Amistad
Y mi otra jaculatoria amiga: Vive Jesús en nuestros corazones. Siempre
15.12.2024. Domingo 3º de Adviento C: Juan Lucas 3,10-18. Leo y escribo CONTIGO:
Parte, reparte y comparte
El domingo pasado se nos leyeron los seis primeros versículos del capítulo tercero de Lucas. Ahora, el domingo siguiente, se nos van a leer los versículos 10 a 18. Y yo, curioso lector del texto, constato una enésima vez que las gentes eclesiásticas nos han afeitado el relato. ¿Por qué no desean que nos leamos los versículos 7, 8 y 9? No lo sé, pero lo intuyo. Basta leerse este trocito de texto en una biblia e imaginarse la escena que comienza así: “Decía Juan a la gente que acudía para ser bautizada por él: Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado… a decir que tenéis por padre a Abrahán y no le hacéis ni el más mínimo caso? ¡Ya es hora de que empecéis a convertíos!
Así, cuenta el narrador, es el saludo con el que recibe el Bautista a quienes acuden a escucharle y bautizarse. Todos estos ‘peregrinos del agua del perdón’ son ‘raza de víboras’ y que cada lector del siglo XXI traduzca a su gusto y modo esta lindeza del Evangelista. En estos días de mítines electoralistas, ¿qué candidato se arriesga a llamar ‘raza de víboras’ a quienes asisten para aplaudir sus propuestas? Ser un ‘raza de víboras’ es pensar una cosa por los adentros de uno y hacer otra distinta en la visibilidad de sus acciones. O sintetizado y muy sencillamente, es ser un incoherente y mentiroso. Pero de esto, mejor me callo ya, porque esos tres versículos del ‘raza de víboras’ no se leerán, piense cada cual como mejor lo estime.
Hay un par de curiosidades sobre ese asunto del bautismo que practica Juan en el Jordán que sólo se encuentran en este relato de Lucas: la cantidad de personas que se acercan a Juan y la pregunta que todos le formulan. ¿Qué debemos hacer?, le pregunta la gente (verso 10) y los publicanos (verso 12) y unos soldados (verso 14). Cuando estas personas acudían al templo sabían muy bien qué hacer, porque estaba perfectamente tipificado y establecido en la ley de Moisés qué sacrificio u ofrenda debía presentarse al sacerdote por cada pecado que se confesaba ante Yavé Dios. En cambio, Juan ofrece gratuitamente el perdón de cualquier pecado y si algo hay que hacer lo debe decidir la propia persona que se bautiza y confiesa.
Creo que no es preciso haber conseguido título académico alguno para comprender que la organización sacerdotal del templo de Jerusalén estuviera muy preocupada por esta misión evangelizadora de Juan que bautiza tan gratuitamente que no exige nada por el perdón de los pecados. Seguramente que durante los meses o años de esta tarea de Juan descendieron notablemente los ingresos por las ofrendas y sacrificios en el templo. Con este gesto bautizador, Juan está diciendo a quienes lo quieran escuchar que en la religión judía del Dios-Yavé de Moisés no es necesario el templo con su altar y su sacerdocio. Creo que fue así como lo comprendió el hombre aquel de Galilea, llamado Jesús de Nazaret, que fue a ver y escuchar a este innovador profeta de las aguas del Jordán.
Y ahora que leo y medito este relato me pregunto. Y el Dios-Yavé de Israel, ¿dónde y con quién estaba? ¿Con el templo y sus tradiciones o con Juan el Bautista? Los más inteligentes de entonces y de ahora me dirán que ese Dios estaba en todas partes. Pero esto no puede ser verdad. Lo cierto es que nadie sabe nada de este ser y hacer de Dios. Me quedo, porque me sorprende, con la respuesta de la gente, de los publicanos, de los soldados y de Jesús de Nazaret que se fueron con Juan y se quedaron con la melodía de la canción de sus respuestas: ¿Qué tenemos que hacer? Parte, reparte y comparte. ¿No es esto el Perdón y la Eucaristía?
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 9.12.2015 y en Madrid, 15.12.2024.
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo completo, ordenadamente, y desde el principio hasta el final.
Semana 3ª (15.12.2024): Lucas 1,26-38.
Él será grande… ¿Grande? ¿De qué tipo de grandeza?
En el comentario anterior nos leímos el relato del anuncio del nacimiento de Juan, el futuro bautizador (Lucas 1,5-15). En el texto siguiente, el Evangelista Lucas nos cuenta el anuncio de un nuevo nacimiento, el de Jesús de Nazaret: “Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada… llamada María… (1,26-27) También Isabel… ha concebido… Y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril…” (1,36).
La sola lectura en paralelo de ambos relatos nos descubre semejanzas y diferencias muy significativas. El mismo anunciador y el mismo anuncio. Gabri-el (de ‘geburá’, fuerza, y ´el’, dios), que es fuerza de Dios, es el anunciador que ya conocemos del profeta Daniel y del capítulo noveno de sus escritos. Este mismo anunciador anuncia el nacimiento de dos niños: el uno, de una mujer anciana y estéril (Juan); y el otro, de una mujer joven que no tuvo relación sexual alguna con ningún varón (Jesús).
Estos dos niños, según cuenta este Evangelista, solo llegaron a encontrarse de tú a tú cuando tenían unos treinta años (Lucas 3,23). La iconografía religiosa, poco evangélica, los ha pintado y modelado como inocentes criaturas infantiles que juegan y se divierten con tiernos y blancos corderitos bajo la atenta mirada de sus madres respectivas.
Esta escena que nos cuenta Lucas dio origen a la singularísima y tradicional práctica devocional llamada ‘El Ángelus’. Seguramente, un buen porcentaje de creyentes que asiduamente viven la experiencia del rezo de Ángelus a las doce de la mañana de los días pares o impares del mes nunca se han leído este relato tal como está contado por quien lo escribiera.
Espero que sean muchas las personas que caigamos en la cuenta de uno de los mensajes, por lo menos, que aquel Gabriel le anunció a María y que transcribo para su mejor recordatorio: “vas a dar a luz un hijo… Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre. Reinará sobre la casa de Jacob-Israel por los siglos. Y su reino no tendrá fin” (1,31-33). Cuando el lector haya acabado de leer la primera parte de la obra de este Lucas, que es su Evangelio, caerá en la cuenta de que estas afirmaciones sobre Jesús de Nazaret no llegaron a cumplirse jamás. ¿Lucas hizo que aquel Gabriel de Dios fuera un mentiroso?.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 17.12.2017.
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