sábado, 1 de enero de 2022

Domingo 2º de Navidad C (02.01.2022): Juan 1,1-18.(La palabra... dicha, escrita, vacía, verdadera, humana, divina... ¡LA PALABRA!) y CINCO MINUTOS con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos

 

Hablemos de los orígenes

Hablo del comienzo. Hablamos de los orígenes. Hablando del principio. O tan sencillo como decir: 'Sobre el principio'. De todo. O de tal asunto concreto. Que yo recuerde, así comienzan tres libros de la Biblia. El primero, y por eso se le llama así, el Génesis: sobre el principio, hablando del principio. Hablando sobre esta cuestión, como dice el escritor del Génesis, hay que decir que 'Dios creó los cielos y la tierra'. Es decir, creó todo. Viene a ser del dogma de Israel.

Así comienza, ¡empieza!, el primer Evangelio que se escribió, el de María Magdalena al que se le llama 'Según san Marcos'. Hablando de la raíz, o de las raíces, dejo escrito que es una buena noticia, un Evangelio, éste, una persona, Jesús de Nazaret. 

Así empieza, ¡comienza!, el cuarto y último de los Evangelios de la Biblia, el de Juan: hablando de 'el arjé' (textualmente, como lo decían los griegos de Platón o Aristóteles) hay que decir que se trata de 'una palabra', mejor, de 'la palabra', de un hombre.

Recopilo este breve diccionario, hasta ahora: Principio, Comienzo, Origen, Génesis, Raíz, Arjé.. Y a éstas, tan bíblicas y evangélicas, me atrevo a añadir estas otras: amanecer, nacimiento, roca, fundamento (¿le suena a uno eso del 'principio y fundamento'?), despertar y también... ¡semilla, célula!

Y ahora me quedo en silencio y contemplo.

Después del principio vino... ¡el progreso!, la evolución, la creatividad, el futuro y siempre en contextos nuevos para no dejar jamás de aprender, hasta cansarse de aprender, hasta morir de aprendizajes.

En esta historia de los orígenes, del progreso y del futuro estamos, entre otras celebridades, tú y yo. Y estamos de enhorabuena HOY. Siempre es HOY. Enhorabuena por respirar y vivir, las dos acciones que se hacen, una, inmediatamente después de nacer o empezar; y, la otra, inmediatamente antes de dejar de respirar o de acabarse. De la realidad de ese ¡antes' y de ese otro 'después', ¿quién sabe nada? ¿quién sabe algo? ¿quién sabe todo? Sabemos de respirar y vivir y de eso hablamos, es el HOY. Siempre es HOY. 

A continuación se encuentran los comentarios de un par de páginas de dos Libros de la inabarcable Biblioteca Humana Editada.

Carmelo

 

Domingo 2º de Navidad C (02.01.2022): Juan 1,1-18.
Así lo comento y comparto CONTIGO: La palabra... dicha, escrita, vacía, verdadera, humana, divina... ¡LA PALABRA!

 

Estamos en el primer domingo del estrenado año 2022. La autoridad de la liturgia nos suele presentar en este domingo la escucha y meditación de la primera página del cuarto Evangelio, el último de los recopilados en la biblioteca breve del nuevo testamento de la Biblia. Un Evangelio que se escribe en los años finales del siglo primero de nuestra historia.

Muchas personas, en muchos momentos y de muchas maneras han hablado tanto de la palabra como de la persona de Jesús de Nazaret, pero poquitos o ninguno se atrevió a hablar de este hombre judío y laico de la Galilea como el hombre palabra. Es una opción sorprendente, pero si se ha leído un par de veces el libro completo de este Evangelio la sorpresa se comprende. La mano narradora del Evangelio de Juan presenta a su Jesús de Nazaret como el agua, el pan, el camino, la luz, la verdad, el pastor, el vino, la vida, el templo, el sábado, la pascua, ... y de entrada, antes de nada o de otras cosas, la palabra: “el comienzo es la palabra” (Juan 1,1). Y por completar esta presentación, esta palabra que es Jesús se identifica y es ‘el amor’: ‘Amaos unos a otros, es mi único mandamiento y mi única religión’, que se nos dirá en el texto de Juan 13,34-35.

Ya que hemos comenzado el año con esta lectura del cuarto Evangelios, ¿por qué no seguir con esta lectura el resto de los domingos del año? Nunca ha sucedió tal acontecimiento en la historia de los veinte siglos de la iglesia de los seguidores de Jesús. Jamás la liturgia cristiana católica propuso anunciar a sus fieles de manera completa y continuada esta palabra del Evangelio de Juan. Ahora dispongo de una semana completa para volver a empaparme de este Jesús que para el cuarto Evangelio es la palabra, primera y principal.

El comienzo de este precioso poema (Juan 1,1-2) es idéntico al comienzo del primer libro de la biblia, que es el Génesis. Aquella primera imagen de un dios que crea mientras habla es la que este narrador Juan atribuye también a su Jesús de Nazaret. Y yo me digo, emocionado y para mis adentros, que cuando hablo también creo, presente de indicativo del verbo creer y del verbo crear. Y te digo, convencido y creyente, que cuando tú hablas tu palabra crea también. Ahora tú y yo comprendemos que hablar y escuchar es a la vez lo más, tanto humano como divino

Se nos cuenta también que esta palabra-palabra es la luz. La luz que alumbra y calienta. Imagen que leemos también en el comienzo del Génesis. Precisamente la primera expresión que aquel libro pone en boca del dios en quien creía es una palabra sobre la luz. “Haya luz”, dijo. La del primer día de la creación y la de su correspondiente el día cuarto. Y al leer estas cosas ahora, y contigo, nos sentimos luz también: fósforos encendidos en la oscuridad o volcán incandescente.

Destaco una vez más un par de referencias de este poema inicial del cuarto Evangelio que nunca quisiera olvidar y que desearía se nos hicieran carne de nuestra propia carne. Se trata de lo que nos anuncian los versículos 16º y 17º, decimosexto y decimoséptimo. Que se arraiguen tanto en la memoria como en las yemas de nuestros veinte dedos. De la plenitud que es la palabra-persona Jesús de Nazaret, tú y yo hemos recibido también su plenitud. Somos personas. Plenas. Plenitud. Todo. La tentación constante que me asalta es negar esta evidencia. Esta es la primera de estas dos referencias. La otra no es menor en importancia: la Ley -la de Moisés y su Dios del Sinaí y del templo de Jerusalén- tuvieron su sentido hasta Jesús. Con él, su persona y su palabra, se abre una nueva noticia buena. Carmelo Bueno Heras 

 


Tú y yo, entre otras muchas actividades, solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52 libros.

Ahora, Semana 6ª: 02.01.2022. Cita de: Ariel Álvarez Valdés, Nuevos enigmas de la Biblia 4, PPC, Madrid, 2021, 174 páginas.

 ¿Existió el rey David? Si hay un personaje sobresaliente en la Biblia, es el rey David. Todo el mundo conoce cómo mató al gigante Goliat armado con apenas una honda. Hijo menor de ocho hermanos, pastor, músico, poeta, militar, político, profeta y rey, David llegó a ser una de las figuras más amadas y a la vez más controvertidas de la tradición judeocristiana. Su nombre aparece unas mil veces en la Biblia, y sus proezas militares han sido inmortalizadas en el imaginario popular. Pero ¿existió el rey David? A comienzos del siglo XX, muchos estudiosos ponían en duda su historicidad. Decían que los relatos bíblicos que hablan de él fueron escritos con fines religiosos cinco siglos después de su época [...]

Sin embargo, el 21 de julio de 1993 todo cambió. Ese día, un equipo de arqueólogos dirigido por el profesor Avraham Biran se hallaba realizando excavaciones al norte de Galilea en un sitio llamado Tel Dan, la antigua ciudad bíblica de Dan, levantada sobre un tell (es decir, una pequeña colina). Cuando la jornada de trabajo terminaba y todos se retiraban la arqueóloga Gila Cook pasó cerca de un muro, levantado con restos de otros edificios y por casualidad miró hacia abajo. Entonces notó que una de las piedras empotradas tenía grabada unas letras [...] ¡la inscripción nombraba al mismísimo rey David! [...]

Que el rey David existió, hoy está fuera de discusión. Pero sigue siendo cierto que muchos de sus relatos en la Biblia están idealizados. Porque la Sagrada Escritura no pretende transmitir una crónica histórica de los hechos [...] Cierta vez, un hombre tomó la pluma y escribió: “El año pasado tuve una cirugía, me quitaron la vesícula y debí quedarme en cama un largo tiempo. También cumplí 60 años, y tuve que renunciar al trabajo que amaba. Además, murió mi padre, y mi hijo fracasó en un examen médico por un accidente de automóvil que lo tuvo hospitalizado varios meses, y por el que perdimos el coche. Fue un año bastante malo”. Cuando su esposa entró en la habitación, lo halló triste, y leyó lo que había escrito. Entonces se fue, y luego volvió con otro papel que colocó junto al de su marido. En él se leía: “El año pasado finalmente me deshice de mi vesícula, que tanto me hizo sufrir. Cumplí 60 años con buena salud y me retiré de mi trabajo, por lo que ahora dispongo de más tranquilidad. Además, mi padre, a los 95 años y sin depender de nadie, conoció finalmente a su Creador. También mi hijo recibió una nueva oportunidad de vida. Y, si bien mi coche quedó destruido, él está vivo y sin ninguna discapacidad. Fue un año de muchas bendiciones”.

La historia vista desde la fe, desde la esperanza, desde la oportunidad, como la cuenta la Biblia, no es una mentira ni una fábula. Es una manera de integrar otra mirada a la vida real. Una mirada complementaria, tan válida como la mirada común y ordinaria con la que vemos nosotros, pero que tiene la ventaja de aportar plenitud a la existencia. Porque a veces hace falta mucha ilusión para ver tanta realidad.

Texto completo en las páginas 7-22, el primero de los diez enigmas comentados.

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