Abiertas al proyecto de Dios
Sagrada Familia (A) Mt.2, 13-15. 19-23. 29 de Diciembre de 2013
Los relatos
evangélicos no ofrecen duda alguna. Según Jesús, Dios tiene un gran proyecto:
construir en el mundo una gran familia humana. Atraído por este proyecto, Jesús
se dedica enteramente a que todos sientan a Dios como Padre y todos aprendan a
vivir como hermanos. Este es el camino que conduce a la salvación del género
humano.
Para algunos, la familia actual se está arruinando
porque se ha perdido el ideal tradicional de “familia cristiana”. Para otros,
cualquier novedad es un progreso hacia una sociedad nueva. Pero, ¿cómo es una
familia abierta al proyecto humanizador de Dios? ¿Qué rasgos podríamos
destacar?
Amor entre los esposos. Es lo primero. El hogar está vivo cuando los padres
saben quererse, apoyarse mutuamente, compartir penas y alegrías, perdonarse,
dialogar y confiar el uno en el otro. La familia se empieza a deshumanizar
cuando crece el egoísmo, las discusiones y malentendidos.
Relación entre padres e hijos. No basta el amor entre los esposos. Cuando padres e
hijos viven enfrentados y sin apenas comunicación alguna, la vida familiar se
hace imposible, la alegría desaparece, todos sufren. La familia necesita un
clima de confianza mutua para pensar en el bien de todos.
Atención a los más frágiles. Todos han de encontrar en su hogar acogida, apoyo y
comprensión. Pero la familia se hace más humana sobre todo, cuando en ella se
cuida con amor y cariño a los más pequeños, cuando se quiere con respeto y
paciencia a los mayores, cuando se atiende con solicitud a los enfermos o
discapacitados, cuando no se abandona a quien lo está pasando mal.
Apertura a los necesitados. Una familia trabaja por un mundo más humano, cuando
no se encierra en sus problemas e intereses, sino que vive abierta a las
necesidades de otras familias: hogares rotos que viven situaciones conflictivas
y dolorosas, y necesitan apoyo y comprensión; familias sin trabajo ni ingreso
alguno, que necesitan ayuda material; familias de inmigrantes que piden acogida
y amistad.
Crecimiento
de la fe.
En
la familia se aprende a vivir las cosas más importantes. Por eso, es el mejor
lugar para aprender a creer en ese Dios bueno, Padre de todos; para conocer el
estilo de vida de Jesús; para descubrir su Buena Noticia; para rezar juntos en
torno a la mesa; para tomar parte en la vida de la comunidad de seguidores de
Jesús. Estas familias cristianas contribuyen a construir ese mundo más justo,
digno y dichoso querido por Dios. Son una bendición para la sociedad.
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