Este tronco fue un
árbol
Y tal vez llegue a serlo de
nuevo. Con el tiempo, me digo, todo llega.
En el último mes habré pasado
por cierto lugar unas diez veces. Se trata de una calle, como otra cualquiera
de las calles de la gran ciudad de Madrid. La primera vez, en realidad, no fue
la primera vez que pasaba por esa calle. Como me pilla tan cerca
de casa... Pero, llamo 'primera' a esa vez porque al pasar por ahí
sentí el grito silencioso de un tronco de árbol. Escuché. Miré. Me detuve.
Contemplé y le saqué una foto. Nada especial, sólo el hecho de contemplar el
tronco del árbol talado. Días después contemplé la imagen en ese archivo tan
popularmente conocido como 'Galería'. Y ahí volví a ver el mismísimo árbol
fotografiado y olvidado. Noté algo y por puro impulso de la curiosidad agrandé
la imagen y ahí estaba... ¡el 'casi' invisible brote vivo del tronco del árbol!
La fuerza de la vida se abría un hueco por la brecha de la corteza del tronco
del árbol. Una semana después de aquella primera vez volví a visitar mi tronco
del árbol. El brote no era uno, sino un puñado de brotes. Y a la tercera visita
los brotes verdes eran visibles desde más de veinte metros de distancia. Y
habrá más veces, te lo aseguro curioso Leyente, más visitas, no sé cuántas; más
fotos del tronco de mi silencioso árbol de la calle; más meditaciones, más
sonrisas indiscretas de ambos vivientes, el tronco y yo. No sé hasta cuándo nos
seguiremos viendo y reconociendo. El idilio continuará.
Que qué es eso de la
resurrección, me preguntan y me pregunto. Y ya tengo otro motivo, otra
realidad, otro sacramento de la vida real y verdaderamente presente tan
sencilla, tan cercana, tan callada, tan sonora, tan limpia y transparente, ¡tan
luminosa!
Aquel Jesús de Nazaret de los
treinta primeros años del tiempo de la historia en esta tierra es ahora un
tronco de árbol de una calle de Madrid. Un tronco florecido. ¿Seguro? Tan
seguro como la existencia de la savia de los adentros entrañables del árbol
talado.
Aún no he bautizado al tronco
del árbol que también sostiene mi fe en la vida y presencia del judío laico y
Galileo Jesús de Nazaret. Ciertamente que no se trata de la talla del Jesús de
Medinaceli. Pero le seguiré llamando, por ahora, en mis adentros, 'El tocón
despertado'.
************
Y también, prosigo la
meditación contemplativa de 'esas otras cositas de la fe' que tienen que ver
con nuestras populares, o no tan populares, tradiciones pastorales o
pastoriles. Por eso, me vuelvo a repetir el mantra de mis saludos o
silencios en una semana más de este curioso año de mis preocupaciones:
Buenos días,
humanísima
trinidad de Nazaret,
Jesús, José
y María.
064. Nuestra Madre la Virgen
de Bustar
065. Nuestra Madre la Virgen
del Puig de Bellver
066. Nuestra Madre la Virgen
de la Mazamorra Chiquita
067. Nuestra Madre la Virgen
de la Dulce Espera
068. Nuestra Madre la Virgen
de la Expectación
069. Nuestra Madre la Virgen
de la O
070. Nuestra Madre la Virgen
de Davadillo
Mi jaculatoria: Que me
devuelvan a la Señora María.
Y añado:
Vive Jesús en nuestros
corazones. Siempre.
A continuación se encuentran
los dos comentarios de este domingo día 7 de abril.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 2º
de Pascua B (07.04.2024): Juan 20,19-31
Respiro, vivo y sigo escribiendo
CONTIGO:
Aprender a ver lo invisible
Año tras año nuestra Iglesia nos propone para este segundo
domingo de Pascua el relato de Juan 20,19-31 en el que se informa a sus
lectores qué sucedió en un rincón de la ciudad de Jerusalén en el atardecer del
primer día de la semana después de la muerte del crucificado Jesús, el judío y
laico de Nazaret de Galilea. Según este Evangelista, aquella noche sucedieron
cosas que ningún otro Evangelista anteriormente había contado a sus leyentes y
oyentes. Cuando esto se escribía, el calendario del tiempo se encontraba en la
última década del siglo primero, unos sesenta años después de los
acontecimientos históricos de lo acontecido con aquel Jesús de Nazaret.
Y este mismo narrador tuvo acceso también a lo ocurrido en
ese mismo rincón de la ciudad de Jerusalén una semana más tarde. Y esto, según
este Evangelista también nos lo ha contado inmediatamente antes de colocar el
punto final a su narración que nos atreveríamos a calificar como ‘su biografía
de Jesús’. Dicho todo esto, añado que por novena vez me atrevo a escribir un
nuevo comentario sobre estas confesiones del Evangelista. Y para esta tarea,
siendo consciente de la extensión que me impongo para estos comentarios, quiero
detenerme en la persona de Tomás, el llamado ‘Mellizo’ o ‘Gemelo’ o
‘Dídimo’. Este Tomás era uno de los DOCE. Apóstol. Y es la tercera vez que
aparece en la narración de este Evangelio.
Sugiero que, para este momento, mi lector tome en sus manos
su biblia y busque Juan 11,16 y lea estas palabras: “Entonces Tomás,
llamado ‘el Mellizo’, dijo a los otros discípulos: Vayamos también nosotros a
morir con él [Jesús]”. Y con la biblia abierta en este texto conviene leer
el versículo anterior y los anteriores y, si se desea, también los posteriores.
Se caerá en la cuenta que se nos está contando la muerte de Lázaro en la ciudad
de Betania. Muerte que les anuncia Jesús a quienes le acompañan mientras están
en la zona del Jordán donde Juan bautizaba (Juan 10,40-42). Tomás es el
primero en comprender la invitación de este Jesús del Evangelista y, por eso,
invita a todos los demás a seguir donde este Jesús les invita a ir.
Para encontrar la segunda vez que este Evangelista nos habla
de Tomás debemos leer Juan 14,5: “Le dice Tomás: Señor,
no sabemos a dónde vas. ¿Cómo podemos saber el camino? Le dice Jesús: Yo soy el
Camino, la Verdad y la Vida”. Este momento del diálogo entre Jesús y Tomás,
si se lee esta página de la biblia que se tiene entre manos, pertenece a la
inmensa sobremesa de la última cena que este Evangelista nos cuenta completa en
los capítulos 13º y 14º de la biografía de ‘su Jesús de Nazaret’. Llegado a
este momento tan sublime, medito y me pregunto:
Teniendo tan recientes estas certezas, ¿dónde se encontraba
este Tomás en el atardecer de aquel primer día de la semana que no
estaba ni en el huerto del sepulcro, ni con los Doce reunidos en momentos tan
significativos por la densidad de las emociones de aquellos humanos? ¿Por qué
duda este Tomás del anuncio de la buena noticia que le comparten los
DOCE en aquel atardecer del primer día de la semana en aquel rincón de
Jerusalén? ¿Qué fue de este Tomás después de aquella primera quincena de vida
del resucitado? ¿Aprendió este Tomás a creer sin ver ni tocar?
¿Por qué ningún papa sucesor de ‘la cabeza Jesús resucitado’
ha aceptado llamarse Tomás? Me siento también Tomás por dudar, que es
aprender a ver lo invisible. Carmelo Bueno Heras. Madrid, 7 de abril de
2024.
CINCO MINUTOS
semanales con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y
meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin.
Semana
19ª (07.04.2024): Marcos 5,1-20
Saltar con Jesús de barca. Texto a texto, la narradora
María Magdalena, nos ha traído hasta el corazón de la segunda gran palindromía
de lo que hizo y dijo su Jesús de Nazaret en las tierras anchas y redondas de
su Galilea del norte. Recuerdo de nuevo que esta palindromía había comenzado en
3,13 y concluirá en 6,13. No es complicado memorizarlo. Tres trece hasta seis
trece, en Marcos.
Por estar en este singular punto del relato quiero volver a
citar, y de manera muy destacada, las tres expresiones que leemos en el
frontispicio de cada uno de estos comentarios:
¿Buscáis a Jesús de Nazaret…? Id a
Galilea… Allí le veréis…
“Llegaron a la otra orilla del lago-mar. A la región de
los gerasenos. En cuanto desembarcó Jesús, le salió al encuentro un hombre de
entre los sepulcros… ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios
Altísimo... No me atormentes… ¿Cómo te llamas?... Legión… somos muchos… Unos
dos mil…” (5,1-20). En la barca de las parábolas y de la tempestad del lago
iban Jesús, los doce, los seguidores y tú misma, María de Magdala y las demás
mujeres, de quienes hablas en Marcos 15,37-41, las seguidoras. Todas y todos
llegaron a la orilla, pero al parecer sólo Jesús saltó de la barca y se adentró
en la tierra de los gerasenos. ¿Por qué todxs lxs demás se quedaron en la
barca? ¿Por qué te quedaste tú también, Magdalena, en la barca? ¿Acaso visteis
de lejos la catadura deshumanizada-deshumanizadora de aquel poseído que salía
de entre los sepulcros?
Y si todxs dejasteis solo a Jesús, ¿fue él quien os contó lo
que habló con su amigo el deshumanizado Legión o alguien de los vuestros se lo
inventó para escribirlo? Y me es imposible creer que todxs seguisteis dentro de
la barca cuando llegaron las gentes de aquellos alrededores a hacerse cargo de
Jesús que les había sacrificado el futuro de sus días con el despeñamiento y
muerte en el lago de sus dos mil cerdos (5,11-13), ¡ibéricos de pata negra!
Aquel deshumanizado Legión, endemoniado, “al que nadie
podía dominar” (5,4), ¿quién era?, ¿por qué vivía ahí y así?, ¿qué le
sucedió en su encuentro con Jesús para que sus paisanos le encontraran “sentado,
vestido y en su sano juicio” (5,15)? No olvido que todo esto está
sucediendo, según el relato, en ‘la otra orilla’ del lago-mar, que es la orilla
oriental y pagana.
Ahí están las fronteras de la imperial provincia romana
llamada ‘Siropalestina’ que están, ¿por inseguridad o seguridad?, como suele
ser natural en cualquiera de los imperios que en el mundo fueron y lo siguen
siendo, fuertemente vigiladas y armadas. ¿Por qué no voy a pensar ahora que
este territorio de frontera y su contexto es el LEGION donde acude a
evangelizar Jesús y a todxs se les/nos pone la piel del miedo y del rechazo? Y
muros de fronteras así los tenemos recién derribados (Alemania), recién
levantados (Israel-Palestina) y hasta proyectados (USA-México). Este es el
ámbito de vida de todo LEGION donde sí es posible buscar, encontrar y ver la
presencia de Jesús de Nazaret y de su Evangelio…, ¡si se salta con él de la
barca!
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 02 de abril de 2017.
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