Tradiciones ancestrales
Hemos abandonado en el ámbito
eclesiástico el tiempo y el ritmo de las festividades 'de peso', como las
Navidades. Y queda tiempo hasta que se acerquen las nuevas fechas de las nuevas
festividades. Estas nuevas celebraciones comenzarán con la Cuaresma. Poco o
nada tienen que ver las Navidades con la Cuaresma. Sin embargo tienen un
denominador común con raíces muy profundas. Las tradiciones. Y en ambos casos,
estas tradiciones podríamos calificarlas de 'ancestrales'. Espero que se llegue
a leer hasta el final el texto de la página del libro seleccionado
para esta semana. 'Tradiciones ancestrales'.
Las tradiciones de la
religiosidad popular son tan hondas que deberán pasar siglos para que
nuevas prácticas pastorales lleguen a 'consagrarse y hasta casi tenerse como
dogmas'.
Pensaba en estos asuntos y me
quedaba sin palabras al constatar que desde que se inició la práctica litúrgica
en el seno de la Iglesia Católica jamás se le ha propuesto al pueblo la lectura
de, al menos, un Evangelio completo y de manera ordenada. Ya sé que esto lo he
dejado escrito en estas presentaciones de mis comentarios en muchas ocasiones.
En veinte siglos de celebraciones de santa misa o eucaristía jamás se leyó con
el pueblo un Evangelio ordenado y completo. Lo diré de nuevo: la liturgia de la
iglesia rechaza, impide e imposibilita que el pueblo lea el Evangelio. Alguno
de los lectores me echará en cara que me olvido de la iniciativa de Francisco
papa con la reciente decisión de institucionalizar el domingo de la palabra de
Dios (por cierto, que se celebrará el próximo domingo 23 de enero). La práctica
que propone el papa es otra cosa, que suena más a práctica
reverencial.
La iglesia católica y toda su
institucionalización litúrgica se ha colocado descaradamente al servicio del
dogma de la religión y se ha olvidado de leer cada uno de los cuatro
Evangelios.
Esta religión de la que estoy
hablando es 'el agua de las seis tinajas del relato de la boda judía en Caná'
tal y como se nos presenta en el comienzo del capítulo segundo del cuarto
Evangelio.
El vino de aquella boda no es
otra realidad que el Evangelio, la propia persona de Jesús de Nazaret de la que
escribieron los cuatro Evangelistas, cada uno a su modo y a su tiempo.
No sé cuántos sambenitos se
me colocarán por dejar escrito que la inmensidad de las tradiciones ancestrales
de nuestras solemnidades y fiestas pertenecen a la vida y sentido de una
religión, como la católica para nosotros, y no al Evangelio. Y en estas
seguimos...
A continuación se encuentran
los comentarios del domingo día 16 de enero.
Domingo 2º del Tiempo Ordinario C (16.01.2022): Juan 2,1-11.
Así lo comento y comparto CONTIGO: Agua, no; vino, nuevo y bueno.
Religión, no; EVANGELIO
El relato evangélico de este nuevo domingo del
Ciclo C, el de Lucas, es el recordadísimo episodio de ‘la boda en Caná de
Galilea’ o llamado ‘El milagro de la conversión del agua en vino’. También se
le suele identificar como el primer signo o milagro realizado por Jesús de
Nazaret. En la proclamación de este evangelio en la liturgia nunca se suelen
leer las primeras palabras que nos dejó escritas el Evangelista y que son
éstas: “Al tercer día” (Juan 2,1).
Esta expresión, en el lenguaje de los Evangelios,
suele ser la anáfora con la que se inicia un relato de resurrección o de
aparición del resucitado: “al tercer día resucitó”. Por esta razón dejo en el
aire de este párrafo la pregunta que siempre me hago cuando leo este texto:
¿Aquel primer signo de Jesús en Caná o la conversión del agua en vino es, en
realidad, el relato de la primera aparición del resucitado Jesús de Nazaret? Y
mi respuesta es sí, porque la vida de este judío laico de Galilea fue su
primera y única presencia histórica. Su única aparición.
Según este relato del Evangelio de Juan, en Caná
sucedieron, o encontramos los lectores, muchas cosas y sorprendentes todas
ellas. Jesús no estuvo solo, le acompañaron sus seguidores que nunca se nos
dice si ya eran doce o tan sólo los que se han nombrado en el capítulo
anterior, como por ejemplo uno llamado Natan-el. Está también su madre, ¿la
biológica o la teológica? ¿Por qué este Evangelista nunca nos dice que su madre
se llamaba María? ¿Se molestó Jesús por la presencia de esta mujer y por
haberse atrevido a intervenir en sus tareas? ¿Qué se nos dice a los oyentes o
lectores cuando se pone en boca de Jesús el asunto de ‘la hora’? ¿La hora
de qué? ¿No resulta increíble que la naturaleza del agua deje de ser tal para
convertirse en un buen vivo?
Se dice que ante este acontecimiento sus
acompañantes o seguidores creyeron en Jesús. ¿Cómo explicar, pues, que poco
tiempo después hubo quien le negó, quien le abandonó y hasta quien le
traicionó? Y otro interrogante más: ¿Qué fue -o es o será- ‘la gloria’ de aquel
Jesús de Nazaret que se nos dice que se manifestó en aquella boda del agua
transustanciada en vino?
Comprendo que es molesto plantearse tanta
pregunta. Entiendo que haya muchos lectores, ajenos a todo esto, que acepten la
literalidad del relato como acontecimiento histórico tal cual. Muchos lectores
comprenden que este Jesús de Nazaret está comenzando a ser el Cristo Mesías
Hijo único del Dios único, verdadero y todopoderoso.
Sin embargo, jamás dejo en el olvido que el
narrador nos dice que las seis tinajas de unos cien litros cada una estaban
allí para recoger y conservar el agua para las purificaciones de los judíos.
Agua limpia, sana, incontaminada que debe usarse para las purificaciones
prescritas en la Ley de Moisés (como bien se puede leer en los Libros del
Levítico y Deuteronomio). Aquellas tinajas estaban vacías. Y en mi mente añado,
tan vacías como la religión judía a la que servían.
Y cuando pienso en esto, se me ilumina la luz de
este Jesús, judío y creyente de carne y hueso, del que este Evangelista Juan
nos dice que no tiene más que un único mandamiento: ‘que nos amemos unos a otros’
(Juan 13,35). Ni los diez mandamientos de las viejas Tablas, ni los dos
mandamientos de la tradición en la que ‘se encerraban los diez anteriores’.
Uno. Así es el Evangelio de Jesús, el hombre sin religión institucionalizada ni
jerarquizada ni canonizada. Amaos unos a otros, el vino, nuevo y bueno.
Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS
con la otra Biblioteca de la BIBLIA entre las manos
Tú y yo, entre otras muchas actividades,
solemos también leer. En ocasiones, quedamos sorprendidos por lo que leemos. Es
más, y nos ocurre a veces, llegamos a pensar que lo que leemos nos hubiera
gustado haberlo escrito nosotros mismos. Por esta sola razón, me he decidido a
compartir CONTIGO, semana a semana, durante este año eclesiástico, 52
libros.
Ahora, Semana 8ª: 16.01.2022. Cita de:
Deborah Feldman, UNORTHODOX. Mi verdadera historia, Lumen, 2020, 385
páginas.
Nota de la autora. Satu Mare (Santa María en
húngaro), o Satmar en yiddish, es una ciudad situada en la frontera entre
Hungría y Rumanía. ¿A qué responde entonces que una secta jasídica lleve el
nombre de una santa cristiana? Bien, en la misión personal que emprendió para
rescatar a judíos prominentes de una muerte segura durante la Segunda Guerra
Mundial, el abogado y periodista judío húngaro Rudolf Kastner salvó la vida al
rabino de dicha ciudad, quien posteriormente emigró a Estados Unidos. Allí
logró reunir a una amplia base de seguidores, supervivientes como él, con los
que formó una secta jasídica a la que puso el nombre de su ciudad natal [...]
Los judíos jasídicos de Estados Unidos retomaron con entusiasmo un legado que
había estado a punto de desaparecer y decidieron vestir el atuendo tradicional
y hablar sólo en yiddish, como habían hecho sus antepasados. Muchos se oponían
con fervor a la creación del Estado de Israel, convencidos de que el genocidio
de los judíos había sobrevenido como castigo por su integración y el sionismo.
Sin embargo, lo primordial es que los judíos jasídicos se centraron en la
reproducción con el firme propósito de reemplazar el gran número de fallecidos
en el Holocausto y volver a aumentar así sus filas. A día de hoy, las
comunidades jasídicas continúan creciendo rápidamente en lo que se considera la
venganza definitiva contra Hitler.
Prólogo. En la víspera de mi vigésimo cuarto
cumpleaños entrevisté a mi madre [...] Antes de encontrarnos, le dije a mi
madre que quería hacerle algunas preguntas. Aunque hemos pasado más tiempo
juntas durante este último año que en toda mi adolescencia, hasta el momento
casi siempre había evitado hablar del pasado. Tal vez prefería mantenerme en la
ignorancia [...] Publicar la historia de mi vida exige una honestidad absoluta,
y no sólo por mi parte. Hoy hace justo un año que abandoné la comunidad
jasídica para siempre. Tengo veinticuatro, aún me queda toda la vida por
delante, y ante mi hijo se abre un futuro lleno de posibilidades. Tengo la
sensación de haber llegado a la línea de salida de una carrera justo a tiempo
de oír el pistoletazo que dará inicio a la competición. Cuando miro a mi madre,
sé que debe de haber similitudes entre ambas, pero las diferencias se me
antojan mucho más evidentes. Ella era mayor que yo cuando se fue, y no me llevó
consigo. Su trayectoria habla más de la lucha por la búsqueda de la seguridad
que de la felicidad. Nuestros sueños se ciernen sobre nosotras como nubes
[...]
Desde que tengo memoria, siempre lo he querido
todo de la vida, todo lo que pudiera concederme, un deseo que me aparta de
quienes están dispuestos a conformarse con menos [...] No conozco a mi madre lo
suficiente para comprender a qué aspira [...] Mi madre nació y creció en una
comunidad de judíos alemanes en Gran Bretaña. Si bien se trataba de una familia
religiosa, no eran jasidíes [...] Cuando se presentó la oportunidad de casarse
con mi padre, aquello le pareció un sueño. Mi padre pertenecía a una familia
acomodada que estaba desesperada por casarlo, y había varios hermanos esperando
a que se comprometiera para poder emprender sus propias vidas [...] Rachel, mi
madre, era su última oportunidad. Mi madre recuerda que su propia familia
estaba encantada. ¡Iría a Estados Unidos! [...] Soy consciente de cómo funciona
nuestro mundo y de que la gente acaba arrastrada por la impetuosa corriente de
nuestras tradiciones ancestrales.
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