Aquel día
Mi jaculatoria segunda: Que me devuelvan a la Señora María
Y nada más para este nuevo domingo del 17 de noviembre de 2024.Mi jaculatoria primera: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
Domingo XXXIII TO Ciclo B (17.11.2024): Marcos 13,24-32. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO, leyente: ¿Qué es lo que será destruido?
Este domingo del mes de noviembre será el último en el que se nos lea un relato del llamado Evangelio de Marcos. El mensaje que se nos propone está tomado del capítulo decimotercero del escrito de María Magdalena. Hasta dentro de tres años no volveremos a escuchar en la liturgia eclesiástica palabras de esta narración, la primera, sobre el galileo Jesús. Por mi cuenta, en algún día de este mes de noviembre me leeré muy despacio Marcos 16,1-8.
Quienes hemos tenido la paciencia de visitar el tejido de este Evangelio de Marcos a lo largo de este año eclesiástico podemos decir muy alto que no hemos leído ni completo ni ordenado este relato. Y podemos deducir que seguimos ignorando la realidad de su protagonista. ¿No hubiera sido precioso acabar este año eclesial con la lectura de Marcos 16,1-8, el final de este relato sobre este peculiar judío de Galilea llamado Jesús de Nazaret?
En lugar de esta mi ingenua sugerencia se nos propone escuchar y meditar Marcos 13,24-32. Dicha así esta cita creo que no sugiere casi nada. Quien lea el texto de estos versículos podrá interpretar no se sabe el qué, como ha sucedido en la larga historia de la predicación en las homilías. El asunto, leído el texto descontextualizado, parece situarnos ante la narración del acabamiento de este mundo. Narración que está puesta en boca de Jesús. ¿Jesús hablaba así?
No sé si a los escuchantes les parecerá fuerte o no esto que se anuncia como la buena noticia que es el Evangelio: “En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: en aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán” (Mc 13,24-25). ¿No es esto el cataclismo final del cosmos? ¿Cuántos comentaristas hablarán alto y claro de un acabamiento del que nadie sabe nada? Lo diré en afirmativo: Nadie sabe nada de este asunto. Creo que aquel Jesús judío tampoco sabía nada de ese acabamiento. ¿Puedo afirmar que lo aquí expresado debe de ser otra cuestión?
¿Por qué no se nos lee nunca el comienzo de este capítulo decimotercero de Marcos? ¿Por qué existen muchos intereses ocultos que no es preciso ni necesario que salgan a la luz? Lo escribiré aquí y que quien lo lea que interprete en sus adentros y decida a quién escuchar y qué hacer en su vida:
“Al salir del Templo de Jerusalén uno de los discípulos le dijo a Jesús: Maestro, mira qué piedras y qué construcciones tan grandes. Jesús le contestó: ¿ves esta ostentosa grandiosidad? No quedará aquí piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido! Estaba sentado en el Monte de los Olivos, enfrente del Templo. Pedro, Santiago, Juan y Andrés, le preguntaron en privado: ¿Cuándo ocurrirá eso y cuál será la señal de que todo eso está a punto de cumplirse?” (Mc 13,1-4)
Se está hablando del final y del acabamiento del Templo de Jerusalén, no del cosmos. Quiero estar atento, leer con sentido crítico, contemplar el mensaje que la narradora puso en boca de su Jesús y ‘que nadie me engañe’ (Mc 13,5) ni trate de hacerlo.
Parece ser que aquel Templo de Jerusalén desapareció y, con él, el Sacerdocio judío y su entramado litúrgico que sostenían la Religión de Yavé Dios y de su Moisés. Y ..., ¡¡cómo no ver que ese templo y sacerdocio siguen vivos en otros templos y sacerdocios llamados iglesia de Dios!! Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 18 de noviembre de 2018 y 17 de noviembre de 2024
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 51ª (17.11.2024): Marcos 15,42-47.
Estoy llegando Contigo al final de los comentarios de este Evangelio llamado de Marcos. Lo soñaba, pero ahora el sueño tiene perfiles definidos e identificables. Es como si se acabara un día o ‘el día’: “Y ya al atardecer…, en la víspera del sábado, vino José de Arimatea…” (Marcos 15,42).
La Evangelista nos ha situado ya en la tercera y última parte de su decimoquinto capítulo de su narración sobre Jesús de Nazaret. El capítulo de su sepultura. El capítulo del último día de la vida del laico y galileo Jesús de Nazaret. De esta persona, según su autora, ya no sabemos más. Jesús ya no habla, ya no come, ya no toca, ya no escucha, ya no anda, ya no vive. Lo ha sepultado una persona, desconocida hasta ahora para cualquiera de los lectores, José de Arimatea, un miembro respetable del Sanedrín de los judíos. ¿Qué hubo en vida entre ambos?
Este hombre es el protagonista de la sepultura y de todo cuanto se debía hacer para sepultar a un hombre. Adquirió todos los permisos de la autoridad competente, que era Pilato, para encargarse del crucificado. Descolgó de la cruz el cuerpo de su crucificado para colocarlo con toda su dignidad en un sepulcro seguro y nuevo: “Luego, hizo rodar una piedra sobre la entrada del sepulcro” (Marcos 15,46). ¿Qué hubo en vida entre este José y Jesús de Nazaret?
Junto a este desconocido José, vuelven a aparecer dos mujeres en este breve relato de la despedida de Jesús: “María Magdalena y María la de José se fijaban dónde colocaban a Jesús” (Marcos 15,47). Estas mujeres son las que estuvieron siempre con Jesús, desde Galilea hasta aquí. Desde que comenzó Jesús su tarea evangelizadora (Marcos 1,14) hasta que fue sepultado. ¿Quién, sino ellas, puede hablar con conocimiento de causa de Jesús de Nazaret? Y ellas hablaron, y me atrevo a afirmar que escribieron, de lo que sabían y de lo que se les había pegado a la piel de fuera y de dentro de sus cuerpos sobre ese galileo llamado Jesús.
En estos momentos del silencio absoluto de Jesús y de la inmensa presencia de su ausencia, ¿dónde están los Doce, tan famosos después para algunas mentes interesadas? ¿Dónde está Bartimeo de Jericó que entró en Jerusalén con Jesús y nada más se supo de él? ¿Dónde está María de Nazaret a la que luego la tradición le dibujó tan maternal? Si hubo discípulo amado, ¿dónde estaba ahora? Y Pedro, si iba para papa primero, ¿por qué no está aquí, para luego poder hablar de ello y evangelizar? ¿Y los llamados de Emaús?... Nadie. José y unas mujeres.
A veces pienso que aquella sepultura de las canteras de las afueras de Jerusalén se parece tanto a nuestra iglesia… ¡En ellas están Jesús de Nazaret muerto y las mujeres que lo llevan tan adentro y tan vivo, en silencio o silenciadas! ¿Por qué ahora y siempre mandan los Doce?
La narración sobre aquel Jesús de Nazaret, su persona, vida y misión, podría haber acabado aquí. En su sepultura. Y no es así. Aquella vida de Jesús continúa, porque el sepultado vive en los adentros de un puñado de mujeres que no le han dejado ni marcharse ni morir. Pero eso se cuenta ya ‘pasado el sábado’ (16,1). Hasta aquí, lector contemplativo crítico, me quedo con el silencio de Jesús y la presencia de su ausencia para leer el testimonio de María de Magdala.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 12 de noviembre de 2017.
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