Jesús Carrasco, Elogio de
las manos
Copio el título de esta
presentación, y lo que ahora sigue, de la contraportada del libro del mismo
nombre: "En el año 2011, el narrador de esta novela y su familia llegaron
a una vivienda casi en ruinas situada en un pequeño pueblo del sur de España.
Un acuerdo con el propietario les permitiría hacer uso de ella mientras él
contrataba financiación para construir allí unos apartamentos. Era solo
cuestión de tiempo que la casa fuera derribada. Sin embargo, durante los años
siguientes, pasaron largos periodos en ella, reparándola con sus propias
manos, transformándola en un acogedor lugar de encuentro y celebración.
Allí recibieron a vecinos y
amigos; con ellos compartieron comida, música, trabajo y risa... Nunca
perdieron de vista que terminarían llegando las máquinas excavadoras, lo que
convirtió la experiencia en aquella casa en una elocuente metáfora de la vida: nos
entregamos a ella aun sabiendo que termina... Con el talento expresivo que le
caracteriza, Jesús Carrasco logra que la vida se cuele entre sus páginas".
El Jurado del Premio
Biblioteca Breve 2024 nos dejó dicho y escrito esto: "Una novela curativa
y luminosa que narra el proceso de restauración de una casa en el campo que
termina redimiendo a la familia que la ocupa. Una hermosa parábola humana
sobre la importancia del trabajo manual como origen último del arte. Una gran
obra, y no solo un buen libro".
No creo necesario añadir más
motivos para invitar a leer estas páginas y, a la vez, relacionarlas con todo
el sentido humanizador de los relatos de la resurrección de aquel judío, laico
y creyente de Galilea llamado Jesús de Nazaret.
Y también, prosigo la
meditación contemplativa de 'esas cositas de la fe' que tienen que ver con
nuestras populares, o no tan populares, tradiciones pastorales o
pastoriles. Por eso, me vuelvo a repetir el mantra de mis saludos o
silencios en una semana más de este curioso año de mis preocupaciones:
Buenos días,
humanísima
trinidad de Nazaret,
Jesús, José
y María.
057. Nuestra Señora la Virgen de las Periferias
058. Nuestra Señora la Virgen de la Esquina
059. Nuestra Señora la Virgen del Monte
060. Nuestra Señora la Virgen del Valle
061. Nuestra Señora la Virgen del Llano
062. Nuestra Señora la Virgen de la Ría
063. Nuestra Señora la Virgen del Río
Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la Señora María.
Y añado:
Vive Jesús en nuestros
corazones. Siempre.
A continuación se encuentran
los dos comentarios de este domingo.
Carmelo Bueno Heras
Domingo de Pascua B
(31.03.2024): Juan 20,1-9
Respiro, vivo y sigo escribiendo
CONTIGO:
Aprender a ser…, ¡tan humanos!
Por noveno año consecutivo y por estas fechas de la primavera
vuelvo a comentar este relato de Juan 20,1-9: “El primer día de la
semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba
oscuro y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón
Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: se han llevado
del sepulcro al Señor y no sabemos dónde le han puesto…” (Juan 20,1-2).
Destaco en negrita la expresión ‘de madrugada’ para llamar la
atención e invitar a que cada lector abra su biblia y lea en Juan 20,19 esta
otra expresión: “Al atardecer de aquel día, el primero de la semana”.
Sin ser experto en nada literario, gramatical o teológico comprendo que todo lo
escrito por el narrador en Juan 20,1-18 es una unidad. Unidad literaria y
unidad teológica. Una unidad que hay que leer e interpretar siempre con todos
los elementos situados en su contexto. No pretendo que ningún celebrante diga
cosas como estas en su homilía de este día. Cada cual sabrá decir bien lo que
debe decir en cada momento, puesto que para eso se ha preparado adecuada y
responsablemente.
Año tras año, en el domingo de la fiesta de la Pascua
católica, jamás se lee completa esta narración de lo que el cuarto Evangelio
nos comunicó como primeros acontecimientos relacionados con la resurrección de
aquel judío y laico de Galilea llamado Jesús de Nazaret. Este Resucitado debe
entenderse siempre en relación directa con estas otras tres personas de su
narración: María Magdalena en primer lugar y, después, Simón Pedro y el
‘discípulo amado’, sea quien sea este tal discípulo que sólo aparece cinco
veces y en este único Evangelio.
Si se silencia, sistemáticamente, el texto de Juan
20,10-18 no llegaremos a comprender estas significativas palabras finales de
los acontecimientos de aquella madrugada del primer día de la semana: “Fue
María Magdalena y dijo a los discípulos que había visto al Señor y que le había
dicho esto y esto” (20,18). Desde hace ya un buen puñado de años nos
cuentan los estudiosos de estos asuntos de las ‘apariciones del Resucitado” que
fue esta mujer, María de Magdala, la primera anunciadora de la vida del
viviente llamado Jesús de Nazaret. La narración del primer Evangelio en Marcos
16,1-8 nos está confesando que esta constatación de la primacía de María
Magdalena es cierta.
A estas alturas de mi vida y de la meditación contemplativa
del mensaje de los Evangelios me sigo preguntando si estas ‘confesiones de los
estudiosos’ son importantes o no. ¿Importa tanto si el Resucitado se apareció
primero a María Magdalena o a Simón Pedro o a Pablo de Tarso o a ti que lees
esto o a mí que lo escribo? ¿Importa ser el primero o importa estar convencido
de la vida y mensaje de alguien, como este Jesús de Nazaret, que pasó por la
vida como todos cuantos hemos nacido en esta tierra y llamó tanto la atención
su ‘modo y manera’ de estar presente y ser humano con los que vivieron a su
alrededor? La vida, los hechos y dichos, de Jesús de Nazaret fueron y serán
siempre su única aparición. Como lo ha sido y será la vida de cuantos nacieron,
nacen y nacerán. Con él aprendemos a ser… ¡tan humanos! Carmelo Bueno Heras
CINCO MINUTOS
semanales
con
el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de
forma ordenada, de principio a fin.
Semana
18ª (31.03.2024): Marcos 4,21-35
La tormenta de las neuronas cerebrales. Cuenta la
narración del Evangelio de Marcos que al acabar Jesús de Nazaret su enseñanza
sobre el Reino, encerrada en las semillas de sus cinco parábolas (4,1-34),
invitó a sus discípulos a pasar a la ‘otra orilla’ del lago. Era tarde. “Se
levantó entonces una fuerte tempestad y las olas entraban en la barca y ésta
comenzaba a hundirse” (4,37). El escenario es tan espectacular como
dantesco. Sobrecoge incluso cuando uno se lo imagina. ¿Sucedió así?
Este relato, llamado ‘La tempestad calmada’, lo cuentan
también Mateo en 8,23-27 y Lucas en 8,22-25. Y creo que es muy normal recordar
lo que le sucedió a un popular personaje de las leyendas judías llamado Jonás.
Es muy posible que este relato del profeta Jonás que habla, entre otros
asuntos, de ‘la voluntad y el poder’ del Dios Yavé haya inspirado a los
Evangelistas de la buena noticia de Jesús de Nazaret. Este hombre, bien
conocido por María Magdalena, hablaba y hacía como aquello que nos habían
contado de la palabra y obra de Dios: “¿Quién es éste, se decían unos a
otros, que hasta el viento y el mar lo obedecen?” (4,41).
En el centro de la narración y de la propia escena de la
barca en medio del mar del lago sorprende al lector ahora, como a los
discípulos entonces, el par de preguntas de Jesús de Nazaret: “¿Por qué sois
tan cobardes? ¿Todavía no tenéis fe?” (4,40). ¿Qué sentido tienen estas dos
preguntas en este contexto de la tempestad en el lago-mar de Galilea?
Seguramente que para unos lectores la presencia de una
tormenta en pleno lago es la ocasión perfecta para comprender y afirmar el
poder de Jesús sobre cualquier tipo de fuerzas de la naturaleza que amenazan la
seguridad de la vida en los humanos. Para otros, como a mí me sucede, la
impotencia de la debilidad humana ante el desatamiento de las fuerzas de la
realidad me invita a escuchar la voz de la ciencia que se calla ante lo
inexplicable y trata de seguir investigando.
¿Quién desató aquella tormenta, me dice el relato y su
narradora Magdalena? ¿Cuándo, cómo y dónde se desató? ¿Fue una tormenta de aire
y agua desatados en la noche del mar? ¿Por qué no pensar imaginativamente que
no fue una tormenta desatada fuera de la barca y de sus ocupantes, sino dentro
de las neuronas cerebrales de la vida y de la fe de quienes acompañaban a aquel
Jesús de Nazaret que dormía descansadamente sereno y como ajeno a cualquier
peligro de naufragio? Toda aquella tormenta comienza con unas sencillas
palabras del contador de parábolas: “Pasemos a la otra orilla” (4,35).
¿Para qué pasar a esa ‘otra orilla’ si ya era tarde? ¿Por qué
hemos de pasar a ‘esa orilla’? En la orilla occidental del lago de Galilea
acababa Jesús de Nazaret de enseñar a ‘sembrar el Reino o Reinado’ de Dios. Y
ahora, con ese ‘pasemos a la otra orilla’, ¿nos está invitando a ‘sembrar’ en
la orilla oriental y pagana del lago ‘el Reino o Reinado de Dios’? ¿Quién va a
realizar esa sembradura? Y esta ‘sembradura’ no es otra cosa que la
‘evangelización’, es decir la tarea de hacer posible la presencia de las
noticias buenas donde reina el caos, la desolación, el vacío, la marginación,
el dolor, la enfermedad… y la muerte. Esa ‘otra orilla’ era la tierra enemiga.
Y en las entrañas ‘religiosas’ de los seguidorxs del laico Jesús se había
desatado… ¡una tempestad!
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 26 de marzo de 2017.
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