la recopilación de una
constitución para las monjas cartujas.
Luego de gobernar la comunidad del
Reposoir durante nueve años, el beato Juan murió, hacia el 1160. Por expreso
deseo suyo fue sepultado junto a dos pastores que perecieron durante un alud de
nieve y a quienes él mismo había enterrado. Sobre su tumba se erigió una
capilla, pero en 1649 se trasladaron sus restos a la sacristía de la iglesia
del monasterio. Esta traslación se practicó por orden de Carlos Augusto de
Sales, obispo de Ginebra y sobrino de san Francisco de Sales; el propio obispo
redactó la orden de traslación y le agregó un relato sobre la manera como se
desarrolló el acto, así como una breve narración sobre la vida de Juan. Ese
escrito se conserva todavía. El culto al Beato Juan fue confirmado en 1864.
Hay una biografía muy simple y directa
que, sin embargo, contiene muy pocos detalles; al parecer, el escrito fue hecho
en la Cartuja donde murió el beato. Este se encuentra impreso, tanto en el Acta
Sanctorum, junio, vol. VII, como en los Anales Ordinis Cartuciensis, de Dom Le
Couteulx, vol. II, pp. 199-212.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=2132
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