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Carmelo Bueno Heras
Comentario primero:
2025, 16 de marzo. Domingo 2º de Cuaresma C: Lucas 9,28-36. Leo y escribo Contigo:
Jesús de Nazaret no fue Dios, ni aspiró a serlo
El día dieciséis de marzo se celebra en la liturgia de los eclesiásticos vaticanos el segundo domingo de Cuaresma. Y en él se propone la lectura crítica del popular relato de ‘la transfiguración’ de Jesús de Nazaret. Literalmente hablando, esta narración se acerca más a la imaginería poética de un cuento de hadas que a la realidad pura y dura que, seguramente, experimentó el propio Jesús de Nazaret. El hecho o el sueño lo cuentan los tres primeros Evangelios que se escribieron: Marcos 9,1-10; Mateo 17,1-9 y éste de Lucas 9,28-36. Al evangelista Juan se le quedó en el tintero del olvido este acontecimiento. ¡Aparentemente…!
Un domingo más voy a cambiar la celebración de la misa por la lectura reposadamente crítica que es la meditación de este relato tan desconocidamente presente entre las gentes de la iglesia. Creo que este texto evangélico desea ser una prohibición de la divinización de aquel hombre de carne y hueso, judío, laico y galileo llamado Jesús de Nazaret. Dicho y repetido de otra manera: Jesús de Nazaret no fue Dios ni deseó serlo ni aspiró a ello. Y escrito como si fuera una blasfemia suena así: Jesús de Nazaret fue una persona como tú, como yo, como todos.
Sé que esta interpretación mía no la comparte la teología del Catecismo de la Iglesia católica ni todos cuantos la leen, la estudian y la acogen desde la llamada cristología dogmática… que lleva a sus espaldas siglos y hasta milenios de vigencia. Esta divinización de Jesús es la nube de la que habla el texto. Cuando escucho y contemplo esta divinización de Jesús en JESUCRISTO PROFETA SACERDOTE Y REY me entra en el cuerpo el miedo de sentirme tan gusano como la propia nada que se evapora.
El evangelista Lucas cuenta ‘esta transfiguración de Jesús’ en la antesala del final de la vida y misión de Jesús en Galilea (Lucas 4,14 a 9,51). ¿Qué hizo y dijo este hombre en aquella Galilea judía del siglo primero? Ir de sinagoga en sinagoga y de sábado en sábado leyendo la llamada entonces ‘Palabra de Dios’ y explicándola, no como lo hacían los rabinos-expertos-letrados…, sino como a este desobediente Jesús le gustaba explicarla y compartirla. Esta libertad liberadora con la que actuaba Jesús entre sus gentes galileas despertó no sólo curiosidad de revista del corazón, sino profunda inquietud en hombres y mujeres sobre sus propias cosas del vivir, del comer, del ociar, del negociar, del rezar… ¡Qué bien está contado esto por Lucas en todo el capítulo noveno de su Evangelio!... Y de manera muy llamativa, ¡qué iluminador es este final del ser y actuar de Jesús en Galilea!: el que no está contra vosotros, está con vosotros (9,50).
¿Con qué intencionalidad sitúan las gentes de la liturgia ‘la transfiguración de Jesús’ en el tiempo de la Cuaresma? ¿Desean que se contemple a un Jesús todopoderoso, como el Dios todopoderoso de toda religión única y todopoderosa? ¿Quieren que se le contemple como el Redentor único y definitivo de todo pecado que pasó así por su tierra y su tiempo y que sigue pasando así por esta tierra y tiempos nuestros en la persona de todo sacerdote que perdona en confesión y en nombre de ese Jesucristo…? Me digo que, al menos en esta Cuaresma, está prohibido divinizar a Jesús de Nazaret, porque él nunca dejó de ser humano, como tú y yo, como el más pequeño de los humanos (Lucas 9,46-48), un niño: liberado y liberador.
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 21 de febrero de 2016 y en Madrid, 16 de marzo de 2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 16ª (16.03.2025): Lucas 5,12-16.
Tres acciones, como las de Jesús, para aprender a EVANGELIZAR
El relato siguiente del Evangelio de Lucas que trato de comentar es muy breve. Cinco versículos nada más para contar tres asuntos, entre otras varias sugerencias: la curación de un leproso (Lc 5,12-14), la consecuencia de oír a Jesús (5,15) y la oración de Jesús (5,16). Después de esto, tan sencillo y tan desestabilizador, una multitud de fariseos y de doctores de la ley se acercaron a Jesús y se sentaron para… ¿oírle, aprender de él, abrirle expediente…? (5,17-26). “Y sucedió que, estando en una ciudad, se presentó un hombre cubierto de lepra…” (Lc 5,12). Así es como este narrador que es Lucas nos cuenta el hacer y decir de su Jesús de Nazaret. Si algún lector va buscando precisiones de espacio y tiempo acabará con más incertidumbres que certezas. En este texto se halla uno de esos ejemplos bien claritos: ‘Sucedió en una ciudad’. Sin embargo, me pregunto, ¿cómo era posible, entonces, que hubiera un leproso en una ciudad?
La Ley del Dios de Moisés y de Israel describía con claridad la condición de enfermo y pecador de toda persona afectada por la lepra. Lo cuenta excelentemente bien el libro del Levítico en sus capítulos decimotercero y decimocuarto: “Yavé Dios habló a Moisés y a Aarón y les dijo: cuando uno tenga en la piel de su cuerpo tumor, erupción o mancha… Esta es la ley que ha de aplicarse al leproso el día de su purificación… Esta es la ley de la lepra” (Levítico 13,1 a 14,57). Quiero pensar, aunque me siga equivocando, que Jesús de Nazaret habló explícitamente sobre la inhumanidad de esta ‘ley de la lepra’ aunque fuera una ley de Dios. Sólo así es posible imaginar que aquel leproso de aquella ciudad se hubiera enterado de cuanto hacía y decía aquel galileo y laico de Nazaret sobre la lepra y la ley de su religión.
¿Qué esperaba aquel leproso encontrar en Jesús? Esperaba una palabra y un gesto de sentido que nadie se había atrevido a compartir con él. Por eso se acercó a Jesús y le extendió sus manos. Por eso, Jesús no rehusó aquella cercanía. Al contrario, se acercó aún más hasta fundirse los dos en un abrazo entrañablemente inmenso. Y una palabra: ¡te quiero! Y que esto lo sepan las autoridades sacerdotales de aquel templo de Jerusalén y de su Ley de Moisés.
El asunto segundo de esta buena noticia que nos cuenta Lucas de Jesús es la difusión de este hablar y hacer de su Jesús de Nazaret. Éste vivía así por estar impulsado desde sus adentros por el espíritu que le habitaba, como bien nos había anunciado en Lucas 4,14-24. Sólo así comprendo, como lector del relato, que ‘escuchar’ la evangelización de Jesús es sentir que mis enfermedades mentales (¿espirituales o de espíritu?) comienzan a desaparecer. ¿Cómo olvidar este ‘oír’ a Jesús y ‘ser curado’ de toda enfermedad? (Lucas 5,15). Es imposible olvidar. Y el narrador añade aquí y ahora otro dato, el tercero de esta breve secuencia de la vida cotidiana de su adulto y creyente Jesús el galileo: “Se retiraba Jesús a los lugares solitarios, donde oraba” (Lucas 5,16). Me parece percibir en mi lectura de este mensaje que el Evangelista relaciona el dato de ‘la fama o populosa acogida de la evangelización’ de su Jesús con su decisión de retirarse, ¿solo, acompañado?, a orar. ¿Qué o cómo era su oración? Nada se dice. ¿Puedo imaginar que se ocupaba en pasear sus neuronas al aire de su respiración?
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 18 de marzo de 2018; también en Madrid, 16.03.2025
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