Beato Pedro Cambiani de Ruffia, presbítero
y mártir
fecha: 2 de febrero
n.: c. 1320 - †: 1365 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Pío IX 4 dic 1865
hagiografía: Academia de Humanidades PP Dominicos
n.: c. 1320 - †: 1365 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Pío IX 4 dic 1865
hagiografía: Academia de Humanidades PP Dominicos
En
Susa, en el Piamonte, beato Pedro Cambiani de Ruffia, presbítero de la Orden de
Predicadores y mártir, que por odio a la Iglesia fue asesinado en el claustro
por los herejes.
Pedro
nace en la noble familia Cambiani en el castillo de Ruffia (Piamonte) alrededor
de 1320. En su primera juventud abraza la vida dominicana en el convento de
Savigliano. De gran austeridad de vida, eminente por su ciencia y ejemplar en
la abnegación de sí mismo, pasó gran parte de su vida en el convento de Turín.
Ejerció
su vida apostólica especialmente como inquisidor para la defensa de la vida cristiana,
atacada por la herejía valdense, y consumó su vida con el martirio por Cristo y
por sus hermanos en la fe cuando fue asesinado en el claustro del convento de
Susa el 2 de febrero de 1365. Su cuerpo fue sepultado allí mismo, pero en 1516
fue trasladado a la iglesia de Santo Domingo de Turín. Pío IX, el 4 de
diciembre de 1865, con ocasión del V centenario de la muerte del beato,
confirmó el culto que se le tributaba desde el tiempo de su martirio.
accedida 651 veces
ingreso
o última modificación relevante: ant 2012
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace:http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=421
Santa Catalina de Ricci, virgen
fecha: 2 de febrero
n.: 1523 - †: 1590 - país: Italia
canonización: B: Clemente XII 1732 - C: Benedicto XIV 1746
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: 1523 - †: 1590 - país: Italia
canonización: B: Clemente XII 1732 - C: Benedicto XIV 1746
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
En
Prato, de la Toscana, santa Catalina de' Ricci, virgen de la Tercera Orden
Regular de Santo Domingo, que se dedicó de lleno a la restauración de la
religión. Logró, de alguna manera, experimentar en ella los misterios de la
pasión de Jesucristo, gracias a su asidua meditación.
Esta
santa nació en 1522, de una bien conocida familia florentina. Y fue bautizada
con el nombre de Alejandrina. A los trece años tomó el nombre de Catalina, al
recibir el hábito en el convento dominico de San Vicente en Prato, del cual su
tío, el P. Timoteo dei Ricci, era director. Aquí sufrió durante dos años
intensos dolores debidos a una complicación de enfermedades que sólo parecían
agravarse con los remedios; pero santificó sus sufrimientos con su ejemplar
paciencia, la cual sacaba en gran parte de su constante meditación sobre la
Pasión de Cristo. Cuando era todavía muy joven fue elegida maestra de novicias,
después superiora, y a los treinta años fue nombrada priora a perpetuidad. La
fama de su santidad y sabiduría le llevaba visitas de muchos seglares y
personas del clero, incluyendo a tres cardenales, que después llegaron a papas.
Algo semejante a lo que se cuenta de san Agustín y san Juan de Egipto, sucedió
con san Felipe Neri y santa Catalina de Ricci: se habían escrito varias cartas,
y aunque nunca se conocieron personalmente, ella se le apareció y habló con él
en Roma, sin nunca haber salido de su convento en Prato. Esto lo declaró
expresamente san Felipe Neri,
quien era sumamente cauteloso en dar crédito a visiones, y fue confirmado por
el juramento de cinco testigos.
Catalina
es conocida quizá más que otros místicos que han tenido privilegios semejantes,
por la serie extraordinaria de éxtasis en los cuales contemplaba y vivía los
pasos consecutivos que precedieron a la crucifixión de nuestro Salvador. Parece
que estos éxtasis siempre seguían el mismo curso. Comenzaron cuando tenía
veinte años, en febrero de 1542, y se renovaron cada semana, por doce años
consecutivos. Naturalmente dieron mucho que hablar y una multitud de gente
devota o curiosa quería visitar el convento. Esto ponía obstáculo al
recogimiento de la comunidad, y estos inconvenientes se acentuaron más cuando
en 1552 fue elegida priora. A petición suya, todas las monjas comenzaron a
rezar fervorosamente para que cesaran estas manifestaciones, y, en 1554,
llegaron a su fin. Mientras duraron, presentaron algunas características
diferentes a las que suelen tener tales casos. Catalina perdía el conocimiento
regularmente a medio día, todos los jueves, y volvía en sí veintiocho horas
después, a las cuatro de la tarde del viernes. Sin embargo, ocurría una
interrupción en este estado de arrobamiento. Se le llevaba regularmente la
Sagrada Comunión en la mañana y volvía a estar lo suficientemente consciente
del mundo exterior para recibirla con intensa devoción, pero casi inmediatamente
después quedaba de nuevo en éxtasis, y reanudaba su contemplación de los pasos
de la Pasión en el punto preciso donde las había dejado. Catalina tenía otro
tipo de éxtasis durante los cuales, por lo general, permanecía enteramente
pasiva, con los ojos fijos en el cielo. Pero en el éxtasis semanal de la Pasión
su cuerpo se movía en conformidad con los ademanes y movimientos de Nuestro
Señor, según los presenciaba en su contemplación. Por ejemplo, cuando lo
prendían en el huerto, extendía las manos como para que se las ataran; se
quedaba de pie majestuosamente, cuando lo ataron a la columna para azotarlo;
inclinaba la cabeza, como para recibir la corona de espinas, y así
sucesivamente. Un detalle aún más desacostumbrado en tales experiencias, era
que con frecuencia se aprovechaba de la ocasión de los sufrimientos
particulares de Jesucristo para exhortar a las hermanas que la rodeaban, en
medio de sus éxtasis, y esto lo hacía, dice una de sus biógrafas, «con un
conocimiento, una elevación de pensamiento y una elocuencia inesparados en una
mujer, y especialmente en una mujer que no era ni ilustrada, ni literata».
También se aseguraba corrientemente que Catalina era favorecida con los
estigmas, las llagas de las manos, pies y costado, así como también la corona
de espinas. En el proceso de beatificación se presentaron testimonios al
respecto. Cosa curiosa, los que afirmaron haber visto los estigmas, parecen
haber tenido diferente impresión en cada caso. Algunos miraban las manos
completamente traspasadas y sangrantes, otros veían las señales de las llagas
con luz tan brillante, que los deslumbraba, y todavía otros percibían sólo
«llagas cicatrizadas, rojas e hinchadas, con una mancha negra en el centro,
alrededor de la cual parecía circular la sangre». Esta diversidad tan notable
en las relaciones de los testigos es aún más notable cuando describen el
fenómeno místico, por el cual es especialmente famosa santa Catalina; a saber,
el fenómeno del anillo. Se dice que Cristo le dio un anillo como prenda de sus
esponsales espirituales con ella. El día de la Pascua de Resurrección de 1542,
Nuestro Salvador se le apareció radiante de luz y después de quitarse de su
dedo un fulgurante anillo, lo colocó en el índice de su mano izquierda,
diciendo, «Hija mía, recibe este anillo como señal y prueba de que ahora y
siempre me pertenecerás».
En
la «Positio super Virtutibus», que es el resumen de los testimonios dados, que
ahora se hace en todos los procesos de beatificación para que los consultores
analicen las virtudes heroicas de cualquier candidato a la beatificación, las
declaraciones relativas a los esponsales místicos de Catalina ocupan mucho
espacio. El promotor de la fe (popularmente conocido como «el abogado del
diablo»), en la época en que la causa fue llevada ante la Congregación de
Ritos, era el famoso Próspero Lambertini, mejor conocido después como el papa
Benedicto XIV. La cuestión del anillo de santa Catalina atrajo particularmente
su atención, e hizo varias críticas, a las cuáles respondió con detalle el
postulador de la causa. Santa Catalina, como hemos visto, nació en 1522 y murió
en 1590; desgraciadamente fue recién en 1614 cuando tuvo lugar el primer examen
jurídico de testigos, en relación con la causa de beatificación. Como el anillo
se había manifestado originalmente en abril de 1542, era prácticamente
imposible que ninguna de las monjas que formaban parte de la comunidad cuando
ocurrió esta maravilla, pudiera estar viva para dar su testimonio en 1614,
setenta y dos años después. Se asegura al menos que el fenómeno se registró con
intervalos, durante toda la vida de Catalina; además de testimonios escritos y
de segunda mano, algunos testigos pudieron dar una relación de lo que ellos
mismos habían visto. Los testimonios, en general, parecen contradictorios. Tal
vez las pruebas más valiosas que se tienen en el proceso de beatificación sean
dos documentos escritos, uno, la carta del Padre Neri, dominico, fechada el año
1549, o sea siete años después de los esponsales místicos; el otro, unas
cuantas notas hechas por la hermana María Magdalena Strozzi, amiga íntima de
Catalina, quien la atendió en su enfermedad. El primero relata la aparición de
Nuestro Señor el domingo de Pascua y comenta particularmente que el anillo fue
colocado en el dedo índice de su mano izquierda. Después de lo cual, prosigue:
«"Los superiores de nuestra provincia han descubierto que, durante una
quincena de Pascua, el anillo verdadero, o sea el anillo de oro con su
diamante, fue visto por tres hermanas muy santas, en tres ocasiones diferentes.
Cada una de ellas mayor de cuarenta y cinco años de edad. La primera fue la
hermana Potenciana de Florencia, la segunda, la hermana María Magdalena de
Prato (esta fue María Magdalena Strozzi, quien dejó una relación manuscrita de
su bienamada madre Catalina), y la tercera fue la hermana Aurelia de Florencia.
La superiora de Catalina le mandó que pidiera un favor a Jesucristo y Él
concedió que todas las hermanas vieran el anillo, o al menos algo en su lugar,
durante tres días consecutivos el lunes, el martes y el miércoles de la semana
de Pascua. Durante esos días, todas las hermanas vieron en su dedo, junto al
dedo medio de la mano izquierda, y en el sitio donde ella decía que estaba el
anillo, un rombo rojo («quadretto») en el lugar de la piedra o diamante, y del
mismo modo contemplaron un aro rojo alrededor de su dedo, en lugar del anillo.
Catalina aseguraba que nunca había visto el rombo y el aro de la misma manera
que las hermanas, porque ella siempre veía el anillo de oro y esmalte con su
diamante. El anillo también fue visto durante todo el día de la Ascensión de
1542 y el día de Corpus Christi, como si fuera un enrojecimiento de la carne.
Se añade que esta manifestación estuvo acompañada por un perfume sumamente
agradable, que todos percibieron. El padre Neri añade el comentario de que este
enrojecimiento del dedo no pudo haber sido causado por alguna pintura o tinte,
porque el día de Corpus Christi, como él mismo dice, Catalina fue llevada a la
iglesia para que el gobernador de la ciudad pudiera ver este círculo rojo. Pero
toda señal del mismo desapareció en su presencia, aunque inmediatamente después
se mostró otra vez a las monjas.
En
cuanto a la declaración del padre Neri de que tres de las monjas de más edad
tuvieron el privilegio de ver el verdadero anillo de oro y esmalte rojo, es
curioso que no se encuentre confirmación de esto en las propias notas de la
hermana María Magdalena Strozzi, aunque ella es una de las tres mencionadas. Lo
que ésta sí pone perfectamente en claro es que, durante los tres días después
de Pascua, había un círculo rojo alrededor del dedo de Catalina, el cual
describe como un anillo «entre piel y piel», lo que corresponde estrictamente a
lo que el Dr. Imbert-Gourbeyre dice de Marie-Julie Jahenny: parecía como si un
anillo rojo, de coral, se le hubiera enterrado en la carne del dedo. Además,
las notas de la hermana María Magdalena impresionan conmovedoramente por la
solicitud y temor que muestra de que Catalina hubiera sido víctima de algún
engaño del demonio. Ella se lo dijo a su confesor y juntos hicieron
experimentos con cinabrio y otros pigmentos, pero no pudieron reproducir en
absoluto algo como el enrojecimiento en el dedo de Catalina. Entonces la
hermana María Magdalena fue a ver a la misma Catalina y parece que con toda
franqueza le contó sus dudas y escrúpulos. Estas manifestaciones
extraordinarias, instaba, eran contrarias al espíritu v tradiciones del
convento y eran muy peligrosas para la humildad y el anonadamiento, tan
importante en la vida religiosa. Catalina estaba de acuerdo y con todo gusto se
prestó a que hiciera lo que quisiera para borrar la señal. Ella sólo se
lamentaba y pedía perdón por ser la causa de tanta turbación e intranquilidad
espiritual como había en todo el resto de la comunidad. Entonces la hermana
María Magdalena le tomó el dedo y lo puso en su boca para saber si tenía algún
sabor, y también lo remojó en agua; después trató de quitar la señal con jabón,
pero naturalmente nada dio resultado. Por otro lado, Catalina declaró con toda
sencillez que ella veía en su dedo un anillo de oro engastado con un diamante
ojival y no veía nada más. «Tengo que acudir a la fe», dijo a su amiga, «cuando
me dices que tú percibes únicamente una señal roja». Es cierto que el hecho de
que santa Catalina veía continuamente el anillo y su piedra con sus ojos
corporales, y que no podía ver el círculo rojo, también se menciona en la carta
del padre Neri en 1549.
Los
hechos son muy inciertos. Existen abundantes pruebas de que algunas veces
aparecía la señal de un círculo rojo y un rombo en el dedo de Catalina, de modo
que todos podían percibirlo. También parece cierto que ella siempre vio con sus
ojos corporales, en aquel dedo, un anillo de oro con diamante engastado, pero
no hay prueba satisfactoria que muestre que el anillo de oro haya sido
realmente visto por algunos otros. Hay tantos y tan comprobados ejemplos de
resplandor que irradia de la cara, manos y vestidos de los místicos cuando
están arrobados en éxtasis, que podemos fácilmente conceder que esto pudo haber
sucedido en el caso del dedo de Catalina. Si fuera así, posiblemente algunos
testigos pudieron haberse engañado al ver la luz brillante y haberla
interpretado como un anillo de oro con un diamante, del cual antes habían oído
hablar. Una monja explícitamente dijo que el dedo despedía una luz tan
brillante, que no podía ver qué clase de anillo lo circundaba.
Santa
Catalina de Ricci murió después de una prolongada enfermedad a la edad de
sesenta y ocho años, el 2 de febrero de 1590. Los fenómenos extraordinarios de
los cuales acabamos de hablar han colaborado a distraer la atención de otros
rasgos de su vida. Se distinguió por una «excelente cordura psicológica y
moral», y como muchos otros santos contemplativos, fue una buena administradora
y cumplidora de los deberes de su casa y cargo. Nunca estaba más feliz que
cuando atendía a los enfermos, y su influencia se extendió más allá de las
paredes de su convento y de la ciudad. Una de sus características, y no la
menos interesante, fue la reverencia que tenía por la memoria de Jerónimo
Savonarola, a cuya intercesión celestial atribuía el restablecimiento de su
salud en 1540. Santa Catalina fue canonizada en 1747.
Una
fuente abundante en datos es «Life of St. Catherine d'Ricci», por F. M. Capes
(1905). Las fuentes más auténticas de información son, naturalmente, las
declaraciones de los testigos en el proceso de beatificación: una copia del
Summarium de Virtutibus está en el Museo Británico. Varios trozos escogidos de
las cartas de la santa se han publicado en italiano y francés. Ver P. Thurston,
The Phisical Phenomena of Mysticism (1952).
fuente: «Vidas
de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
accedida 998 veces
ingreso
o última modificación relevante: ant 2012
Estas
biografías de santo son propiedad de El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una
fuente, esta ha sido tratada sólo como fuente, es decir que el sitio no copia
completa y servilmente nada, sino que siempre se corrige y adapta. Por favor,
al citar esta hagiografía, referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel)
y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.org/lectura/santoral.php?idu=422
No hay comentarios:
Publicar un comentario