Medalla
En esta mañana del sábado 27
de julio tendría que comenzar esta comunicación diciendo algo así como esto:
Escribo desde París y estoy aquí porque he venido. La ciudad del Sena es
también la ciudad de la luz, la ciudad de la paz, la ciudad de la concordia, la
ciudad de la libertad... Y así hasta completar aquello de la ciudad de los
siete dones o estrellas o medallas. Y ya escribí la palabra 'mágica':
MEDALLA.
En estos días,
esta ciudad de París es la ciudad en la que se juega, se compite, se
lucha, se respira y se vive por alcanzar una medalla, de bronce, de plata,
de oro o, como le sucederá a la inmensa mayoría de los participantes, una
medalla de consolación.
Lo importante es la medalla,
pero la realidad es que esto es tesoro sólo para unos pocos, los mejores, los
más grandes, los más fuertes, los más rápidos. Como siempre, en todas las
partes y en todos los tiempos. Por esta razón se oirá en estos días y por todos
los altavoces de los comentaristas aquello otro tan romántico de que 'lo
importante es haber participado'. Si se dice tanto es que será cierto.
Probablemente, me digo.
Lo realmente cierto es que
París es París. Y en este fin de semana los seguidores de aquel judío laico de
Galilea se acercarán presurosos al 'estadio consagrado' para la delebración del
precepto semanal nunca señalado como tal en el libro de ruta que llamamos
Evangelio del Nazareno Jesús.
Espero que a más de uno de
los leyentes críticos del relato evangélico, que se compartirá en esta
celebración del precepto semanal, le sorprenda la decisión de este hombre que
se atrevió a rechazar explícitamente 'una medalla'. Seguramente las cosas no
sucedieron así, pero a mí se me asemejan mucho estas realidades que comento y
conecto o relaciono para ir comprendiendo tales mensajes de entonces y también
de ahora. Y de esto hablan los comentarios que escribo y que tú te atreves a
leer conmigo.
Y hablando de este asunto de
'las medallas' por los méritos contraídos merece la pena pararse un
momento a contemplar el dato de la 'señora María' en el estadio olímpico de
este mundo de la Religión que llamamos cristianismo. Lo haré a mi manera, como
ya lo practico desde hace algunas semanas. Decido continuar el rosario
mariano con las siete nuevas advocaciones de María con su
correspondiente jaculatoria. Ya me va quedando menos camino para llegar a la
última de tales advocaciones, la 366:
176. Santa María Virgen del Prado
177. Santa María Virgen de la Laguna
178. Santa María Virgen de la Rosaleda
179. Santa María Virgen de la Cueva
180. Santa María Virgen de la Soledad
181. Santa María Virgen de las Angustias
182. Santa María Virgen del Retamar
. Mi jaculatoria: Que me devuelvan a la señora María.
Y también esta otra:
Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
Y nada más para este nuevo
domingo del 28 de julio de 2024.
A continuación se encuentra,
primero, el comentario del Evangelio propuesto desde el ámbito vaticano para
las Eucaristías.
Y, en segundo lugar, el
comentario del relato que nos correspondería proclamar si se leyera
ordenadamente este Evangelio de Marcos a lo largo de los cincuenta y dos
domingos del año eclesiástico católico.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 17º Ciclo B
(28.07.2024): Juan 6,1-15. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:
La gran tentación es hacer
de Jesús de Nazaret un rey
Desde
este último domingo del mes de julio y hasta nuevo aviso se nos va a leer en
las eucaristías el capítulo sexto del Evangelio de Juan. Durante las próximas
semanas dejamos en silencio la lectura del Evangelio de Marcos. ¿Qué cuenta el
evangelista Juan en este tan importante capítulo sexto de la biografía de ‘SU’
Jesús de Nazaret’? Nos habla de lo que le aconteció a su Jesús de Nazaret en la
celebración de la fiesta de la Pascua. Este Evangelista ya nos había hablado de
otros sucesos ocurridos en otra anterior fiesta de la Pascua en Jerusalén. Por
favor, no se deje de leer Juan 2,13-25. El evangelista escribió estas
cosas sobre el templo de Jerusalén en los años noventa del siglo primero cuando
este templo llevaba un cuarto de siglo destruido por los soldados de la milicia
romana.
Sin
olvidar estos detalles me dispongo a comenzar la lectura de este capítulo sexto
del Evangelio de Juan. Me lo leeré completo, desde el primer versículo hasta el
septuagésimo primero, el último de este relato, y me detendré para volver a la
lectura de los quince primeros versículos que van a ser los que se proclamen en
las celebraciones de la misa-eucaristía de este domingo día 28 de julio.
Transcribo aquí, pues, lo primero que leo: “Después de esto…” (Juan
6,1).
Si
no leo lo anterior no sé de qué habló y escribió este Evangelista. Juan
5,1-47 es ‘esto’: un sábado estaba Jesús en Jerusalén en los alrededores de
la piscina de Betesda y allí encontró a un paralítico y lo curó y habló a todo
aquel que le preguntó por qué lo había curado. Y la cosa está muy clara. Era
sábado y no se podía trabajar. Cosas de la Ley de Moisés. Este Jesús de Juan se
olvida de tales preceptos legales de la eclesiástica RELIGIÓN del Israel de
Moisés y se dedica a trabajar hasta ‘des-paralizar’ al ‘paralítico’. Creo que
‘des-paralizar’ es humanizar… Así de herético y blasfemo nos ha presentado este
cuarto Evangelio a su protagonista Jesús.
Sigo
la lectura iniciada por los surcos del tejido evangélico y transcribo: “Se
fue Jesús a la otra orilla del mar de Galilea, el de Tiberíades, y mucha gente
le seguía porque veían las señales que realizaba en los enfermos. Subió Jesús
al monte y se sentó allí en compañía de sus discípulos. Estaba próxima la
Pascua, la fiesta de los judíos…” (Juan 6,1-4). Nada nos cuenta el
Evangelista sobre el camino recorrido por este su Jesús desde Jerusalén hasta
el Mar de Galilea. No importa esto. Importa saber que estamos lejos de
Jerusalén y en los días de la semana de Pascua, la fiesta de la familia por
excelencia entre los judíos para celebrar la independencia y libertad frente al
poder imperial de Egipto o de Roma…
Y
este Jesús no está con su familia de sangre, sino con aquellos que quieren
estar con él por sentirse a gusto, cercanos, comprendidos, ‘CURADOS’ de sus
enfermedades, sobre todo las… ¿religiosas? Exactamente. Y en este contexto es
cuando narra este evangelista la multiplicación de los panes y peces a un colectivo
nada despreciable. Unas muchas más de cinco mil personas. ¡Increíble
compartir tanta comida! Y con abundancia de sobras que se recogen (Juan
6,5-14). Celebrar la vieja Pascua judía generaba ‘hambre’ de humanidad y de
liberación. Con este Jesús se aprende la sobreabundancia de la humanización.
Así,
de manera tan clara, voy comprendiendo el mensaje de Juan 6,15, el
último regalo del Evangelio de este domingo: “Dándose cuenta Jesús de que
intentaban por la fuerza hacerlo rey, huyó de nuevo al monte él solo”. Ésta
fue, y lo será siempre, la tentación de las gentes de la RELIGIÓN, hacer de
Jesús, el judío laico de Nazaret, un rey, el mejor, por ser divino.
Carmelo
Bueno Heras, Madrid, 28.7.2024.
CINCO
MINUTOS semanales con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y
meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 35ª
(28.07.2024): Marcos 10,1-12.
El
camino es Jesús
La
narradora de la experiencia de seguir a Jesús nos situó hace ya algún tiempo en
el camino que sube desde la alta Galilea de Cesarea de Filipo hasta el centro
de Israel que es su capital de Jerusalén. Y aprovecha este ‘camino
geográfico’ para ir desgranando las actitudes y decisiones que configuran la
identidad del ‘camino que es el propio Jesús de Nazaret’. Más de una vez me he
pensado que el autor del cuarto Evangelio leyó y comprendió estas narraciones
de María Magdalena y se atrevió a colocar en labios de Jesús y en el discurso
de la última cena explícitamente esto: “Yo soy el camino, la verdad y la
vida…” (Juan 14,5-6).
Este
camino del seguimiento es también el camino que inicia Jesús de Nazaret para
explicar a Pedro y todos cuantos le siguen con todo lujo de detalles su
verdadera realidad de mesías, porque estos hombres y mujeres de Jesús tenían
una idea de mesías muy equivocada: esperaban que este Jesús-Mesías fuera el
liberador de la opresión política ejercida por Roma, conquistadora de la tierra
de Israel, y el liberador de la opresión religiosa ejercida por el Templo y
toda la institucionalización de la Ley de Moisés.
Según
vamos leyendo este relato del ‘camino que es Jesús’ nos vamos dando cuenta de
que existe un mesianismo que es como ‘el camino del que sube una escalera’
hasta alcanzar la cima del poder que es el mandar. Así lo proclamó Pedro en
Marcos 8,27-30. Y existe un mesianismo que es como ‘el camino del que baja los
peldaños de una escalera’ hasta encontrar a los abajados por el poder, el saber
o el creer y se pone a su servicio, que es el levantarlos de su postración
hasta que se saben y sienten personas liberadas de sus ataduras y libres. ¡Qué
largo y complicado es cualquier cambio de manera de pensar, de hacer…!
En
este camino del evangelio -que es casa, escuela y universidad- Jesús va
dialogando con ‘los suyos’ (Marcos 9,30-31), pero ‘los otros’ también tienen
derecho a participar en el mismo diálogo (que es el camino de la palabra): “La
gente se fue reuniendo a su alrededor… Unos fariseos, para ponerlo a prueba, le
preguntaron si era lícito que el marido…” (Marcos 10,1-2).
El
asunto está bien claro: el matrimonio. Ríos de tinta se han escrito sobre la
interpretación de este mensaje del Evangelio que nos escribe María Magdalena.
Las palabras del Jesús de Mateo y de Lucas no son iguales a las que aquí
leemos. Para la religión judía de la Ley de Moisés y para tantísimas otras
religiones de antes, de después y de ahora mismo la mujer no era persona, sino
‘cosa’ que le pertenece al padre cuando se es niña-hija y a su marido cuando se
es mujer-esposa. Y con una ‘cosa’ su propietario hace y deshace a su antojo,
interés, ocio o negocio… Cuando se es ‘cosa’ no se es persona… Se es nada…
En
el texto de Mc 10,1-12 se afirma claro y alto que la mujer es persona siempre,
cuando se casa o se des-casa. La esposa es tan persona como lo es su marido.
Seguramente que aquellos fariseos se quedaron tan sorprendidos aquí como se
habían quedado en aquella sinagoga de Galilea (Marcos 3,1-6). Y según parece,
los DOCE también se quedaron igualmente sorprendidos ante tanta novedad
liberadora de Jesús (Marcos 10,10). ‘El libro de mi destino’ es la
experiencia de una actual mujer iraní, P. Saniee. ¡Cuánto se alegraría si hoy
leyera a Marcos!
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