Hablo del calendario, ¿de Cristo REY?
Mi jaculatoria segunda: Que me devuelvan a la Señora María
Y nada más para este nuevo domingo del 24 de noviembre de 2024.Mi jaculatoria primera: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
Hemos llegado al último domingo del año eclesiástico. Y en la liturgia de este día se nos leerá el texto del Evangelio de Juan 18,33-37. Este breve relato cuenta el primer encuentro ‘a puerta cerrada’ entre el gobernador romano Pilato y Jesús de Nazaret en las dependencias que Roma tiene en Jerusalén. El segundo encuentro de estos personajes sucederá en este mismo lugar como así lo cuenta en exclusiva este Evangelista en Juan 19,9-12.
Mientras dialogan, según este relato, Pilato y Jesús en el interior de la torre Antonia, fuera de este recinto están las autoridades religiosas judías ‘esperando acontecimientos’. Estas autoridades del Templo y de la Ley de Israel deciden no pisar el suelo pagano del Pretorio para no contaminarse y poder comer la Pascua como buenos judíos puros y cumplidores de la letra escrita, aunque contaminados en sus adentros por haber sentenciado a muerte al laico y galileo Jesús de Nazaret (Juan 18,28-32).
¿Qué deshumanizadora ironía, parece constatar este narrador, es esa que considera pecado pisar un espacio sagrado y, en cambio, condenar y ejecutar a una buena persona a morir en una cruz no es pecado? ¿Qué se entiende aquí por pecado? Este Jesús fue condenado por blasfemo y pronto nos dirá el Evangelista quiénes son aquí los blasfemos. ¿Quién se atreve a leer despacio y con sentido crítico Juan 19,13-16? ¿Por qué se le silencia al pueblo este dato?
Junto a esta realidad, me importa comprender cómo las autoridades de la religión y de la política han unido sus maneras de pensar y decidir hasta acabar con la vida de Jesús de Nazaret. Este hombre que es Jesús, según se nos ha escrito en el Evangelio de Juan, sólo decidió compartir una manera muy sencilla y explícita de pensar, creer y vivir: “Amaos unos a otros, que en esto conocerán todos que sois mis discípulos” (Juan 13,35).
Este fue el Evangelio de Jesús de Nazaret. Esta buena noticia chocó-choca-chocará siempre con cualquiera de las institucionalizaciones religiosas que se despiertan en los adentros de los humanos habitantes de este mundo. Por eso, este judío y laico de Nazaret comenzó el anuncio de su buena noticia con la denuncia radical del Templo judío descrita en Juan 2,13-25.
Creo que quienes se olviden de tener presente este inmenso contexto del Evangelio de Juan corren el serio peligro de interpretar equivocadamente este asunto de considerar a aquel Jesús de Nazaret como el Cristo Rey del Universo. Todopoderoso que, aunque no se diga, se piensa, se acepta y se cree. En esta realidad está creyendo el propio Pilato cuando pregunta nada más quedarse a solas con Jesús en la torre de su poder: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” (Jn 18,33).
Si esto mismo es lo que se celebra en este domingo y en esta iglesia, creo que estamos volviendo a condenar al silencio y a la muerte a aquel Jesús de Nazaret que no deseó otro poder que extender su mano para compartirla con quienes extienden la suya para empezar a quererse como humanos y no con la autoridad esclavizadora de los mandamases. Lo repetiré para concluir este comentario y este año eclesial: Amaos unos a otros (Jn 13,35).
Carmelo Bueno Heras. Madrid, 25 de noviembre de 2018 y 24 de noviembre de 2024.
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 52ª (24.11.2024): Marcos 16,1-8. ¿Quieres ver, oír y tocar a Jesús de Nazaret? Vete a Galilea.
Ahora que parece que este Evangelio se acaba constatamos, por obra y sabiduría literaria y teológica de su autora, que no es así, que no se acaba, que vuelve de nuevo a empezar, porque hay que volver y volverse a Galilea. A la Galilea tierra y región de los galileos como Jesús y su familia. Y a la Galilea donde se evangeliza (no donde se sacramentaliza) que es donde vive siempre la buena noticia que es Jesús de Nazaret.
La última página del relato de María Magdalena sobre Jesús de Nazaret sabemos que empieza así: “Pasado el sábado, María Magdalena, Salomé y María la de Santiago… El primer día de la semana, muy de mañana, van al sepulcro…” (Marcos 16.1-2). En cambio, no sabemos dónde acaba esta última página del Evangelio. Aparentemente se pueden leer las últimas expresiones escritas, que son éstas: “Las mujeres salieron huyendo del sepulcro… Tenían miedo y estaban sobrecogidas y no dijeron nada a nadie…” (Marcos 16,8).
El sepulcro está vacío y aquellas tres mujeres lo han abandonado. El sepultado Jesús de Nazaret no está. Todo ha terminado, parece. Sin embargo, la habilidad narradora nos ha dejado la puerta de aquel sepulcro muy abierta. Tan abierta ha quedado que nunca se va a cerrar y abierta sigue aún. Sorprendente la narración, el testimonio y la fe de aquellas mujeres y de quien nos cuenta estas cosas: “Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado. No está aquí. Ved el lugar donde lo pusieron. Id a decir a sus discípulos, ¡y a Pedro!, que irá delante de vosotras a Galilea. Allí le veréis…” (Marcos 16,6-7).
Aquel sepulcro estaba en la ciudad de Jerusalén y la puerta se abrió para volver a des-andar el camino hasta llegar de nuevo a Galilea. Hasta leer en el libro ya escrito: “Llegó Jesús a Galilea y proclamaba el Evangelio… Convertíos y creed en la buena noticia. Y bordeando el mar de Galilea vio a Simón y Andrés…” (Marcos 1,14-16).
Cuando se comienza esta nueva lectura del Evangelio, aquellas mujeres sabían ya todo lo que sucedió a su Jesús de Nazaret en esta vida de aquí… Y aquí volvieron a encontrarse con él. Lo llevaban dentro, en sus adentros, en su experiencia de fe, y por eso mismo volvieron a encontrarlo allí donde les había hablado y evangelizado.
Aquel Jesús que ellas habían tocado y oído y conocido se les quedó vivo para siempre muy adentro, muy vivo, muy resucitado. Toda esta larga experiencia de vida compartida, ¿qué otra cosa fue, sino la única y plena aparición de aquel hombre de la historia llamado Jesús de Nazaret? Con este hombre a su lado habían aprendido un camino nuevo, no de una ley o religión, sino de un Evangelio.
Todo esto se lo habían escuchado a un joven vestido de blanco, en la mañana del primer día y antes de entrar en el sepulcro. Y se habían fiado de él. Y era verdad que fuera así, porque lo habían constatado al volver a Galilea. ¡Era la vida del propio Jesús que les gritaba tanto, creo!
Carmelo Bueno Heras. Madrid, 12 de noviembre de 2017.
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