Silencio
Este día 8 de octubre es el
primer domingo que celebran las personas del Sínodo mientras van 'haciendo el
Sínodo'. Y estando de esta guisa imagino que alguien les lee el relato de Mateo
21,33-43: escuchad otra parábola. Diría que el propio
Evangelista Mateo se ha colado de rondón en tan alta asamblea de la
eclesialidad vaticana. Y aquel Mateo de entonces habla alto y claro a los del
Sínodo y a quienes estamos lejos en la distancia: Escuchad otra parábola...
Y yo me callo al escuchar
esta expresión y todo el desarrollo de la parábola con los dos versículos
finales que escribió el Evangelista y que la autoridad de la liturgia católica
los ha marginado en la proclamación de este relato.
Lo vuelvo a decir: Me callo.
Escucho el relato de Mt 21,33-46 y dejo que hable el silencio, sin tiempo...
Carmelo Bueno Heras
Domingo XXVII TO Ciclo
A (08.10.2023): Mateo 21,33-43. Así lo comento y comparto CONTIGO:
Parábolas del profeta contra el lucro y la
ostentación
“Escuchad
otra parábola, dice Jesús de Nazaret a los sumos sacerdotes y a los
ancianos del pueblo mientras estaba en el Templo de Jerusalén” (Mateo
21,33). Espero que cada lector de este comentario se acerque a su Biblia y
constate que la cita que acabo de escribir ‘en cursiva’, en realidad no es una
cita explícita del narrador Mateo. Sin embargo, si este mismo lector se atreve
a leer de nuevo Mateo 21,23-27 caerá en la cuenta de que tal cita que encabeza
este comentario, no será explícita, pero sí responde en plenitud a las
intencionalidades de su narrador. Conscientemente, no me he inventado nada.
Dicho
lo anterior, sugiero que quien participe en la misa eucarística de este domingo
día 8 de octubre preste rigurosa atención a qué proclamará el celebrante nada
más comenzar la lectura de este relato del Evangelio. Constatará más de una
diferencia.
Me
gusta constatar lo que dice el Evangelista en su primera expresión: “Escuchad
otra parábola”. Esta ‘otra’ parábola se suele llamar ‘De los viñadores
homicidas’ y con leves variantes se puede encontrar y leer también en Marcos
12,1-12 y en Lucas 20,9-19. Mateo nos la dejó escrita inmediatamente después de
habernos contado la parábola de ‘Los dos hijos’, que ya comentamos el domingo
pasado y que sólo se puede leer en este Evangelio. Ambas parábolas son la misma
en su contenido y en su intencionalidad.
Ambas
parábolas, en su contenido e intencionalidad, constituyen la respuesta a la
pregunta que los Sumos Sacerdotes del Templo y Ancianos del pueblo de Israel
plantean a este Jesús de Nazaret que se atrevió a proclamar la desaparición del
único Templo de la Religión judía (‘Vosotros habéis convertido este Templo en
una cueva de bandidos’ -Mateo 21,12-16-): “¿Quién te ha dado la autoridad
para proclamar la destrucción de este Templo?”
Y
este Jesús de Nazaret, no sólo del Evangelista Mateo, sino también de Marcos y
de Lucas, nos dice alto y claro que esta autoridad le viene de Juan el
Bautista, el que perdona los pecados sin necesidad alguna de ofrendas, ritos,
liturgias o sacrificios sometidos a la Ley del dinero que se airea a los cuatro
vientos que es para servicio del Dios de Templo. ¿Qué dinero exige Juan por el
bautismo para perdón de los pecados? Ninguno. ¿Qué dinero exige el Yavé-Dios de
Israel para perdonar los pecados? Ninguno (léase el relato del Segundo libro de
Samuel en su capítulo séptimo). ¿Por qué las autoridades del Templo de
Jerusalén cobran dinero por ese servicio tan humanizador como ‘perdonar’? Por
una sola razón: el ánimo de lucro.
Y en
la actualidad de nuestra realidad de la Religión que se dice fundada y
fundamentada en Jesús de Nazaret, ¿por qué se cobra dinero y se mantienen los
Templos (Basílicas, Catedrales, Seos, Concatedrales, iglesias, ermitas,
oratorios…)? ¿Por la razón del ánimo de lucro? Sí, del lucro y de la
ostentación.
Vuelvo
al relato de la ‘otra parábola’: “Los Sumos Sacerdotes y los fariseos (aquí
nos añade Mateo la presencia de los fariseos y no nombra a los Ancianos), al
oír las palabras de las parábolas de Jesús comprendieron que estaba
refiriéndose a ellos. Y trataban de detenerle, pero tuvieron miedo a la gente
porque le tenían por profeta” (Mateo 21,45-46). ¿Quiénes y por qué
decidieron que estas palabras del Jesús de Mateo no se nos lean jamás a los que
participan en la liturgia? Más de un Jesús de nuestros días, como aquel de
Nazaret, sigue denunciando el ánimo de lucro y la ostentación de tantísimas
expresiones de nuestra RELIGION religiosa. Carmelo Bueno Heras
CINCO
MINUTOS de AIRES BÍBLICOS
.
Si se puede decir en un artículo de revista, ¿para qué escribir un libro de 200
páginas?
.
Si se puede decir en una página, ¿para qué escribir un artículo de revista?
.
Si se puede decir en un puñado de versos, ¿para qué escribir una página?
.
Este ‘Cinco minutos de aires bíblicos’ es una semilla que confío a la sabiduría
de tu saber leer, que es despertar; de tu saber interpretar, que es cuidar; de
tu saber compartir, que es saborear. Siempre pretenderé que esta ‘semilla de
los cinco minutos’ tenga la ‘denominación de origen’ de su autor.
Semana 46ª (08.10.2023):
LOCURAS Y ARREBATOS
Imagina
que te has mudado de casa, es tu primer fin de semana en ella y el sábado, muy
temprano, te despierta el jaleo de los vecinos de arriba. Te pones de mal
humor, no consigues dormir, el ruido sigue y encima te asomas a la ventana y la
ropa que han tendido está mojando la tuya. Subes a protestar indignada, pero te
abre una chica vestida de novia que te pide disculpas: se casa esa misma
mañana, sus amigas le están ayudando a vestirse y hay agitación: sonríe y te
asegura que te pagará con creces la tintorería. Al verla tan emocionada y
radiante, se te derriten las quejas, se te contagia su alegría y termináis
brindando juntas.
Este
sería un contexto posible para entender algo de las imágenes del evangelio de
hoy: intentan decir algo de la desmesura, la esplendidez y la ruptura de
límites de quien se siente bajo el impacto de una novedad asombrosa y poseído
por la exaltación y el júbilo. Y ese acontecimiento excesivo consigue que lo
que antes parecía intolerable, ahora resulta insignificante y desaparece bajo
esa alegría torrencial.
En
el fondo es la consecuencia de ese estado de éxtasis y arrebato que produce el
enamoramiento: quien está viviendo esa experiencia de enajenamiento, se siente
empujado más allá del umbral de la lógica y no se detiene ante lo que parece
imposible: saltar tapias, andar sobre telas de araña, escuchar en plena
noche el canto de los pájaros. Son imágenes que emplea el Romeo de Shakespeare
para describir la exaltación de su amor y solo el Evangelio supera su audacia:
sonreír después de recibir un bofetón, hacer un regalo al que acaba de
despedirte, ofrecer también el reloj al que acaba de robarte la cartera.
Encontrar
el Reino, según Jesús, desencadena toda clase de locuras e incongruencias:
perdedores que ganan, granitos de mostaza convertidos en árboles, céntimos
entregados que valen una fortuna, últimos que resultan primeros, caminantes
descalzos que pisan escorpiones. Esa desmesura parece corresponder a las
costumbres de Dios según cuenta la Biblia: el éxodo no fue un vadear
arremangados el Mar de los Juncos buscando la orillita, sino un paseo triunfal
sobre lo seco entre murallas de agua; llovió tanto maná que, como dicen los
gallegos, “no daban acabado”; las codornices cayeron en modo diluvio; las
murallas de Jericó se vinieron abajo solo con tocar las trompetas; la
abundancia de peces casi hundió la barca en el lago, no sabían qué hacer con las
sobras del banquete en el desierto y la abundancia de vino en Caná hubiera
bastado para emborrachar a los paisanos de media Galilea.
Si
en vez de en Israel Jesús hubiera nacido en Escandinavia o en Pomerania
Occidental, su discurso hubiera sido probablemente más contenido y circunspecto
y no hubiera usado imágenes tan disparatadas como las que de vez en cuando se
le ocurrían. Pero era un judío de imaginación calenturienta y ahora nosotros
pagamos las consecuencias.
Pero
muy contentos, la verdad.
Dolores
Aleixandre
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