lunes, 6 de mayo de 2024

La vida se despierta en primavera - Domingo 6º de Pascua B (05.05.2024): Juan 15,9-17 (¿Diez? NO. Solamente UNO) y CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos (Semana 23ª (05.05.2024): Marcos 6,14-29)

 

La vida se despierta en primavera

Desde el hemisferio norte de la casa común de la Tierra se puede decir que con la llegada del mes de mayo la primavera ha tomado posesión de espacios y tiempos muy 'vitales' o, como se tiende a decir ahora por la presencia de las redes de la comunicación, muy 'virales'. Vitales o virales, consonante flotante nada más o mucho más, los hechos de la primavera contagian. Siempre han contagiado. Y últimamente, no creo equivocarme, los hechos de la primavera contagian más por esta o aquella presencia de los pólenes de las mil y una plantas vivas en los aires que respiramos. También el polen se hace viral. Y el estronudo. Y el picor de garganta. Y el color de las flores. Y los aromas... Y, sobre todo y todos, la vida es la que se hace viral. La vida se despierta, o resucita, en primavera. Y el resucitador, por excelencia, es el aire, la brisa, el aura, el viento, el vendaval, el ciclón... Tal vez, convendría añadir 'el agua' a este aire. Aire y agua.

Y a esta presencia de la vida despertada en la primavera añado la noticia buena que se 'aireará' por los cuatro costados en las celebraciones de la llamada liturgia de nuestra catolicidad eclesial. Vuelvo a recordar con la presencia del cuarto Evangelio el mensaje de que las diez palabras de la Religión que aprendió el judío laico Jesús de Nazaret se han quedado reducidas a la mínima expresión de una sola palabra, que os améis unos a otros. Aquella Religión del dogma de Israel y de sus diez mandamientos son ahora, por obra y gracia del mensaje de un creyente singular como Jesús de Nazaret, el Evangelio de la sencillez del sentido común: que nos amemos unos a otros. De diez, nadie queda en pie. En la primavera de los tiempos de Jesús de Nazaret sólo se despertó un dogma, un mandamiento, uno, nuevo y bueno. Que nos amemos unos a otros

 

Y la tercera palabra de esta invitación a leer los comentarios alude a la señora María, viñadora también en este mes, con quien trato día a día, al menos un segundo por proseguir la meditación contemplativa de 'esas otras cositas de la fe' que tienen que ver con nuestras populares, o no tan populares, tradiciones pastorales o pastoriles. Por eso, me vuelvo a repetir el mantra de mis saludos o silencios en una semana más de este curioso año de mis preocupaciones:

 

Buenos días, humanísima trinidad de Nazaret: Jesús, José y María.

092. Santísima Virgen de Caacupé (Ka’akupé, en guaraní)

093. Santísima Virgen de Leza

094. Santísima Virgen de la Calzada

095. Santísima Virgen de la Plaza

096. Santísima Virgen de Redonda

097. Santísima Virgen de Palacio

098. Santísima Virgen de Cabo

Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María. Y añado: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.

A continuación se encuentran los dos comentarios de este domingo día 5 de mayo.

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 6º de Pascua B (05.05.2024): Juan 15,9-17. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

¿Diez? NO. Solamente UNO.

Para este comentario, sin que me sirva de precedente, he decidido copiar completo el texto evangélico que se nos leerá en la liturgia católica de la eucaristía del domingo día 5 de mayo. En la inmensa mayoría de estas celebraciones, el lector de este texto será el sacerdote presidente de la misa-eucaristía. En muy raras ocasiones leerá este evangelio una mujer.

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor.
Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor;

lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor.
Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud.
Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.
Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.
Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor.

A vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.
No sois vosotros los que me habéis elegido,

soy yo quien os he elegido

y os he destinado para que vayáis y deis fruto,

y vuestro fruto permanezca.
De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé.
Esto os mando: que os améis unos a otros
 (Juan 15,9-17).

Recuerdo que estas palabras que el Evangelista coloca en boca de su Jesús de Nazaret pertenecen, como ya dije en el anterior comentario, al extensísimo discurso de Jesús que tiene su comienzo en Juan 15,1 y se prolonga durante todo este capítulo décimo quinto y el siguiente y el siguiente. Tres capítulos. Extensísimo discurso de este Jesús de Nazaret después de la larga sobrecena de la noche de Pascua en Jerusalén, según leemos en el Evangelio de Juan. Ningún otro Evangelista (como los tres Sinópticos, Marcos, Mateo y Lucas) nos dice nada de todo este mensaje que el cuarto Evangelio nos dejó escrito en las cercanías del año cien del tiempo llamado después de Cristo.

Los leyentes de estos relatos, y sus mentes animadas por el sentido común, aceptamos que estos mensajes pertenecen a las respuestas de una pregunta que los seguidores del judío laico de Galilea que fue Jesús se hicieron en sus días y que nos seguimos haciendo todos y cada uno de sus seguidores en algún momento de lucidez humana. A este Jesús que habita en nuestros adentros le escuchamos en el silencio de su presencia: ¿QUIÉN DECÍS QUE SOY YO?

Tú eres uno de nosotros y como nosotros. Y tú estás en cada uno de nosotros. Te veo en mí y te veo en el otro. Te escucho dentro de mí y dentro del otro. Me hablas desde el otro y desde dentro de mí. Por ser y estar así, tú y cada uno de nosotros somos los elegidos. Nos hemos elegido. Respiramos el mismo aire y compartimos la misma vida; la vida que no se acaba, porque no se muere. Permanece siempre. Permanecemos, resucitados y resucitadores.

Por todo esto me digo, y lo dejo escrito, que esta vida así entendida libera de todo miedo y humaniza hasta rechazar conscientemente y olvidar toda prepotente pretensión divinizadora. Carmelo Bueno Heras. Madrid, 5 de mayo de 2024.

 

CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 23ª (05.05.2024): Marcos 6,14-29

“La fama de Jesús se había extendido y hasta el rey Herodes oyó hablar de él. Unos decían que era Juan el Bautista… Otros sostenían que era Elías y otros que era uno de los antiguos profetas…” (Marcos 6,14-15). Siempre que llego a este lugar y leo el relato de este par de versículos, inmediatamente y en paralelo, leo también el texto de este mismo Evangelio en 8,27-30. En este modo mío de leer intuyo que ambos textos del Evangelio (6,14-15 y 8,27-30) son el comienzo y el final de la tercera etapa evangelizadora de Jesús de Nazaret y los suyos en la redonda región del norte de Israel llamada Galilea. En esta Galilea es donde se ‘ve y encuentra’ a ese galileo llamado Jesús que fue crucificado y sepultado (16,1-8).

Este amplísimo relato que escribe María Magdalena desde 6,14 hasta 8,30 tiene su centro literario y teológico en el texto de 7,24-30 donde se nos da cuenta del viaje de Jesús (al parecer ¿solito y sin acompañantes?) al territorio extranjero y pagano de Tiro y Sidón. Ahí le salió a su encuentro una mujer, madre de una hija poseída por un ‘espíritu impuro’. Y va a ser la propia mujer y madre quien libere a su hija de ‘ese demonio’.

La tierra y casa de Tiro y Sidón, como la tierra y casa de ‘El Legión’ (5,1-20), no es la tierra y casa de Galilea. Para las gentes de su casa y tierra de Galilea, Jesús es alguien que no estaba en sus cabales. En cambio, para ‘el Legión’ y ‘la mujer sirofeniciaycananea’ Jesús fue la luz de su salud y el horizonte de su liberación. Al lado de este Jesús, aquella madre y aquel hombre se sintieron reconocidos, acogidos, liberados, humanizados. ¿No fue esta también, María Magdalena, tu experiencia de persona y de mujer junto a Jesús (15,39-47)?

Estamos, pues, en la tercera palindromía, literaria y teológica, que vengo llamado ‘de la Galilea’ que nos relata este primer Evangelio. Recomiendo, porque así me lo sugiero, leer una y muchas veces el relato seguido desde 6,14 hasta 8,30. Y se caerá en la cuenta de que el propio laico y galileo Jesús nos va dejando una pregunta en cada secuencia de esta narración: ¿Quién decís que soy yo? ¿Quién decís que soy yo? ¿Quién decís que soy yo?...

Añado otro dato, ¡¿iluminador?!, para aprender a responder la pregunta sobre Jesús. El autor de esta narración nos va a regalar una colección de cinco signos antes de que su Jesús viaje a Tiro y Sidón y una segunda colección de otros cinco signos después de regresar de la tierra y casa de la fe de la sirofeniciaycananea. Diez signos, hechos, palabras, imágenes que son Jesús.

El primero de estos diez signos orientadores de la respuesta a esa reiterada pregunta se llama ‘Juan Bautista’, su persona, su misión y su mensaje (6,16-29). ¿Qué hizo y dijo este Juan que perdonaba pecados en sus bautismos en el Jordán al margen de la Ley y del Templo? ¿Qué denunciaba este Juan, profeta, de las autoridades religiosas del sacerdocio? ¿Qué les echó en cara este profeta Juan a sus autoridades socio-político-administrativas? Y sobre todo y como más importante, ¿cómo acabó su vida este buen hombre judío?

En este Juan, ¡bautista y profeta!, contemplamos la identidad, persona y mensaje de Jesús de Nazaret. Ambos fueron distintos, pero no distantes. ¡Cómo no ver bien a los dos en cada uno! Carmelo Bueno Heras. Madrid, 30 de abril de 2017

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