Sal y sin palabras
Aquí hablé en su día de la
sal. Ahora sólo deseo recordarlo, porque el mensaje del relato evangélico que
se nos ofrece a los lectores y oyentes de la PALABRA vuelve a hablarnos de la
sal y de su presencia o ausencia. Cuando la sal está como debe estar nadie
comenta nada de ella. Y todo sabe a lo que debe saber. Con el asunto del
llamado 'reino de dios' sucede lo mismo que con la sal. Yo no lo digo,
transcribo lo que leo o lo que no me leen. El asunto pertenece a Marcos 9,50 y
a todo su contexto literario y teológico. Esta sal, como este reino, pertenece
a la convivencia de los humanos; a la convivencia en paz; a la seguridad de
estar seguro; a la certeza de sentirse a gusto. Esto lo sabemos y no se
necesitan más palabras, me lo digo y me lo escribo y como en un torbellino se
me despiertan centenares de escenarios de violencia, guerra, desamparo, persecución, exclusión... ¡de inmensa
inhumanidad!
Cuando esto me sucede, me
callo. Me quedo sin palabras. Respiro. Hasta que el aire me vuelve a situar en
la senda por la que avanzan mis pasos del día a día, despacio, siempre de
frente. El aire siempre me serena y me sostiene y me orienta. El aire humaniza
y, además, siempre es gratis.
La sal, el reino y el aire me
han situado en esta senda del encuentro con la señora María de Nazaret, esposa
del señor José de Nazaret y madre de Jesús de Nazaret, el del Evangelio. Estas
son las razones de mis jaculatorias a propósito de las siete siguientes
advocaciones marianas...
225. Santa María Virgen de la Pobreza. Que me devuelvan a
la señora María.
226. Santa María Virgen Conchita de Carolina. Que me
devuelvan a la señora María.
227. Santa María Virgen del Buen Viaje. Que me devuelvan a
la señora María.
228. Santa María Virgen de Buen Suceso. Que me devuelvan a
la señora María.
229. Santa María Virgen del Panecillo. Que me devuelvan a
la señora María.
230. Santa María Virgen del Cisne. Que me devuelvan a la
señora María.
231. Santa María Virgen de la Nube. Que me devuelvan
a la señora María.
Jaculatoria: Que me devuelvan a la señora María.
Y también esta otra: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.
Y nada más para este nuevo
domingo del 29 de septiembre de 2024.
A continuación se encuentra,
primero, el comentario del Evangelio propuesto desde el ámbito vaticano para las
Eucaristías. Y, en segundo lugar, el comentario del relato que nos correspondería proclamar si se leyera ordenadamente este Evangelio de
Marcos a lo largo de los cincuenta y dos domingos del año eclesiástico
católico.
Carmelo Bueno Heras
Domingo 26º TO Ciclo
B (29.09.2024): Marcos 9,38-43. 45. 47-48. Respiro, vivo y sigo
escribiendo CONTIGO:
El reino de dios es
tener sal, que es como tener paz.
Cuento
en este comienzo del comentario una curiosidad que seguramente no tiene ningún
interés para la comprensión del mensaje del Evangelio de Marcos. O tal vez sí.
Es necesario caer en la cuenta de la cita del relato que se nos leerá: Mc
9,38-43. 45. 47-48. Esto quiere decir que no se van a leer los versículos
44 y 46.
Este
par de versículos sólo existen en la Biblia Vulgata. Nunca se encuentran en los
manuscritos más antiguos y fiables del texto en griego. Es decir, unos
traductores del griego al latín (la Vulgata, de san Jerónimo) es muy probable
que añadieran el texto de ese par de versículos. ¿Con intención o por
equivocación? Nunca se sabrá.
Y
otro dato: Este capítulo noveno de Marcos acaba en su versículo cincuenta. Y
sólo se nos leerá en las misas santas de este domingo hasta el versículo cuarenta
y ocho. Los dos últimos de este capítulo noveno y el primero del capítulo
siguiente jamás los escuchará el pueblo, asista o no a la celebración, a no ser
que abra su Biblia y lea ahí.
En
mi tarea de lector y contemplativo me repasaré el texto de Marcos 9,38-50:
“Juan le dijo: Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios... y no
viene con nosotros y hemos tratado de impedírselo...” (9,38). Así comienza
el relato que se nos leerá. Este relato continúa la narración del domingo
anterior.
Copio
aquí el final de este capítulo noveno, porque es una pena que no se lo lean
jamás a las gentes que asisten a la celebración: “Tened sal en vosotros y
tened paz unos con otros” (Marcos 9,50). Estas palabras colocadas en labios
de Jesús de Nazaret se sitúan en las antípodas de la manera de pensar, de creer
y de vivir manifestada por Juan en el inicio del relato que comentamos ahora.
Frente
a la intransigencia en aceptar que alguien no sea de ‘los nuestros’ (en
género, color, edad, país, equipo, partido, credo, aficiones, ideología,
economía, estatus, derechos...), ¿cómo se ha de ‘vivir’ para ‘con-vivir’ en
paz?: ‘Tened sal-Tened paz’.
Este
es el reto, la utopía, de la buena noticia de aquel galileo y laico que fue
Jesús de Nazaret y que hablaba tanto de ‘un reino-reinado’ que no era otra cosa
que ser ‘esa sal’ de la que nadie se acuerda cuando está sin ser notada por el
exceso o la ausencia de su presencia. ¿Cómo estar sin ostentarse ni anularse
para hacer que todo esté bien, sepa rico, sea sabroso? ¿Cómo ser sal? O, ¿aire?
Cuando
escribo estas cosas, por haber leído a la autora de este Marcos 9,38-50,
no dejo de recordar que ella me está contando la segunda etapa del camino (9,33
hasta 10,31) que anda recorriendo su Jesús mientras ‘evangeliza’ a quienes le
acompañan... ¡y a ella misma! Me está contando las actitudes de quienes desean
ser también Jesús de Nazaret.
Leíste ‘desean ser Jesús’. ¿Acaso existe otro Jesús
que no sea el que llevas vivo dentro? ¡Uuuuuyyyy!
Carmelo
Bueno Heras. En Madrid, 30 de septiembre de 2018 y 29 de septiembre de 2024.
CINCO
MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo
completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 44ª (29.09.2024):
Marcos 12,35-44
El Templo de
Jerusalén decidió acabar con el judío laico de Nazaret llamado Jesús
Evangelizó
Jesús de Nazaret en su Galilea (Mc 1,14 hasta 8,26). Evangelizó este Jesús en
el Camino que inició en Cesarea de Felipe (Mc 8,27) hasta llegar a las puertas
de Jerusalén, la capital (Mc 10,52). Y está este Jesús de la Evangelista María
Magdalena a punto de acabar su Evangelización en el corazón de Israel y de su
Religión que es el Templo: “Decía Jesús mientras enseñaba en el Templo…
Decía también en su evangelización… Y se sentó frente al Tesoro del templo…”
(Mc 12,35-44). Después de esto, Jesús decidirá abandonar el Templo para
siempre.
En
el relato de Marcos 12,35-44 la Evangelista María Magdalena ha consignado tres
datos relacionados entre sí y que responden perfectamente la pregunta ¿por qué
abandona, física, teológica y definitivamente Jesús el Templo?
Había
subido para evangelizar explícitamente en ese lugar central de la Religión de
su pueblo. Y ahí había hablado con los principales representantes de la
autoridad religiosa: sumos sacerdotes, ancianos, escribas, fariseos,
herodianos, saduceos… Y ante ellos, con ellos y frente a ellos y la muchedumbre
del pueblo explica que él es un mesías que no tiene parecido alguno con el
Mesías que esperaban, hijo de David y escogido por Dios para ser un nuevo
liberador de enemigos de todo tipo. Este Jesús de Marcos 12,35-37 se declara al
margen de ese mesianismo tan deshumanizadamente descrito en el tan resabido y
proclamado Salmo 110.
Este
Jesús mesías de la Evangelista María Magdalena rechaza la ostentación religiosa
de las autoridades de Israel que se atreven a vestir, celebrar y vivir con el
lujo, el despilfarro y la prepotencia que se le desea atribuir a quienes se
dedican al servicio de Dios. Marcos 12,38-40 constituye una de las mayores
descalificaciones inimaginables de la institucionalización religiosa judía. Y
este lujo ostentosamente hiriente, ¿no es aún seña de la identidad católica?
La
última denuncia de este Jesús de Nazaret colma el recipiente de las sinrazones
y sinsentidos de la llamada Religión de Yavé, el Dios de Abrahán, de Moisés,
del Templo y de su sacerdocio. Esta denuncia se produce en la llamada sala del
Tesoro del Templo: la sala del Dios-dinero (Marcos 12,41-44). Este Yavé-Dios
del Sumo Sacerdocio del tiempo de Jesús, ¿qué otra cosa es sino un vampiro
insaciable que exige hasta el último céntimo de la viuda más empobrecida que se
desee imaginar?
¿Quién
grabó a fuego en las neuronas de aquella viuda empobrecida la certeza de que
debía entregarle todo a no se sabe qué Dios para alcanzar al fin su salvación
definitiva? ¿Qué sacerdocio del santuario de Jerusalén se atrevió a ser tan
energúmeno de llegar a creer que el supremo sacrificio de morir de hambre es lo
que más le agradaba a una divinidad que nunca habla, ni escribe, ni oye, ni
actúa…?
En este lugar de lujo hiriente, ostentación sin
límites y poder absoluto en nombre de un Dios que solo es dinero, como lo es la
sala del Tesoro del Templo de Jerusalén… En este lugar tan especialmente
elegido por la narradora de las decisiones de Jesús acaba la evangelización y
vida de este hombre. Este Templo ha decidido acabar con el laico y galileo
Jesús de Nazaret.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 24 de septiembre de
2017
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