El vigesimosexto es la mitad del camino
Comentario primero:
2025, 25 de mayo. Domingo 6º de Pascua C: Juan 14,23-29.
Leo y escribo Contigo:
Amar a Jesús es aprender a guardar su palabra: amaos unos a otros
En este nuevo domingo de mayo se nos va a leer en la mesa de la palabra que está en las iglesias un pedazo de texto evangélico: Juan 14,23-29. Digo que es ‘un pedazo’ en el sentido de ‘trozo’, en el sentido de ‘una parte de un todo’. De este ‘todo’, los oyentes no solemos saber nada porque nos han silenciado el contexto, nunca nos lo hemos leído.
Y tampoco nos importa ni poco ni mucho. Escuchamos lo que se lee, desconectamos de las palabras de la homilía sobre mayo, las comuniones, las flores, la primavera, la pascua y hasta del propio espíritu. Más de uno hablará del Espíritu. ¿De la confirmación? También de este sacramento, que se acerca ese tiempo de encuentros de jóvenes.
Llevamos seis semanas, más de un mes, de lectura en el Evangelio de Juan y hay que ser un maestro de comprensión para lograr entender los saltos hacia atrás y hacia adelante en el texto evangélico que nos proponen en la selección litúrgica. Lo que sucede es que no se sabe qué es este Evangelio, de qué habla, por qué lo cuenta así… Pasarán estos domingos de después de Pascua y nos olvidaremos durante meses de que este Evangelio existe. Y mientras tanto nuestra Religión religiosa no sufrirá alteración alguna, porque en el fondo el mensaje del Evangelio nos importa menos que el del Catecismo de toda la vida y de todo el magisterio eclesiástico.
El pedazo de texto de Juan 14,23-29 es una partecita minúscula del enorme discurso de sobremesa que el autor-autora de Juan puso en boca de Jesús de Nazaret después de lavar los pies a sus acompañantes y de la posterior cena de despedida ante el acabamiento de la vida de aquel hombre de Galilea al que las autoridades de su religión ya lo habían sentenciado. El discurso de Jesús comenzó en 13,31: “Cuando salió Judas, dice Jesús…” y acabará, aparente-mente, en 14,31: “Levantaos. Vámonos de aquí”. Pero lo cierto es que ni se levantan ni Jesús deja de hablar, como leemos en 15,1 a 18,1. Impresiona constatar la libertad con la que escribe este creyente en Jesús de Nazaret que es el Evangelio de Juan. En ninguno de los otros Evangelios encontramos un mega discurso como éste. Me impresiona el atrevimiento.
En Juan 14,23-39 se pone en labios de Jesús algunas de las opciones de su vida. Su buena noticia. Su fe. Su experiencia de haber vivido o de estar viviendo en medio de las gentes de su pueblo. Este Jesús de carne y hueso, un laico de la paganizada Galilea, va desgranando despacio todas las semillas de sus creencias y las va sembrando en la tierra de quienes las acogen con la esperanza de que un día estas semillas se despierten y den fruto. No está creando una institución empresarial religiosa como ya lo es el Templo con su Sacerdocio de la ley de Moisés. En este Evangelio, Jesús no instituye ninguna iglesia ni movimiento religioso.
Jesús está en ‘este mundo’, el único mundo, el de su pueblo judío esclavizado a la vez por la Religión y la presencia del poder del Imperio de Roma. Y ahí está dejando su mensaje, como habían hecho en otros tiempos los profetas, de ellos aprendió. Y en esta realidad mundana es urgente vivir animado por el espíritu que habita en cada uno, en las decisiones y deseos profundos que nos mantienen como personas: ‘Si alguien me ama guardará mi palabra’ (14,23).
Se refiere a la palabra no del Dios-Yavé de la Ley de los diez mandamientos, sino a la palabra de Jesús que habla de ese ‘amaos unos a otros’ (13,15).
Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 1.05.2016. También en Madrid, 25 de mayo de 2025.
Comentario segundo:
CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 26ª (25.05.2025): Lucas 8,40-56.
¿Milagros de curación o de manera de pensar dentro de la religión?
El tercer apartado del capítulo octavo del Evangelio de Lucas es un precioso texto, primero literario, por ser una muy precisa palindromía. Y, en segundo lugar, es una delicia teológica que rompe tantos esquemas de la religión judía que aún estamos en las iglesias de la cristiandad sin atrevernos a asumir todo cuanto se esconde bajo la expresión ‘tu fe te ha salvado’ (8,48).
El apartado se inicia con esta indudable precisión narrativa: “Cuando regresó Jesús, le recibió la gente, pues todos le estaban esperando” (Lc 8,40). Venía este Jesús del Evangelista Lucas, acompañado de cuantos estaban con él en la barca, desde la orilla oriental del lago de Galilea. Allá había realizado una nada sencilla misión evangelizadora: abrazar al ‘deshumanizado enemigo geraseno Legión’ hasta despertar en él su identidad de persona, de ser humano.
Al volver a pisar tierra, en la occidental orilla judía del lago-mar de Galilea, las gentes lo reciben con deseos de sentirse cerca de él. Y de en medio de la multitud, cuenta el narrador, surge en primer lugar un hombre conocido y luego una mujer sin nombre, anónima. Sin embargo, la presencia de la mujer desconocida ocupa el centro de la palindromía (8,43-48).
Abrazando, literariamente, esta escena de la mujer de ‘los flujos de sangre’ se nos cuenta la presencia de un hombre que se llama Jairo y es padre de una niña que está empezando a ser mujer, porque tiene ya los doce años y está muriéndose (¿con qué tipo de muerte?). Este hombre de nombre griego es el jefe de la sinagoga del poblado galileo (8,41-42).
La tercera parte de la palindromía (8,49-56) acontece en la propia casa de Jairo y en la explícita intimidad de siete personas: la niña ya mujer (una), el padre (dos) y la madre (tres) de la niña-mujer, tres discípulos de Jesús: Pedro (cuatro), Juan (cinco), Santiago (seis) y el evangelizador Jesús de Nazaret (siete) que ya le anuncia al padre su siempre alentadora buena noticia: “ten fe y sanará” (8,49-50).
El Evangelio de Marcos (5,21-53) y el Evangelio de (Mateo (9,18-28) cuentan cada uno con su peculiar estilo e intencionalidad esta misma palindromía de la enfermedad-salud de estas dos mujeres: una de doce años y la otra, curiosamente, de doce años más otros doce años. Una dejaba de ser niña y empezaba a ser mujer. La otra tenía ya doce años de experiencia de mujer. ¿De qué enfermedad se trata en estas tres tan semejantes palindromías, a la vez narrativas y teológicas, transmitidas por medio de los tres Evangelios sinópticos?
La lectura crítica que hacen mis neuronas no me deja lugar a duda alguna: la enfermedad es ser mujer. ¿Incurable? En aquellas tierras de Israel, en aquellos años del siglo primero en los que vive el laico y galileo Jesús de Nazaret y para el pensar, creer y vivir de aquella cultura, sociedad y religión sólo era persona -o ser humano- el varón, el sexo masculino.
Toda niña es una cosa que le pertenece al padre. Y una vez que este padre consigue casar a su hija, ésta es una cosa que le pertenece a su nuevo amo que es su marido.
Romper y transformar tales maneras de pensar y de actuar es… ¡el milagro! Con este Jesús, diría, toda niña es persona.
Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 27.05.2018. También en Madrid, 25.05.2025.
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