«¡Vayamos juntos hacia adelante con el Señor por el bien de la Iglesia y
del mundo!»
(RV).- (con audio) Hace un año Benedicto XVI concluía su Pontificado afirmando: «Soy simplemente un peregrino que inicia la última etapa de su peregrinación en esta tierra». El 28 de febrero de 2013, daban la vuelta al mundo las imágenes del helicóptero en el que el Papa Ratzinger sobrevolaba Roma, mientras las campanas de la Ciudad Eterna lo acompañaban con su tañido, desde el momento en que partió rumbo a las Villas Pontificias de Castelgandolfo.
Las campanas de saludo se sumaban a la conmoción de los corazones, así como a los aplausos y lágrimas también en el Vaticano, en la despedida de Benedicto XVI, a la hora en que abandonaba la Sede del Palacio Pontificio que había sido su casa durante casi ocho años, 17 días después de anunciar su renuncia a la Sede de Pedro, el 11 de febrero.
«No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etc. No abandono la cruz, sino que permanezco de forma nueva a los pies del Señor Crucificado», señaló el día anterior en su última audiencia general, en la que también estuvo acompañado por el cariño, la devoción y la admiración de miles de peregrinos por su luminoso magisterio petrino. Sentimientos que Joseph Ratzinger agradeció reiterando que «amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre por delante el bien de la Iglesia y no de sí mismos». Y asegurando que su corazón se ensanchaba agradecido para abrazar al mundo entero, recordó que el Señor guía a su Iglesia y nunca nos abandona.
A su llegada a Castelgandolfo, que también lo recibió con el saludo de las campanas, y rodeado por grandes muestras de afecto de los ciudadanos de esta localidad lacial a unos 30 km al sur de Roma, Benedicto XVI dirigió una palabras llenas de gratitud, alentando a ir juntos hacia adelante con el Señor, por el bien de la Iglesia y del mundo y asegurando su oración, con su corazón y amor por el bien común y de la humanidad. Volvamos a escuchar sus últimas palabras como Pontífice:
«Queridos amigos soy feliz de estar con ustedes, rodeado por la belleza de la Creación y de su simpatía, que me complace. Gracias por su amistad y afecto.
Ustedes saben, que el día de hoy es distinto al de otras veces precedentes. Ya no soy Sumo Pontífice de la Iglesia Católica - hasta las ocho aún lo seré, luego ya no -.
Soy simplemente un peregrino que comienza la última etapa de su peregrinación en esta tierra.
Pero quisiera una vez más, con mi corazón, amor y oración, con mi reflexión, con todas mis fuerzas interiores trabajar por el bien común y el bien de la Iglesia y de la humanidad.
Me siento muy apoyado por la simpatía. ¡Vayamos juntos hacia adelante con el Señor por el bien de la Iglesia y del mundo!
Les imparto con todo mi corazón mi bendición. Gracias y buenas noches».
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