¿Quién eres? ¿Dónde vives?
Con estas dos preguntas
concluyo el comentario del Evangelio que se nos propone para las
meditaciones celebrativas en este primer domingo del mes de junio del año 2024.
Ambas preguntas las dejé respondidas hace un par de años cuando escribía
aquella página titulada 'El ADN cristiano' (12 de junio de 2022, Día de
la Stma. Trinidad). Ahora y aquí deseo recorrer contigo aquellos surcos del
sembrado del relato.
"Paz y
Bien, Ora et Labora, Piedad y Letras. Tres peculiares matrimonios lingüísticos
a modo de lemas distintivos de la familia franciscana, benedictina y escolapia.
¿Quién, de los lectores de esta página, sepa o ignore latines, no recuerda mil
y una evocaciones escondidas en los pliegues de su interioridad con sólo
silabear la música de estos tres mantras del espíritu? Y este hecho, hasta
donde alcanzan mis constataciones, suele ser habitual en todas las familias y
carismas de la denominada vida consagrada.
A estas tres familias añado ahora una
más, a la que pertenezco, y que se la conoce con el nombre popular de ‘La
Salle’. Y muy popular es en esta familia la invocación, lema, plegaria, mantra,
santo y seña o tan sólo una expresión dialogada:
“-Viva Jesús en nuestros corazones”.
“-Por siempre”.
Esta secular tradición lasaliana o
lasallista, como casi todas las tradiciones, se resistirá a aceptar cualquier
posible cambio o variación sea por las razones que sean. Siendo consciente de
esta realidad, me atrevo a proponer, muy intencionadamente, un cambio y una
supresión. Ambos levísimos. Probablemente. Cambiaría una ‘a’ por una ‘e’. Y
prescindiría de la preposición ‘por’. Y esta nueva tradición nos la leeremos desde ahora y durante el próximo
siglo de La Salle así:
“-Vive Jesús en nuestros corazones”.
“-Siempre”.
Acabo de
sugerir, muy intencionadamente, el intercambio de vocales para precisar la
variación del contenido explícito del verbo ‘vivir’. Después de haber expresado
reiterativamente a lo largo de trescientos años la petición, deseo o
exhortación de que ‘viva’, real y verdaderamente, Jesús en los corazones de los
lasalianos o lasallistas, llega la hora de constatar que este ‘sueño
carismático’ se ha cumplido y deseamos proclamarlo como una Buena Noticia o
Evangelio y, por esto, nos atrevemos a confesar que este Jesús de Nazaret ‘vive’,
real y verdaderamente, no sólo en la persona de todo lasaliano o
lasallista, sino en toda persona que respira, es decir, que ‘vive’.
Cuando
escribo estas cosas soy muy consciente de que este baile de las vocales en la
palabra no es un cambio levísimo, sino que viene a ser una propuesta renovadora
y, profundamente, evangélica. Decirnos desde ahora que ‘Jesús de Nazaret
vive en nuestros corazones’ es encarnar aquellas palabras que el
Evangelista Lucas pone en boca de su Jesús cuando está en la segunda etapa de
su Camino de Subida desde Galilea a Jerusalén, la capital y ciudad del único
Templo de la Religión del Yavé Dios judío.
Ante la
insistente provocación de los fariseos de entonces sobre la presencia del Reino
de Dios, aquel Jesús proclamaba, alto y claro, que esta presencia está
arraigada dentro de cada ser humano. El relato de Lucas 17,11-21 es, si
así se me permite expresarme, la razón por la que me parece oportuno atrevernos
a acoger esta luminosa palabra sanadora y atrevernos a confesarla como
seguidores de aquel judío laico de Galilea.
Si esta
Palabra del Evangelio es verdad y así lo proclamamos, estamos confesando que
cada ser humano es, real y verdaderamente, un sagrario que no necesita de
ningún otro sagrario o casa o sacramento o mediación de la presencia de aquel
Jesús que ya ‘vive en nuestros corazones siempre’. Esta es la razón por la que dejo escrita en el título de estas
reflexiones esa trinidad lingüística de un artículo con su nombre y su adjetivo
calificativo: EL ADN CRISTIANO.
Tal vez, en
alguna ocasión de un futuro no lejano, los lasalianos y lasallistas vean,
veamos, escrito este ADN cristiano del ‘VIVE JESÚS EN NUESTROS
CORAZONES-SIEMPRE’ en los primeros o centrales artículos del texto oficial de
su, nuestra, ‘regla de vida’. Confieso que en mi proyecto personal ocupa ya la
primera línea de su tejido."
Dicho esto y no queriendo
alargarme más, sólo me queda añadir la colección de las siete siguientes
advocaciones de María con su correspondiente jaculatoria:
120. Reina y Madre Virgen de Begoña
121. Reina y Madre Virgen de la Cabeza
122. Reina y Madre Virgen de la Capilla
123. Reina y Madre Virgen de la Consolación
124. Reina y Madre Virgen de la Fuencisla
125. Virgen Reina y Madre de las Escuelas Cristianas
126. Reina y Madre Virgen de Nieva
Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la señora María.
A continuación se encuentran
los comentarios del Evangelio del domingo 2 de junio de 2024.
Carmelo Bueno Heras.
Domingo del Cuerpo y
Sangre de Cristo B (02.06.2024): Marcos 14,12-26. Respiro, vivo y sigo
escribiendo CONTIGO:
Como el vino y pan partidos, repartidos y compartidos
La
memoria del cuarto dogma de la Religión (Ascensión, Pentecostés, Trinidad y
Cuerpo de Cristo) pone punto final al largo proyecto eclesiástico iniciado con
la celebración de aquel ya lejano Miércoles de Ceniza. Desde el próximo domingo
y hasta finales del mes de noviembre con la celebración de CRISTO REY, todo
será tiempo ordinario.
Tenemos
desde ahora casi medio año de semana tras semana sin otra peculiaridad que la
que nos despierte la lectura de la biografía de Jesús de Nazaret según el
Evangelio de Marcos o de María Magdalena, por aquello que leemos en este relato
evangélico desde Mc 15,40 hasta 16,8. Tiempo tendremos de hablar de este
asunto. Seguimos en el Ciclo B, el de Marcos.
Ahora
nos debemos leer, según la orientación de la propuesta de la autoridad
vaticana, el texto de Mc 14,12-16. 22-26. Es decir que no se nos leerán
los versículos 17-21 de este relato. Como ya he dejado dicho y escrito en otros
comentarios, creo que sería muy oportuno poder leer en la semana de este
domingo todo el capítulo decimocuarto completo. Todo él está escrito siguiendo
la estructura concéntrica del género literario llamado palindromía, con su
centro narrativo y teológico en Mc 14,22-25.
Estamos
ante uno de los varios relatos (cinco, según muchos estudiosos) en el que se
nos cuenta el dato de los dichos y hechos de Jesús de Nazaret durante la
celebración de su última pascua en compañía de los suyos. Por su orden, el más
antiguo sería 1Corintios 11; después, los tres sinópticos, Marcos 14,22-25,
Mateo 26,26-29 y Lucas 22,15-20; y finalmente, Juan 6 y 13.
Estos
dichos y hechos atribuidos a Jesús y que leemos y reflexionamos en este domingo
primero de este mes de junio se escribieron, como poco, unos treinta años
después de haber sucedido aquella celebración pascual de Jesús con sus
seguidoras y seguidores. En la tradición posterior de la iglesia se suele llamar
a esta realidad ‘institución de la eucaristía… y del sacerdocio’. Y en el
transcurso de siglo tras siglo se fueron añadiendo otros muchos elementos a
cada una de ambas institucionalizaciones sacramentales.
Y en
este transcurso del tiempo se ha producido un hecho sorprendente. La realidad
eucarística y la realidad sacerdotal se han identificado tanto que vienen a ser
las dos caras de una y única moneda. No son concebibles la una sin la otra.
Este hecho tan sorprendente no forma parte de los mensajes y textos del Nuevo
Testamento citados anteriormente y, probablemente, nunca formó parte del pensar
y creer del laico judío de Galilea llamado Jesús de Nazaret.
En
la nueva celebración del Cuerpo y la Sangre de Jesús que viviremos en el primer
domingo de junio de este 2024 sería muy oportuno volver a pensar en la
importancia de la Evangelización, primera y principal misión de las gentes de
la iglesia. ¿Qué es Evangelizar?, me pregunto con frecuencia. Y casi siempre me
quedo con esas dos acciones tan elementalmente humanas como son el comer y
leer. El leer y comer para aprender a ser y hacer como ese Jesús de Nazaret que
llevamos en cada uno de nuestros adentros. Evangelizar es atreverse a encarnar
la Buena Noticia de ser como el vino y el pan que se parten y comparten hasta
que el hambre y la sed dejen de ser una enfermedad deshumanizada y
deshumanizadora.
Y me
digo que jamás olvide estas dos preguntas: ¿Quién eres, Jesús de Nazaret?
¿Dónde vives?
Carmelo Bueno Heras. Madrid, 2 de junio de 2024
CINCO MINUTOS
semanales con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y
meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 27ª
(02.06.2024): Marcos 7,31-37.
La enfermedad de la Ley frente a la liberación del
Evangelio
De
nuevo la persona narradora de esta historia de Jesús de Nazaret nos sitúa a su
protagonista en su tierra de Galilea. Ha regresado de las orillas del maldito
mar Mediterráneo y llega a las cercanías de la orilla oriental del lago, en la
Decápolis, la tierra del conocido Legión. Ahí se encuentra, de manos a boca,
ante un hombre sordo y mudo. Enmudecido y ensordecido. Parece que Jesús no está
solo. Hay gente alrededor de esta persona, pero Jesús se separa de todos y sólo
se deja acompañar por este deshumanizado (7,31-37).
Este
nuevo relato de curación es el primero de la nueva serie de cinco signos y
señales que la Evangelista María Magdalena cuenta a sus lectores desde ahora
mismo (7,31) hasta el instante final de la misión de Jesús de Nazaret en su
tierra de Galilea (8,26). Estos cinco signos podemos colocarlos en paralelo con
los otros cinco signos que ya constatamos en la lectura y comentarios del texto
que se iniciaba en 6,14 y se acababa en 7,23.
Las
personas que llevan al mudo y sordo ante Jesús sólo desean una cosa: que Jesús
ponga sus manos sobre el sordomudo. Que lo toque (7,32). Así de sencillo, de
natural, de familiar y de humano. Eso nos parece ahora a nosotros. En
tiempos de Jesús, este sencillo gesto de tocar a un enfermo era pecar y
contaminarse con un pecado que sólo un Dios insaciable de sangres y perfumes
agradables imponía con poder a sus creyentes adoradores. Para este Jesús no
parece existir pecado ni contaminación alguna cuando se toca a un enfermo como
éste. Al contrario, tocar es la terapia con la que se inicia la curación de la
persona enferma.
Quiero
recordar una cosa muy sencilla que me ha enseñado la cananea mujer sirofenicia
o de las tres nacionalidades (7,24-30): tocar es rozar piel con piel.
¿Conociste María Magdalena por propia experiencia las consecuencias
humanizadoras de este gesto de Jesús? Y en este caso, estar curado es poder
escuchar y poder hablar. Y para ello, justamente antes, algo debe abrirse,
porque al parecer la enfermedad tapa y la sanación abre: “Dio un grito y le
dijo… ábrete” (7,34).
Se
me ocurre una muy sencilla sugerencia contemplativa: repasemos la secuencia de
esta realidad evangélica que se transforma. Estar enfermo es estar cerrado,
tapado o taponado. Tocar es acercar una piel a otra piel, tocar, besar,
abrazar… (7,33) ’abrirse’ ¡hasta alcanzar la sanación! Sí. Sólo entonces se
consigue ‘escuchar’ que es dejar que el otro entre en uno. Sólo entonces se
consigue ‘hablar’ que es dejar salir lo que es uno para regalarse en el otro.
Y si
me pongo a soñar, creo que desde entonces esta ‘terapia des-tapadora’ corre de
boca en boca, aunque se alcen voces, como la del mismo y propio Jesús que lo
prohíban: “Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Cuanto más se lo
prohibía, tanto más lo publicaban” (7,36).
¿Quién
fue, y lo seguirá siendo, este sordo-mudo ‘tapado’ que se despierta como
‘des-tapado’ evangelizador de la buena noticia de un Jesús de Nazaret que toca
y sana su enfermedad? Muda y sorda y sin nombre y sanada, ¿fue María Magdalena
y las mujeres?, ¿lo fueron los doce?, ¿lo fue todo Israel y su sacerdocio? ¿Lo
será quien proclame a un Jesús todopoderoso?
Carmelo
Bueno Heras. En Madrid, 28 de mayo de 2017.
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