San Ebrulfo, abad
fecha: 29 de diciembre
n.: c. 517 - †: c. 596 - país: Francia
otras formas del nombre: Evroult
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
n.: c. 517 - †: c. 596 - país: Francia
otras formas del nombre: Evroult
canonización: pre-congregación
hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Elogio: En Oroër, de Neustria, san Ebrulfo,
abad del monasterio de Saint-Fuscien, en tiempo del rey Childeberto.
Ebrulfo creció y se educó en la corte del
rey Childeberto I. Allí contrajo matrimonio, pero al cabo de algún tiempo, la
pareja consintió en la separación. La esposa tomó el velo en un convento y el
marido distribuyó todos sus bienes entre los pobres. Sin embargo, pasó un
tiempo bastante considerable antes de que pudiera obtener el permiso del rey
para abandonar la corte. A la larga, pudo ingresar en un monasterio en la
diócesis de Bayeux, donde sus virtudes le granjearon la estima y la veneración
de sus hermanos. Pero el respeto con que se vio tratado le pareció una
tentación y, para evitarla, se retiró con otros tres monjes, a fin de ocultarse
en un rincón remoto del bosque de Ouche, en Normandía. Aquellos ermitaños
improvisados no habían tomado medida alguna para asegurar su mantenimiento,
pero se las ingeniaron para establecerse junto a un manantial, donde construyeron
una represa para almacenar las aguas, cultivaron un huerto y se construyeron
chozas.
Poco después, un campesino descubrió, con
el consiguiente asombro, el floreciente establecimiento en lo más remoto del
bosque. El campesino advirtió a los ermitaños que corrían grave peligro en
aquel lugar, porque los montes de las cercanías eran guaridas de bandidos.
«Hemos venido aquí», repuso Ebrulfo, «a llorar por nuestros pecados. Tenemos
puesta nuestra confianza en la misericordia de Dios, que alimenta y cuida los
pajarillos del aire. A nadie tememos». Al día siguiente el campesino les trajo
panes y jarros con miel y no trascurrió mucho tiempo sin que se uniera a los
ermitaños para imitar su santa existencia. Más tarde, un asaltante se presentó
en el lugar para advertirles que estaban en peligro. Ebrulfo se apresuró a
responderle igual a como le había contestado al campesino. El bandido se
convirtió también y atrajo a muchos de sus compañeros, de tan buena disposición
como él, para que hablasen con el santo. Ebrulfo les dio buenos consejos y
muchas enseñanzas, de suerte que los bandidos decidieron establecerse cerca de
los ermitaños y trabajar honradamente para ganarse la vida. Las dos comunidades
trataron de cultivar más tierras, pero el lugar resultaba demasiado árido y
pedregoso para producir buenas cosechas. Sin embargo, ninguno se mostró
dispuesto a abandonar aquel sitio y todos declararon estar conformes con lo
poco que obtuviesen. Los habitantes de los caseríos y poblaciones de la
comarca, les llevaban con frecuencia provisiones de toda especie, que san
Ebrulfo aceptaba como limosnas.
Los beneficios y consuelos de la
contemplación no interrumpida hicieron nacer en Ebrulfo el deseo de vivir para
siempre como un anacoreta, sin tener que soportar la carga de cuidar a los
demás. Sin embargo, consideró que no podía permanecer indiferente a la
salvación del alma de sus vecinos y, por lo tanto, recibió a todos los que
querían vivir bajo su dirección y, para hospedarlos dignamente, construyó un
monasterio que, más tarde, llevó su nombre. En vista de que su comunidad
comenzó a crecer en forma extraordinaria, y como muchas gentes le ofrecían
terrenos, fundó otros monasterios para hombres y para mujeres. San Ebrulfo
acostumbraba exhortar a sus religiosos para que se dedicaran particularmente a
los trabajos manuales a fin de que se ganaran el pan con sus labores y el cielo
con el servicio a Dios en el trabajo. San Ebrulfo murió en 596, a los ochenta
años de edad, y se afirma que, durante las últimas seis semanas de su vida, no
pudo tragar absolutamente nada, a excepción de la hostia consagrada y un poco
de agua.
Existe una biografía bastante completa,
compuesta por un escritor anónimo del siglo nueve, que fue impresa por Surio
con sus acostumbradas correcciones a la fraseología latina. La versión
abreviada o modificada de esta biografía, se encuentra en Mabillon, vol. I, pp.
354.361, con agregados complementarios de Orderico Vitalis. Véase también el
prefacio de Leopold Delisle a su edición de la Historia Ecclesiastica de Orderico
Vitalis, pp. LXXIX-LXXXIV. En el Bulletin de la soc. hist. arch. de l'Orne,
vol. VI (1887), pp. 1-83, J. Blin editó un poema francés del siglo XII, en el
que se relata la historia de san Ebrulfo.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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ingreso o última modificación relevante: ant 2012
Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4642
Beato Gerardo Cagnoli, religioso
fecha: 29 de diciembre
fecha en el calendario anterior: 1 de diciembre
n.: 1267 - †: 1342 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Pío X 13 may 1908
hagiografía: Frate Francesco
fecha en el calendario anterior: 1 de diciembre
n.: 1267 - †: 1342 - país: Italia
canonización: Conf. Culto: Pío X 13 may 1908
hagiografía: Frate Francesco
Elogio: En Palermo, de Sicilia, beato
Gerardo Cagnoli, religioso de la Orden de Hermanos Menores, que durante mucho
tiempo hizo vida eremítica.
Gerardo Cagnoli nació en Valenza Po,
Piamonte, hacia 1270. Después de la muerte de su madre, acaecida en 1290 (su
padre ya había muerto), abandonó el mundo y vivió como peregrino, mendigando el
pan y visitando los santuarios. Estuvo en Roma, Nápoles, Catania y quizás en
Erice (Trapani). En 1307, impresionado por la fama de santidad del franciscano san Luis de
Anjou, obispo de Tolosa, ingresó en la Orden de los Hermanos
Menores en Randazzo, Sicilia, donde hizo el noviciado y vivió algún tiempo.
Del convento de Randazzo pasó a Palermo en
calidad de portero y allí permaneció hasta su muerte siendo la admiración de
sus hermanos y de los fieles por su sencillez y sus virtudes. Cerca de la
puerta del convento plantó un ciprés y arregló un pequeño altar en honor de la
Virgen y de san Luis de Anjou, de quien era devotísimo. Allí ardía
continuamente una lámpara de aceite. Con un ramito de ciprés bañado en aceite
de la lámpara bendecía a los enfermos que se acercaban a él en busca de
consuelo. Muchos se iban perfectamente curados, otros experimentaban mejoría, o
se sentían consolados con su palabra. La fórmula que él empleaba para bendecir
era esta: «En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, por la
intercesión de la Virgen María, de San Francisco y de San Luis sé liberado de
esta enfermedad».
Los milagros se sucedían. Enrique
d’Abbati, justicia del rey, estaba gravemente enfermo, y se había perdido toda
esperanza. Fue llamado Fray Gerardo, que consoló con palabras fraternales al
enfermo. Luego se postró en profunda oración. Poco después el enfermo se
levantó perfectamente curado. Dormía pocas horas sobre una desnuda tabla; con
instrumentos de penitencia maltrataba su cuerpo; continua oración, íntima unión
con Dios, he ahí el programa de su larga vida. No es extraño que muchos lo
aclamaran como santo ya en vida.
Había transcurrido más de 30 años en la
Orden Franciscana, cuando en la fiesta de San Juan Evangelista de 1345 se le
apareció la Santísima. Virgen y le aseguró que dentro de dos días volaría al
cielo. Ante este anuncio Gerardo se alegró muchísimo y se preparó para las
bodas eternas con gran fervor. El 29 de diciembre recibió con profunda devoción
los últimos sacramentos de la fe y se durmió serenamente en el sueño de los
justos. Tenía 75 años. Su sepulcro, en la iglesia de San Francisco de Palermo,
fue meta de peregrinación de muchos devotos que recurrían a él desde Sicilia,
Toscana, Marcas, Liguria, Córcega, Mallorca... Su culto continuó sin
interrupción. Los restos mortales del beato Gerardo Cágnoli reposan en el
templo de San Francisco en Palermo, a pocos pasos de la puerta del convento que
por largos años fue testigo de su santidad. San Pío X aprobó el culto el 13 de
mayo de 1908.
fuente: Frate Francesco
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Estas biografías de santo son propiedad de
El Testigo Fiel. Incluso cuando figura una fuente, esta ha sido tratada sólo
como fuente, es decir que el sitio no copia completa y servilmente nada, sino
que siempre se corrige y adapta. Por favor, al citar esta hagiografía,
referirla con el nombre del sitio (El Testigo Fiel) y el siguiente enlace: http://www.eltestigofiel.orgindex.php?idu=sn_4643
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