sábado, 3 de mayo de 2025

Sigo hablando de libros. Lo siento.- 2025, 04 de mayo. Domingo 3º de Pascua C: Juan 21,1-19 (Venid y comed, nos sigue diciendo el Jesús que llevamos dentro) y CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas (Semana 23ª (04.05.2025): Lucas 7,36-50. Perdonar pecados, ¿no es sacramento de todos los vivientes?).

 Sigo hablando de libros. Lo siento.

Transitamos ya por el primer domingo de mayo iluminados por una luna en creciente en este hemisferio del norte de la tierra. Se va asentando la diosa primavera hasta dejar nuestros cuerpos de vivientes sanos y limpios de todo mal contaminante y deshumanizador que  dejó el invierno y sus fríos heladores.
Se ha instalado ya, en los lares eclesiales, un tenso silencio que se va empapando de rumores cada vez más anhelantes por romper aguas, como si se tratará de un nuevo nacimiento. Aún no ha llegado ese momento. En una semana escasa podré constatarlo y contarlo aquí. Que ninguna espera desespere. Sabemos que habrá nacimiento, porque ya se está congregando el cónclave con su 'clave', todavía 'bajo llave'.
En el libro de la historia, la mano del tiempo ya está pasando de derecha a izquierda la página de las luces del papa venido de la periferia del mundo. Francisco será cada vez más pasado y para siempre. En la nueva página aún ninguna mano se atreve a dibujar ni tan siquiera la primera letra del posible nombre.
Por todo esto y para esta presentación de los comentarios del Evangelio del 4 de mayo, he decidido citar unas líneas del libro 'El loco de Dios en el fin del mundo' del que hablaba aquí el domingo pasado. Creo que son líneas que no desvelan nada, pero que sí desvelan. Qué paradoja. Copio del propio Javier Cercas Mena:
"Decidí que, si escribía el libro sobre el papa, estaba obligado a escribir un libro distinto, tan extravagante como fuera posible, una mezcla de crónica y ensayo y biografía y autobiografía, un experimento friki, un cajón de sastre, a ser posible un banquete con muchos platos, una locura solidaria con la demencia del loco de Dios, un experimento alegre y chiflado, un batiburrillo de géneros en cuyo corazón centellearan, como pedazos ardientes de lava en un cráter activo, la resurrección de la carne y la vida eterna" (página 62).
Y final ya, a continuación, se encontrará primero el comentario del Evangelio propuesto para la eucaristía del domingo 4 de mayo. Y, en segundo lugar, el comentario del relato que correspondería proclamar, si decidiste en su día leer el Evangelio de Lucas, desde el comienzo hasta el final, ordenadamente.

Carmelo Bueno Heras

  

Comentario primero:

2025, 04 de mayo. Domingo 3º de Pascua C: Juan 21,1-19. Leo y escribo Contigo: 

Venid y comed, nos sigue diciendo el Jesús que llevamos dentro

Las últimas palabras del capítulo veinte del Evangelio de Juan que se leían en las liturgias del domingo pasado dicen: “Jesús realizó en presencia de los discípulos otras muchas señales que no están escritas en este libro. Estas han sido escritas para que creáis que Jesús de Nazaret es el Cristo, el Hijo de Dios, y así y en su nombre tengáis vida” (Juan 20,30-31).

 

Las últimas palabras del capítulo veintiuno de este mismo Evangelio, que no se leerán en las liturgias del primer domingo de mayo, dicen: “Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las ha escrito y nosotros sabemos que su testimonio es verdadero. Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni todo el mundo bastaría para contener los libros que se escribieran” (Juan 21,24-25). Estas palabras junto con todo el texto de los versículos 20 a 25 de este capítulo no se leerán por orden de quienes seleccionan, desde Roma y desde sus poderes, los textos evangélicos. ¿Por qué así? No lo sé.

 

Como es evidente, estos dos finales del Evangelio son un problema. Ambos finales son semejantes y, a la vez, muy distintos.  El primer final es el broche de las apariciones de Jesús de Nazaret en Jerusalén el primer día de la semana. El segundo final es otro excelente broche a las apariciones del propio Jesús de Nazaret en su tierra de Galilea y junto a su enorme Lago.

 

En ambos finales se cita al autor de todo el Evangelio y no se habla de la misma persona. Según el segundo final, alguien desconocido nos informa de que el autor sería ‘el discípulo amado’. ¿Quién es este discípulo? Nadie sabe nada de su persona. Sólo se habla de él en este cuarto Evangelio. En la tradición de la Iglesia y en el Magisterio vaticano actual se afirma que ese autor es Juan, el discípulo más joven de Jesús. Una mera hipótesis muy hipotética.

 

Que cada cual piense como mejor le parezca. Y este criterio vale también para saber qué significado tienen los 153 peces grandes que fueron pescados aquella mañana de radiante sol y lago azul en Galilea. Piensa como quieras, que seguramente es cierto. Lo realmente importante es que alguno de aquellos peces sirvió en esa ocasión para que Jesús recordase: “Venid y comed” (21,12). Y lo que también importa realmente no es quién era ese discípulo amado, sino su mensaje explícito: Esto se escribió, primero, para que lo leas y, luego, para que tú mismo seas un nuevo escritor de estas cosas que te interesan tanto a ti como a Jesús.

 

Por esto, una cosa me parece muy clara cuando medito despacio estas dos, entre otras varias y sugerentes, referencias tan elementales en este relato: nadie tiene el monopolio ni de los peces, ni de los textos. Los peces sirvieron para ser comidos y compartidos en una muy agradable y amigable compañía con Jesús de Nazaret (21,9-13) Así, siempre que se come de esta manera se está con Jesús de Nazaret. Y los textos sirven también para ser compartidos.

 

Sea quien sea el autor, se nos invita a crear -leer y escribir- una inmensa biblioteca compartida, sin censuras, con testimonios, abierta, plural, sin fronteras de lenguas, dogmas, magisterios… Una palabra ‘así’, como lo fue la persona de Jesús de Nazaret y se nos dijo ya en la primera página de este Evangelio, es luz (Juan 1,1-18). Él fue luz. Tú y yo somos luz. ¿No es la humanidad la mejor biblioteca de una palabra ‘así’?

Carmelo Bueno Heras. En Burgos, 10.abril.2016. También en Madrid, 04.mayo.2025

 

Comentario segundo:

CINCO MINUTOS con el Evangelio de Lucas para leerlo ordenadamente y desde el principio hasta el final. Semana 23ª (04.05.2025): Lucas 7,36-50.

Perdonar pecados, ¿no es sacramento de todos los vivientes?

Al leer el relato de Lucas 7,36-50 tenemos la impresión de estar leyendo el final de una etapa en la tarea evangelizadora del Jesús de Nazaret de este Evangelista. En la continuación de este relato, que luego comento, leemos estas afirmaciones: “Después de esto, sucedió que iba [Jesús] por ciudades y pueblos proclamando y anunciando el Evangelio del reinado de Dios. Le acompañaban los Doce y algunas mujeres…” (Lucas 8,1-3).

 

De este capítulo octavo me ocuparé en el siguiente comentario. Aquí y ahora nos detenemos en la lectura crítica de este Lucas 7,36-50 al que se le ha puesto con frecuencia el título de ‘La pecadora pública’, como se escribe en la llamada ‘biblia de Jerusalén’. Y de entrada copio estas palabras casi finales de este relato: “Los comensales empezaron a decirse para sí: ¿quién es éste que hasta perdona los pecados?” (Lucas 7,49).

 

Creo que esto de ‘perdonar pecados’ es el asunto central de este relato. Y creo que es también la tarea primera y principal de la evangelización que va realizando este Jesús desde que apareció públicamente por sus tierras de Galilea como lo ha contado muy bien este Evangelista desde Lucas 4,14 hasta aquí. Este Jesús perdona pecados, tarea que sólo podían realizar los sacerdotes en el templo de Jerusalén por medio de los sacrificios ofrecidos a su dios Yavé.

 

Como apuntaba en el comentario anterior, con este relato de la comida de Jesús en casa del judío y fariseo Simón se acaba la tercera parte del capítulo séptimo. Un capítulo de comidas, de encuentros y desencuentros de personas a causa de las prácticas ordenadas por una religión y sus correspondientes creencias, dogmas, mandamientos y tradiciones.

 

Cuanto más se lee este relato más se cae en la cuenta de que en aquella casa del fariseo y en la comida que se comparte lo que sobreabunda realmente es el ‘pecado’. El fariseo Simón conoce de sobra a este judío galileo Jesús de Nazaret y sabe que es un profeta, pero tiene tantas dudas que decide comprobarlo en su propia casa. Este Simón es un tentador (ver Lucas 4,1-13). La mujer pecadora pública entró en la casa por la puerta abierta de par en par por el anfitrión y empapa con su pecado todo cuanto toca, personas e invitados, espacios y tiempos.

 

Peca, y de qué manera, el laico Jesús que se atreve a perdonar lo que él no podía perdonar, según la Ley de su propia religión judía. Una vez más, Jesús se nos presenta como un hereje y blasfemo. Se atribuye ‘poderes’ (entre comillas) que sólo pertenecían al sacerdocio judío. Así, como si yo que soy laico y bautizado en esta iglesia vaticana perdono pecados y consagro pan y vino, potestad solo de ministros ordenados sacerdotes, soy tan hereje y blasfemo como Jesús.

 

La parábola del acreedor y sus deudores (Lc 7,40-43) que Lucas pone en labios de este su Jesús, profeta y perdonador, expresa en su sencillez toda la inmensa fuerza del pecado de esta religión judía opresora que se transforma en nada ante la fuerza sanadora del amor: “Digo que quedan perdonados sus pecados porque ha expresado mucho amor” (7,47).  ¿No será este ‘amor’ la única religión con su único mandamiento?  ¿No es este ‘amor’ la fe? Sí, así me lo creo, como tan explícitamente lo toco y constato en esta buena noticia: “Tu fe te ha sanado”.

Carmelo Bueno Heras. En Madrid, 06.05.2018. Y también en Madrid, 04.05.2025.

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