Todo se acaba y pasa.
29.12.2024. Domingo de la Sagrada Familia C: Lucas 2,41-52. Leo y escribo CONTIGO:
Jesús de Nazaret decidió enfrentarse al Templo
De manera premeditadamente sistemática la Iglesia del Vaticano propone celebrar la fiesta de la familia en el domingo posterior a los días de la Nochebuena y de la Navidad. ¿Será, seguramente, por el propicio ambiente de la Navidad? Será, me lo he constatado en más de una ocasión, por volver a insistir en los valores, realidad, misión... de la familia cristiana frente a otras maneras de ser familia que poco o nada tienen que ver con el modelo católico.
Para esta celebración de la realidad familiar cristiano católica se nos propone leer el texto de Lucas 2,41-52 que es el relato con el que este Evangelista pone punto final a la Infancia de Jesús de Nazaret. Una infancia programada por Yavé Dios de Israel y realizada punto por punto por su agente divino el ángel Gabriel (en hebreo, la fuerza ejecutiva-ejecutora de Dios). ¿Cómo se entiende, en este contexto, la libertad de pensar y de decidir de los humanos? No se sabe.
Sin embargo, se pone en labios de Jesús de Nazaret alguna que otra actitud que nace más de su libertad de decidir que de su obediencia a la tradición familiar, como luego se volverá a contemplar en su vida de evangelizador: “¿Por qué me buscabais?” (Lc 2,49).
La infancia de este Jesús de Nazaret concluye a los doce años de su nacimiento. Desde entonces comienza su adultez o mayoría de edad. Al menos sucede así para los varones judíos. En el caso de la mujer nunca hay adultez o mayoría de edad. Mientras se es niña se es una propiedad del padre y cuando se casa, sea cuando sea el acuerdo matrimonial, pasa a ser propiedad de su marido. Será adulta de edad, pero jamás persona con capacidad para decidir.
El relato de la adultez de Jesús sucede en el Templo de Jerusalén, en el mismo lugar donde comenzó su Infancia con el anuncio de Gabriel al anciano Sacerdote Zacarías (Lc 1,5). Por eso, lo volveré a sugerir, siempre hay que leerse muchas veces desde Lc 1,5 hasta 2,52. Es decir, hay que aprender a desentrañar el mensaje de la narración mítica del ‘hijo’ nacido de una virgen que llega a convertirse en el ‘niño sabio’ por el que habla Dios: “Le encontraron en el Templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y preguntándoles...” (Lc 2,46)
Cuando uno llega a este punto del relato, creo que es bueno recordar al ‘niño Daniel’ en medio de y frente a los inhumanos jueces de Israel (Daniel 13), por un lado. Y por otro se debe leer atentamente los capítulos vigésimo y vigésimo primero de este mismo Evangelio de Lucas. Este Jesús, como aquel Daniel, acaba por desautorizar a la autoridad constituida de la Religión de Israel que se creía ser la encarnación de la Ley de Moisés y del proyecto de su Dios Yavé.
Si nos quedamos en la literalidad de este relato de Lucas 2,41-52 y, por ampliación, en la literalidad de toda la narración de la infancia según Lucas 1-2, llegaremos a la conclusión de que José, María y Jesús fueron una familia no especialmente normal o modelo de referencia para la que luego parece ser la familia cristiano-católica.
Según el texto, José y María no eligieron ser matrimonio, ni fue normalmente humana la concepción y el nacimiento tanto de Juan el Bautista como de Jesús de Nazaret. Por eso, este relato de los orígenes extraños de Jesús anticipa una vida y misión sorprendentes de este hombre y de su buena noticia en su pueblo, Israel.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 30 de diciembre de 2018 y 29 de diciembre de 2024.
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo completo, ordenadamente, y desde el principio hasta el final.
Semana 5ª (29.12.2024): Lucas 1,57-80. Juan Bautista, ¿hereje y blasfemo?
Después de las tres primeras piezas del puzle narrativo, elaborado por el Evangelista Lucas para contarnos las infancias de Juan el bautizador y de Jesús de Nazaret, podemos contemplar y comprender las tres siguientes piezas, correspondientes una a una con las tres primeras.
. Al anuncio del nacimiento de Juan el bautizador (1,5-25) corresponderá el anuncio del nacimiento de Jesús de Nazaret (1,26-38).
. Al relato del nacimiento de Juan (1,57-66) corresponderá el relato del nacimiento de Jesús de Nazaret (2,1-21).
. Y al encuentro de Isabel, la madre de Juan, con María, la madre de Jesús (1,39-56) corresponderá el encuentro en el templo de Jerusalén de la vieja Ley de Israel con la nueva buena noticia de la presencia de Jesús de Nazaret (2,22-40).
La pieza final, la séptima, de este doble tríptico será el relato del acabamiento de la infancia de Jesús y el inicio de su vida adulta (2,41-52). Una medieval práctica piadosa en nuestra iglesia reunió y simplificó esta narración de ‘la infancia de Jesús’ en los llamados ‘Cinco misterios gozosos del santo rosario’. ¿Cuántas personas devotas de esta práctica diaria del santo rosario se han leído, al menos una vez al año, estos dos primeros capítulos del Evangelio de Lucas? ¡A los pastores de la iglesia les importa más este santo Rosario que leer con criterio el Evangelio!
En el texto de Lucas 1,57-80 se alude al nacimiento de Juan el bautizador y nada se dice sobre dónde y cómo aconteció. Lo que sí es muy importante de todo este relato es la pregunta de 1,65-66: “En toda la montaña de Judea se comentaban estas cosas… y se preguntaban: ¿qué será este niño?”.
Esta fue seguramente la pregunta que se hicieron muchas personas a lo largo de la vida de este hombre llamado Juan, judío y sacerdote por haber nacido en la familia sacerdotal de una mujer y madre judía y de un hombre y padre judío y sacerdote del Templo de Jerusalén. Muy pronto, en el capítulo tercero de la narración de este Evangelista, encontraremos los primeros datos para empezar a responder la tan significativa pregunta ‘qué será este niño’.
Cuando el narrador Lucas elabora, desde su experiencia, el tejido de este texto de las infancias de Juan y de Jesús tiene en su mente y en sus manos los datos suficientes de la vida y muerte de ambos protagonistas y de cuantos se relacionaron con ellos. Conoce sobradamente sus tareas de adultos, sus hechos, sus dichos y cómo acabaron condenados y ejecutados por una Ley -de Moisés, del templo, de su sacerdocio y del poder de los judíos- que calificó a ambos como herejes y blasfemos. Merecedores de la pena de muerte.
Juan se atrevió a crear un bautismo para perdonar los pecados que solo el templo y su sacerdocio podían perdonar. Éste fue su profetismo, como puso Lucas en boca de su padre Zacarías en el canto del ‘nacionaljudaísmo’ llamado ‘el Benedictus’ (2,76). ‘Qué será este niño’ era la pregunta que se hacían y nos hacemos. Personalmente siempre me gustará llamar ‘el bautizador’ a este Juan porque su bautismo sigue siendo, ¡aún!, un reto… ¡muy sorprendente!
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 24 de diciembre de 2017.
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