lunes, 1 de abril de 2024

Jesús Carrasco, Elogio de las manos - Domingo de Pascua B (31.03.2024): Juan 20,1-9 (Aprender a ser…, ¡tan humanos!) y CINCO MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos (Semana 18ª (31.03.2024): Marcos 4,21-35 La tormenta de las neuronas cerebrales.

 

Jesús Carrasco, Elogio de las manos

Copio el título de esta presentación, y lo que ahora sigue, de la contraportada del libro del mismo nombre: "En el año 2011, el narrador de esta novela y su familia llegaron a una vivienda casi en ruinas situada en un pequeño pueblo del sur de España. Un acuerdo con el propietario les permitiría hacer uso de ella mientras él contrataba financiación para construir allí unos apartamentos. Era solo cuestión de tiempo que la casa fuera derribada. Sin embargo, durante los años siguientes, pasaron largos periodos en ella, reparándola con sus propias manos, transformándola en un acogedor lugar de encuentro y celebración.

Allí recibieron a vecinos y amigos; con ellos compartieron comida, música, trabajo y risa... Nunca perdieron de vista que terminarían llegando las máquinas excavadoras, lo que convirtió la experiencia en aquella casa en una elocuente metáfora de la vida: nos entregamos a ella aun sabiendo que termina... Con el talento expresivo que le caracteriza, Jesús Carrasco logra que la vida se cuele entre sus páginas".

El Jurado del Premio Biblioteca Breve 2024 nos dejó dicho y escrito esto: "Una novela curativa y luminosa que narra el proceso de restauración de una casa en el campo que termina redimiendo a la familia que la ocupa. Una hermosa parábola humana sobre la importancia del trabajo manual como origen último del arte. Una gran obra, y no solo un buen libro".

No creo necesario añadir más motivos para invitar a leer estas páginas y, a la vez, relacionarlas con todo el sentido humanizador de los relatos de la resurrección de aquel judío, laico y creyente de Galilea llamado Jesús de Nazaret. 

Y también, prosigo la meditación contemplativa de 'esas cositas de la fe' que tienen que ver con nuestras populares, o no tan populares, tradiciones pastorales o pastoriles. Por eso, me vuelvo a repetir el mantra de mis saludos o silencios en una semana más de este curioso año de mis preocupaciones:

Buenos días, 

humanísima 

trinidad de Nazaret,

Jesús, José

y María.

057. Nuestra Señora la Virgen de las Periferias

058. Nuestra Señora la Virgen de la Esquina

059. Nuestra Señora la Virgen del Monte

060. Nuestra Señora la Virgen del Valle

061. Nuestra Señora la Virgen del Llano

062. Nuestra Señora la Virgen de la Ría

063. Nuestra Señora la Virgen del Río

Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María.

Y añado:

Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.

A continuación se encuentran los dos comentarios de este domingo.

Carmelo Bueno Heras

 

Domingo de Pascua B (31.03.2024): Juan 20,1-9

Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

Aprender a ser…, ¡tan humanos!

Por noveno año consecutivo y por estas fechas de la primavera vuelvo a comentar este relato de Juan 20,1-9: “El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde le han puesto…” (Juan 20,1-2).

Destaco en negrita la expresión ‘de madrugada’ para llamar la atención e invitar a que cada lector abra su biblia y lea en Juan 20,19 esta otra expresión: Al atardecer de aquel día, el primero de la semana”. Sin ser experto en nada literario, gramatical o teológico comprendo que todo lo escrito por el narrador en Juan 20,1-18 es una unidad. Unidad literaria y unidad teológica. Una unidad que hay que leer e interpretar siempre con todos los elementos situados en su contexto. No pretendo que ningún celebrante diga cosas como estas en su homilía de este día. Cada cual sabrá decir bien lo que debe decir en cada momento, puesto que para eso se ha preparado adecuada y responsablemente.

Año tras año, en el domingo de la fiesta de la Pascua católica, jamás se lee completa esta narración de lo que el cuarto Evangelio nos comunicó como primeros acontecimientos relacionados con la resurrección de aquel judío y laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret. Este Resucitado debe entenderse siempre en relación directa con estas otras tres personas de su narración: María Magdalena en primer lugar y, después, Simón Pedro y el ‘discípulo amado’, sea quien sea este tal discípulo que sólo aparece cinco veces y en este único Evangelio.

Si se silencia, sistemáticamente, el texto de Juan 20,10-18 no llegaremos a comprender estas significativas palabras finales de los acontecimientos de aquella madrugada del primer día de la semana: “Fue María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que le había dicho esto y esto” (20,18). Desde hace ya un buen puñado de años nos cuentan los estudiosos de estos asuntos de las ‘apariciones del Resucitado” que fue esta mujer, María de Magdala, la primera anunciadora de la vida del viviente llamado Jesús de Nazaret. La narración del primer Evangelio en Marcos 16,1-8 nos está confesando que esta constatación de la primacía de María Magdalena es cierta.

A estas alturas de mi vida y de la meditación contemplativa del mensaje de los Evangelios me sigo preguntando si estas ‘confesiones de los estudiosos’ son importantes o no. ¿Importa tanto si el Resucitado se apareció primero a María Magdalena o a Simón Pedro o a Pablo de Tarso o a ti que lees esto o a mí que lo escribo? ¿Importa ser el primero o importa estar convencido de la vida y mensaje de alguien, como este Jesús de Nazaret, que pasó por la vida como todos cuantos hemos nacido en esta tierra y llamó tanto la atención su ‘modo y manera’ de estar presente y ser humano con los que vivieron a su alrededor? La vida, los hechos y dichos, de Jesús de Nazaret fueron y serán siempre su única aparición. Como lo ha sido y será la vida de cuantos nacieron, nacen y nacerán. Con él aprendemos a ser… ¡tan humanos! Carmelo Bueno Heras

 

CINCO MINUTOS semanales

con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin.

Semana 18ª (31.03.2024): Marcos 4,21-35

La tormenta de las neuronas cerebrales. Cuenta la narración del Evangelio de Marcos que al acabar Jesús de Nazaret su enseñanza sobre el Reino, encerrada en las semillas de sus cinco parábolas (4,1-34), invitó a sus discípulos a pasar a la ‘otra orilla’ del lago. Era tarde. “Se levantó entonces una fuerte tempestad y las olas entraban en la barca y ésta comenzaba a hundirse” (4,37). El escenario es tan espectacular como dantesco. Sobrecoge incluso cuando uno se lo imagina. ¿Sucedió así?

Este relato, llamado ‘La tempestad calmada’, lo cuentan también Mateo en 8,23-27 y Lucas en 8,22-25. Y creo que es muy normal recordar lo que le sucedió a un popular personaje de las leyendas judías llamado Jonás. Es muy posible que este relato del profeta Jonás que habla, entre otros asuntos, de ‘la voluntad y el poder’ del Dios Yavé haya inspirado a los Evangelistas de la buena noticia de Jesús de Nazaret. Este hombre, bien conocido por María Magdalena, hablaba y hacía como aquello que nos habían contado de la palabra y obra de Dios: “¿Quién es éste, se decían unos a otros, que hasta el viento y el mar lo obedecen?” (4,41).

En el centro de la narración y de la propia escena de la barca en medio del mar del lago sorprende al lector ahora, como a los discípulos entonces, el par de preguntas de Jesús de Nazaret: “¿Por qué sois tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?” (4,40). ¿Qué sentido tienen estas dos preguntas en este contexto de la tempestad en el lago-mar de Galilea?

Seguramente que para unos lectores la presencia de una tormenta en pleno lago es la ocasión perfecta para comprender y afirmar el poder de Jesús sobre cualquier tipo de fuerzas de la naturaleza que amenazan la seguridad de la vida en los humanos. Para otros, como a mí me sucede, la impotencia de la debilidad humana ante el desatamiento de las fuerzas de la realidad me invita a escuchar la voz de la ciencia que se calla ante lo inexplicable y trata de seguir investigando.

¿Quién desató aquella tormenta, me dice el relato y su narradora Magdalena? ¿Cuándo, cómo y dónde se desató? ¿Fue una tormenta de aire y agua desatados en la noche del mar? ¿Por qué no pensar imaginativamente que no fue una tormenta desatada fuera de la barca y de sus ocupantes, sino dentro de las neuronas cerebrales de la vida y de la fe de quienes acompañaban a aquel Jesús de Nazaret que dormía descansadamente sereno y como ajeno a cualquier peligro de naufragio? Toda aquella tormenta comienza con unas sencillas palabras del contador de parábolas: “Pasemos a la otra orilla” (4,35).

¿Para qué pasar a esa ‘otra orilla’ si ya era tarde? ¿Por qué hemos de pasar a ‘esa orilla’? En la orilla occidental del lago de Galilea acababa Jesús de Nazaret de enseñar a ‘sembrar el Reino o Reinado’ de Dios. Y ahora, con ese ‘pasemos a la otra orilla’, ¿nos está invitando a ‘sembrar’ en la orilla oriental y pagana del lago ‘el Reino o Reinado de Dios’? ¿Quién va a realizar esa sembradura? Y esta ‘sembradura’ no es otra cosa que la ‘evangelización’, es decir la tarea de hacer posible la presencia de las noticias buenas donde reina el caos, la desolación, el vacío, la marginación, el dolor, la enfermedad… y la muerte. Esa ‘otra orilla’ era la tierra enemiga. Y en las entrañas ‘religiosas’ de los seguidorxs del laico Jesús se había desatado… ¡una tempestad!

Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 26 de marzo de 2017.

No hay comentarios:

Publicar un comentario