Cera y acero
Carmelo Bueno Heras
¿Dónde está aquel Espíritu que acompañaba a Jesús de Nazaret?
Una vez más, la liturgia juega con la palabra del Evangelio, porque llega el tiempo de la Cuaresma. Un tiempo propicio, dicen los eclesiásticos. ¿Propicio para qué? Para hablar y hablar del pecado. Y desde él, de la penitencia. Y desde ahí de la misericordia. Últimamente suena tanto esto de la misericordia que llega a decirse que es ‘el nombre de Dios’. ¿Cómo es posible que, siendo ese Dios tan misericordioso, por ejemplo, no ablandara el corazón de los egipcios cuando aquello de la primera pascua del pueblo de Israel? No sólo no ablandó esos corazones, sino que los endureció hasta hacerlos tan pecadores que cuando entraron en el rojo mar aquel todos perecieron y ni uno solo se libró (Éxodo 14,15-31).
¿Puede endurecer y no puede ablandar? No lo entiendo. Pero hablar de misericordia es la antesala del perdón y del sacramento llamado del perdón, de la penitencia, de la absolución, de la contrición, de la reconciliación, de la confesión... Del poder de perdonar pecados que sólo le pertenece al sacerdocio, aunque diga la Buena Noticia de Mateo que ese poder de perdonar está en todos y cada uno de los creyentes en Jesús de Nazaret (Mateo 18). Seguiré pensando y creyendo que ‘el nombre de Dios es amor’.
Ante nosotros la Cuaresma con sus cuarenta días y sus eucaristías con sus ‘evangelios’ tomados según los respetables criterios de los magistrados vaticanos. Para el primer domingo, las tentaciones. Y así clarificar ya desde el inicio la fuente o fuentes de todo pecado: El poder. El poder del que tiene más que nadie, que es el poder económico. El poder del que manda más que nadie, que es el poder político. El poder del que es más grande y está más arriba que nadie, que es el poder religioso, el de la Religión, en nombre del dios en quien se cree.
Los tres evangelios sinópticos (Marcos, Mateo y Lucas) hablan de la experiencia que vivió Jesús en su relación con el poder en cualquiera de sus manifestaciones más deshumanizadoras. El cuarto Evangelio, el de Juan, habla de esta experiencia de Jesús en contextos o situaciones diferentes a las que nos presentan los otros tres. Para el primer domingo de esta Cuaresma del dos mil dieciséis se nos lee el relato de Lucas 4,1-13. En él se nos dice que el Espíritu conduce y guía a Jesús de Nazaret por el desierto. ¿Cómo es este acompañamiento del Espíritu que le fue llevando allá donde ‘el diablo’ -que es el que se opone a uno o se le atraviesa en el camino de sus pasos por la vida- tiene su casa y sus dominios? Me choca y extraña este proceder del Espíritu.
No desearía que ese Espíritu hiciera conmigo lo que hizo con Jesús en ese acontecimiento de las tres tentaciones. Les confieso que me he detenido a mirar y me he sorprendido de lo que he visto y pensado. He mirado a mi alrededor y en mi iglesia -que se dice fundada en Jesús- y he visto sus ansias de poder manipulador de conciencias en nombre de Dios. He mirado y he visto en la historia el ejercicio de su poder sobre tierras y pueblos en imperios, dictaduras o democracias. He mirado y he visto los deseos realizados del poder de la riqueza, el lujo, la ostentación y la gloria vana y vacía. Siento que esta iglesia es más del diablo del desierto y de su proyecto que de aquel hombre del pueblo, laico y galileo, Jesús de Nazaret. Y aquel Espíritu que acompañaba a Jesús, ¿dónde está?, ¿qué hizo y hace en esta iglesia y en mí? Creo que sólo estar. Estar en cada uno. Estar siempre, invisible, dentro, callado, mirando, escuchando…
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 14.02.2016 y en Madrid, 09.03.2025
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final.
Semana 15ª (09.03.2025): Lucas 5,1-11. El reino-reinado de Dios está en tus adentros
Jesús evangelizaba en la tierra, de sinagoga en sinagoga y de sábado en sábado. Lo hemos leído y comprendido críticamente en el dramático cuarto capítulo del Evangelio de Lucas. Y, al comenzar la segunda etapa de esta tarea evangelizadora, Jesús evangeliza en el mar, o desde el mar o al mar. Lo escribo así, no por jugar con las palabras o con la lengua. Sino por caer en la cuenta de que la única misión de este Jesús de Lucas es evangelizar, anunciar una buena noticia que, según parece, no lo fue tan buena para muchas gentes de la sinagoga o del mar.
“Estaba a la orilla del lago de Galilea y la gente se agolpaba a su alrededor para oírle… y, sentado sobre una barca, enseñaba” (Lucas 5,1-3). Según la narración del Evangelista, éste su Jesús de Nazaret está solo, ¿le acompaña alguien en estos momentos? Parece ser que no. Este evangelizador de la Galilea de la tierra y del mar comparte un mensaje que sólo él lleva en sus adentros. No es un programa diseñado de antemano por un equipo de expertos, celestiales o terrestres. Su evangelización no es compartir un plan, sino… ¿una experiencia de vida, un sueño? Y esa experiencia, dice Lucas, nace de la lectura crítica y personalizada de los mensajes de su vieja religión judía de Moisés y de sus Profetas. Como lo hizo en su Nazaret (Lc 4,14-30).
Este Evangelizador del Evangelista Lucas se subió a una barca para hacer de ella el ámbito de su Evangelización, el lugar para anunciar una buena noticia: “El reinado de Dios está dentro… de ti, del otro, de mí…”. Ya sé que esta cita textual pertenece a este Lucas que lo escribe en el 17,21 de esta que es su obra. Pero esto es justamente lo que hizo y dijo en su sinagoga de Nazaret y en las sinagogas de Galilea sábado a sábado. ¿Cuántos oyeron aquella noticia buena de un dios bueno que nunca ya castigará nada ni a nadie? La semilla de esta palabra buena está desde entonces, desde siempre, para siempre en los adentros de cuantos oyeron entonces o lo leyeron después y lo comentamos ahora. Ese reinado de Dios, que no es otra cosa que el bien y lo bueno de todo lo humano, está dentro de uno, de ti, de mí, de todos. Dentro de todo ser humano, sea del color que sea.
Repetiré mi criterio una vez más. Es muy posible que esté equivocado, pero lo que acabo de dejar escrito en el párrafo anterior, ¿no es una interpretación fiable de Lucas 5,10?: “Jesús dijo a Simón… serás pescador de hombres”. ¿Qué es ‘pescar hombres’? Liberar personas de la esclavitud tiránica y deshumanizadora del mal simbolizado en el mar. ¿Soñó el evangelizador Jesús que es posible que dentro de cada ser humano sólo se arraigue el bien y nunca el poder del mal? Este sueño es la palabra de Jesús, su evangelio. Cuando se cree en él, en el sueño y en el soñador, la pesca es abundante (Lc 5,4-7). Según cuenta aquí este Evangelista Lucas, su Jesús de Nazaret realiza su misión evangelizadora desde la barca de Simón, el Pedro Piedra, y desde las otras barcas de Santiago y Juan, los Atronadores (que esto es lo que significa su nombre hebreo de ‘Zebedeos’). Estas barcas son las casas de quienes están empezando a ser seguidores y testigos del Evangelizador. Y la misión de todos, de Jesús y de los suyos, no es sacramentalizar, sino liberar del poder del mal.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 11 de marzo de 2018 y en Madrid, 16 de marzo de 2025.
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