LOS
MANDAMIENTOS, ABREN EL CAMINO HACIA EL
CRISTIANISMO (HN-17)
Los Hechos de los Apóstoles y
los textos de los últimos resúmenes, dejan claro lo siguiente: son cristianos
los que caminan y se esfuerzan en pasar por la puerta estrecha; en ser como
Jesús. Y el hecho de que hoy haya tantos que no
caminan, puede ser la razón por la que estén desprestigiadas algunas estructuras
religiosas. En cualquier caso debemos recordar que estas estructuras son solo un
molde/andamio temporal; pues terminarán rompiéndose, una vez se haya formado
dentro la verdadera figura religiosa
cristiana. Y si no se las va rompiendo, o incluso si se las adora, será por
miedo a la libertad; de lo que ya nos habló Fromm. Situación similar a la que
produciría un niño temeroso y todavía en el seno de su madre, si decidiese no
esforzarse en pasar por la puerta estrecha; pues con esa decisión, nunca
nacería ni vería la luz. También es verdad que, cada vez que renazcamos por una
puerta estrecha deberemos cuidar nuestra nueva fisonomía: las nuevas formas
religiosas. Y si luego estas se nos desgastan de nuevo, tendremos que volverlas
a perfilar; o si se pierden volverlas a buscar. En cualquier caso, siempre es nuestra
responsabilidad; y si vemos que la estructura nos ralentiza o para, es que estamos
haciendo de ella una manera equivocada de intentar llegar a Dios. En este sentido, y si lo que hace que los
hombres no caminen se debiera a una rígida estructura religiosa, habría que
revisarla y actualizarla: esto es lo que se viene diciendo y se seguirá
diciendo a lo largo de todo este curso. Además, ¿somos conscientes de que lo
pensado hasta ahora sobre Dios, es tan poco Dios que este Dios pensado por
nosotros no es el verdadero? ¿Y también, que aunque juntásemos a todos los
teólogos de todas las épocas tampoco nos podrían decir quién y cómo es Dios? ¡Qué poco es lo que se puede decir sobre
Dios, desde el pensamiento! Está muy bien que la religión nos facilite
aproximaciones sobre Dios pero, para caminar, para intentar conocer su voluntad
y la forma de comportarnos, hemos de seguir adelante teniendo como meta final el
amor. En efecto, una vez que yo traduzca lo que sé sobre Dios y lo pase a
comportamiento –me comporte como toca–, aún he de seguir; y convertir mi
comportamiento en amor.
Pero antes de continuar con
nuestro objetivo de “llegar a ser a base de amar”, tenemos que anticipar un
tercer peligro dentro de las religiones; además de los dos ya citados:
inmovilismo en la doctrina y en la ética. En efecto, hay un tercer elemento (el
culto) que está presente en todas las religiones y es desempeñado por la casta
sacerdotal. Estos sacerdotes enseñan teología, moral, y además se dedican a
corregir los desarreglos que se produzcan en estos dos ámbitos. Pero Cristo,
que perdona a publicanos, prostitutas y…, no solo se enfrenta a los escribas (teólogos)
sino también a los fariseos (moralistas) y a los sacerdotes (culto); siendo
estos los principales causantes de su crucifixión. Y esto hay que entenderlo de
una vez; porque cierto cristianismo rutinario sigue poniendo su énfasis en que
hay que saberse las oraciones (que sí hay que saberlas, pero no como meta), o
en que hay que comportarse de una manera determinada (siguiendo unos
mandamientos) aunque estos códigos de comportamiento no sean distintivos únicos
del cristianismo sino compartidos con otras religiones. Hay que poner nuestro
énfasis en que el único código del cristianismo es el amor; teniendo en cuenta
que ni siquiera se le puede llamar código al amor, porque un código es siempre
una jaula y el amor es ruptura de jaulas.
Cristo, que no
anula la Ley antigua, sí nos dice que los Mandamientos no tienen sentido si
no llevan al hombre hacia el interior de
sí mismo: que no se trata de comportarse o de cumplir, sino de ser. Y así
responde Jesús al joven que le pregunta: “¿Qué haré, Señor, para ganar la vida eterna?”
Responde: ¿No tienes el código de tu religión?, pues cúmplelo –haz lo
que te dicen que tienes que hacer– y te salvarás; pero si quieres ser... –y
ahora lo conduce del hacer al ser–, si quieres ser perfecto entonces sígueme...
Solemos preguntar qué es lo que hay que “hacer”, cuando lo de hacer es secundario:
si quieres llegar a la meta, además de cumplir con tus códigos religiosos, debes
amar. Cristo jamás enseña mandamientos, porque su enseñanza dice: “En esto
conocerán que sois míos, si os amáis”. Y
amar no es un mandamiento, es llegar a tu “ser”. Con
esto Cristo nos devuelve desde la
periferia del hacer al corazón del hombre, a su ser. Y cuando te topas
con tu cogollo, con tu ser, te topas con el amor; porque el ser del hombre es
Dios, y Dios es Amor: siempre que te preguntes por tu ser, llegarás al Amor.
Por eso los cristianos, cuando invocamos un código de mandamientos no hacemos
sino copiarlo de otras religiones; porque Cristo sólo puso uno: el mandamiento
del amor. ¿Lo sabemos los cristianos? Todas las religiones tienen un código
propio menos el cristianismo, que si lo tiene es porque lo ha tomado del
judaísmo. Los mandamientos que enseñamos a los niños (y que hay que
seguir enseñándoselos) son muy buenos, pero en cuanto son “precursores”
del cristianismo. Y “precurrere”
significa, “correr delante”.
¿Ven el Tao? Otra vez, el
camino. Los mandamientos, abren el camino hacia
el cristianismo.
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