Pentecostés-El Rocío
En tiempo de PENTECOSTÉS no
puede uno dejar de citar a Nuestra Señora la Virgen del Rocío, la Blanca Paloma
y Reina de las Marismas. Seguro que la literalidad de la advocación no es la
correcta. Pero con seguridad que en esta parte de la casa de la Tierra me
entenderán los leyentes de estas líneas. En la localidad de Almonte de la
provincia de Huelva se reunirán romeros y romeras en números que impresionan...
Y por todo esto, entre otras razones, vuelvo a quedarme con mi jaculatoria que
se la llevará el viento del espíritu de otro nuevo Pentecostés: Que me
devuelvan a la señora María. Y soy consciente de que pensar de esta manera es
una blasfemia para los rocieros, hinchas de la religiosidad incondicional que
se manifiesta en toda su plenitud el lunes después de Pentecostés. Este año
será el día 20 de mayo...
Y no añado nada más como
motivación para la lectura de los comentarios de este domingo día 19 de mayo.
Bueno, tan sólo acompañar a
la Virgen Rociera con estas siete nuevas advocaciones de la ya larga tradición
que llevo adelante y la comparto contigo.
Buenas jornadas de la
nueva semana, humanísima trinidad
de Nazaret: Jesús, José y María.
106. Nuestra Madre la Virgen del Puy
107. Nuestra Madre la Virgen Blanca
108. Nuestra Madre la Virgen de Vico
109. Nuestra Madre la Virgen de Montserrat
110. Nuestra Madre la Virgen del Sagrario
111. Nuestra Madre la Virgen de la Lluvia
112. Nuestra Madre la Virgen del Desierto
Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora
María.
Y añado: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
A continuación se encuentran
los dos comentarios de este domingo día 19 de mayo.
Carmelo Bueno Heras
Domingo de Pentecostés
Ciclo B (19.05.2024): Juan 20,19-23. Respiro, vivo y sigo escribiendo
CONTIGO:
El aire es la vida
Con
la celebración de Pentecostés se acaba, según la catolicidad de la Iglesia, el
llamado ‘Tiempo de Pascua’ por haberse cumplido los primeros cincuenta días de
Jesús de Nazaret Resucitado. Parece ser que, a partir de ahora, el
protagonista, ¡¡¡único!!!, de la realidad en la que nos movemos, y en la que
todo tiene su existencia, es el Espíritu.
En
la lengua griega la palabra ‘pneuma’ se traduce al español con la palabra
‘espíritu’. Y de ahí podríamos decir de una persona que ‘ser espiritual’ es
como decir de ella que ‘es pneumática‘. Este pneuma o espíritu no es otra cosa
que ‘EL AIRE’. En el aire reside la vida. En él está la vida. Él es la vida.
El
aire es la vida y esto que escribo no se me ocurre decir que me
pertenece, porque así lo aprendí desde cuando pusieron en mis manos el libro
del Génesis de la Biblia para leerlo y estudiarlo cuando iba de camino por la
década de mis veinte años. Siempre recordaré con inmenso agradecimiento las
oportunidades de aquellas tareas del aprender a leer de manera significativa y
no sólo para enterarme de la historia epidérmica de las cosas de la realidad de
la vida. Me enseñaron a leer, como luego comprendí, de manera eficaz. Por esta
razón, cuando leo el relato de Juan 20,19-23 me permito relacionar esto
del aire del espíritu con esto otro: “Entonces Yavé Dios formó al hombre con
polvo del suelo [adam-adamah] e insufló en sus narices aliento de vida,
y resultó el hombre un ser viviente” (Génesis 2,7).
Y me
permito traer al tejido de este escrito un nuevo hilo bíblico que merece la
pena no dejarlo de lado. Este hilo es ni más ni menos que la última línea del
inolvidable Libro de los Salmos, que copio aquí en tres distintas y semejantes
traducciones: “Todo lo que respira alaba al Señor. Aleluya”, “Todo ser que
respira alaba a Yavé Dios. Aleluya”, “Todo viviente alaba al Señor. Aleluya”
(Salmo 150,6). Respirar es vivir. Respirar es orar. Tan sencillo, humano y
cotidiano.
En
este aquí y ahora en que escribo esta confesión me alegro, creo y así lo
siento, como se alegraron aquellas personas de las que dice este cuarto
Evangelio que vieron a Jesús y que le escucharon y que fueron contando aquel
mensaje como quien comparte la mejor herencia recibida y como quien es
consciente de que tal tradición continúa viva milenio tras milenio. El mensaje
que vuelvo a leer en este día de mayo del 2024 no pudo ser única y
exclusivamente para un pequeño puñado de personas, sino para ‘todo ser que
respira’: “Como el Padre me envió, también yo os envío… Recibid el Espíritu…
A quienes perdonéis los pecados les quedan perdonados…” (Juan
20,21-23).
Se
suele interpretar con la sabiduría de ciertas autoridades eclesiásticas que es
aquí, además de otros lugares evangélicos, donde queda arraigada la
institucionalización tanto del sacramento de la Confirmación, como del
sacramento de la Reconciliación. Ambas realidades pertenecen sólo al patrimonio
de la eclesiástica potestad sacerdotal. Tal vez, me digo, que así se deba
aceptar desde la obediencia a la Religión de una iglesia; sin embargo, el
testimonio del mensaje del Evangelio de Jesús proclama que estas realidades,
llamadas sacramentales, están arraigadas en el aire de la vida de todo ser que
respira.
¿Cómo
no pensar, con pena, que aquella primera presencia liberadora del Evangelio de
Jesús y del espíritu se haya transfigurado en la práctica de la obediencia a la
Ley de una nueva Religión? Carmelo Bueno Heras. Madrid,19 de mayo de 2024.
CINCO MINUTOS semanales con el
Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma
ordenada, de principio a fin. Semana 25ª (19.05.2024): Marcos 7,1-23
¿Qué significa estar manchado según Jesús de Nazaret?
El
texto de Marcos 7,1-23 completa la serie de cinco signos o señales que
nos permiten responder con cierta precisión la pregunta sobre la identidad de
la persona de Jesús de Nazaret para la persona del Evangelista a quien la
tradición de siglos llama Marcos y yo me sigo atreviendo a llamar María
Magdalena. Este Jesús de Nazaret manifiesta una increíble libertad frente a la
Religión de sus gentes y autoridades: “Los fariseos y algunos maestros de la
Ley procedentes de Jerusalén se acercaron a Jesús y observaron… Así que los
fariseos y los maestros de la ley le preguntaron…” (7,1-5).
Sobre
este mismísimo asunto ya le habían preguntado también a este mismo laico de
Galilea llamado Jesús en 2,18. El asunto es el cumplimiento de las normativas
legales del que yo llamaría ‘Catecismo de la Religión de Israel’. Jesús no sigue
ni las enseñanzas, ni las normativas ni las prácticas de la religión en la
nació y en la que fue educado. Es más, esta explícita desobediencia es lo que
enseña a lxs suyxs en su misión evangelizadora por Galilea. Y esta manera
herética y blasfema de ser y de enseñar que tiene Jesús provoca la presencia de
autoridades de la Ley de Moisés en su tierra. ¿Puedo llamar ‘inquisitorial’ a
esta tarea de los maestros de la Ley y del Templo venidos expresamente para eso
desde Jerusalén?
La
respuesta que María Magdalena pone en labios de Jesús es tan clara y
contundente que cuando se la lee despacio y críticamente se sorprende de la
humanidad y sentido común que tienen tanto Jesús como quien escribe sobre él: “Y
llamando de nuevo a la gente les dijo: Escuchad bien todos y entended esto.
Nada de cuanto entra en la persona puede mancharla. Sólo lo que sale de sus
adentros puede mancharla” (7,14-15).
Y si
queda aún alguna duda interpretativa, esta mujer que sigue a Jesús desde el
comienzo de su evangelización (como bien lo dice en 15,40-47) remata su
comentario explícitamente dedicado a sus discípulos tan duros de mollera como
incrédulos e incompetentes: “De las neuronas de cada quien salen sus
decisiones, robos, homicidios, adulterios, injurias… Esto es lo que sale de la
persona y mancha a la persona” (7,20-23).
La
llamada Ley de Moisés que se enseña como Ley de Dios por los fariseos, escribas
y maestros es una ley que está fuera de cada persona. Es una ley que ni limpia
ni mancha. Es una ley inventada por hombres… ¡con explícito y manifiesto ánimo
de lucro! (7,9-13). En cambio, la propuesta del laico de Galilea es muy
elemental: “Abrid los ojos y tened cuidado con la levadura de los fariseos y
con la levadura de Herodes” (8,15). ¿Puedo traducirlo ahora y así?: ‘Piensa
y que nadie te engañe; decide desde tus adentros qué hacer, qué comer, qué
mirar, qué tocar, con quién estar’ a dónde ir, a quién seguir, qué compartir…
Antes
de salir con Jesús de Nazaret hacia Tiro y Sidón, quiero recordar las cinco
señales que acabamos de leer y que, como luces encendidas, nos ayudan a
comprender la identidad y la misión de Jesús de Nazaret: 1, la persona y la
enseñanza del profeta Juan Bautista (6,14-29); 2, la multiplicación de los
panes y peces (6,30-44); 3, el paso del lago embravecido (6,45-51); 4, la
curación de los enfermos (6,53-56) y el 5, la ley que libera porque nacer de
dentro (7,1-23).
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