sábado, 7 de septiembre de 2024

En un mes, estaremos de Sínodo - Domingo 23º TO Ciclo B (08.09.2024): Marcos 7,31-37 (Efetá, ábrete) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos (Semana 41ª (08.09.2024): Marcos 11,12-26. Entró Jesús en Jerusalén y ésta ya no lo dejó salir).

 En un mes, estaremos de Sínodo

Dicen las plataformas informativas que Roma está ahora en Indonesia. Buen viaje a todos y feliz regreso a casa, como ha sido hace nada para cuantos han vuelto de sus vacaciones. En las guerras que tenemos arraigadas no es que haya habido vacaciones, ni tan siquiera hubo treguas. Así nos lucen las creencias a los humanos...

Y hablando de esto, que no se nos olvide que en un mes, cuatro semanas escasas, estaremos de sinodalidades en un sínodo que, por fin, pondrá por escrito que todo sigue igual, aunque el ropaje sea han explícitamente distinto, tan distinto que nos parecerá, seguramente a más de uno, tan distante. Todo esto, dentro de un mes, con el permiso de los laicos y de las mujeres.

Tal vez, el mensaje del narrador de la buena noticia que es el libro de Marcos tenga razón y estemos ya en el tiempo de la ausencia de toda ceguera y sordera. Sobre todo, de la ausencia de toda ceguera y sordera espiritual y teológica. Pero de esto, para dentro de un mes y unos días para poder redactar bien el relato...

Y creo que con esto ya he dicho todo cuanto tenía que escribir para esta presentación de los comentarios del Evangelio del domingo 8 de septiembre. Y por ser este día y estas fechas no conviene olvidar que la virgen de julio, la del Carmen; y que la virgen de agosto, la Asunción; tienen su tercera festividad de la virgen en septiembre, como la muy famosa de la señora de Mamblas, entre otras. 

Por esta razón, sigo insistiendo en mis jaculatorias con las siete siguientes advocaciones marianas...

204. Santa Madre Virgen de Czestochowa. Que me devuelvan a la señora María.

205. Santa Madre Virgen de Altötting. Que me devuelvan a la señora María.

206. Santa Madre Virgen de la Presentación de Natal. Que me devuelvan a la señora María.

207. Santa Madre Virgen del Susurro. Que me devuelvan a la señora María.

208. Santa Madre Virgen del Buen Consejo. Que me devuelvan a la señora María

209. Santa Madre Virgen del Socorro. Que me devuelvan a la señora María.

210. Santa Madre Virgen del Silencio. Que me devuelvan a la señora María.

Jaculatoria: Que me devuelvan a la señora María.

Y también esta otra: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.

 

Y nada más para este nuevo domingo del 8 de septiembre de 2024.
A continuación se encuentra, primero, el comentario del Evangelio propuesto desde el ámbito vaticano para las Eucaristías. Y, en segundo lugar, el comentario del relato que nos correspondería proclamar si se leyera ordenadamente este Evangelio de Marcos a lo largo de los cincuenta y dos domingos del año eclesiástico católico.

Carmelo Bueno Heras

Domingo 23º TO Ciclo B (08.09.2024): Marcos 7,31-37. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

Efetá, ábrete

El texto evangélico que se nos proclama en este domingo comienza así: “En aquel tiempo, dejando Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del mar de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga la mano” (Marcos 7,31-32).

Si alguna persona tiene la sana curiosidad de releer en su biblia el relato del Evangelio del domingo pasado constatará que se encuentra en Marcos 7,1-23. Y el texto propuesto para este domingo lo encontramos en Marcos 7,31-37. ¿Nunca ni nadie nos dirá a los audientes de la palabra qué es lo que Marcos nos cuenta de su Jesús de Nazaret en Marcos 7,24-30? ¿Por qué no se proclama tal mensaje? No consigo encontrar, entre los estudiosos de la liturgia, uno que me explique tal corte deliberado del texto. Quienes nos consideramos ‘pueblo’, ¿no tenemos las capacidades para comprender tal mensaje? ¿Se trata de un texto peligroso? ¿Por qué?

 

El relato que se nos silencia tiene que ver con ‘los perros’. Asunto curioso, sin duda, tanto en tiempos de Jesús y también en nuestros tiempos de ahora. Tiene que ver con ‘los perros’ y nada se dirá en él de los gatos. En tiempos del laico Jesús de Galilea, los judíos llamaban ‘perros’, animales inmundos, a los gentiles, es decir, a los ‘no judíos’. Ser perro es participar de la realidad teológica del pecado. El dato de la sociología del conocimiento nos explica que tanto las gentes judías como las gentes musulmanas consideran que estos animales son impuros con todas sus consecuencias. ¿Perros mascotas ahora entre árabes o entre judíos? Ni pensarlo. Basta con ser mínimamente contemplativos.

 

Tan impura como los perros es también toda persona, impura de cuerpo por sus deficiencias visuales o auditivas, parálisis, enfermedades o cualquier otro tipo de malformaciones corporales. La raíz de la impureza era, entonces y para la RELIGIÓN, el pecado. Y además de la impureza de cuerpo nunca hay que olvidar la impureza de la raza (no ser judío es ser impuro) y del sexo (no ser varón es ser impuro). Y, además, ser impuro es ser pecador por desobedecer cualquiera de los 365 mandatos o cualquiera de las 242 prohibiciones de la LEY. Qué bien conocía esta realidad legal el Jesús de Nazaret de aquel creyente que escribió Juan 8,1-11: “aquel que esté sin pecado que lance la primera piedra contra la mujer pecadora”. Nadie lo hizo. Todos pecadores.

 

Con esta mentalidad de la época debe leerse Marcos 7,31-37 e imaginarse a aquel laico de Galilea gritando ‘ábrete’. Ábrete, mentalidad cuadriculada y estrecha. Ábrete, Religión deshumanizadora. Ábrete, tradición inamovible. Ábrete, tierra reseca por la intolerancia. Ábrete, boca cerrada por la mordaza esclavizadora y ruin. Ábrete, ábrete, ábrete…

 

Todo esto lo explica sintéticamente este primer biógrafo de Jesús cuando acaba la narración de este primer milagro del hombre de Nazaret: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos” (Marcos 7,37).

 

Acabo de escribir ‘este primer milagro’, porque a partir de ahora leeremos otros cuatro milagros semejantes al realizado como apertura de oídos y lengua (Marcos 8,1-26). Dejo escrito esto por la sencilla razón de que no se nos leerán tales milagros al sufrido pueblo de la celebración. Qué inmensa pena. ¿Acaso nos considera la autoridad litúrgica incapaces de entender? ¿No hemos comprendido que ‘abrir’ es compartir, liberar, humanizar?

Carmelo Bueno Heras. Madrid, 8 de septiembre de 2024.

 

CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 41ª (08.09.2024): Marcos 11,12-26.

Entró Jesús en Jerusalén y ésta ya no lo dejó salir

Se me ha quedado danzando entre las neuronas una expresión de Marcos 11,11: “Siendo ya tarde”. Se trataba del día en el que Jesús de Nazaret había llegado a Jerusalén y había entrado en el Templo. En el único Templo que, desde Salomón y para siempre, tenía aquella religión de los judíos. Este ‘siendo ya tarde’ de la narradora María Magdalena, ¿se refiere a las horas de luz que le quedan al día o a los días de luz que le quedan al Templo o al tiempo de luz que le queda a aquella ciudad?

La pregunta y la respuesta están en Marcos 13,1-2.

Después del relato de la entrada en Jerusalén creo que su autora nos relata tres sucesos profundamente interrelacionados. El primer suceso: “Al día siguiente…” (Mc 11,12-14). Se trata del curiosísimo relato del encuentro de Jesús con una higuera que, ¿era o no era una higuera?  El mensaje de ‘Que nadie coma frutos de ti’, ¿se refiere a los higos de la higuera o a los frutos de lo que simboliza la higuera?

El segundo suceso: “Llegan a Jerusalén y dentro del Templo empieza a echar fuera a los que vendían y compraban…”  (Mc 11,15-19). Todos -Jesús y quienes le siguen- llegan al Templo y parece ser que sólo Jesús entra y echa fuera del Templo… Es el suceso en el Templo y del Templo. Un suceso con dos acciones: echar fuera y enseñar. Cuando se leen detenidamente, se descubre que son la misma acción. Echa fuera a quienes han convertido el Templo en una cueva de negocios de bandidos y enseña a identificar a los responsables del negocio de los bandidos. Para este negocio de bandidos no se construyó este Templo ni se plantó ‘esta higuera’ en medio de la inmensa viña que era o debería ser Israel.

El tercer suceso: “A la mañana siguiente vieron la higuera, que estaba seca hasta la raíz…” (Mc 11,20-26). La higuera del día anterior, higuera sí o higuera no y lo que ella simbolizaba, se había secado en veinticuatro horas hasta las propias raíces. La higuera maldecida se ha secado, constata Pedro.

Y este Jesús del que nos habla María Magdalena explica con transparente claridad que esta higuera no es otra cosa que la institución del Templo que ha llegado a ser la cueva del negocio de los bandidos. La higuera es el Templo. Seca ella y seco él. Sin frutos los dos y sin futuro, porque ambos tienen la sequía abrazada a sus raíces.

Ignoro, por no ser especialista, si Jesús de Nazaret en persona dijo en alguna ocasión las palabras de Mc 11,23 que la escritora del relato puso en labios del laico y galileo Jesús. Estas afirmaciones desencadenaron las reacciones que nos permiten identificar y equiparar lo que se está contando de la higuera y del templo. Este Jesús de Nazaret subió al Templo de Jerusalén con las mismas pretensiones con las que se acercó, o se puede acercar una persona, a una higuera sin ser tiempo de higos. Encontrarse con las manos vacías.

Aquella higuera del monte de los Olivos, que crecía junto al camino de Betania a Jerusalén, estaba completamente seca a pesar de su aparente frondosidad. Así mismo se encontraba para este Jesús el Templo de su religión judía y de la Ley de Moisés. Y, ¿no le sucede esto mismo a esta institución que se llama y se cree aún la iglesia de Jesús? ¿Está seca de raíz?

Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 3 de septiembre de 2017 

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