jueves, 28 de abril de 2016

CURSO “EL HOMBRE NUEVO” ( LA SALVACIÓN ES UN TEMA DE AMOR: DE FIESTA, ALEGRÍA Y GOZO) (HN-15)

LA  SALVACIÓN  ES  UN TEMA  DE  AMOR:  DE  FIESTA,  ALEGRÍA Y GOZO  (HN-15)

Ya hemos visto que Dios tiene sobre nosotros el designio amoroso de salvarnos, porque Dios es amor; y también que la respuesta del hombre a Dios debe ser “esforzarnos para...”, convertirnos para irnos pareciendo cada vez más al amor que ya llevamos dentro.  Y por tanto, si todas las religiones de la tierra no ponen –o no pusieron– su centro en el amor, no deben –o no debieron– ser llamadas religiones. En resumen, sólo se podrá llamar religión aquélla que ponga su centro en el amor. Recordemos también: “Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros;…” (Jn. 13, 34). Un solo mandamiento, que engloba todo; y cuando éste falla es cuando se multiplican los mandamientos. ¿Está claro? Tan claro como que, cuando cruje y se agrieta la estructura interior de una casa multiplicamos los apoyos y andamios exteriores para sostenerla. Por esto, deberíamos ponernos a temblar al ver cómo ciertos Estados e Iglesias multiplican sus mandamientos y estructuras; porque cuando se apuntalan mucho ciertas cosas es que estas amenazan ruina. Y al contrario, cuando hay amor y por tanto religión (religación interna amorosa con…) no hay puntales exteriores de ninguna clase; pues la casa ya está bien soportada por su vida interior amorosa: por sus niños que nacen del amor, y sus viejos-niños que retornan al amor total sin estructura. Pero ahora (durante nuestro existir), como todavía no está terminada nuestra madurez interior, son necesarios andamios y moldes para construirla; y así hasta que, una vez lograda, se rompan todos los moldes y los pájaros echen a volar. Fijémonos que Cristo nos habla de pájaros (refiriéndose a nosotros), para que sepamos cómo estos son alimentados por Dios cuando están en libertad; y cómo cada mañana amanecen cantando, sin angustias de siembras o recogidas, gracias a la providencia. Ya sabemos que, la salvación es un tema de amor: un saber hacer fiesta con cada entrega de nuestra disponibilidad personal; un saber alegrarnos y gozar, en cada entrega personal a cualquiera de nuestras circunstancias. Ya sabemos que, el mundo va siendo cada vez más salvado: va conteniendo cada vez más amor, según lo vamos interpretando y sintiendo cada uno. Es como sentir una sinfonía interior que tiene unas inmensas ganas de llegar a...: porque siempre suena más allá de las cosas que envejecen y que vamos dejando aquí a lo largo del camino (civilizaciones, culturas, deseos...); e incluso sonará más allá de todo lo que venga, como futuro global con más ganas aún de llegar a... De forma que si sentimos que todo empieza a resonar (como proyecto) dentro de nosotros, será un buen síntoma de que nos estamos tomando en serio lo de ser hombres. Toda la Creación es una maravilla: Estamos empezando a tomarnos en serio que todo es un ansia inmensa de amor, un ansia de libertad plena en Dios. Y gracias al inmenso anhelo amoroso que llevamos dentro –como profecía todavía no realizada–, nos estamos dando cuenta del ansia casi frenética que tenemos de libertad.  Está viniendo una época de mayor libertad –todavía provisional–, donde los creyentes en Dios creerán cada vez más en el Amor; y cuando se les pregunte por su creencia o por su fe, en vez de responder que pertenecen a una iglesia determinada (parroquia, cura, o...) dirán que pertenecen a Dios. Esto ya se lo comentaba Pablo a los corintios: “He oído a algunos de vosotros decir: yo soy de Pedro, yo de Pablo, yo de Apolo... ¡Desgraciados!, ¿es que ha muerto Pedro, o Pablo, o Apolo, por vosotros?” (1ª Cor. 1,12). ¿Es que el cogollo de la religión puede ser un hombre o una estructura?  Mientras los cristianos –reunión de creyentes en Cristo–  nos definamos según la Iglesia a la cual pertenecemos, estaremos diciendo que no pertenecemos a “la verdadera Iglesia”: que es universal y la del Amor. Donde el amor funcione, las estructuras que se creen serán siempre amorosas y libres; pero donde no funcione, ni mil estructuras podrán sustituirlo. De igual forma leer el Evangelio desde el hombre nuevo, desde el amor, es liberador; es salvador porque nos sitúa en el justo camino.   

Dice San Pablo, que toda la creación sufre dolores de parto al querer ser liberada. Sufrimos dolores, en nuestro parto de salvación, pero estos dolores son precisamente nuestra profecía; porque siempre nos nace un niño dentro después de esforzarnos por... La creación quiere ser liberada, pero ¿liberada de qué? Liberada de falta de amor y de falta de alegría; pues sin amor –y sin el gozo interno que produce este– no podremos madurar ni gozar como tales hijos de Dios que somos.

Volvamos a nuestra ya conocida pregunta: ¿Señor, son pocos los que se salvan? Y la respuesta es: si tú amas –si tú que eres sujeto de salvación te esfuerzas por amar– ya estás en el justo camino de los salvados; ya estás siendo salvado en la misma medida que te esfuerces por... San Pablo decía que los creyentes son todos parcialmente santos. O sea que, lo que esperamos ya lo tenemos parcialmente dentro; pues se va derramando –encarnando– parcialmente dentro de nosotros. Y por tanto si la salvación ya se está haciendo dentro de nosotros, ¿cómo podemos preguntar, incluso con angustia, si nos salvamos o no?

Ahora un aviso general: Lo que pudiera sonar como novedad a los lectores, de todo lo que se lleva expuesto, no debería generar polémica alguna; pues son solo afirmaciones y gestos que están tendiendo sus manos hacia algo que intuimos y deseamos todos con ganas infinitas: hacia las grandes verdades liberadoras, que son “la buena noticia”. En cambio, los que sí pueden resultar realmente polémicos son los que se autodenominan cristianos sin serlo: los que invocan y quieren mantener cosas que realmente no son cristianas. Además, tampoco debe haber polémica contra aquellos que se equivoquen buscando de buena fe; pues el amor humano puede equivocarse también: nuestra capacidad de equivocación también puede ser amorosa. Normalmente el amor suele ser tranquilo cuando las cosas funcionan bien, pero cuando no funcionan tan bien el amor comprometido puede estar además abrumado; pudiendo incluso haber más amor en este segundo caso que en el primero. Recordemos que cuando las cosas funcionen mal, se nos presentará una magnífica oportunidad para poder valorar la calidad de nuestro amor.


PARA TERMINAR (la lección tercera), ES BUEN MOMENTO PARA RELEER, AGRUPADAS, LAS PRINCIPALES CONCLUSIONES SOBRE SALVACIÓN QUE  SE HAN EXPUESTO EN LOS ÚLTIMOS RESÚMENES:

*Si Dios no hubiera tenido la intención de salvar todo lo que creó, no habría empezado a crear; y del mismo modo, si Dios no hubiese tenido intención de encarnarse en la creación, no habría empezado a crear. Dios crea para encarnarse, y se encarna para salvar.

*Creación-Encarnación-Salvación son tres realidades teológicas que no se pueden separar. Pues aquello que hace que la Creación sea Creación es Dios que está en ella -Encarnación-, y aquello que hace que la Encarnación sea Dios en nosotros, Emmanuel, es la Salvación que obra dentro de nosotros. Por tanto no es que la Creación esté esperando la Encarnación y ésta a la Salvación, sino que: en el corazón de la Creación ya está presente Dios encarnado, y en el corazón de la Encarnación ya está dentro Dios salvando. Yo soy creación porque soy encarnación, y por tanto dentro de mí ya crece la salvación.

*Dios crea, y al crear se mete en la creación. Y así, como al encarnarse lo llena todo con su amor, esta misma energía amorosa dentro de lo creado será la que salve la Creación.
*Creación-Encarnación-Salvación, son realidades que no se pueden separar; pues se encuentran una dentro de otra con una dinámica común en el tiempo. En efecto yo soy creación, y como Dios se derrama en ella es por lo que Cristo está conmigo –hay rumor de sus pasos encarnados en mis adentros–; para que, de acuerdo con mi respuesta en la vida a sus interpelaciones de todo tipo (que me llegan desde su encarnación plural y dispersa), se vaya amasando mi yo poco a poco en el tiempo: me vaya creciendo por dentro mi salvación; o lo que es lo mismo, se vaya amasando mi “cuerpo de resurrección”.

*La Creación, que es Dios que se derrama, no es diferente de Dios; es Dios en marcha de Alfa hacia Omega. Y si Dios es la Creación y yo soy creación, Dios es sonoro en mí; pues todo vibra con la presencia de Dios. Por eso, cuando algo vibre dentro de mí –resuenen pasos– es Dios que se me derrama.

*Dios, al ser la sintonía total y perfecta dentro de nosotros, nos permite ir vibrando con todo lo creado –no solo con lo mal llamado sagrado– según vayamos captando sus melodías particulares. Pero, para que podamos captar realmente todo esto, para estar bien despiertos y poder vibrar en nuestro proceso de salvación con el resto de lo creado, se requiere que hagamos caso a Cristo cuando nos dice: para salvaros, “esforzaos para entrar por la puerta estrecha”.  

*Recordemos que lo que nos salva es nuestra actitud religiosa ante todo lo creado, pues en todo  viene Dios. Y, ¿cómo me las ingenio para hacer crecer la Creación y salvarla dentro de mí? Pues sintiéndola. Y para esto no hace falta hacer cosas raras. No tengo que hacer nada específico ni raro, sólo tratar de llegar a ser el que tengo que ser en la creación: pensando, usando y amando bien, las cosas y las personas; sin hacer distinción entre sagrado y profano.

*Cristo dice que, Dios no salva mediante un acto puntual. La salvación no depende de un acto puntual de Dios –mal llamado Juicio Final– por el que se nos acepta o rechaza al final; porque Dios ya nos está salvando ahora, dentro de su plan progresivo de salvación. La Salvación es un proceso, en el que nos vamos salvando sin que exista un final máximo medible porque el final es el infinito.

*En el proceso de salvación, es Dios quien nos pregunta a cada uno –en todo momento y circunstancia–: ¿me dejas que te salve? ¿te quieres esforzar para superar esto?  Y yo contestaré en libertad si quiero o no ser salvado: según responda a cada interpelación que me hace Dios desde cada una de mis circunstancias; o lo que es lo mismo, según me esfuerce o no en pasar por la puerta de Cristo. Y ¿cuál es esta puerta? Mi esfuerzo en ser como Cristo. ¿Te quieres esforzar, para tratar de ser un hombre radiante y luminoso que tenga como “ser” a Dios?  No olvidemos que Cristo es Dios en el hombre. 

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