sábado, 14 de septiembre de 2024

Un papel, un número y poquito más. - Domingo 24º TO Ciclo B (15.09.2024): Marcos 8,27-35 (¿Quién decís que soy yo?) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos (Semana 42ª (15.09.2024): Marcos 11,27 a 12,12 Nadie autorizó a Juan para bautizar)

 

Un papel, un número y poquito más.

El papel suele ser plastificado. ¿Será para que dure? El número está tatuado en el papel plastificado, menos mal. Podría ser peor, como siempre sucedió con los esclavizados, los rebajados en humanidad, 'los cosas' o 'las cosas', porque era su piel la que hacía de papel plastificado con el número tatuado. Y ¿el poquito más?, cada cuál lo sabe bien en sus adentros. Lo poquito que a uno le queda aún para seguir siendo él, el mismo.

El documento de identificación (DNI, se dice por aquí), el papel plastificado con su número tatuado. ¿Ese eres tú? ¿Ese soy yo? Eso parece. ¿Quién es usted? ¿Qué desea? ¿Qué hace aquí? Por favor, ¿me acerca su documento de identificación?... Y a veces me doy por muy satisfecho, porque tengo oído que dentro de nada no tendré identidad; bueno, no es así exactamente. Dentro de poco, o tal vez ya esté aquí, no seré ya ni tan siquiera papel plastificado con su número tatuado. Bastará con que un lector de Inteligencia Artificial te mire atentamente un segundo el ojo. Mirarte y saber quién eres, qué compras, qué deseas, qué y cuánto te duele... es cosa de un segundo... Un segundo en el que quedará rellena una pantalla con tu identidad y todo tu historial... ¿Quién soy?, me sorprendo con mucha frecuencia. ¡Cuánto ha progresado este mundo en el que nací y que ahora me llega a parecer extrañamente desconocido, inseguro, peligroso o in-humano!

Trato de no deprimirme mientras lo medito, me sobrecoge, me admira, me deja sin palabras. Camino un poco más despacio y con los ojos más abiertos y debo aprender a hablar más bajo o, tal vez, callarme. Con más frecuencia llego a la conclusión de que la mejor palabra es el silencio.

Todo esto me ha estado rondando las neuronas mientras leía tratando de entender los adentros del mensaje de la mente narradora del Evangelio de Marcos en 8,27-35: "¿Quién decís que soy?", dialogaba aquel Jesús judío y laico con las gentes que se habían atrevido a estar con él. Creo que estos atrevidos seguidores se siguen aún haciendo esas preguntas. Y me asalta una cuestión que no deseo dejar en el tintero. Creo también que aquella señora María, la madre del judío laico Jesús, se hace esa pregunta al constatar cómo se habla de ella en las más de diez mil advocaciones con las que se la IDENTIFICA tan alegre como teológicamente. 

¿Quién eres, Jesús de Nazaret? ¿Quién eres, María de Nazaret? ¿Quiénes sois?

Por esta razón, sigo insistiendo en mis jaculatorias con las siete siguientes advocaciones marianas...

211. Reina y Madre Virgen de la Sinodalidad. Que me devuelvan a la señora María

212. Reina y Madre Virgen de la Sabiduría. Que me devuelvan a la señora María

213. Reina y Madre Virgen del Sol. Que me devuelvan a la señora María

214. Reina y Madre Virgen del Rosario del Palmar. Que me devuelvan a la señora María

215. Reina y Madre Virgen del Rosario de Piedra. Que me devuelvan a la señora María

216. Reina y Madre Virgen de la Sal. Que me devuelvan a la señora María

217. Reina y Madre Virgen de Siempre. Que me devuelvan a la señora María

Jaculatoria: Que me devuelvan a la señora María.

Y también esta otra: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre.

 

Y nada más para este nuevo domingo del 15 de septiembre de 2024.
A continuación se encuentra, primero, el comentario del Evangelio propuesto desde el ámbito vaticano para las Eucaristías. Y, en segundo lugar, el comentario del relato que nos correspondería proclamar si se leyera ordenadamente este Evangelio de Marcos a lo largo de los cincuenta y dos domingos del año eclesiástico católico.
Carmelo Bueno Heras

 

Domingo 24º TO Ciclo B (15.09.2024): Marcos 8,27-35. Respiro, vivo y sigo escribiendo CONTIGO:

¿Quién decís que soy yo?

Para este nuevo domingo de septiembre se nos propone la lectura del Evangelio en el texto de Marcos 8,27-30. Y antes de comentar otros asuntos copio textualmente ahora y aquí el comienzo del mensaje de este relato del primer biógrafo de Jesús de Nazaret: “En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se dirigieron a las aldeas de Cesarea de Filipo; por el camino, preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que soy yo?». Ellos le contestaron: «Unos, Juan Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy?». Pedro le contestó: «Tú eres el Mesías». Y les conminó a que no hablaran a nadie acerca de esto” (Marcos 8,27-30).

Ya adelanté en el comentario de la semana pasada que los “audientes de la palabra” en la celebración del domingo nunca escucharemos los cuatro milagros realizados por Jesús en la etapa final de su misión evangelizadora por las tierras de la Galilea y de un poquito más al norte y al oeste en las ciudades de Tiro y Sidón en la orilla del mar Mediterráneo. Qué bueno sería leerse, al menos, personalmente Marcos 8,1-26. Ah, y que nunca se nos olvide que esta tarea evangelizadora del laico y galileo de Nazaret acaba con ‘la apertura’ de los ojos del ciego de Betsaida’. ¡Cuánto me gustaría conocer la composición de aquella saliva, prodigioso colirio, del propio Jesús! Por cierto, ¿saliva de su boca o de su mente? De su mente de creyente, sin duda.

Acabada la tarea evangelizadora por Galilea y antes de comenzar el Camino de la subida de Jesús a Jerusalén, la mano narradora de estos acontecimientos nos sitúa a cada uno de sus seguidores, los de entonces y los de todos los tiempos, en el centro de la narración biográfica, literaria y teológica sobre ‘su’ Jesús de Nazaret. Estamos en el norte de Galilea, al pie del monte Hermón y ahí donde nace el Jordán, el río de la vida de Israel.

Y es aquí donde resuena la pregunta de este hombre de entonces y de siempre. La pregunta que vuelven a escuchar los adentros de cada persona que lee e imagina la mirada de aquel hombre llamado Jesús de Nazaret: Y tú, ¿quién dices que soy? Y ahora que vuelvo a leer estas cosas me aconsejo que la mejor respuesta es el silencio. Parece ser que entonces, según la mano redactora del evento, el único que habló fue Pedro y el propio Jesús lo redujo al silencio de inmediato y de forma radical. ¿Mesías? ¡Jamás! Éste es el biógrafo llamado Marcos.

El siguiente biógrafo de nombre conocido fue Mateo y no hizo ni caso de lo anunciado por el Jesús de Marcos. Conviene leerse despacio Mateo 16,13-20. Y hecho esto, me pregunto: ¿A qué narrador me acojo? ¿A quién hago caso? ¿De quién me fío? ¿Quién me dice la verdad?

Me quedo en silencio. Medito. Sin prisas. Consciente. Y escucho sin tiempo en mis adentros a aquel judío y laico de Nazaret de Galilea, hijo de su madre y de su padre (Mc 3,20-35), que me dice: Y tú, ¿quién dices que soy? Y me imagino que le digo: judío y laico; tan igual a tantos otros judíos y laicos y, a la vez, tan distinto a todos ellos sin llegar jamás a ser o estar distante.

Contigo, Jesús de Nazaret, volvemos a iniciar un Camino de subida al centro de la fe de Israel o al centro de cada una de las religiones: al Templo o la Casa de todo Yavé-dios, en Jerusalén. Y subimos juntos con la certeza de la incomprensión y del rechazo. Con la certeza también de que tú vives siempre en nuestros corazones. ¿Fue esta realidad de tu presencia humanizadora la misión de tu buena noticia que llevaste a buen término en la tierra y el mar de tu Galilea? Sí, sí.

Carmelo Bueno Heras. Madrid, 15 de septiembre de 2024.

 

CINCO MINUTOS con el Evangelio de Marcos entre las manos para leerlo y meditarlo completo y de forma ordenada, de principio a fin. Semana 42ª (15.09.2024): Marcos 11,27 a 12,12

Nadie autorizó a Juan para bautizar

Al iniciar la lectura del párrafo siguiente del relato de la buena noticia de este Jesús de Marcos, me vuelve a llamar la atención el recurso tantas veces usado ya por su Evangelista María Magdalena como es ese uso del plural y su paso inmediato y brusco al singular:Llegaron de nuevo a Jerusalén y, mientras Jesús paseaba por el Templo, se le acercaron los jefes…” (Marcos 11,27). Jesús entra por tercer día consecutivo en Jerusalén acompañado por cuantos le siguen, que podríamos llamar ‘los Doce’. ¿Llegan todos y sólo entra Jesús en el Templo? ¿Qué hacen los demás? Creo que no desaparecen. Se callan. Enmudecen, como en Marcos 5,1-20.

Según su autora, conviene leerse completa esta secuencia que es el encuentro de las autoridades religiosas con Jesús de Nazaret. La narración se inicia en Marcos 11,27 con una pregunta inquisitorial que tiene que ver con el poder o no poder hacer algo en aquel lugar. Es la pregunta de un poder -que teme poder perderlo- a otro poder que nada tiene de poder. Son ‘poderes’ que se conocen tanto como se oponen y rechazan.

Me encanta el juego de preguntas que se inventó la Evangelista, porque en aquel encuentro de poderes no hubo periodista alguno. Preguntas que acaban sin respuestas, ahogadas en uno de los silencios más tensos y breves en la experiencia del Evangelio: “Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto, dice Jesús. Y se puso a hablarles en parábolas…” (11,33 y 12,1).

Estas palabras de la parábola de Jesús son cuchillo afilado que se va introduciendo en la mantequilla de la Religión de la Ley de Moisés, el Templo y sus Sacerdotes hasta su derretimiento: “Trataban de detener a Jesús, pero tuvieron miedo de la gente, porque habían comprendido que la parábola la había dicho por ellos. Le dejaron y se fueron” (Mc 12,12).

Este desencuentro de Jesús con los Sumos Sacerdotes, Escribas y Ancianos inicia el turno de ‘entrevistas’ de Jesús en Jerusalén, que para esta ‘evangelización’ había venido desde Galilea: “Envían donde Jesús a algunos fariseos…”  (12,13-17); “Se acercaron a Jesús unos saduceos…” (12,18-27); “Se acercó a Jesús uno de los escribas que le había oído…” (12,28-34).

El poder de las autoridades e instituciones del único Templo de la Religión de Israel se está sintiendo amenazado ante la presencia evangelizadora de Jesús. El Templo-Casa de Dios para esta Religión se ha convertido para el proyecto de Jesús en ‘la casa de todos’, ‘la casa del pueblo’. ¿Cómo no imaginar y creer que este proyecto de Jesús fue escandaloso y blasfemo? Lo fue y lo siguió siendo después de él y lo sigue siendo ahora. ¿Nos sigue dando miedo su proyecto liberador en el que no hay templo para un dios hecho a nuestra imagen y semejanza?

Acabo, me sorprende siempre el atrevimiento de este Jesús de María Magdalena: “Os voy a preguntar una cosa. Respondedme y os diré con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿era un bautismo del cielo de dios, o de los hombres de esta tierra?... Le responden: no lo sabemos” (11,29-33).

Mi contemplación crítica me lleva a creer que ‘el dios que iluminaba y sostenía’ a este Jesús no era otro que aquel hombre llamado Juan que se atrevió a realizar todo cuanto hacía el Templo sin necesitar del Templo, de sus Sacerdotes ni de sus Tradiciones.

Carmelo Bueno Heras. Madrid, 10 de septiembre de 2017

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