A mandar, que son dos días.
Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María
Y nada más para este nuevo domingo del 10 de noviembre de 2024.Y también esta otra: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
Domingo XXXII TO Ciclo B (10.11.2024): Marcos 12,38-44. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:
¡Qué grande es el señor Cardenal!
Tres domingos más y estamos en el punto final del año eclesiástico 2023-24. Y con él se habrá acabado la lectura del llamado Evangelio de Marcos, al que no se volverá a leer hasta el año 2026-27. En estos tres domingos es imposible proclamar y asumir todo cuanto aún nos falta por leer de este Evangelio que nos escribió María Magdalena. La asamblea de la misa lo ignora.
Un dato más, el último domingo del año eclesiástico (24 de noviembre de 2024) se celebrará la antievangélica fiesta de Cristo Rey del Universo y en ella se nos propone la lectura de un relato del Evangelio de Juan. Dicho en lenguaje claro y clarificador, hoy se nos propone meditar Marcos 12,38-44 y el próximo domingo se nos lee Marcos 13,24-32. Y ahí se acaba nuestra meditación crítica del primer Evangelio sobre Jesús de Nazaret. Y no pasa nada... ¿?
Lo he escrito más de una vez y ahora lo acentúo de nuevo: Si deseo conocer y comprender el mensaje del llamado Evangelio de Marcos lo mejor es no participar en la celebración de la palabra de las santas misas del año. Lo más acertado es quedarse en casa con la Biblia entre las manos y leer e interrogarse críticamente sobre lo que se lee desde Marcos 1,1 hasta Marcos 16,8. Así lo pensé yo hice en el año eclesiástico de noviembre de 2021 a noviembre de 2022.
Esta planificación de las lecturas del Evangelio en la Iglesia me ha robado con sus tijeras la comprensión del mensaje de Marcos 12,35-37 donde Jesús plantea, según la narradora de estos hechos, a sus abiertos opositores hablar sobre la persona, identidad y misión del Mesías que espera el pueblo de Israel: “La gente acogía a Jesús con agrado” (Mc 12,37).
Ante la situación política, económica y religiosa de Israel es urgente poner sobre la mesa las ‘teorías o teologías’ sobre la realidad del Mesías. Nadie que haya leído este Evangelio olvidará qué pensaban Pedro y los seguidores de Jesús sobre el Mesías (desde Mc 8,27 hasta 10,52). Todos andaban cegados por la ideología, ¡y espiritualidad!, de un Mesías TODOPODEROSO.
La vida del judío y laico de la Galilea llamado Jesús de Nazaret defraudó de raíz tal ideología sobre la persona y misión del Mesías. Jesús anunciaba una manera de ser mesías que todos pudieran entender y encarnar. El mesías que era y anuncia Jesús es cualquier persona que convive con los demás con el único deseo de convivir y sentirse a gusto en esa convivencia. Sentirse todos a gusto. Su única religión era ‘sentirse a gusto en la convivencia’. ¿Servir? Servir.
Frente a esta religión que parece anunciar el blasfemo Jesús de Nazaret se encuentra la religión del Templo y de la Ley con su Sacerdocio, su Liturgia y Tradiciones: “Olvidad lo que dicen y hacen los escribas. Sólo les gusta ostentar, ser los primeros y los más importantes en todo, sobre todo en las sinagogas y en las comidas” (Mc 12,38-40).
A estos personajes de la religión de Israel sólo les ocupa y preocupa ‘la buena salud del Tesoro del Templo de Jerusalén’ (Mc 12,41-44). Recuerdo que un día escribí aquí aquello del ‘Poder, Pasta y Placer’.
Esto que yo escribo y que tú lees sucedía en tiempos de Jesús de Nazaret y en su tierra de Israel. Y no ha dejado de suceder en nuestra Iglesia. Y sigue: ¡Qué grande es el señor cardenal! Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 11 de noviembre de 2018 y 10 de noviembre de 2024
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 50ª (10.11.2024): Marcos 15,33-41
Aquellas mujeres siguieron a Jesús desde Galilea hasta Jerusalén
En el relato sobre Jesús de Nazaret ha llegado el momento de anunciar el hecho explícito de su muerte. El dato, a primera vista, parece sencillo de comunicar. Y no es así. Basta con leer cómo nos cuentan esta muerte de Jesús cada uno de los cuatro Evangelios. Y si se atreve el lector, puede investigar en los escritos de Pablo para constatar cómo nos la contó el propio Pablo. Es sólo un motivo de curiosidad. O, tal vez, tenga más hondura y contenido este asunto. Digo esto de Pablo, por haber sido él el primer escritor sobre Jesús, un judío y laico como él mismo.
Cuando Pablo tiene algo que decir sobre la vida y la muerte de Jesús de Nazaret siempre pasa como de puntillas. Está diciéndonos que él lo ignoraba casi todo sobre esta realidad de Jesús de Nazaret. En cambio, los cuatro Evangelios nos cuentan el dato y el hecho de la muerte de Jesús de la misma manera que nos narran su vida. Y así lo hace, y lo leemos, el primer Evangelio escrito, el de nuestra escritora María Magdalena.
La fuerza interna e intensa de esta narración nos comunica la trágica experiencia de dolor y de abandono de morirse que debió de vivir su Jesús de Nazaret: “Pero Jesús, lanzando un fuerte grito, expiró” (Marcos 15,37). Para el último de los Evangelios, este mismo Jesús murió de manera muy distinta, diametralmente opuesta: “Dijo Jesús: todo está cumplido. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19,19).
¿Por qué este evangelista Juan nos cuenta la muerte de un Jesús bien acompañado, sereno, responsable y plenamente consciente del sentido de todo cuanto vive y le rodea? En cambio, ¿Por qué la muerte del Jesús de María Magdalena, contada en su Evangelio de Marcos, es la experiencia desgarradora del abandono de todo y de todos?
Jesús expiró y el velo del templo de Jerusalén se rasgó de arriba abajo (15,38). ¿Fue ésta la primera consecuencia de la muerte de Jesús, el Crucificado fuera de la ciudad? Muerto Jesús, el templo se quedó desnudo y vacío. ¿Dejó de ser una casa de dios? De esto, parece ser, sólo cae en la cuenta un centurión de Roma, ¿qué se encargaba en aquellas canteras de las afueras de Jerusalén de mantener el orden y la seguridad?: “Este hombre sí es dios” (15,39, el templo no.
¡Qué inmensa ironía! Un centurión de la Roma de Pilato y del imperio proclama ‘dios’ a aquel judío, laico y galileo. ¿Qué ‘dios’ es este Jesús de Nazaret, abandonado y solo, crucificado y muerto por hereje? Cada vez que empiezo la lectura de este libro del Evangelio de Marcos (1,1) pienso y medito en este mensaje del centurión (15,39). Este hombre es el Evangelio.
“Había también allí unas mujeres… María de Magdala, Salomé y María la madre de Santiago y de José… le seguían y le servían desde cuando estaba por Galilea. Y había otras muchas mujeres que habían subido con él a Jerusalén” (15,40-41).
¡Qué inmensa ironía! Los llamados ‘DOCE’ ni están ni se les espera aquí y ahora. En cambio, aquí están quienes siempre han estado con Jesús: las mujeres. Desde cuando estaba en Galilea, en el camino de subida a Jerusalén y en Jerusalén, en la cena, en el huerto, aquí y después. ¡Siempre! Bueno, hasta que apareció la llamada iglesia de Jesús y, hasta hoy, todas quedaron marginadas y silenciadas. ¿…?
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 5 de noviembre de 2017
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